viernes, 27 de julio de 2007

Festejos taurinos, vergüenza cultural


¡Pobres animales, os amo porque sois mis hermanos menores,
y como yo estáis sujetos a las enfermedades y a la muerte!
HOMERO

Como todos los años durante las fiestas patronales se producen las típicas corridas de toros con su parafernalia incluida, para el deleite de los aficionados y amantes de la tauromaquia, los taurinos. Tauromaquia que consiste en la tortura y la ulterior muerte de unos animales nobles y bellos, los toros bravos o de lidia o ibéricos. Los taurinos ven en este sacrificio algo inherente a nuestra cultura popular del que no se puede prescindir para nada. Consideran «Arte» a este ritual en manos de la técnica y la maestría de los expertos del toreo, los toreros, los cuales si lo desean pueden perdonar la vida del toro; nosotros sólo vemos una hecatombe sanguinaria o masacre de estos bellos animales.

Intentemos ser un poquito más objetivos y a la vez aumentemos nuestro grado de sensibilización, démonos cuenta del dolor y del sufrimiento que nos transmiten los ojos del pobre toro y los del asustadizo caballo, aunque se los tapen. Y caigamos en la cuenta de que nosotros los humanos también somos animales. Todas las especies que componemos el Reino Animal compartimos cualidades naturales como la de sentir, como seres sintientes que somos, y además otras más. Sentimos tanto el placer como el dolor, ante determinados estímulos respondemos y aquellos que nos producen placer tendemos a aproximarnos y a repetirlos, y los que nos producen dolor nos alejamos de ellos.

Convertir este acto de tortura, las corridas de toros, en un espectáculo a la vista y disfrute de los espectadores; fomentado desde las instituciones e incluso transmitido a través de los medios de formación de masas o mass media, nos hacen parecer a los habitantes de nuestra península como pueblos atrasados, bárbaros y carentes de sensibilidad. Esto sólo nos produce una gran vergüenza como pueblo y como seres humanos. Las culturas se miden por el amor y el respeto que profesan hacia la naturaleza y sus seres vivos. Este acto de barbarie no hace más que despreciar la vida natural de una manera exagerada.

Pero los aficionados a esta salvajada (que bien recuerda a los juegos circenses de la Antigua Roma, a los sacrificios humanos o a la quema de brujas y herejes) esgrimen en su defensa argumentos tales como: que sin este espectáculo esta raza bovina estaría extinguida pues su destino es la muerte en la plaza o en las calles de los pueblos. Enfoquémoslo desde una perspectiva que esté en consonancia con la naturaleza y el respeto de todo ser vivo. Hagamos una retrovisión, el toro bravo es una variante domesticada más (una raza como se dice comúnmente) heredera del Uro o toro salvaje. Uro que en su forma silvestre y natural está extinguido desde el siglo XVII. La domesticación de esta especie data desde hace más de 6.500 años, y por medio de cruces y de la selección artificial o zootécnica resultaron las actuales razas bovinas domesticadas. Unas destinadas para la producción láctea, otras para la cárnica, otras para la labor y algunas para los espectáculos, como el toro bravo. Todas y cada una de estas razas tienen sus propias cualidades, lo que las diferencia a unas de otras (aunque las semejanzas superen, pues todas componen la misma especie biológica, Bos taurus), unas poseen fuerza para el acarreo, otras producen gran cantidad de leche o fácil engorde, algunas tienen gran resistencia y vigor sexual, y están las que tienen fiereza y bravura. Pero si las concentramos todas en una, obtendríamos al uro salvaje y ancestral. El proceso de la domesticación en manos de los seres humanos modifica los caracteres propios de la especie, prevalecen algunas cualidades y se pierden otras, haciendo de los animales domésticos unos cachorros idiotizados y dependientes. Nuestros toros bravos son producto del cruce y la cría de diferentes ganaderías (había ejemplares de mayor y menor tamaño) con un determinado fin, el sangriento escenario de la Plaza de Toros.

La conducta de los bovinos ha sido estudiada por expertos, con la excepción de nuestro toro de lidia debido al obstruccionismo de los ganaderos. Este tipo de ganado vive en un estado de semilibertad en las fincas y dehesas, donde viven sin ser molestados. Cuando llegan unas determinadas fechas, algunos ejemplares son aislados del resto de la manada y son trasladados a otros lugares lejos de los suyos, lo que les deberá producir traumas emocionales y miedo. De estar en el campo pasan a estar en los rediles y cosos o en las calles asfaltadas de los pueblos atestadas de personas vocingleras y babosas. Tales estímulos aversivos les empujan a la huida, pero sin éxito, o a reaccionar violentamente embistiendo a todo aquello que se les cruce por delante.

Otro argumento muy utilizado por toreros y aficionados es que, debido a la existencia de otras crueldades en el Mundo como las injusticias sociales, las hambrunas, pestes y guerras, o el caso de la peor vida y la muerte cruel de otros animales domésticos; el caso de preocuparse por el tema de las corridas taurinas y afines es improcedente y exagerado, como dicen ellos. ¡Pero por favor! No justifiquemos una crueldad con la existencia de otras, hay que eliminar todas.

Recordemos también los millones o miles de millones que conllevan, como gran y rentable negocio que es para ganaderos, toreros y demás. Además de dar trabajo y de comer a varias familias trabajadoras. ¿Qué dan trabajo y de comer a varias familias? También las hay que pueden comer a través de la fabricación de armamentos, la contaminación y destrucción del medio ambiente o de la producción de cosas inútiles como la televisión, y sin tener ningún remordimiento de conciencia. ¿Qué los empresarios y ganaderos con esto último son altruistas y solidarios con el Pueblo? Como decía la canción rockera «Que risa me da esa falsa humanidad, de los que se dicen buenos»; que no, que el espectáculo taurino es un buen negocio y punto.

Y como no, no olvidemos la creencia tradicional del judeo-cristianismo sobre la superioridad moral y natural del hombre respecto a los demás seres vivos que están a su servicio y capricho. Este antropocentrismo especieista (los seres humanos son el centro y a la vez discriminan a los otros animales) es un fiel reflejo de la total ignorancia que se tiene respecto a la ecología y a la historia natural de la vida en la Tierra.

No podemos los seres humanos aislarnos de la naturaleza, porque somos parte de ella, y si la despreciamos y la destruimos, nos estaremos tirando piedras sobre nuestro propio tejado. Tenemos que ver al resto de los seres vivos como nuestros compañeros de viaje en el planeta Tierra a través del Cosmos. Y no deleitarnos y divertirnos a costa de su sufrimiento y muerte; si padeciésemos y sintiésemos sobre nosotros, como especie, los dolores de un toro en el ruedo, desaparecerían estas brutalidades «inherentes a nuestra cultura». En la novela de ciencia-ficción, pero con un mensaje moral elevadísimo y filosófico, El fin de la infancia de Arthur C. Clarke, uno seres extraterrestres, poseedores de una cultura y tecnología avanzadas, consiguen hacer sentir a todos los aficionados que asisten a una corrida de toros el mismo dolor que padece el toro, con el consiguiente rechazo y huida de tan bochornoso espectáculo por parte del público asistente. ¡Y por favor, por última vez! No seamos tan sanguinarios y crueles entre nosotros mismos y con las restantes especies animales, a nivel intra e interespecífico.

CODA: A propósito, no es absurdo ver, en los encierros y demás festejos taurinos, a varios «valientes» arriesgar sus vidas y salud ante los toros. Si cuando muchos de ellos agacharán la cabeza y se cagarán encima cuando el jefe o cualquier autoridad les levanta la voz.

El Aullido, nº 13. Septiembre de 1996.

La expresión «lucha por la existencia» se emplea en sentido amplio


Debo señalar ante todo que uso esta expresión en un sentido amplio y metafórico, que incluye la dependencia de un ser respecto de otro y —lo que es más importante— incluyendo no sólo la vida del individuo, sino también el éxito al dejar descendencia. Dos caninos, en tiempo de hambre, puede decirse que luchan entre sí por cuál conseguirá comer y vivir; pero de una planta en el límite de un desierto se dice que lucha por la vida contra la sequedad, aunque más propio sería decir que depende de la humedad. De una planta que produce anualmente un millar de semillas, de las que, por término medio, sólo una llega a completo desarrollo, puede decirse, con más exactitud, que lucha con las plantas de la misma clase o de otras que ya cubrían el suelo. El muérdago depende del manzano y de algunos otros árboles; pero sólo en un sentido muy amplio puede decirse que lucha con estos árboles, pues si sobre un mismo árbol crecen demasiados parásitos de éstos, se extenúa y muere; pero de varias plantitas de muérdago que crecen muy juntas sobre la misma rama puede decirse con más exactitud que luchan mutuamente. Como el muérdago es diseminado por los pájaros, su existencia depende de ellos, y puede decirse metafóricamente que lucha con otras plantas frutales, tentando a los pájaros a tragar y diseminar de este modo sus semillas. En estos diversos sentidos, que pasan insensiblemente de uno a otro, empleo por razón de conveniencia la expresión general lucha por la existencia.

CHARLES DARWIN, El origen de las especies.

¿Quién dijo que la Evolución conduce al hombre?

Por Stephen Jay Gould

Nada consolida tan bien un argumento como una justa indignación. Cuando tenía yo diez años, me enzarcé en una intensa discusión con un compañero, en una colonia de verano, sobre si los dinosaurios y los seres humanos habían convivido en el pasado. El pensaba que sí; yo sabía que no (y por una diferencia de 60 millones de años). Apostamos una barra de chocolate (dinero circulante en la colonia) y nos sometimos (con habitual y tonta buena fe) a la opinión de algún chico mayor. Pero nadie en todo el campamento tenía idea de la respuesta, de forma que tuvimos que esperar al día de visita de los padres. Los míos no se presentaron aquel fin de semana; su padre insistió en que la gente y los dinosaurios habían vivido juntos. «¿O es que no has visto los dibujos de Los Picapiedra?», argumentó. Tuve que pagarle la apuesta a su hijo. Varias centenas de barras de chocolate después, mi indignación continuaba incólume.

Semejante parodia de la justicia no sería posible en la actualidad (salvo entre los fundamentalistas norteamericanos, que ahogan a los dinosaurios junto a la pecadora especie humana en el diluvio que sobrenadó Noé). El conocimiento sobre los dinosaurios es bueno y bien extendido, y pocos adultos elegidos al azar podrían estar tan informados como el padre de mi amigo. Los dinosaurios inundan la cultura infantil y avanzan sobre la adulta. Los tiranosaurios han desplazado a los flamencos en las camisetas estampadas. Hay muñecos, miniaturas, relojes e incluso portarrollos de papel higiénico con forma de dinosaurio, mientras que libros, juegos y esqueletos de plástico anatómicamente correctos saturan el mercado de los llamados juguetes educativos.

Este éxito popular va acompañado de un renovado interés entre los profesionales, motivado esencialmente por la nueva y coherente interpretación que sostienen Bakker y Horner, revisando nuestros conceptos sobre la vida y ventura de las más prominentes bestias prehistóricas. La denominada Era de los Mamíferos ha persistido, hasta ahora, durante los 60 millones de años desde la extinción de los dinosaurios. Ellos, tan desdeñados, fueron sin embargo los animales mayores dominantes sobre el planeta a lo largo de más del doble de tiempo.

Pese a este comprobado éxito, el enfoque tradicional tenía a los dinosaurios por reptiles tontos, ineficaces, torpes y lentos, de sangre fría y cerebro pequeño, tan pasados de peso que los más grandes sólo podían sobrevivir en las aguas estancadas de ciénagas y pantanos. Pero los mamíferos no evolucionaron al final del reino de los dinosaurios, aprovechando sus recién desarrollados trucos y pelajes para precipitar a esos reptiles grandullones en el camino de la extinción (comiéndose sus huevos, o cosas así). Mamíferos y dinosaurios evolucionaron al mismo tiempo y los primeros vivieron durante más de 100 millones de años (dos veces su actual reinado) como pequeñas criaturas refugiadas en los rincones y grietas de un mundo dominado por los dinosaurios.

Bakker y Horner han llegado a una solución elegante y racional a esta paradoja. Estábamos equivocados. Los dinosaurios fueron seres más listos, con una anatomía muy eficaz, probablemente sangre caliente, una compleja conducta social y cerebros adecuados a reptiles de su envergadura. Sin duda este nuevo modelo de dinosaurio promovió su actual éxito popular (todo el mundo admira a los ganadores, pese a los tópicos sobre la atracción de los desvalidos), pero sus verdaderas consecuencias ―tan inquietantes como reveladoras—, aún no han sido debidamente asimiladas.

Los dinosaurios torpes y estúpidos encajaban perfectamente con nuestra acariciada idea de la Evolución como un constante progreso que lleva inevitablemente a nosotros mismos. Pero en su nueva versión, los dinosaurios son tan meritorios como los mamíferos (sólo que diferentes) y su éxito, por encima de la capacidad de desafío de los mamíferos, implica que la Naturaleza no procede por pasos que son hitos hacia la eficacia y la inteligencia que finalmente (e inevitablemente) conducen al hombre. La propuesta de Bakker y Horner supone también el reconocimiento de que la extinción no es un signo de ineptitud, sino la inexorable consecuencia de vivir en un planeta inestable. Tanto Bakker como Horner suscriben este criterio sobre la extinción, pero rechazan un apreciable argumento en su favor, como es la idea de que un impacto extraterrestre desencadenó la extinción coordinada de los dinosaurios, junto al 50% de las especies marinas. (Debo decir que disiento de ellos en este asunto.)

De modo, querido lector, que tienes ante ti las dos cosas. Todo descubrimiento y novedad tiene su precio. Tienes un nuevo y brillante dinosaurio como icono de la cultura de consumo, pero también debes aceptar sus consecuencias para la historia de la vida y de nuestra propia especie. Nosotros no teníamos que aparecer necesariamente. La vida evolutiva es una serie de hechos complejos e impredecibles, no un angosto y recto camino hacía el progreso. Si rebobinamos la cinta de la vida hasta el centro de la hegemonía de los dinosaurios, no veremos a un tiranosaurio ilustrando una camiseta. Pero sí a uno de sus bisnietos mirando intrigado a un pequeño mamífero, preguntándose cómo esos diminutos y extraños seres peludos se las arreglan para seguir sobrellevando una vida tan marginal en su glorioso mundo.

Revista ALGO, junio de 1987.

jueves, 26 de julio de 2007

Texto de Albert Caraco (II)

El Infierno, que llevamos en nosotros, corresponde al Infierno de nuestras ciudades, nuestras ciudades están a la medida de nuestros contenidos mentales, la voluntad de muerte preside el furor de vivir y no alcanzamos a distinguir cuál nos inspira, nos precipitamos sobre los trabajos recomenzados y nos jactamos de elevarnos a las cimas, la desmesura nos posee y sin concebirnos a nosotros mismos, seguimos edificando. Pronto el mundo no será más que un astillero donde, igual que las termitas, miles de ciegos, afanados por perder aliento, se afanarán, en el rumor y en el hedor, como autómatas, antes que despertarse, un día, presas de la demencia y que degollarse unos a otros sin cansancio. En el universo, donde nos hundimos, la demencia es la forma que tomará la espontaneidad del hombre alienado, del hombre poseído, del hombre excedido por los medios y convertido en esclavo de sus obras. La locura se incuba desde ahora bajo nuestros edificios de cincuenta pisos, y a pesar de nuestros intentos por desenraizarla, no lograremos reducirla, ella es ese dios nuevo que no tranquilizaremos ni rindiéndole una especie de culto: es nuestra muerte lo que incesantemente reclama.
ALBERT CARACO, Breviario del caos.

lunes, 23 de julio de 2007

Calumnias antimajnovistas

Resulta que veo por You Tube a los marxistas-leninistas difundiendo las mismas mentiras que se dijeron en el pasado, durante la Revolución rusa, contra Nestor Majno y el Ejército Insurgente de Obreros y Campesinos de Ucrania.


Sobre el tema me refiero a dos textos:

El primero es de Paul Avrich de su libro Los anarquistas rusos:

«En el movimiento majnovista había un considerable número de judíos que ocupaban puestos de responsabilidad. Algunos de ellos eran intelectuales, como Aarón Baron, que trabajaba en la Comisión de Cultura y Educación, pero la gran mayoría luchaban en las filas del Ejército Insurgente, bien como miembros de los destacamentos especiales de infantería y artillería judías, o dentro de las unidades guerrilleras regulares, junto a los campesinos y obreros ucranianos, rusos y de otras nacionalidades. El mismo Majno había condenado personalmente toda discriminación, y se esforzaba por ir limando los violentos sentimientos antisemitas de sus seguidores campesinos, tarea tan difícil como acabar con sus inclinaciones al pillaje y a la bebida (esta última labor era todavía más complicada si se tienen en cuenta las tendencias alcohólicas del propio Majno). Los castigos por actos antisemitas eran sumarísimos y severos: un jefe de tropa era inmediatamente fusilado por el saqueo de una población judía; y la misma suerte corría cualquier soldado que distribuyese carteles con la fórmula antisemita tradicional “¡Zurra a los judíos! ¡Salva a Rusia!”»

Y el segundo es de La revolución desconocida de Volin:

«Una de las razones de la ejecución de Grigoriev por los majnovistas fue su antisemitismo y el enorme pogrom antijudío que organizó en Yelizabetgrado, con cerca de 3.000 víctimas. Una de las razones del despido de los ex partidarios de Grigoriev admitidos en el Ejército Insurgente, fue el espíritu antisemita que su anterior jefe les había inculcado.»

En apoyo de El Jueves


Resulta que es verdad: las familias reales se reproducen de otra forma...

Aquí os pongo unos dibujos de uno de los personajes más conocidos de la revista El Jueves, Makinavaja de Ivà (Ramón Tosas Fuentes).

¡Contra toda censura!.

Jornadas revolucionarias del 19-20 de julio, 1936

Aquí tenéis un documental hecho por la CNT celebrando el fracaso del golpe militar en la Barcelona de 1936, que dió inicio a la efímera e importante Revolución social española, durante la Guerra Civil en el bando republicano.

domingo, 22 de julio de 2007

Una foto que afecta a los hombres


Un grupo de científicos ha presentado una serie de fotografías de un gorila salvaje que se vale de una rama como bastón para adentrarse en el agua. Las fotos producen la extraña impresión de que el enorme animal parece humano y, una vez más, destacan la proximidad de los grandes simios con sus parientes más cercanos.

Para comprender la causa, debemos examinar atentamente las imágenes. A diferencia de nosotros, los gorilas no pueden nadar y suelen tener mucho miedo al agua. Por tanto, esta gorila hembra en particular, que se encontraba en el claro de un bosque llamado Mbeli Bai, en el Congo, estaba haciendo algo extraordinario por el simple hecho de acercarse al agua.

Asustada, sin duda, pues temía resbalar, estiró el brazo y cogió una larga y fina rama que luego utilizó tanto para mantener el equilibrio como para tantear la profundidad del cauce. No estaba sola. Otra hembra, que se alimentaba en el terreno pantanoso, cogió un arbusto seco y lo usó como bastón para apoyarse. Tras clavarlo con fuerza en la tierra blanda, se apoyó en él con un brazo mientras pasaba la otra mano por el suelo en busca de alimentos. Luego, levantó el arbusto, lo colocó sobre un charco y caminó erguida sobre él a modo de puente para atravesar el agua.

EL PRIMER PASO

Lo que presenciamos en estas imágenes es el nacimiento de la tecnología de los gorilas. Y es posible que sólo sea el primer paso de un largo trayecto en el que nosotros, los humanos, ya hemos avanzado un millón de kilómetros. Pero de todos modos, es un primer paso y resulta imposible decir que el hombre es capaz de fabricar herramientas y el gorila no.

En el pasado, muchas personas han intentado definir nuestra especie afirmando que ésta u otra facultad es del dominio exclusivo del ser humano y que, por tanto, no comparte con ningún otro animal.

El Museo de Historia Natural de Londres publicó en 1949 un folleto titulado Man: The Toolmaker (El hombre: fabricante de herramientas), que comenzaba así: «El hombre es un animal social, que se distingue por su cultura, por su capacidad de fabricar herramientas y comunicar ideas». Desde entonces, todas estas cualidades supuestamente exclusivas de la Humanidad, han sido descubiertas en otras especies estrechamente relacionadas con la del ser humano. Por ejemplo, un grupo de científicos japoneses descubrió que el hombre no es el único ser que desarrolla culturas diferentes, cada una con sus propias tradiciones. También algunas colonias de monos salvajes japoneses tenían sus propios comportamientos de alimentación, que variaban de un grupo a otro. Una colonia lavaba sus alimentos en el mar, otra no lo hacía.

Posteriormente se descubrió que en algunos grupos de chimpancés los machos dormían en la copa de los árboles con sus hembras, mientras que en otros los machos reposaban en el suelo, junto al tronco de los árboles, dispuestos a defender a sus hembras y crías que se encontraban en las ramas. De modo que las variaciones culturales no son exclusivamente de la especie humana.

Más tarde, cuando Jane Goodall comenzó sus estudios de campo sobre los chimpancés salvajes halló que éstos fabricaban herramientas y las usaban para buscar y comer termitas. Cogían una rama, le quitaban las más pequeñas hasta dejar el tronco liso y recto, y luego lo introducían en el nido de termitas. A continuación lo extraían, lleno de termitas furiosas y se lo pasaban por los labios para ingerir un rico bocado.

También observó que los chimpancés de la selva empleaban un mazo de hojas como esponjas para obtener agua de los charcos que se forman entre las ramas de los árboles tras una tormenta. Mojaban las hojas, y luego apretaban el mazo sobre la boca para extraer un refrescante trago de agua. Otros chimpancés utilizaban piedras a modo de yunques y martillos para romper nueces. De modo que la fabricación y el uso de herramientas no es una facultad únicamente humana.

Un descubrimiento aún más sorprendente se produjo cuando un equipo de investigadores estadounidenses, frustrados por no poder hablar con sus simios, decidió probar una versión simplificada del lenguaje de signos que emplean los humanos sordos. Para su sorpresa, los simios pronto pudieron comunicarse con ellos. Un joven chimpancé, Nim, aprendió 125 signos, que podía combinar para formar frases como «plátano yo comer», «más beber», «dar pelota», o «hacer cosquillas aquí». Al hacerlo, destruyeron la preciada creencia de que combinar palabras y comunicar ideas era una facultad exclusivamente humana.

TAMBIÉN DIBUJAN

Todo lo que nos quedaba para diferenciarnos de los simios era la creencia de que nosotros, a diferencia de todas las especies, tenemos sensibilidad estética. Podemos realizar obras de arte y sabemos apreciarlas. A partir de ahí, en los años 50 comencé a realizar experimentos con un chimpancé llamado Congo. Le di materiales de dibujo y el simio demostró la capacidad de crear diseños visuales controlados (los interesados pueden acudir a la exposición de sus cuadros en la Mayor Gallery de Londres hasta el 14 de octubre de 2005).Congo tenía sentido del equilibrio y de la composición, y una vez que desarrollaba un tema visual, como la forma de un abanico o una curva, hacía distintas variaciones. Es decir, revelaba la capacidad de los simios para comenzar a lidiar con los principios del sentido estético. Incluso la capacidad de dibujar y de crear arte no era únicamente humana.

Lo que todo esto significa es que en realidad resulta imposible definir a la especie humana por ningún atributo exclusivo. Nuestro éxito consiste en haber ampliado las antiguas facultades de los simios y haberlas magnificado de una manera espectacular.

Los simios pueden utilizar un bastón; nosotros podemos ir a la Luna. Ellos pueden combinar un par de palabras; nosotros podemos escribir grandes obras literarias. Ellos pueden dibujar formas abstractas; nosotros podemos pintar obras maestras… Es posible que entre nosotros y los simios sólo existan diferencias de grado, pero son diferencias enormes.

No obstante, observar cómo los simios dan sus primeros pasos titubeantes hacía la tecnología, el lenguaje y el arte nos recuerda, una vez más, lo cerca que estamos de ellos. Es posible que seamos los animales más sorprendentes del planeta, pero seguimos siendo animales.

En una ocasión me criticaron por decir que somos «simios erguidos, no ángeles caídos». Lo sigo creyendo, si cabe, con mayor firmeza. Aceptar esto significa que debemos vernos como parte de la naturaleza, no por encima de ella.

En el pasado, muchos han afirmado que «las bestias brutas» están aquí simplemente para nuestra comodidad. Y la tierra, simplemente para ser domada y explotada. Sólo ahora hemos comenzado a ver lo absurdo de esta idea y a darnos cuenta de que, a menos que nos aceptemos a nosotros mismos como sólo una parte de un sistema de vida limitado en la Tierra, en lugar de sus amos, las generaciones futuras podrían verse intentando sobrevivir en un planeta contaminado y agonizante.

MÁS RESPETO

Pero si nos vemos como parte de la naturaleza, ¿no es nuestro deber mostrar cada vez más respeto por el bienestar de las otras formas de vida con las que compartimos este mundo, especialmente las que están tan cerca de nosotros como los simios? ¿No debería convertirse la conservación de los grandes simios en una prioridad aún más acuciante? ¿No pasaría a ser el consumo de la llamada carne del bosque por parte de algunas comunidades africanas algo cercano al canibalismo? ¿Y no plantearía cuestiones un tanto molestas sobre los derechos de los animales y, en particular, sobre la experimentación con ellos?

En ciertas fases del desarrollo humano los niños comienzan a utilizar herramientas simples, pueden pronunciar unas cuantas palabras y garabatear algunas formas abstractas. Ni en sueños se nos ocurriría llevar a cabo un ensayo médico con niños. Ahora sabemos lo que los chimpancés pueden hacer y, sin embargo, seguimos realizando investigaciones médicas con ellos.

Observaciones del comportamiento animal, como las recientes de los gorilas de los pantanos del Congo, son por tanto importantes, porque nos obligan a reconsiderar nuestras actitudes.

En diciembre del 2005 se estrenará una nueva versión del clásico del cine King Kong. La película de Peter Jackson volverá a mostrar un simio poderoso y gigantesco que se enamora de una rubia aterrorizada. En la realidad, nosotros somos los poderosos gigantes y los simios son nuestras víctimas aterrorizadas.

En la película, la rubia se salva. Esperemos que en la vida real podamos tener compasión para salvar a los simios.

sábado, 21 de julio de 2007

La democracia incompleta


Para añadir algo más, en torno al tema de El Jueves y el secuestro de su última publicación (en este Estado que presume ser democrático), y , en especial, sobre la figura del Jefe del Estado español -el Rey-, os pongo una parte del texto La democracia incompleta, del capítulo noveno «Las raíces de nuestro déficit democrático y social» del libro del socialdemócrata Vicenç Navarro, Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país, de la editorial ANAGRAMA, 2002:


[...]

«Otro comportamiento mediático que considero de escasa sensibilidad democrática es la presentación del monarca español como la figura histórica que nos trajo la democracia, interpretación que apareció en el programa de máxima audiencia sobre la monarquía que presentó TVE1, según el cual el franquismo era la dictadura de una persona y la democracia era la creación de otra -del Rey-. Sin desmerecer el papel importante que el Rey y otras personalidades tuvieron en la Transición, ésta fue, sobre todo, el resultado de la presión popular (en el período 1975-1977 España vio el mayor número de huelgas políticas de Europa) y de la presión internacional. De ahí que las opciones posibles en aquellos años no eran, como constantemente se escribe en España, Dictadura o Democracia, sino qué tipo de Democracia. La vuelta a la dictadura como forma duradera y estable de gobierno era una alternativa con muy escasa posibilidad de realización: ni el pueblo español ni la presión internacional la hubiran tolerado mucho tiempo. Por lo tanto, es razonable pensar que las alternativas más reales se configuraban dentro de la democracia. Pero debido al poder que las derechas tenían durante la dictadura y durante la transición y a la debilidad de las izquierdas, consecuencia de la gran represión a la que estuvieron sujetas durante todo el período de la dictadura (que continuó hasta el último año de aquel régimen), la transición se realizó en términos favorables a las derechas. Aunque débiles, sin embargo, fueron las izquierdas las que presionaron para ir democratizando aquel proyecto, cuyos primeros pasos, durante los primeros años de la monarquía, habían sido a todas luces insuficientes. Las derechas se resistieron tanto como pudieron -como consta que Aznar, entre otros, no apoyó la Constitución cuando se realizó el referéndum que la aprobó-, imponiendo condiciones y restricciones que limitaron el desarrollo democrático, como las prerrogativas del jefe del Estado español -únicas en la UE-, que incluyeron un blindaje mediático frente a la crítica y el escrutinio democráticos. Ahora bien, tales limitaciones, incluyendo las expresadas en el Código Penal, no derivan de la Constitución. Precisamente, una de las grandes victorias de la democracia y del documento constitucional es la de la libertad de expresión con pleno derecho a la crítica a la monarquía y al monarca, derecho que los medios de información, reproduciendo una actitud acrítica hacía la monarquía, no ejercen, con el consiguiente empobrecimiento de nuestra democracia. Es más, la propia Constitución permite su modificación a fin de alcanzar una mayor profundización democrática, realidad ignorada por las derechas de nuestro país, que, mientras que ayer se oponían a ella, ahora impiden su modificación, olvidando que la Constitución no es el punto de llegada, sino de partida, hacia una sociedad auténticamente democrática. Apoyar la Transición y la Constitución no quiere decir presentar la primera como modélica y considerar la segunda inmejorable. Antes al contrario, la Constitución ofrece a la ciudadanía unos cauces democráticos para alcanzar un mayor desarrollo democrático que puede incluir, por ejemplo, el posibilitar que en un día futuro una hija de una auxiliar de enfermería del barrio obrero de Nou Barris, en Barcelona, pueda ser elegida jefa del Estado, representándonos a todos.»


[...]

«La monarquía no puede ser resultado de una imposición mediática ejercida sobre la ciudadanía española, sino que debe ser la consecuencia de su popularidad ganada a pulso, sin cajas de resonancia, contrastada con otras alternativas, como la forma republicana de gobierno, cuyos promotores deben gozar de la misma accesibilidad a los medios, algo que no ocurre en nuestra democracia incompleta. Esta escasa sensibilidad democrática mostrada por los medios de información en su unánime aplauso a la monarquía, con ausencia de crítica hacia la institución y al monarca, está dañando a la democracia española, al reproducir una cultura cortesana que enfatiza un orden jerárquico en el que el jefe del Estado y su corte están por encima de toda crítica, de forma que se enfatiza la aceptación pasiva por parte de la ciudadanía de un sistema jerárquico en el que el monarca está arriba, mientras que todos los demás estamos abajo, con una gradación de importancia que depende de la distancia existente entre cada ciudadano y el monarca. No hay que olvidar que una de las consecuencias más positivas de la Transición fue precisamente la transformación de la figura del jefe de Estado, que pasó de serlo "por la Gracia de Dios" a serlo por la Gracia del Pueblo español. convirtiéndolo en su representante y servidor. Es de gran urgencia democrática que los medios de información modifiquen sus hábitos heredados del régimen anterior y sometan al jefe del Estado al mismo nivel de escrutinio y debate que se da en otros países democráticos, para así alcanzar el nivel de madurez democrática que nuestra ciudadanía merece.»


Los de la revista El Jueves, han sido una de las pocas publicaciones que se han atrevido a ironizar y caricaturizar la figura del jefe del Estado español y familia, y ahora les secuestran (censuran), por orden judicial, su último número. ¿No es esto una violación del derecho constitucional a las libertades de expresión y de prensa?

viernes, 20 de julio de 2007

El juez Del Olmo ordena el secuestro de la revista El Jueves

Pues sí amigos, como lo oís, un juez ha ordenado el secuestro de esta publicación, exige a la dirección de la revista que identifique a los responsables del "delito" y además dispone que se destruya la plancha para impedir que se vuelva a publicar... Por este mismo auto se ordena a las autodenominadas "fuerzas de seguridad" que procedan a retirar las revistas de "los puntos de venta" (habitualmente conocidos como quioscos)

¿El motivo de estas medidas? Una portada en las que aparecen las caricaturas de una antigua periodista presentadora de telediarios y de un señor sin profesión conocida cuyo único mérito es ser hijo de jefe de Estado, en la que ambos aparecen manteniendo relaciones sexuales y donde él dice "¿Te das cuenta? si te quedas preñada... ¡Esto va a ser lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida", relacionándolo con la ayuda de 2500€ por nacimiento. A ésto lo llaman "injurias al sucesor de la Corona".

Más información en estos enlaces:
El Norte de Castilla
20 Minutos
El País
El Mundo
ABC
La Razón
Cadena SER
Menéame

Y todavía hay quien cree que vivimos en una democracia y en un régimen de libertades. Españoles, Franco ha vuelto... o mejor dicho, nunca se fue.




EDITO Y AÑADO


En la página web de El Jueves no aparece ninguna información al respecto, pero como parece ser que "la Justicia" también anda detrás de esa web, pues os pongo una captura de pantalla... con propósito informativo más que nada.



Dentro de unas horas hacemos otra captura y comparamos el antes y el después.

jueves, 19 de julio de 2007

COMPAÑÍAS AMERICANAS Y GUERRA DE IRAK

Os dejo un enlace a la dirección desde donde se puede descargar gratuitamente la última novela de Alberto Vázquez-Figueroa.

Trata sobre las maquinaciones de las compañías norteamericanas para provocar y sacar provecho de la guera de Irak.

El libro está saliendo ahora al mercado en formato normal, pero el autor quiere que llegue al mayor número posible de lectores y por eso, no desea que haya que esperar a la edición de bolsillo para que los que andan escasos de fondos lo puedan leer.

384 páginas recien escritas y gratis en la Red. ¿Qué dirá a esto la SGAE?

http://vazquezfigueroa.blog.com/



Barcelona, julio de 1936



Un día de julio de 1936, después de un par de jornadas sangrientas, en lucha desigual contra las tropas de un ejército sublevado, tuvimos la satisfacción en Cataluña de ver deshechos los cuadros que defendían con todas las armas una causa de injusticia y de vergüenza. Tuvimos pérdidas muy sensibles, algunas irreemplazables. Pero logramos aplastar el alzamiento militar, tomar prisioneros a sus jefes, destrozar sus formaciones; las grandes masas se plegaron entusiastas a los vencedores, y los vencedores éramos nosotros. A los sobrevivientes se nos llamó a la casa del gobierno (catalán) y su más alta autoridad (L. Companys), mientras nos felicitaba efusivamente por la victoria lograda, nos expresó que el Poder había cambiado de manos y que estaba en las nuestras, por lo que consideraba que debía cedernos el puesto que ocupaba; por su parte, el estadista que así nos hablaba, se contentaba con que se le dejase empuñar un fusil para luchar contra el enemigo donde hiciese falta.

No habría requerido ninguna violencia la implantación de nuestra «dictadura»; teníamos las armas, arrancadas al enemigo, teníamos la adhesión clamorosa del pueblo, teníamos la aureola de vencedores contra un adversario que parecía invencible unas horas antes; no quedaban más fuerzas organizadas que nuestros núcleos de combatientes.

A ninguno de nosotros se le ocurrió la idea de tomar el poder que se nos ofrecía rendido y se nos ponía en la mano. Respondimos al jefe del gobierno catalán que no habíamos luchado y expuesto la vida para ponernos en lugar de los antiguos gobernantes; la victoria en la lucha armada no era la Revolución; la Revolución es cosa del pueblo y él hará lo que juzque conveniente para sus intereses y según sus deseos; por otra parte el enemigo derrotado en algunas partes de España no cedería el resto y era de preveer una larga y sangrienta guerra civil, y nuestro puesto estaba en esa guerra, de la que dependía para nuestro pueblo la posibilidad de realizar su revolución.

Por esa actitud se nos ha censurado, se nos ha combatido, se nos ha tachado de soñadores. Y no hace falta decir que, en las mismas circunstancias, volveríamos a proceder del mismo modo.

DIEGO ABAD DE SANTILLÁN
Estrategia y táctica, Ed. Jucar, 1976.

La Guerra Civil española


Ayer, 18 de julio, se recordó, en la memoria de muchos (aún vivos), el inicio de nuestra Guerra Civil de 1936-1939, ya han pasado 71 años pero alguna secuela nos ha dejado, a pesar de la "Transición democrática". En este país las diferencias de clase todavía siguen vigentes, por muy democrática y social se denomine su Constitución actual. Podremos hablar de izquierdas y derechas o de "las dos Españas", pero el concepto de Democracia no está ligado en estos momentos con el de Igualdad y Libertad sociales, y así seguiremos manteniendo las desigualdades que conllevaron a la guerra de los años treinta en España.

En aquellos años quienes hicieron frente a los militares golpistas y a los fascistas fueron gente de la calle, trabajadores con ciertas inquietudes y un arraigado compromiso social e histórico que militaban o simpatizaban con las organizaciones obreras y los partidos políticos de izquierdas; mientras la ineptitud de los gobernantes republicanos dejaban continuar el avance del levantamiento militar por la Península.

Los trabajadores de la zona leal a la República no dieron su sudor y sangre por mantener los privilegios de la burguesía liberal-republicana, sino optaron por hacer la Revolución social. No fue la antítesis democracia-fascismo, fue Revolución social contra el fascismo y semejantes contrarrevolucionarios.

Duró tres años la "maldita guerra" (como decía mi abuela) y la reacción triunfó en la persona del general Franco, que sumó al país en una ferrea y oscura dictadura, cuyas secuelas aún permanecen en esta nuestra monarquía parlamentaria. Se perdió por muchos factores la guerra, pero el principal fue: el Gran Capital internacional, que no permitió que la Revolución triunfase (con apoyo de los estalinistas). Después llegó Franco con los suyos.

Por eso os pongo, como homenaje, este video...


Al respecto recuerdo unas palabras de Buenaventura Durruti:

El pueblo español quiere la Revolución y la está haciendo, a ello se oponen los fascistas. Estamos dispuestos a acabar con el fascismo, incluso, a pesar del gobierno republicano. No hay gobierno en el mundo que luche realmente contra el fascismo, para destruirlo. Nosotros luchamos por la Revolución, y en esta lucha sólo podemos contar con nosotros mismos. No hay gobierno que quiera ayudar a una revolución proletaria, temen el contagio. Hay que hacer la guerra y la revolución al mismo tiempo.

martes, 17 de julio de 2007

PARACUELLOS








Estas historietas de Carlos Giménez, recogidas en la serie Paracuellos, por donde se narran las vivencias de unos huerfanos en los Hogares del Auxilio Social (institución creada por Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo). Reflejan la crueldad y las injusticias de un período de la historia española como la dictadura de Franco, y, en especial, los años de la durísima posguerra.

lunes, 16 de julio de 2007

El gran debate

No menos importancia tiene la conclusión filosófica que cabe extraer ya en estos momentos: a pesar de siete u ocho milenios de fuga, la humanidad sigue estando dentro de la naturaleza y no demasiado lejos de los otros seres vivos que en conjunto formamos la biosfera. Es más, la microbiología ha puesto al alcance de todas las inteligencias el hecho de que todos los seres vivos, desde el virus más modesto al árbol o a la persona, están formados en lo esencial —es decir, en lo que se refiere a las proteínas que permiten la vida celular y los ácidos nucleicos que controlan la herencia― por tan sólo una cincuentena de moléculas orgánicas idénticas ―y es preciso subrayarlo― para todos los seres vivos. Por tanto, cuando Francisco de Asís llamaba «hermano» al ave y al lobo, al árbol y al agua, no sólo acertaba desde un punto de vista sentimental, sino también científicamente.

[…]

Puede decirse que hoy casi todos los sentimientos, ideas y creencias giran principalmente en torno a la economía y a su crecimiento. No menos cierto resulta que, a la larga, será imposible mantener semejante proceso, pues ya sabemos, por ejemplo, que para obtener cada caloría que comemos gastamos como mínimo dos y en muchos casos hasta diez. Contradicciones estas tan graves que, con toda seguridad, superan las de cualquier otra crisis histórica. Se sabe que civilizaciones enteras cayeron por agotar su ecosistema, pero hoy está claro que el cansancio ha llegado al conjunto de la biosfera.

Sin embargo, la verdadera crisis de nuestros días es realmente intelectual. No sólo el Mercado o los ecosistemas están periclitando; también, y en mayor medida, nuestro entender y sentir: o cambiamos la forma de interpretar este mundo y nuestro papel en él, o sencillamente dejaremos de pensar. Entre los fundamentos de esa transformación necesaria están la reconciliación con el pasado, la declaración de dependencia de la naturaleza, el pacifismo generalizado, la reducción real del aumento de población y la restitución a lo vivo del máximo posible de sus dominios perdidos.

JOAQUÍN ARAUJO, «El hombre ante la naturaleza»
en Ecología y Vida (vol.4). SALVAT, 1991.

Moral animal


COOPERACIÓN SOCIAL

La cooperación es un hábito frecuente en el mundo animal. Las hembras de los grandes delfines forman asociaciones con el objetivo de liberar a algunas de ellas cuando son secuestradas por un grupo de machos solteros. En cualquier sociedad, es muy habitual observar comportamientos de ayuda mutua, principalmente para favorecer a los más jóvenes. Al igual que los pingüinos emperador, los flamencos rosados disfrutan de guarderías colectivas, mientras que los cachorros de elefante, león, macaco y chacal quedan al cuidado de familiares que ayudan a las madres. El explorador Peter Freuchen fue testigo de la obstinación de una familia de seis lobos por liberar a un lobezno atrapado en un cepo. En situaciones de peligro, los bueyes almizcleros forman un círculo y reúnen en el centro a los pequeños.

Las avocetas, aves zancudas de largo pico curvado, muestran otra variante comportamiento altruista. Cuando se aproxima un peligro, el macho cojea ligeramente e incluso deja caer un ala para llamar la atención del predador sobre sí mismo y salvar así la vida de su nidada. Sin embargo, la ayuda mutua también incluye a los individuos adultos. El biólogo canadiense Paul Paquet ha podido observar la vida cotidiana de un viejo lobo, demasiado débil para cazar, que era alimentado por los miembros de la jauría de su comunidad a cambio de la vigilancia de los pequeños. Los delfines rasgan la malla de una red de pesca para liberar a un congénere capturado y llevarlo después a la superficie para que recobre el aliento. Cachalotes y ballenas rodean a las víctimas arponeadas, a riesgo de perder sus propias vidas.

SOLIDARIDAD

Brigitte Picquetpellorce, responsable de una organización que lucha contra el tráfico de animales de compañía, narra un hecho que observó en Tahití, donde los perros abandonados invaden las calles: «Uno es joven, bastante bonito, parece un pequeño grifón beige. El otro es más viejo, bastardo, blanco con una mancha negra en la espalda. Cruzan las calles con el semáforo en rojo por los pasos de cebra. El joven sale primero, se para en medio de la calle, deja pasar al mayor y se coloca detrás. Cuando mendigan alimento, siempre delante del mismo restaurante de donde saben que no les echarán, el joven limpio y guapo pide comida y la lleva a su compañero, que espera en la retaguardia». Remy Chauvin explica cómo el pájaro carbonero, que siempre responde cuando sus polluelos piden alimento, se muestra particularmente brusco cuando un pequeño ajeno a su nidada hace lo mismo. «Sin embargo —puntualiza Chauvin―, lo extraordinario es que la rigidez de su comportamiento es tan sólo aparente, puesto que el mismo polluelo extranjero, recibido a golpes mientras tenía padres, puede ser adoptado inmediatamente si es huérfano o se encuentra perdido.».

Para protegerse del ataque de los lobos, los bueyes almizcleros se agrupan en un círculo o un cuadrado defensivo y sitúan a los más jóvenes en el centro. El astrofísico Carl Sagan relata una experiencia de laboratorio que consiste en obligar a los simios a escoger entre administrar shocks eléctricos a sus congéneres o ser privados de la comida. Casi todos los simios se negaron a hacer sufrir a los suyos, hasta el punto de privarse de comida durante dos semanas.

Los especialistas de la evolución ven en los comportamientos altruistas una manifestación instintiva de supervivencia. Dicho de otro modo, según el genetista Richard Dawkins, la amistad en los animales se explicaría, genéticamente hablando, mediante el interés de éstos por preservar a los individuos de su propia especie. Pero, entonces, ¿cómo se interpretaría la ayuda mutua entre individuos de especies diferentes?

Karine Lou Matignon.
Emociones animales, RBA Libros, 2006
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domingo, 15 de julio de 2007

Akela y Mowgli

Por Félix Rodríguez de la Fuente

Otro de los animales sociales más veces presente en las tradiciones y leyendas asiáticas es el lobo índico (Canis lupus pallipes), subespecie del lobo común, del que apenas se distingue por su cuerpo más enjuto, su talla menor y su pelaje más claro.

Mowgli, el célebre personaje de Kipling, criado en la manada del lobo Akela, personifica a las mil maravillas una tradición que viene, seguramente, desde el Paleolítico. Nos referimos a la leyenda del niño criado por una loba. No vamos a entrar en detalles en la descripción y el análisis de los distintos casos recogidos en una verdaderamente amplia bibliografía. Lo cierto es que, incluso sobre las niñas Amala y Kamala, «capturadas» en una terrera de lobos índicos y «domesticadas» por el reverendo Singh, hubo autores que pusieron en duda la veracidad de su crianza por parte de los lobos. Suele argumentarse, al negar la posibilidad de adopción de infantes humanos, en el sentido de que la lactancia entre los lobos es mucho más corta que entre los humanos. Se dice que, a los dos o tres meses, cuando sus verdaderos cachorros comienzan a seguir a la loba lejos de la lobera, ésta abandonaría a los niños adoptados, que terminarían pereciendo de hambre.

El autor de estas líneas puede aportar algunos datos aclaratorios respecto a este viejo problema porque, desde hace seis años, estudia una manada de lobos españoles «troquelados» y ha podido anotar diversos matices de su comportamiento de adopción y crianza que pueden resultar constructivos en el campo de las relaciones entre hijos humanos y madres lobas. Cuando por primera vez llevé a mi niña de cuatro meses ante una pareja de lobos adultos, éstos reaccionaron ante su presencia poniendo en marcha lo que podríamos llamar un «comportamiento de adopción». Visiblemente nerviosos, gimoteando, el macho y la hembra intentaban lamer a la niña y la cogían suavemente por la ropa para llevarla a su cubil. La presencia de la criatura les atraía de una manera poderosísima, y todos los gritos, movimientos y «delicadezas» que yo había anotado en las relaciones de los lobos con sus cachorros se ponían en marcha ante ella. No tiene nada de particular, por consiguiente, que en un medio enormemente antropógeno y donde los lobos eran también abundantes, como en la India, niños abandonados fueran encontrados por lobas que habían perdido sus cachorros. El comportamiento de adopción se pondría inmediatamente en marcha y estas hembras los llevarían hacia sus terreras. La duración de la lactancia no representa ningún problema, ya que, además de la leche materna, los cachorros de lobo son alimentados con comida semidigerida que el macho y la hembra regurgitan. No cabe duda de que éste debe ser un alimento nutritivo, fácilmente digerible y asimilable por un niño. Quienes argumentan en el sentido de que, terminada la época de cría, las lobas abandonarían a sus hijos adoptivos, ignoran un hecho demostrado: la nutrición de los cachorros, los cuidados maternos, en definitiva, responden al estímulo de la propia presencia y falta de desarrollo físico de los lobeznos. Un niño sería como un lobezno de desarrollo muy lento que, con su impotencia, sus gimoteos, su necesidad de protección, perfectamente captada por el fino instinto maternal de la loba, prolongaría durante muchos meses e incluso durante años el comportamiento de protección y nutrición por parte de sus padres adoptivos.

A la luz de estos datos resulta perfectamente verosímil el caso mejor conocido de adopción de niños por lobos. Volvemos a referirnos a las niñas Amala y Kamala. En un pequeño pueblo, de nombre Midnapore, situado al sudoeste de Calcuta, cundió el pánico entre los campesinos por que en una terrera de lobos, animales ya de por sí rodeados de leyendas, aparecían al anochecer dos extraños cuadrúpedos de rostro humano que corrían y jugueteaban con los verdaderos lobos, tres individuos adultos y dos lobeznos. Esto ocurría en el año 1920, cuando el pastor reverendo Singh llegaba allí en una de sus correrías espirituales. Interesado por el asunto, pidió a los más valientes aldeanos que le acompañaran al anochecer para comprobar lo que consideraba como una simple superchería. Asombrado, el reverendo vio con sus propios ojos cómo después de ponerse el sol salían de una gran lobera cinco lobos y dos seres humanos, de aspecto ciertamente salvaje y caminando sobre sus cuatro extremidades.

El pastor tomó inmediatamente la decisión de cavar la madriguera donde se ocultaba tan extraña familia para comprobar la identidad de sus pobladores. Los habitantes de Midnapore se negaron rotundamente a tomar parte en la «profanación», y el reverendo hubo de buscar ayuda en una lejana aldea. Según relata el pastor meticulosamente en su diario, al cavar la madriguera dos lobos consiguieron huir, y el tercero, una hembra, fue muerta. Y, en el fondo de la lobera, aparecieron entremezclados los dos jóvenes lobeznos y dos niñas desnudas. La mayor representaba siete u ocho años, la más pequeña no parecía tener más de dos. Las extrañas niñas-lobo fueron trasladadas al orfanato de Midnapore y bautizadas por el propio reverendo, que llamó Kamala a la mayor y Amala a la más pequeña. Esta última murió al año de su «captura». Sin embargo, Kamala sobrevivió hasta 1929. Y durante los nueve años que permaneció en el orfanato fue observada día a día por el reverendo Singh, que describe con todo detalle en su diario sus progresos en la educación.

La niña-loba se comportaba durante los primeros meses como un auténtico cánido salvaje; se desplazaba a cuatro patas: sobre las manos y las rodillas para marchar despacio y sobre las manos y las puntas de los pies para correr. En esta posición alcanzaba una velocidad superior a la de un hombre normal. Kamala rechazaba cualquier alimento de tipo vegetal, comía carne cruda, roía los huesos, aullaba por las noches y parecía demostrar un gran cariño por la pequeña Amala, de tal manera que, a su muerte, se negro rotundamente a comer y beber durante dos días y se pasaba el tiempo olfateando el lecho donde dormía su pequeña compañera. Resumiendo los informes del pastor Singh, podemos concluir que Kamala, con ocho años de edad a su captura, tenía una mentalidad de un niño de seis meses. Cuando murió, a los diecisiete años, pronunciaba algunas palabras, andaba sobre sus piernas, comía ayudándose de las manos y, en definitiva, presentaba el psiquismo propio de un niño de cuatro años.

Este notable caso manifiesta, por una parte, la capacidad de adopción de los animales salvajes con instinto maternal muy desarrollado, como los lobos, hacia cachorros de otras especies, incluida la humana. Los periódicos están llenos de noticias, muchas veces gráficas, en las que una perra amamanta un cerdito, un cachorro de lechón o un gatito. Ninguna diferencia existe entre una perra y una loba en lo que se refiere a los resortes más profundos del comportamiento de adopción. Por otra parte, el lento desarrollo mental de Kamala pone también de manifiesto la importancia que tiene el entorno cultural en el hombre. Criada por lobos, la niña se comportaba como una loba y sólo muy lentamente el paciente esfuerzo del reverendo Singh pudo introducirla en los más tempranos estadios de la cultura humana.

Los lobos índicos son, al parecer, los antepasados, si no de todos, al menos de la mayoría de los perros domésticos. Estudios comparativos de la dentición, de las costumbres no excesivamente sociales y del ladrido del lobo índico, que no aúlla como sus primos norteños, podrían colocar a este singular cánido, habitante desde antiguo en medios antropocéntricos, en la base del abigarrado árbol genealógico de nuestros queridos perros. El descubrimiento, por parte de una expedición de paleontólogos de la Universidad de Pensilvania, de los restos del perro más viejo del mundo, en una gruta de Irán, nos ha permitido comprobar mediante el método del radio-carbono que este animal debió mover la cola ante su dueño hace 11.500 años. En otra gruta del monte Carmelo, en Palestina, se ha descubierto otro perro fosilizado de unos 10.800 años de antigüedad. Este esqueleto ha permitido a los paleozoólogos reconstruir un perro de aspecto muy parecido al lobo de Arabia, perteneciente, en realidad, a la misma raza que el lobo índico. Resulta lógico suponer que, en Oriente Medio, donde el proceso de la domesticación de animales alcanzó un punto álgido en los albores del Neolítico, lobos que debían ser comensales del hombre desde la antigüedad fueran capturados de pequeños y habituados a vivir en el poblado de los conquistadores recientes de la agricultura y el pastoreo, con la particularidad de que la domesticación del perro debió preceder a la de cualquier otro animal de tipo utilitario.

El lobo índico, ocupante de las llanuras del Norte de la India desde Bengala hasta el Sind, Dharwar y Beluchistán al Sur e Irak y Norte de Arabía por el Oeste, antes era tan abundante como los zorros pero resulta raro hoy día. El hecho de que, en general, no hayan sido perseguidos por el hombre, hace pensar en una disminución producida por falta de presas habituales y sobre todo por las epidemias, especialmente de rabia, frecuentes en estas regiones.

Enciclopedia Salvat de la Fauna, 1970.

sábado, 14 de julio de 2007

Clases y partidos en la Revolución francesa

Angel J. Cappelleti

La Revolución francesa suele presentarse como un levantamiento triunfante de la burguesía contra el dominio de la aristocracia, cuyo fruto político fue la sustitución de la monarquía absoluta por una república democrática. La historiografía oficial apoyó, desde los mismos años que presenciaron los hechos revolucionarios, tal versión. Una larga serie de historiadores, desde Louis Blanc hasta Daniel Guérin, pasando por Jean Jaurés, ha propuesto, sin embargo, interpretaciones diferentes, que tienden a poner de relieve la participación de las clases populares y los componentes «socialistas» de la revolución, aunque dichas interpretaciones están lejos de concordar entre sí. Lo importante parece señalar la acción del pueblo en la gesta revolucionaria, junto a la existencia de un pensamiento «comunista» (Mably, D’Argenson) y, más que «liberal», «libertario» (Maréchal, Diderot), en los escritores de la época.

La burguesía llevaba un plan claro y definitivo, que tendía a establecer, en lo político, un Estado unitario (con la eliminación de los privilegios feudales y de las autonomías locales) y una monarquía constitucional, sujeta a la vigilancia del parlamento (integrado por propietarios y burgueses), y, en lo socio-económico, el absoluto laissez faire, es decir, «libertad entera de las transacciones para los patronos y estricta prohibición de coaliciones entre los trabajadores» (Kropotkin, La gran revolución). El pueblo, en cambio, no tenía un proyecto definido, aunque sus ideas eran claras respecto a lo que debía destruir. Se fundaban en el odio a la aristocracia ociosa, al clero justificador de la opresión, a las instituciones del Antiguo Régimen. Tenían sus raices «en la desesperación del campesino, cuando el hambre reinaba en las villas y en las aldeas» (Kropotkin, op. cit.). Ahora bien, sin esas ideas deletéreas y sin ese odio alimentado por la secular opresión, la burguesía nunca hubiera conseguido derribar la monarquía y poner fin al feudalismo. En los Estados Generales, las clases populares no tuvieron casi representación alguna. La burguesía se atribuyó el papel de portavoz de las mismas, pero al mismo tiempo evitó cualquier planteamiento tendiente a satisfacer sus esenciales aspiraciones, como el otorgamiento de la tierra a las comunidades de trabajadores agrarios. Todo lo que tuvo alguna importancia en las resoluciones de la Asamblea del Tercer Estado se debió a la presión de las clases bajas, sin las cuales los «valerosos» representantes de la burguesía no hubieran conseguido vencer su timidez. En los meses previos a la toma de la Bastilla se delineaban con toda claridad dos corrientes revolucionarias, que representaban los ideales y las aspiraciones de clases diferentes: el movimiento político de la burguesía y el movimiento popular. «Ambos se daban la mano en ciertos momentos, en las grandes jornadas de la Revolución, por una alianza temporal, obteniendo grandes sobre el Antiguo Régimen. Pero la burguesía desconfiaba siempre de su aliado del día, el pueblo. Así se caracterizaba lo ocurrido en julio de 1789. La alianza fue concluida sin buena voluntad por la burguesía y por lo mismo, ésta se apresuró el día 15 y aún durante el movimiento a organizarse para sujetar al pueblo rebelde» (Kropotkin, op. cit.).

Es evidente que la emergente burguesía utilizó a las clases bajas en su lucha contra el absolutismo y la aristocracia, pero es igualmente claro que en ningún momento dejó de sentir hacia aquellas clases una profunda desconfianza y un temor no injustificado, ya que el propósito de las mismas no era otro que el de hacer efectivas la libertad y la igualdad proclamadas por la revolución, lo cual suponía acabar también con toda expectativa de predominio burgués. En el proyecto de la burguesía se contemplaba la instauración de una monarquía constitucional (al estilo inglés) más bien que la de una república democrática. Cuando los campesinos exigieron la total abolición del derecho feudal (ya en 1789), los burgueses reaccionaron con miedo y, tras una aparente prudencia legislativa, escondieron su temor a la igualdad social. Con frecuencia se armaron y combatieron contra los campesinos: «El pánico se apoderó de los burgueses y se esperaba a los “bandidos”. Se habían visto “seis mil” avanzando para saquear todo, y la burguesía se apoderaba de las armas existentes en el Ayuntamiento o en las armerías, y organizaba su guardia nacional, temiendo mucho que los pobres de la ciudad, haciendo causa común con los “bandidos”, atacasen a los ricos» (Kropotkin, op. cit.).

La historiografía liberal suele ignorar esta confrontación, no pocas veces violenta, entre la burguesía (ansiosa por apoderarse de los bienes de la nobleza y del clero y por asumir los cargos importantes del gobierno y la administración) y el pueblo rural y urbano. Jean Jaurés la señaló ya en su Historia socialista de la Revolución francesa, pero la historia oficial nada dice de las milicias creadas por la burguesía para aplastar a los aldeanos inconformes y de las duras leyes que los diputados burgueses votaron en la Asamblea para reprimir sus protestas. Es claro que a estos hechos no se debe aludir en las celebraciones gubernamentales y diplomáticas ni en los homenajes «centenarios» (organizados por mandatarios «socialistas»).

La Revolución francesa, a diferencia de la inglesa (1648-1657), no se contentó con afirmar la libertad religiosa, sino que estableció las bases de la igualdad social y hasta llegó, como dice Kropotkin, a «proclamar los grandes principios del comunismo agrario, que veremos surgir en 1793». En Inglaterra la burguesía accedió al poder político y logró una gran prosperidad comercial e industrial, aunque no sin verse obligada a compartir el uno y la otra con la aristocracia. Pero, aunque ésta era también la meta de la alta burguesía de Francia, aquí la revolución «fue sobre todo un levantamiento de los campesinos: un movimiento del pueblo para entrar en posesión de la tierra y librarla de las obligaciones feudales que pesaban sobre ella; y aunque había en esto un poderoso elemento individualista –el deseo de poseer la tierra individualmente- había también el elemento comunista: el derecho de toda la nación a la tierra, derecho que veremos proclamar altamente por los pobres en 1793» (Kropotkin, op. cit.).

Mientras la burguesía entendía la proclamada «igualdad» como igualdad ante la ley, el pueblo la interpretaba como igualdad social y económica y se esforzaba por llegar al nivel de la realidad concreta lo que no era sino una abstracción jurídica. La «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano», basada en la «Declaración de la Independencia» de los Estados Unidos y redactada por representantes de la burguesía, seguía considerando «inviolable y sagrado» el derecho de propiedad. El célebre abate Siéyes, vocero de esa burguesía, proponía por entonces una división general de la población de Francia en ciudadanos activos, es decir, propietarios (con derecho a elegir para el gobierno) y ciudadanos pasivos, esto es, proletarios (sin derechos políticos). Poco después, la Asamblea, dominada por representantes de la burguesía, acogía esta dicotomía como principio esencial de la Constitución, con lo cual la igualdad, «apenas proclamada, era –como dice Kropotkin- vilmente violada» (op. cit.). Desde entonces, los usufructuarios (ya que no los únicos protagonistas, como se pretende) de la Revolución, interpretaron el principio de igualdad anunciando que «todos los hombres son iguales, pero algunos son más iguales que otros». La lucha de clases durante la Revolución francesa se desarrolló entre tres contendientes principales:

1. La aristocracia y el alto clero, que poseían la mayor parte de las tierras útiles, apoyaban a la monarquía absoluta y eran apoyados por ella.

2. La burguesía, nueva clase emergente, que aspiraba a sustituir a la aristocracia en el gobierno y en la propiedad territorial, contraria al feudalismo y al absolutismo real, y proclamaba la libertad individual y la igualdad ante la ley.

3. El pueblo urbano y rural, formado por artesanos, obreros, peones, soldados, campesinos sin tierra, etc., que apoyaba, en principio, la lucha contra el feudalismo y la monarquía; que aspiraba a una igualdad real (social, política y económica) y a una libertad efectiva, y que fue quien vertió su sangre por la Revolución.

La burguesía, con ayuda del pueblo, venció a la aristocracia. Pero se quedó con los bienes y aun con los privilegios de ésta, y para defenderlos se vio obligada a sostener una lucha, mucho más dura y cruel que la primera, contra el pueblo mismo sobre cuyas espaldas se había encaramado.

Las clases sociales en pugna tenían sus órganos políticos que, si no eran partidos en el sentido actual de la palabra, asumían el papel de éstos en los cuerpos legislativos, en los poderes públicos, en le periodismo, etc.

1. los aristócratas y el clero formaban el partido del absolutismo, que luchaba por la defensa del statu quo y por la conservación de los privilegios feudales. En un momento dado (durante el Terror), este partido se tornó enteramente clandestino. De hecho, llegó a ser el partido de los «emigrados», víctimas compadecidas y mimadas por las cortes alemanas y por el Papa. Este partido representaba obviamente la extrema derecha, que no careció de ideólogos brillantes como De Maistre.

2. En el seno ya de los enemigos del absolutismo, la burguesía estaba representada por diversos grupos o partidos que, de derecha a izquierda, eran:

a) Los monárquicos constitucionales (admiradores de las instituciones inglesas).

b) Los girondinos, partidarios de una república moderada.

c) Los jacobinos, que proponían una lucha radical contra la monarquía y el feudalismo, y aspiraban a la total liquidación del poder de la nobleza y del clero. Dentro del partido jacobino se dieron diferencias ideológicas importantes, que configuraron tendencias contrapuestas. Robespierre, pese a su personalidad de censor y de verdugo, fue un moderado, que consideraba postergable el planteamiento de la cuestión agraria y de los problemas sociales. Más hacia la izquierda se situaba Marat y más todavía Hebert, el cual se inclinaba ya hacia las ideas comunistas, aunque seguía considerando la conquista del poder político más importante que cualquier cambio en el régimen de la propiedad.

Constituye un grave error la exaltación del jacobinismo como la «izquierda» de la revolución. Los jacobinos fueron, en realidad, la izquierda de la burguesía. El terror que instauraron estaba ideológicamente vinculado con su concepción centralista del Estado, con su idea de la «dictadura democrática», con su propósito de utilizar al pueblo antes que de serle útil. En este error incurrieron muchos historiadores marxistas-leninistas, como A. Soboul (La Revolution francaise), que, aun reconociendo el papel de la masa popular en la gesta revolucionaria, trataron de minimizar, con óptica rigurosamente estalinista, los intentos de autogestión y de democracia directa, puestos de relieve, en cambio, por D. Guérin y, ya antes, en alguna medida, por M. Aulard. Más allá del jacobinismo, aunque originadas en él, surgieron las sociedades secretas comunistas, promovidas desde 1794 por Babeuf y Buonarroti, que postulaban la nacionalización de la tierra. Pero más allá de este comunismo centralista (llamado a desembocar en Blanqui y en Lenin), hay todavía un comunismo abierto y popular, muchas veces libertario y federalista, desarrollado en calles y plazas y predicado en las secciones de barrios, cuyos exponentes fueron, entre otros, Varlet, Chalier, Leclerc, Jacques Roux («el cura rojo») (M. Dommanget, Jacques Roux. Le curé rouge, 1948), Dolivier (cura de Mauchamp y autor de un Ensayo sobre la justicia primitiva), Boisel (que escribió el Catecismo del género humano), L’Ange (a quien Michelet considera como un predecesor de Fourier). Pero también el redactor del célebre Manifiesto de los Iguales, Sylvain Maréchal, rechaza tanto la propiedad privada como cualquier forma de gobierno (M. Dommanget, Sylvain Maréchal L’egalitaire, 1950). Ésta era la ideología de las clases populares; ésta era la verdadera izquierda de la revolución. «No más propiedad individual de las tierras: la tierra no es de nadie. Reclamamos y queremos el disfrute común de los frutos de la tierra: los frutos son de todo el mundo», dice Maréchal en el Manifiesto. Pero también declara allí que, «al instaurarse la comunidad de bienes, desaparecerá toda diferencia entre gobernantes y gobernados, y afirma tácitamente la abolición del Estado». Maréchal no fue el único anarquista de la revolución, aunque sí el más representativo, como dice Leo Valían («La genesi dell’ anarchismo», en Anarchici e anarchia nel mondo contemporaneo, 1971). De hecho, en 1793, los burgueses girondinos y aun jacobinos solían llamar a los oradores y periodistas populares, cuyas voces eran oídas en las secciones comunales, «anarquistas».

Un balance de los hechos e ideas que conformaron «la Gran Revolución» nos obliga, pues, a afirmar que en ella el papel protagonista correspondió al pueblo más que a la burguesía (aunque ésta lograra capitalizar para sí sus éxitos militares); que desde el comienzo se advirtió una poderosa tendencia al comunismo (que se puede encontrar inclusive en filósofos como el girondino Condorcet); que los municipios y las secciones barriales, es decir, los organismos de base, tuvieron un papel fundamentalísimo; que en los hechos revolucionarios pesó más la acción espontánea del pueblo que la planificada estrategia de los partidos burgueses; que la extrema izquierda de la revolución no la configuraron los jacobinos de Robespierre, de Saint-Just, de Marat o de Hebert, ni siquiera los «iguales» de Babeuf y Buonarroti, sino los «anarquistas» como el cura Roux, L’Ange, Maréchal y congéneres, cuyas fortalezas eran las secciones y clubes de barrio.

En el campo –y no debe olvidarse ni por un momento, frente al protagonismo de París, que la Francia de 1789 era aún mayoritariamente rural- los aldeanos exigieron la abolición de los privilegios feudales y despojaron a los aristócratas de aquellas tierras que en los siglos anteriores le habían sido arrebatadas a la comuna. Al mismo tiempo, luchaban contra la influencia del clero, protegían a los descamisados y detenían a los nobles que regresaban de la emigración para atentar contra la República. Más aún, lograban detener al rey fugitivo y a su familia.

En París y en las ciudades la Comuna llegó a ser el instrumento de los descamisados contra la monarquía, los aristócratas conspiradores y los reaccionarios príncipes alemanes. En un momento dado, emprendió inclusive la tarea de nivelar las fortunas. Fue el verdadero agente de la deposición del rey y bien puede decirse que a ella, y no a la Asamblea de los diputados burgueses, se debe el fin de la monarquía. A partir del 10 de agosto constituyó la verdadera fuerza de cambio y no cabe duda de que la Revolución mantuvo su ímpetu y su vigor mientras la Comuna siguió viva. Ella fue el alma de la Revolución. En su seno floreció la verdadera izquierda del momento, cuyas aspiraciones y proyectos, un tanto vagos e imprecisos sin duda, iban más allá de todos los planes jacobinos y trascendían de hecho, en muchos aspectos, el programa de Babeuf y los iguales.

La Comuna no constituía un cuerpo ni sus miembros habían surgido de una elección popular, precisamente porque era el pueblo mismo, en su función de autogobierno. La fe en la democracia representativa, que la burguesía supo imponer al pueblo, todavía no había arraigado en él. De tal modo, la Comuna, a través de sus secciones de barrio y de sus «tribus» (como se las llamaba), formaba otros tantos órganos de administración popular, en los cuales ni por un momento dejaba de tener activa y directa participación del pueblo revolucionario (Kropotkin, op. cit.).

Varias pruebas del arraigo de la Comuna, como órgano directo de los trabajadores urbanos y rurales y como instrumento revolucionario en las coyunturas de cambio, se encuentran en la historia de Francia. En la Edad Media, la agrupación de comunas (de gremios, de guildas, etc.) originó la ciudad libre, que opuso exitosamente su estructura esencialmente horizontal al verticalismo de la sociedad feudal. Al ser invadida Francia en 1871 por los ejércitos germanos, se levantó no sólo contra el Imperio Prusiano sino también contra el Imperio Napoleónico y contra la República burguesa, la gloriosa Comuna de París (H. Koechlin, Ideologías y tendencias en la Comuna de París, 1965).

Cuando se inició la Revolución francesa, el pueblo se dio una organización espontánea, pero no por eso menos firme, para enfrentar la lucha contra la reacción monárquica y, sin duda, también contra las pretensiones hegemónicas de la burguesía emergente. Ésta, que veía en la democracia representativa, cuyo amplio margen de manipulación la favorecía, el único medio para lograr sus fines, había dividido la ciudad de París en sesenta distritos que debían nombrar los electores de segundo grado. Tales distritos, una vez hecha la elección, debían desaparecer. Y, sin embargo, no lo hicieron. Por obra del pueblo, es decir, de las bases militantes que constituían, al margen de todos los clubes políticos girondinos o jacobinos, la autentica izquierda de la revolución, siguieron viviendo. Más aún, se auto-organizaron y llegaron a constituirse, por la acción espontánea pero consciente de sus miembros, en órganos permanentes de la administración urbana, con plena autonomía, pero no sin una coordinación que a todos les vinculaba para el logro de los fines comunes. Se hicieron cargo así de las funciones que correspondían hasta entonces a la judicatura y a los diferentes ministerios. De tal manera, la Comuna comenzó a organizarse con un movimiento de abajo hacia arriba, a partir de la libre iniciativa popular, bajo la forma de una liga o federación de organismos barriales o de distritos. La oposición ideológica y la lucha de clases se manifestaba en aquel momento como renuncia de los diputados burgueses de la Asamblea Nacional (que representaban toda la gama ideológica, desde los monárquicos constitucionales hasta los republicanos jacobinos) a discutir la Ley Municipal, mientras por otra parte las bases populares (los militantes de las secciones y los barrios, que poco se cuidaban de la República burguesa, y que constituían una izquierda afecta a la democracia directa), pretendían conservar, por encima de todo, la autonomía barrial y comunal, y preservar la federación de las secciones en lugar de cualquier forma de Estado centralizado. Este principio de federación y libre asociación, cuyos fundamentos podrían encontrarse en enciclopedistas como Helvetius, era de hecho la piedra de toque de la izquierda en la Revolución francesa y la mejor aspiración del pueblo frente a la burguesía, que intentaba ocupar el sitial de la antigua aristocracia. El principio se extendió a toda Francia. Las ciudades del interior se vincularon entre sí y con la Comuna de París, a través de lazos enteramente ajenos al parlamentarismo y a la representatividad burguesa. Y esto confirió una fuerza irresistible a la Revolución (Kropotkin, op. cit.). Ya Michelet señalaba con agudeza el vigor de la acción directa del pueblo frente raquitismo de la acción burguesa parlamentaria, pretendido símbolo de la unidad nacional republicana. A. Aulard, Henri See y, más recientemente, Daniel Guérin, han demostrado que fue la acción popular, centrada en las secciones y en los barrios (es decir, la acción de la Comuna, autogestionada) la que promovió, más allá de la prudencia, de la pusilanimidad o de los oscuros intereses de los representantes burgueses, todo cuanto hubo de verdaderamente revolucionario en la Gran Revolución Francesa.

Caracas, 1989.

Ensayos libertarios. Ed. Madre Tierra, 1994.

14 de julio de 1789, la Toma de la Bastilla

La Revolución no es un simple cambio de gobierno. Es la toma
de posesión por parte del pueblo de toda la riqueza social.
P. KROPOTKIN

HOMENAJE A LOS ANÓNIMOS

«Tú no tienes experiencia de la Revolución, y no sabes lo que puede pasar en una Comuna cuando ordena el toque de generala y repicar a rebato», le comentaba un veterano sans-culotte a un joven guardia nacional en la noche que cayó Robespierre. Meses más tarde, en mayo de 1795, empujados por el hambre y las desigualdades que la Revolución no consiguió erradicar, una muchedumbre proveniente de los barrios humildes de París asalta, una vez más, la Sala de Sesiones de la Convención. En la trifulca se dispara contra un diputado, se le decapita y exponen sobre una pica su cabeza al presidente de la asamblea. Entre la multitud un ciudadano se dirige a los demás diputados y les grita: «¡Marchaos todos! ¡Vamos a formar la Convención nosotros mismos!». Y otra voz dice: «Queda suspendido todo poder que no proceda del Pueblo». A estos sucesos se les conoce en historia como las jornadas del Pradial, que fueron brutalmente reprimidas por las tropas militares bajo las órdenes de la burguesía termidoriana. Esto supuso el fin del movimiento popular de los sans-culottes, protagonistas directos de la Revolución Francesa.

La sublevación urbana antes descrita fue claro ejemplo del derecho irrefutable a la insurrección de todo pueblo contra sus mandatarios infieles. Fue la última de una serie de movilizaciones populares, que se iniciaron con la Toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789. En el verano de 1791, se manifestaron contra el rey, tras su intento de huida, en el Campo de Marte. Protagonistas importantes en el Asalto a las Tullerías del 10 de agosto de 1792 que puso fin a la monarquía. Apoyaron a los jacobinos rodeando la Convención para detener a los dirigentes girondinos durante las jornadas revolucionarias del 31 de mayo al 2 de junio del 1793. Así como artífices de la campaña de descristianización, de los diferentes motines por las subsistencias y su participación activa en la Comuna. Todo esto formaba parte del concepto de soberanía popular, tal como lo entendían los militantes sans-culottes.

De aspecto desaliñado, los sans-culottes se distinguían por su forma de vestir pantalones de paño a rayas (las calzas cortas eran propías de los ricos), una chaquetilla llamada carmañola y el gorro frigio símbolo de la libertad; también es un emblema la pica en la mano, que recuerda al Pueblo en armas. Otra cosa que les diferenciaba era su forma de hablar mediante el tuteo igualitario, al contrario del rígido protocolo clasista de tratar de «vos» o «Señor». En su mayor parte eran artesanos y tenderos, aunque también hubiese asalariados y algunos campesinos.

Muy en consonancia con el programa de los «enragés» (quienes les influyeron bastante) sus aspiraciones sociales consistían en un reparto más equitativo de la riqueza y la total eliminación de las distinciones sociales. Del derecho a la existencia a la igualdad de goces y la limitación de las propiedades, el derecho a la asistencia pública y la educación, que coincidieron con las reivindicaciones del muy posterior movimiento obrero. Presionaron al gobierno revolucionario para que aboliese el libre mercado y las grandes fortunas; la tasación de los productos de primera necesidad y el curso forzoso del papel moneda o asignado, que era más fácilmente asequible que las monedas de oro y plata.

Organizados en sociedades populares, intervienen los sans-culottes en las asambleas generales de Sección (las secciones eran circunscripciones electorales y subdivisiones administrativas del municipio o Comuna). Desde ellas deliberaban sobre los asuntos locales, y formaban sus comités revolucionarios o de vigilancia que sustituyen a los comités civiles burgueses. En las asambleas primarias eligen a sus delegados para el Consejo General de la Comuna o ayuntamiento. Para evitar posibles maniobras fraudulentas votaban a mano alzada, levantados o sentados y por aclamación. Los representantes elegidos estaban controlados desde abajo y podían ser destituidos si no llevaban a cabo las resoluciones acordadas. En el caso probable de un dominio reaccionario, las secciones confraternizaban entre sí uniendo sus respectivas asambleas. Tenían sus propias tropas y comités de guerra, constituyeron el ejército revolucionario o milicias donde elegían a sus mandos y oficiales afectos a la Revolución.

La autonomía de las secciones, su democracia real y el federalismo Comunal, asustó al gobierno centralista de los Comités de Salvación Pública y de Seguridad General durante el Régimen del Terror. Eliminados los «enragés» y «hebertistas», los jacobinos burocratizaron los comités revolucionarios, disolvieron las sociedades y milicias y redujeron las asambleas. Los «termidorianos» y el Directorio rematan la faena.

La Revolución Francesa de hace dos siglos supuso el final de la monarquía absoluta y del privilegio feudal del Antiguo Régimen y el inicio del Estado liberal actual, con sus antagonismos sociales. Fue una revolución burguesa para acceder al Poder político, el económico ya lo controlaban de antemano. Los burgueses se apoyaron en el Pueblo, sin el que pudieron hacer algo, cuando ganaron traicionaron a los descamisados sin contemplaciones.

Pero también, aunque muchos historiadores ni lo mencionen, fue uno de los primeros intentos de la Edad Contemporánea donde se aplicó la democracia directa como máximo exponente del principio de soberanía popular, contrapuesta a la ficción parlamentaria de la democracia representativa, que lamentablemente conocemos hoy en día.

Con esto se ha intentado homenajear a los héroes anónimos que lucharon por el lema revolucionario, aunque actualmente tergiversado, de LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD.

Salud.


«ENRAGÉS»

A diferencia de la burguesía revolucionaria, hubo una serie de personas que conocían directamente la situación miserable del Pueblo. Fueron los portavoces de los descamisados de las secciones y sociedades populares. Reclamaban una mejor política social a favor de los pobres: tasación de los productos básicos, circulación del asignado, requisa de los granos, limitaciones a los ricos y la eliminación de los especuladores que se beneficiaban a costa del Pueblo. Eran los «enragés» (los rabiosos) que se atrevieron a atacar directamente a la burguesía y abogaban por una democracia popular y la nivelación social y económica.

El más conocido fue el ex cura Jacques Roux (el cura rojo), que al comienzo de la Revolución participó en la quema de castillos nobiliarios. Abandonó el sacerdocio y fue uno de los líderes de la Sección de los Gravilleros. Formó parte del Consejo General de la Comuna de París y fue la voz radical de los más necesitados. Su fama creció durante la crisis económica y la escasez, hasta terminar molestando a los jacobinos que le hicieron preso; antes de ser guillotinado prefirió suicidarse. Otros dos famosos «enragés» fueron Teóphile Leclerc y Jean Varlet. El primero se hizo notar como un gran orador que atacó a la monarquía; hizo causa común con Jacques Roux en el tema social y criticó al gobierno revolucionario; fue denunciado por los jacobinos y tuvo que alistarse para el frente para salvar su vida. Jean Varlet se hizo famoso por arengar en los suburbios a los transeúntes desde una banqueta o tarima rodante, a diferencia de los otros dos, su discurso era más político que social; cuando la dictadura jacobina empezó a perfilarse y limitó el número de asambleas generales de las secciones, protestó y fue detenido; la defensa de los «sans-culottes» logró su liberación, pero quedó prontamente neutralizado.

También podemos añadir a una predecesora del feminismo, la actriz Claire Lacombe que encabezó el Asalto de las Tullerías. Formó parte de la Sociedad de Republicanas Revolucionarias que invadieron la Convención, y se atrevió a tratar de «Señor» (que era un insulto) al mismo Robespierre. Los jacobinos enojados disolvieron la sociedad y terminaron encarcelándola.

El Aullido, nº 16. Julio de 1997.