jueves, 28 de octubre de 2010

Otra nueva especie más y en peligro

Hace unos meses os comenté de la desaparición de un ave de Madagascar, cuyo área distributiva era el lago Alaotra, pues recientemente se ha clasificado otra nueva especie animal, justo de aquella zona húmeda. Se trata de un pequeño mamífero carnivoro de unos 6oo gramos de peso y hábitos semiacuáticos, a la que se le ha puesto el nombre científico de Salanoia durrelli (en honor a la organización que tiene el nombre del conocido naturalista británico Gerald Durrell).

Este animalillo es miembro de la familia de los Eupléridos, taxón que incluye los carnívoros endémicos de Madagascar, descendientes de unos parientes de las mangostas que llegaron a la isla por el Oligoceno y después diversificaron. Hace años se consideraba a estas especies dentro de las familias de las civetas y de las mangostas, pero aunque tengan una cierta proximidad con las mangostas, y también con las hienas, son un grupo isleño independiente.

Esta nueva especie está muy emparentada con otra especie malgache, la mangosta parda de Madagascar (Salanoia concolor), aunque sean muy próximas genéticamente, difieren morfológicamente como en el color del pelaje, siendo S. durrelli (la mangosta del Alaotra) de un color pardo-amarillento, con unas fuertes mandibulas y de hábitat palustre (se alimentará de anfibios y crustáceos), en cambio la otra (S. concolor) es más pardo-rojiza, insectívora y prefiere los bosques.

Cuando se observó los primeros ejemplares de la nueva especie hace años, se las consideró como mangostas pardas de la zona, pero hay una distancia como mínimo de unos 50 kilómetros, y los estudios morfológicos posteriores han determinado su nueva clasificación. Y debido a su reducidísma distribucción, cerca al lago malgache, lamentablemente, se la considera al poco de conocérsela en Peligro de Extinción.

Con la especie cuyas costumbres y nicho ecológico tiene parecido es con la mangosta palustre africana (Atilax paludinosus), que es de la otra familia mangostas continentales (Herpéstidos).

lunes, 25 de octubre de 2010

Ciencia y brujería

Ubi dubium ibi libertas.
(Donde hay duda, hay libertad.)

Probervio latino

Por Carl Sagan y Ann Druyan

El título de la Feria Mundial de Nueva York de 1939 —que tanto me impresionó cuando la visité de niño procedente del oscuro Brooklyn— era «El mundo del mañana». El mero hecho de adoptar un tema como éste constituía una promesa de que habría un mundo del mañana, y una simple mirada fortuita afirmaba que sería mejor que el mundo de 1939. Aunque a mí el matiz me pasó totalmente inadvertido, mucha gente anhelaba una promesa tranquilizadora en vísperas de la guerra más brutal y calamitosa de la historia humana. Al menos supe que crecería en el futuro. El «mañana» limpio y lustroso que se retrataba en la Feria era atractivo y esperanzador. Y estaba claro que algo llamado ciencia era el medio para realizar este futuro.

Pero si las cosas hubieran evolucionado de manera un poco diferente, la Feria me habría podido dar muchísimo más ¿Se había producido una lucha feroz entre bastidores. La visión que prevaleció fue la del presidente de la Feria y portavoz principal, Grover Whalen, antiguo ejecutivo de empresa, jefe de la policía de la ciudad de Nueva York en una época de brutalidad policial sin precedentes e innovador de las relaciones públicas. Era él quien había pensado que los edificios de la exposición fueran principalmente comerciales, industriales, orientados a los productos de consumo, y quien había convencido a Stalin y Mussolini de que construyera espléndidos pabellones nacionales. (Más tarde se quejó de haberse visto obligado a saludar con frecuencia al modo fascista.) El nivel de las exposiciones, como las describió un diseñador, correspondía a la mentalidad de un niño de doce años.

Sin embargo, según cuenta el historiador Peter Kuznick de la Universidad Americana, un grupo de científicos prominentes —entre los que se encontraban Harold Urey y Albert Einstein— defendía la presentación de la ciencia por sí sola, no como el camino hacia los objetos de consumo a la venta, con el fin de destacar el método de pensamiento y no sólo los productos de la ciencia. Estaban convencidos que la comprensión popular de la ciencia era el antídoto de la superstición y el fanatismo; que, como dijo el divulgador científico Watson Davis, «el camino científico es el camino de la democracia». Un científico incluso llegó a sugerir que, si se ampliaba la apreciación del público por los métodos de la ciencia, se podría conseguir «una conquista final de la estupidez»... un objetivo meritorio pero probablemente irrealizable.

Tal como sucedieron los hechos, las exposiciones de la Feria apenas exhibían ciencia real, a pesar de las protestas de los científicos y sus llamamientos a altos principios. Y, sin embargo, parte de lo poco que había me llamó profundamente la atención y contribuyó a transformar mi infancia. Pero el enfoque central seguía siendo el de empresa y de consumo, y no había esencialmente nada sobre la ciencia como manera de pensar, menos todavía como baluarte de una sociedad libre.

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Exactamente medio siglo después, en los años finales de la Unión Soviética, Ann Druyan y yo nos encontrábamos cenando en Peredeikino, un pueblo de las afueras de Moscú donde algunos miembros del Partido Comunista, generales retirados y unos cuantos intelectuales privilegiados tenían su casa de verano. El aire estaba electrizado con la perspectiva de nuevas libertades, especialmente el derecho a expresar una opinión aunque no fuera del agrado del gobierno. Florecía la legendaria revolución de nacientes expectativas.

Pero, a pesar de la glasnost, las dudas estaban muy extendidas. ¿Permitirían realmente los que detentaban el poder que se oyera la voz de sus críticos? ¿Se permitiría realmente la libertad de expresión, de reunión, de prensa, de religión? ¿Sería capaz un pueblo sin experiencia de libertad de soportar la carga que ésta representa?

Algunos ciudadanos soviéticos presentes en la cena habían luchado —durante décadas y contra fuerzas superiores— por las libertades que la mayoría de los americanos dan por supuestas; ciertamente se habían inspirado en el experimento americano, una demostración en el mundo real de que las naciones, incluso las multiculturales y multiétnicas, podían sobrevivir y prosperar con esas libertades razonablemente intactas. Llegaron al extremo de plantear la idea de que la prosperidad era debida a la libertad... que, en una era de alta tecnología y cambio rápido, ambas cosas prosperan o decaen a la vez, que la apertura de la ciencia y la democracia, su voluntad de ser juzgadas mediante el experimento, eran maneras de pensar estrechamente unidas.

Hubo muchos brindis, como siempre ocurre en las cenas en esa parte del mundo. El más memorable fue el de un famoso novelista soviético. Se puso en pie, levantó la copa, nos miró a los ojos y dijo: «Por los americanos. Ellos tienen un poco de libertad.» Hizo una pausa, y luego añadió: «Y saben cómo conservarla.» ¿Sabemos?

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Todavía no se había secado la tinta de la Declaración de Derechos cuando los políticos encontraron una manera de subvertirla... sacando provecho del temor y la histeria patriótica. En 1798, el Partido Federalista gobernante sabía que la tecla que debía pulsar era el prejuicio étnico y cultural. Los federalistas, explotando las tensiones entre Francia y Estados Unidos y el temor extendido de que los inmigrantes franceses e irlandeses tuvieran una ineptitud intrínseca para ser americanos, aprobaron una serie de leyes que se llamaron de extranjería y sedición.

Se aprobó una ley que elevaba el requisito de residencia para conseguir la ciudadanía de cinco a catorce años. (Los ciudadanos de origen francés e irlandés solían votar por la oposición, el Partido Republicano-Democrático de Thomas Jefferson.) La ley de extranjería otorgaba el poder al presidente John Adams de deportar a todo extranjero que despertara sus sospechas. Poner nervioso al presidente, decía un miembro del Congreso, «es el nuevo delito». Jefferson creía que la ley de extranjería se había promulgado particularmente para expulsar al historiador y filósofo francés C. F. Volney, a Pierre Samuel du Pont de Nemours, patriarca de la famosa familia de químicos, y al científico británico Joseph Priestley, descubridor del oxígeno y antecesor intelectual de James Clerk Maxwell. Desde el punto de vista de Jefferson, ésas eran exactamente las personas que necesitaba América.

La Ley de Sedición convirtió en ilegal la publicación de críticas «falsas o maliciosas» del gobierno o el fomento de la oposición a alguno de sus actos. Se efectuó media docena de arrestos, se condenó a diez personas y se censuró o redujo al silencio a muchas más por intimidación. La ley, según Jefferson, pretendía «acallar cualquier tipo de oposición política convirtiendo en delito la crítica de los funcionarios o policías federalistas».

Jefferson, en cuanto fue elegido, durante la primera semana de su presidencia en 1801, perdonó a todas las víctimas de la ley de sedición porque, dijo, su espíritu era tan contrario a la libertad americana como si el Congreso nos ordenara arrodillarnos para adorar a un becerro de oro. En 1802, en los libros no quedaba ni rastro de las leyes de extranjería y sedición.

A dos siglos de distancia, es difícil captar el encrespamiento de ánimo que convirtió a los franceses y los «salvajes irlandeses» en una amenaza tan grave como para hacernos pensar en renunciar a nuestras más preciadas libertades. Reconocer el mérito de los logros culturales franceses e irlandeses, defender la igualdad de derechos para ellos se despreciaba en los círculos conservadores como sentimentalismo, una corrección política poco realista. Pero así es como funciona siempre. Siempre nos parece una aberración más tarde. Pero entonces ya estamos en las garras del siguiente brote de histeria.

Los que persiguen el poder a cualquier precio detectan una debilidad social, un temor que pueden aprovechar para llegar al cargo. Puede tratarse de diferencias étnicas, como era entonces el caso, quizá de diferentes cantidades de melanina en la piel; de filosofías o religiones diferentes; o quizá sea el uso de drogas, los delitos violentos, la crisis económica, las oraciones en la escuela o la «profanación» de la bandera.

Sea cual sea el problema, la solución más rápida es reducir un poco de libertad de la Declaración de Derechos. Sí, en 1942, los nipoamericanos estaban protegidos por la Declaración de Derechos, pero los encerramos de todas maneras... Al fin y al cabo había una guerra. Sí, hay prohibiciones constitucionales contra la busca y captura irracional, pero se ha declarado la guerra contra las drogas y el delito violento aumenta sin control. Sí, tenemos libertad de expresión, pero no queremos que vengan autores extranjeros a escupirnos ideologías ajenas, ¿verdad que no? Los pretextos cambian de año en año, pero el resultado sigue siendo el mismo: concentrar más poder en menos manos y suprimir la diversidad de opinión... aunque la experiencia ha dejado claros los peligros de seguir este curso de acción.

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Si no sabemos de qué somos capaces, no podemos apreciar las medidas que se toman para protegernos de nosotros mismos. He comentado la persecución de las brujas en Europa en el contexto de la abducción por extraterrestres; confío en que el lector me perdonará por volver a ella en su contexto político. Es una apertura al autoconocimiento humano. Si nos centramos en lo que las autoridades religiosas y seculares consideraban una prueba aceptable y un juicio justo en las cazas de brujas de los siglos XV a XVII, se clarifican muchas de las características novedosas y peculiares de la Constitución de Estados Unidos del siglo XVIII y la Declaración de Derechos: entre ellas, el juicio perjurado, las prohibiciones de la autoincriminación y de los castigos crueles y exagerados, la libertad de expresión y de prensa, el proceso justo, el equilibrio de poderes y la separación de Iglesia y Estado.

Friedrich von Spee (pronunciado «Shpay») era un jesuita que tuvo la mala suerte de escuchar las confesiones de los acusados de brujería en la ciudad alemana de Wurzburgo. En 1631 publicó Cautio Criminalis (Precauciones para los acusadores), donde exponía la esencia de aquel terrorismo Iglesia-Estado contra los inocentes. Antes de recibir su castigo, murió víctima de una epidemia de peste... atendiendo a los afligidos como cura de la parroquia. Aquí tenemos un extracto de su libro:

1. Por increíble que parezca, entre nosotros, alemanes, y especialmente (me avergüenza decirlo) entre católicos, hay supersticiones populares, envidia, calumnias, maledicencias, insinuaciones y similares que, al no ser castigadas ni refutadas, levantan la sospecha de brujería. Ya no Dios o la naturaleza, sino las brujas son las responsables de todo.

2. Así, todo el mundo clama para que los magistrados investiguen a las brujas... a quienes sólo el chisme popular ha hecho tan numerosas.

3. Los príncipes, en consecuencia, piden a sus jueces y consejeros que abran los procesos contra las brujas.

4. Los jueces apenas saben por dónde empezar, ya que no tienen evidencias [indicia] ni pruebas.

5. Mientras tanto, la gente considera sospechoso este retraso; y un informador u otro convence a los príncipes a tal efecto.

6. En Alemania, ofender a estos príncipes es un serio delito; hasta los sacerdotes aprueban lo que pueda complacerles sin preocuparse de quién ha instigado a los príncipes (por muy bien intencionados que sean).

7. Al final, por tanto, los jueces ceden a sus deseos y consiguen empezar los juicios.

8. Los jueces que se retrasan, temerosos de verse involucrados en asunto tan espinoso, reciben un investigador especial. En este campo de investigación, toda la inexperiencia o arrogancia que se aplique a la tarea se considera celo de la justicia. Este celo también se ve estimulado por la expectativa de beneficio, especialmente para un agente pobre y avaricioso con una familia numerosa, cuando recibe como estipendio tantos dólares por cabeza de bruja quemada, además de las tasas incidentales y gratificaciones que los agentes instigadores tienen licencia para arrancar a placer de aquellos a los que convocan.

9. Si los desvaríos de un demente o algún rumor malicioso y ocioso (porque no se necesita nunca una prueba del escándalo) señalan a una pobre mujer inofensiva, ella es la primera en sufrir.

10. Sin embargo, para evitar la apariencia de que se la acusa únicamente sobre la base de un rumor, sin otras pruebas, se obtiene una cierta presunción de culpabilidad al plantear el siguiente dilema: o bien ha llevado una vida mala e impropia, o bien ha llevado una vida buena y propia. Si es mala, debe de ser culpable. Por otro lado, si su vida ha sido buena, es igual de condenable; porque las brujas siempre simulan con el fin de aparecer especialmente virtuosas.

11. En consecuencia, se encarcela a la vieja. Se encuentra una nueva prueba mediante un segundo dilema: tiene miedo o no lo tiene. Si lo tiene cuando escucha las horribles torturas que se utilizan contra las brujas), es una prueba segura; porque su conciencia la acusa. Si no muestra temor (confiando en su inocencia), también es una prueba; porque es característico de las brujas simular inocencia y llevar la frente alta.

12. En caso de que éstas fueran las únicas pruebas, el investigador hace que sus detectives, a menudo depravados e infames, hurguen en su vida anterior. Esto, desde luego, no puede hacerse sin que aparezca alguna frase o acto de la mujer que hombres tan bien dispuestos puedan torcer o distorsionar para convertirlo en prueba de brujería.

13. Todo aquel que le desee mal tiene ahora grandes oportunidades de hacer contra ella las acusaciones que desee; y todo el mundo dice que las pruebas contra ella son consistentes.

14. Y así se la conduce a tortura, a no ser, como sucede a menudo, que sea torturada el mismo día de su arresto.

15. En esos juicios no se permite a nadie tener abogado ni cualquier medio de defensa justa porque la brujería se considera un delito excepcional [de tal enormidad que se pueden suspender todas las normas legales de procedimiento], y quien se atreve a defender a la prisionera cae bajo sospecha de brujería personalmente... así como los que osan expresar una protesta en estos casos y apremian a los jueces a ejercitar la prudencia, porque a partir de entonces reciben el calificativo de defensores de la brujería. Así que todo el mundo guarda silencio por miedo.

16. A fin de que pueda parecer que la mujer tiene una oportunidad de defenderse a sí misma, la llevan ante el tribunal y se procede a leer y examinar —si se puede llamar así— los indicios de su culpabilidad.

17. Aun en el caso que niegue esas acusaciones y responda adecuadamente a cada una de ellas, no se le presta atención y ni siquiera se recogen sus respuestas; todas las acusaciones retienen su fuerza y validez, por muy perfectas que sean las respuestas. Se le ordena regresar a la prisión para pensar más detenidamente si persistirá en su obstinación... porque, como ha negado su culpabilidad, es obstinada.

18. Al día siguiente la vuelven a llevar fuera y escucha el decreto de tortura, como si nunca hubiera rechazado las acusaciones.

19. Antes de la tortura, sin embargo, la registran en busca de amuletos; le afeitan todo el cuerpo y le examinan sin moderación hasta esas partes íntimas que indican el sexo femenino.

20. ¿Qué tiene eso de asombroso? A los sacerdotes se los trata del mismo modo.

21. Cuando la mujer ha sido afeitada y examinada, la torturan para hacerle confesar la verdad, es decir, para que declare lo que ellos quieren, porque naturalmente no hay otra cosa que sea ni pueda ser la verdad.

22. Empiezan con el primer grado, es decir, la tortura menos grave. Aunque dura en exceso, es suave comparada con las que seguirán. Así, si confiesa, ¡dicen que la mujer ha confesado sin tortura!

23. Ahora bien, ¿qué príncipe puede dudar de su culpabilidad cuando le dicen que ha confesado voluntariamente sin tortura?

24. La condenan pues a muerte sin escrúpulos. Pero la habrían ejecutado aunque no hubiese confesado; porque, en cuanto la tortura ha empezado, la suerte ya está echada; no puede escapar, tiene que morir a la fuerza.

25. El resultado es el mismo tanto si confiesa como si no. Si confiesa, su culpa es clara: es ejecutada. Cualquier retractación es en vano. Si no confiesa, la tortura se repite: dos, tres, cuatro veces. En delitos excepcionales, la tortura no tiene límite de duración, severidad o frecuencia.

26. Si, durante la tortura, la vieja contorsiona sus facciones con dolor, dicen que se ríe; si pierde el sentido, que se ha dormido o está bajo un hechizo aletargador. Y, si está aletargada, merece ser quemada viva, como se ha hecho con alguna que, aunque torturada varias veces, no decía lo que los investigadores querían.

27. E incluso confesores y curas afirman que murió obstinada e impenitente; que no se convirtió ni abandonó su íncubo, sino que mantuvo su fe en él.

28. Sin embargo, si muere bajo tanta tortura, dicen que el diablo le rompió el cuello.

29. Después de lo cual el cadáver es enterrado debajo del patíbulo.

30. Por otro lado, si no muere bajo tortura y si algún juez excepcionalmente escrupuloso no osa torturarla más sin mayores pruebas o quemarla sin confesión, la mantienen en la cárcel y la encadenan con la máxima dureza para que se pudra hasta que ceda, aunque pueda pasar un año entero.

31. La acusada no puede liberarse nunca. El comité investigador caería en desgracia si absolviera a una mujer; una vez arrestada y con cadenas, tiene que ser culpable, por medios justos o ilícitos.

32. Mientras tanto, sacerdotes ignorantes y testarudos acosan a la desgraciada criatura a fin de que, sea cierto o no, se confíese culpable; de no hacerlo así, dicen, no puede ser salvada ni participar en los sacramentos.

33. Sacerdotes más comprensivos o cultos no la pueden visitar en la cárcel para evitar que le den consejo o informen a los príncipes de lo que ocurre. Lo más temible es que salga a la luz algo que demuestre la inocencia de la acusada. Las personas que intentan hacerlo reciben el nombre de perturbadores.

34. Mientras la mantienen en prisión y bajo tortura, los jueces inventan astutos mecanismos para reunir nuevas pruebas de culpabilidad con el fin de declararla culpable de modo que, al revisarse el juicio, algún facultativo universitario pueda confirmar que debía ser quemada viva.

35. Hay jueces que, para aparentar una escrupulosidad suprema, hacen exorcizar a la mujer, la transfieren a otra parte y la vuelven a torturar para romper su aletargamiento; sí mantiene silencio, entonces al menos pueden quemarla. Ahora bien, en nombre del Cielo, me gustaría saber: si tanto la que confiesa como la que no perecen del mismo modo, ¿cómo puede escapar alguien por inocente que sea? Oh mujer infeliz, ¿por qué has concebido esperanzas a la ligera? ¿Por qué, al entrar en la cárcel, no admitiste enseguida lo que ellos querían? ¿Por qué, mujer insensata y loca, deseaste morir tantas veces cuando podrías haber muerto sólo una? Sigue mi consejo y, antes de soportar todos estos males, di que eres culpable y muere. No escaparás, porque sería una desgracia catastrófica para el celo de Alemania.

36. Cuando, bajo la tensión del dolor, la bruja ha confesado, su situación es indescriptible. No sólo no puede escapar, sino que también se ve obligada a acusar a otras que no conoce, cuyos nombres con frecuencia ponen en su boca los investigadores o sugiere el ejecutor, o son los que ha oído como sospechosas o acusadas. Éstas a su vez se ven forzadas a acusar a otras, y ésas, a otras, y así sucesivamente: ¿quién puede dejar de ver esto?

37. Los jueces deben suspender esos juicios (e impugnar así su validez) o quemar a su familia, a ellos mismos y a todos los demás; porque todos, antes o después, son acusados falsamente; y, tras la tortura, siempre se demuestra que son culpables.

38. Así, finalmente, los que al principio clamaban con mayor fuerza para alimentar las llamas se ven ellos mismos implicados, porque no atinaron a ver que también les llegaría el turno. Así el Cielo castiga justamente a los que con sus lenguas pestilentes; se crearon tantas brujas y enviaron a la hoguera a tantas inocentes...

Von Spee no explícita los horribles métodos de tortura que se empleaban. Transcribo aquí un resumen de una valiosa recopilación de La enciclopedia de brujería y demonología, de Rossell Hope Robbins (1959):

Se puede echar una ojeada a algunos de los tormentos especiales de Bamberg, por ejemplo, como alimentar por la fuerza a la acusada con arenques cocinados con sal y luego negarle el agua... un método sofisticado que iba unido a la inmersión de la acusada en un baño de agua hirviendo a la que se había añadido cal. Otras formas de tortura para las brujas eran el caballo de madera, varios tipos de potros, la silla de hierro caliente, tornos de piernas [botas españolas] y grandes botas de metal o piel en las que (con los pies dentro, desde luego) se vertía agua hirviendo o plomo fundido. En el tormento de la toca, la question de l'eau, se hacía tragar agua a la acusada a través de una gasa para provocarle asfixia. A continuación se retiraba rápidamente la gasa para desgarrarle las entrañas. Las empulgueras [grésillons] tenían el objetivo de comprimir el pulgar de la mano o el dedo gordo del pie en la raíz de las uñas de modo que el dolor al apretar fuera insoportable.

Además, se aplicaban rutinariamente la estrapada, el trampazo y tormentos todavía más desagradables que me abstendré de describir. Después de la tortura, y con los instrumentos de la misma a plena vista, se pide a la víctima que firme una declaración, que a continuación se califica de «libre confesión» admitida voluntariamente.

Con gran riesgo personal, Von Spee protestó contra la persecución de las brujas. También lo hicieron otros, principalmente clérigos católicos que habían sido testigos de excepción de esos crímenes: Gianfrancesco Ponzinibio en Italia, Cornelius Loos en Alemania y Reginaid Scot en Gran Bretaña en el siglo XVI; así como Johann Mayfurth [«Escuchad, jueces hambrientos de dinero y perseguidores sedientos de sangre, las apariciones del Diablo son pura mentira»] en Alemania y Alonso Salazar de Frías en España en el siglo XVII. Junto con Von Spee y los cuáqueros en general, son héroes de nuestra especie. ¿Por qué no son más conocidos?

En Una vela en la oscuridad (1656), Thomas Ady planteó una cuestión clave:

Algunos objetarán que, si las brujas no pueden matar ni hacer muchas cosas extrañas por brujería, ¿por qué tantas de ellas han confesado haber cometido los crímenes y las cosas extrañas de las que se las acusaba?

A eso respondo: si Adán y Eva en su inocencia fueron vencidos con tanta facilidad y cayeron en la tentación, ¿cómo pueden ahora esas pobres criaturas después de la Caída, mediante persuasiones, promesas y amenazas, sin que las dejen dormir y sometidas a un tormento continuo, resistirse a confesar aquello que es falso e imposible y contrario a la fe de un cristiano?

Hasta el siglo XVIII no se contempló seriamente la posibilidad de la alucinación como componente de la persecución de las brujas; el obispo Francis Hutchinson, en su Ensayo histórico sobre brujería (1718), escribió:

Muchos hombres habían creído ver de verdad un espíritu externo ante ellos, cuando era sólo una imagen interna que bailaba en su propio cerebro.

Gracias a la valentía de los que se opusieron a la persecución de las brujas, a su extensión hasta las clases privilegiadas, al peligro que entrañaba para la creciente institución del capitalismo y, especialmente, a la dispersión de las ideas de la Ilustración europea, las quemas de brujas prácticamente desaparecieron. La última ejecución por brujería en Holanda, cuna de la Ilustración, fue en 1610; en Inglaterra, en 1684; en América, en 1692; en Francia, en 1745; en Alemania, en 1775, y en Polonia, en 1793. En Italia, la Inquisición condenó a muerte a gente hasta finales del siglo XVIII y la tortura inquisitorial no se abolió en la Iglesia católica hasta 1816. El último bastión defensor de la realidad de la brujería y la necesidad de castigo han sido las Iglesias cristianas.

La persecución de brujas fue vergonzosa. ¿Cómo pudimos hacerlo? ¿Cómo podíamos tener tanta ignorancia de nosotros mismos y nuestras debilidades? ¿Cómo pudo ocurrir en las naciones más «avanzadas», más «civilizadas» de la Tierra? ¿Por qué la apoyaban resueltamente conservadores, monárquicos y fundamentalistas religiosos? ¿Por qué se oponían a ello liberales, cuáqueros y seguidores de la Ilustración? Si estamos absolutamente seguros de que nuestras creencias son correctas y las de los demás erróneas, que a nosotros nos motiva el bien y a los otros el mal, que el rey del universo nos habla a nosotros y no a los fieles de fes muy diferentes, que es malo desafiar las doctrinas convencionales o hacer preguntas inquisitivas, que nuestro trabajo principal es creer y obedecer... la persecución de brujas se repetirá en sus infinitas variaciones hasta la época del último hombre. Recuérdese el primer punto de Friedrich von Spee y lo que implica: si el público hubiera comprendido mejor la superstición y el escepticismo, habría contribuido a provocar un cortocircuito en la serie de causas y efectos. Si no conseguimos entender cómo funcionó la última vez, no seremos capaces de reconocerlo la próxima vez que surja.

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El Estado tiene el derecho absoluto de supervisar la formación de la opinión pública», dijo Josef Goebbels, el ministro de Propaganda nazi. En la novela de George Orwell 1984, el estado «Gran Hermano» emplea a un ejército de burócratas cuyo trabajo es alterar los registros del pasado de acuerdo con los intereses de los que detentan el poder. 1984 no era una mera fantasía de compromiso político; se basaba en la Unión Soviética estalinista, donde se institucionalizó la reescritura de la historia. Poco después de que Stalin llegara al poder, empezaron a desaparecer las fotografías de su rival Lev Trotski, figura monumental en las revoluciones de 1905 y 1917. Ocuparon su lugar cuadros heroicos y totalmente antihistóricos de Stalin y Lenin dirigiendo juntos la Revolución bolchevique, mientras Trotski, el fundador del Ejército Rojo, no aparecía por ninguna parte. Esas imágenes se convirtieron en iconos del Estado. Se podían ver en todos los edificios de oficinas, en vallas publicitarias a veces de diez pisos de altura, en museos, en sellos de correos.

Las nuevas generaciones crecieron creyendo que aquélla era su historia. Las generaciones anteriores empezaron a pensar que recordaban algo, una especie de síndrome de falsa memoria política. Los que conseguían acomodar sus recuerdos reales a lo que los líderes deseaban que creyeran, ejercitaban lo que Orwell describió como «doble moral». Los que no podían, los bolcheviques viejos que recordaban el papel periférico de Stalin en la Revolución y el central de Trotski, eran denunciados como traidores o pequeño-burgueses incorregibles, «trotskistas» o «trotsko-fascistas», encarcelados, torturados y, después de ser obligados a confesar su traición en público, ejecutados. Es posible —dado el control absoluto sobre los medios de comunicación y la policía— reescribir los recuerdos de ciento de millones de personas si hay una generación que lo asume. Casi siempre se hace para mejorar el control del poder que tienen los poderosos, o para servir al narcisismo, megalomanía o paranoia de los líderes nacionales. Obstaculiza la maquinaria de corrección de errores. Sirve para borrar de la memoria pública profundos errores políticos y garantizar de este modo su repetición eventual.

En nuestra época, con la fabricación de imágenes fijas realistas, películas y videocintas tecnológicamente a nuestro alcance, con la televisión en todos los hogares y el pensamiento crítico en declive, parece posible reestructurar la memoria social sin que la policía secreta tenga que prestar una atención especial. No quiero decir que cada uno de nosotros tenga una serie de recuerdos implantados en sesiones terapéuticas especiales por psiquiatras nombrados por el Estado, sino más bien que pequeños números de personas tendrán tanto control sobre las noticias, libros de historia e imágenes profundamente conmovedoras que propiciarán cambios importantes en las actitudes colectivas.

Vimos un pálido eco de lo que se puede hacer ahora en 1990-1991, cuando Saddam Hussein, el autócrata de Irak, efectuó una transición súbita en la conciencia americana y pasó de ser un oscuro casi aliado —al que se entregaban mercancías, alta tecnología, armas, e incluso datos de satélites de investigación— a ser un monstruo esclavizador que amenazaba al mundo. Personalmente no siento ninguna admiración por el señor Hussein, pero es asombroso lo deprisa que pudo pasar de ser alguien de quien prácticamente ningún americano había oído hablar a encarnar todos los males. En estos momentos, el aparato encargado de generar indignación está ocupado en otras cosas. ¿Hasta qué punto podemos confiar en que el poder de dirigir y determinar la opinión pública resida siempre en manos responsables?

Otro ejemplo contemporáneo es la «guerra» contra las drogas, en la que el gobierno y grupos cívicos con generosa financiación distorsionan sistemáticamente e incluso inventan pruebas científicas de efectos adversos (especialmente de la marihuana) e impiden que un funcionario público plantee siquiera el tema para discutirlo abiertamente. Pero es difícil mantener siempre ocultas verdades históricas poderosas. Se descubren nuevas fuentes de datos. Aparecen nuevas generaciones de historiadores, menos marcados ideológicamente. A finales de la década de los ochenta y aun antes, Ann Druyan y yo introdujimos clandestinamente en la Unión Soviética ejemplares de la Historia de la Revolución rusa de Trotski para que nuestros colegas pudieran saber algo de sus propios orígenes políticos. En el quincuagésimo aniversario del asesinato de Trotski (un asesino enviado por Stalin le abrió la cabeza con un piolet), Izvestia pudo ensalzar a Trotski como «un gran revolucionario irreprochable» y una publicación comunista alemana llegó a describirle como

un hombre que luchó por todos los que amamos la civilización humana, para los que esta civilización es nuestra nacionalidad. Su asesino... intentó, matándole a él, matar a esta civilización... Jamás un piolet había destrozado un cerebro humano más valioso y bien organizado.

Entre las tendencias que trabajan al menos marginalmente por la implantación de una serie muy limitada de actitudes, recuerdos y opiniones se incluye el control de las principales cadenas de televisión y los periódicos por un pequeño número de empresas e individuos poderosos con una motivación similar, la desaparición de los periódicos competitivos en muchas ciudades, la sustitución del debate sustancial por la sordidez de las campañas políticas y la erosión episódica del principio de la separación de poderes. Se estima (según el experto en medios de comunicación americano Ben Bagdikian) que menos de dos docenas de corporaciones controlan más de la mitad «del negocio global de diarios, revistas, televisión, libros y películas». Tendencias como la proliferación de canales de televisión por cable, las llamadas telefónicas baratas a larga distancia, las máquinas de fax, las redes y boletines informáticos, la autoedición a bajo precio por ordenador y los ejemplo de programas universitarios de profesiones liberales tradicionales podrían trabajar en la dirección opuesta.

Es difícil saber en qué va a acabar todo.

El escepticismo tiene por función ser peligroso. Es un desafío a las instituciones establecidas. Si enseñamos a todo el mundo, incluyendo por ejemplo a los estudiantes de educación secundaria, unos hábitos de pensamiento escéptico, probablemente no limitarán su escepticismo a los ovnis, los anuncios de aspirinas y los profetas canalizados de 35.000 años. Quizá empezarán a hacer preguntas importantes sobre las instituciones económicas, sociales, políticas o religiosas. Quizá desafiarán las opiniones de los que están en el poder. ¿Dónde estaremos entonces?

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El etnocentrismo, la xenofobia y el nacionalismo están actualmente en boga en muchas partes del mundo. La represión gubernamental de puntos de vista impopulares todavía está muy extendida. Se inculcan recuerdos falsos o engañosos. Para los defensores de estas actitudes, la ciencia es perturbadora. Exige acceso a verdades que son prácticamente independientes de tendencias étnicas o culturales. Por su naturaleza, la ciencia trasciende las fronteras nacionales. Si se pone a trabajar a los científicos del mismo campo de estudio juntos en una sala, aunque no compartan un idioma común, encontrarán una manera de comunicarse. La ciencia en sí es un lenguaje transnacional. Los científicos tienen una actitud natural cosmopolita y son más conscientes de los esfuerzos que se hacen por dividir a la familia humana en muchas facciones pequeñas y enfrentadas. «No existe la ciencia nacional —dijo el dramaturgo ruso Antón Chéjov—, como no existe la tabla de multiplicar nacional.» (Por lo mismo, para muchos no existe algo llamado religión nacional, aunque la religión del nacionalismo tenga millones de partidarios.)

En cantidades desproporcionadas, se encuentran científicos en las filas de los críticos sociales (o, menos caritativamente, «disidentes») que desafían las políticas y los mitos de sus propias naciones. Me vienen a la mente sin esfuerzo los nombres heroicos de los físicos Andrei Sajarov en la antigua Unión Soviética, Albert Einstein y Leo Szilard en Estados Unidos, y Fang Lizhu en China: el primero y el último arriesgando sus vidas. Los científicos, especialmente después de la invención de las armas nucleares, han sido retratados como cretinos éticos. Eso es una injusticia si se tiene en cuenta a todos los que, a veces con un riesgo personal considerable, han levantado la voz contra la mala aplicación de la ciencia y la tecnología en sus propios países.

Por ejemplo, el químico Linus Pauling (1901-1994), el mayor responsable del Tratado de Prohibición de Pruebas Limitadas de 1963, que detuvo las explosiones sobre tierra de armas nucleares por parte de Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido. Montó una apasionada campaña poniendo de relieve los daños morales con datos científicos, más creíbles por el hecho de haber sido él mismo laureado con el Nobel. En la prensa norteamericana se le solía difamar por sus quejas y, en la década de los cincuenta, el Departamento de Estado le retiró el pasaporte por considerar insuficientes sus muestras de anticomunismo. Se le concedió el Premio Nobel por la aplicación de ideas de mecánica cuántica —las resonancias y lo que se llama hibridación de orbitales— para explicar la naturaleza del enlace químico que une los átomos para formar moléculas. Esas ideas son ahora el pan y la sal de la química moderna. Pero, en la Unión Soviética, la obra de Pauling sobre química estructural fue denunciada por incompatibilidad con el materialismo dialéctico y declarada inaccesible para los químicos soviéticos.

Impasible ante estas críticas de Oriente y Occidente —en realidad, ni siquiera afectado—, siguió haciendo un trabajo monumental sobre el funcionamiento de los anestésicos, identificó la causa de la anemia falciforme (la sustitución de un único nucleótido en el ADN) y mostró cómo podía leerse la historia evolutiva de la vida comparando los ADN de varios organismos. Pauling seguía de cerca la pista de la estructura del ADN; Watson y Crick se apresuraban para llegar antes que él. El veredicto sobre su valoración de la vitamina C aparentemente sigue abierto. «Este hombre es un verdadero genio», fue el juicio de Albert Einstein.

En toda esta época siguió trabajando por la paz y la amistad. Cuando Ann y yo preguntamos a Pauling cuáles eran las raíces de su dedicación a temas sociales, nos dio una respuesta memorable: «Necesito ser digno del respeto de mi esposa», Helen Ava Pauling. Ganó un segundo Premio Nobel, éste de la paz, por su trabajo en la prohibición de las pruebas nucleares, convirtiéndose en la única persona de la historia que ha ganado dos premios Nobel en solitario.

Algunos opinaban que a Pauling le gustaba armar líos. Los que ven con malos ojos los cambios sociales pueden sentir la tentación de mirar con sospecha la ciencia como tal. Tendemos a pensar que la tecnología es segura, que está realmente guiada y controlada por la industria y el gobierno. Pero la ciencia pura, la ciencia por sí misma, la ciencia como curiosidad, la ciencia que nos podría llevar a cualquier parte y a desafiar cualquier cosa, eso es otra historia. Algunas áreas de ciencia pura son el único camino hacia las futuras tecnologías —es cierto—, pero las actitudes de la ciencia, si se aplican ampliamente, pueden percibirse como peligrosas. A través de los salarios, la presión social y la distribución de prestigio y premios, las sociedades tienden a colocar a todos los científicos en un terreno medio seguro y razonable... entre la escasez de progreso tecnológico a largo plazo y el exceso de crítica social a corto plazo.

A diferencia de Pauling, muchos científicos consideran que su trabajo es la Ciencia, definida con exclusión, y creen que involucrarse en la crítica política o social no es sólo una distracción de la vida científica sino incluso antitético a ella. Como hemos mencionado antes, durante el «Proyecto Manhattan», el intento exitoso de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial de construir armas nucleares antes que los nazis, algunos científicos participantes empezaron a mostrar reservas, más evidentes cuanto más claro se hizo lo inmensamente poderosas que eran las armas. Algunos de ellos, como Leo Slizard, James Franck, Harold Urey y Robert R. Wilson, intentaron llamar la atención de los líderes políticos y el público (especialmente después de la derrota de los nazis) sobre los peligros de la carrera armamentística que se avecinaba, y que era fácil presagiar, con la Unión Soviética. Otros argüían que los problemas políticos estaban fuera de su jurisdicción. «Me pusieron en la Tierra para hacer algunos descubrimientos —dijo Enrico Fermi—, y no es asunto mío lo que puedan hacer con ellos los políticos.» Pero, con todo, Fermi quedó tan abrumado con los peligros del arma termonuclear que defendía Edward Teller que firmó un famoso documento que apremiaba a Estados Unidos a no construir lo que llamaban el «diablo».

Jeremy Stone, presidente de la Federación de Científicos Americanos, ha descrito a Teller… con estas palabras:

Edward Teller... insistía, al principio por razones intelectuales personales y más tarde por razones geopolíticas, en que se construyera una bomba de hidrógeno. Usando la táctica de la exageración e incluso las calumnias, manipuló con éxito el proceso de estrategia política durante cinco décadas denunciando todo tipo de medidas de control de armas y promoviendo programas de escalada en la carrera armamentística de muchos tipos.

La Unión Soviética, al enterarse de su proyecto de Bomba H, construyó su propia Bomba H. Como consecuencia directa de la personalidad inusual de este individuo particular y del poder de la bomba H, el mundo se podría haber arriesgado a un nivel de aniquilación que de otro modo quizá no se hubiera revelado o hubiera surgido más tarde y bajo mejores controles políticos.

En todo caso, ningún científico había tenido nunca mayor influencia en los riesgos que ha corrido la humanidad que Edward Teller, y la actitud general de Teller en toda la carrera armamentística es reprensible...

La fijación de Edward Teller con la Bomba H podría haberle llevado a hacer más para poner en peligro la vida de este planeta que ningún otro individuo de nuestra especie...

Comparados con Teller, los líderes de la ciencia atómica occidental no eran más que bebés en el campo de la política, ya que su liderazgo estaba determinado por su capacidad profesional y no, como en este caso, por su capacidad política. Mi propósito aquí no es castigar a un científico por sucumbir a las pasiones humanas, sino reiterar este nuevo imperativo: los poderes sin precedentes que la Ciencia pone ahora a nuestra disposición deben ir acompañados de una gran atención ética y preocupación por parte de la comunidad científica... además de una educación pública basada fundamentalmente en la importancia de la ciencia y la democracia.

Capítulo 24 de El mundo y sus demonios (1997).

sábado, 23 de octubre de 2010

Leo Bassi en Valladolid y la basura ultramontana

Hay que ser un completo y enfermizo fanático para ver en esta conferencia de Leo Bassi, en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid, una incitación al odio religioso. En un acto que como introducción a ella, se hace la entrada de la penúltima obra de este actor humorista (heredero de los medievales bufones que se podían burlar de los reyes y grandes señores), se parodia al mismo Papa. Parece que en un estado democrático hay cosas que no se pueden hacer. Una asociación juvenil religiosa de universitarios se quejan y encima exigen la censura de la representación y la cabeza del rector por incitar supuestamente al odio. Como ya dije, hay que ser unos perfectos tarados para ver odio y confrontación en esta conferencia sobre las falsedades y mitos en los que se basa la religión judeo-cristiana. Parece que la verdad escuece a algunos sectores inmovilistas. Aquí os pongo el acto integro.









A este humorista en el año 2006 se le puso una bomba incendiaria que pudo acabar con su vida, algunos medios se apuntan a la «cruzada» contra su persona y continúan vertiendo mentiras y más basura contra él. Como se pudo ver al comienzo de los videos él lo que quiere es hacer ante todo una defensa de la libertad de expresión, y también del libre pensamiento no aplastado por el oscurantismo opresivo de algunos sectores sociales. A las mentiras vertidas por los retoños ultracatólicos y censores, se suman algunos medios que en vez de informar como deben, solamente añaden más mierda, porque alguien diga que muchas de las cosas que ponen en la Biblia nunca ocurrieron, y eso es blasfemo.

En la Constitución española hay un artículo (Art. 20.1) sobre la libertad de expresión y en un punto dice: «Se reconocen y protegen los derechos: d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión...». Que se lo apliquen algunos que sólo saben verter mierda e incitar de verdad al odio y la confrontación.

jueves, 21 de octubre de 2010

Los serviles atacan de nuevo

[No os dejéis engañar por el titular: no son estudiantes cualquiera, son un tentáculo (y además minoritarios en el claustro universitario) de la Iglesia Católica, de la Puta de Babilonia como diría Fernando Vallejo, con el hipócrita nombre Jóvenes por la Información "Objetiva" (AJIO), los que han protestado por la representación de Bassi en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid. Supongo que les sorprendió sobremanera que una universidad tan controlada por los beatos como la de Valladolid acogiera el acto de un ateo irredento como Bassi. Pero lo indignante es la patada que los serviles han asestado a la lógica con sus biliosas declaraciones: la libertad de expresión si se limita ya no es tal libertad. Además ni las palabras matan, ni el pensamiento delinque. La Iglesia sí lo haría si pudiera (lo ha demostrado con creces a lo largo de los últimos dos milenios). Aducen que la libertad de expresión debe respetar los sentimientos de los católicos (¿y qué pasa con los de los ateos atropellados a diario por el omnímodo aparato de control mental de la Iglesia Católica?) pero lo que quieren es imponer la mordaza a quienes no piensan como ellos. Lo siento por el rector de la UVA... que le sea leve...]

Cartel del acto

Estudiantes de la UVA protestan hoy por la actuación de Bassi vestido de Papa en el Paraninfo

Publicado en El Norte de Castilla del 21/10/2010

La actuación del polémico cómico italiano Leo Bassi el pasado día 6 de octubre en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid ha desatado las críticas en el seno de la asociación estudiantil AJIO y de otros colectivos próximos a la Iglesia Católica, por lo que califican de falta de respeto a sus creencias. La actuación del mordaz italiano fue organizada por el Ateneo Republicano, y contó con la colaboración de Alternativa Universitaria, que fue la encargada de tramitar la cesión del Paraninfo para el evento, cuyo aforo quedó pequeño para acoger al numeroso público que quiso presenciar el espectáculo, que llevaba por título «Las raíces judeo-cristianas de Occidente, un fraude histórico a combatir».

Leo Bassi apareció disfrazado de Papa, imitando a un Juan Pablo II enfermo en su última etapa de Pontificado, bendiciendo preservativos y repartiéndolos entre el público como si fuera la comunión. Después empezó la charla, en el transcurso de la cual animó al integrante de AJIO presente en el recinto, y que le había hecho llegar una carta de queja, a que saliera a la palestra y debatiera con él en público sus teorías.

Esta asociación de estudiantes denuncia la negativa del rector, Marcos Sacristán, a recibirles —dicen que lo han solicitado en tres ocasiones— con el fin de «esclarecer y depurar las responsabilidades de la polémica actuación». De hecho, están preparando una querella contra Bassi y tienen previsto denunciar la cesión de las instalaciones a la Defensora de la Comunidad Universitaria, «porque una cosa es la libertad de expresión y otra la falta de respeto».

Por ello, la Asociación de Jóvenes por la Información Objetiva (AJIO) ha convocado para hoy, a las 12.15 horas, una protesta en la Plaza Universidad (Facultad de Derecho), en la que participarán varios colectivos de estudiantes. Los organizadores de la cita, en la que exigirán la rectificación o la dimisión del rector, han anunciado que en el transcurso de la misma habrá «actos y gestos muy visuales que demuestren la profunda decepción del alumnado de la Universidad de Valladolid con el nuevo inquilino del Palacio Santa Cruz».



sábado, 16 de octubre de 2010

¿Bajarnos el sueldo?

Ya que el presidente de la patronal propone que trabajemos más y cobremos menos (los que ya tienen trabajo, los parados, ni eso), os recomiendo este texto del periodista Toño Fraguas que he leído por la Red:
Que los directivos y altos ejecutivos renuncien a sus bonus.

Que los banqueros y petroleros cedan al Estado un 50% de sus beneficios anuales.

Que los grandes accionistas renuncien este año a sus dividendos.

Que las grandes empresas y administraciones públicas reduzcan a la mitad sus gastos de representación.

Que los altos funcionarios y altos cargos políticos se congelen el sueldo.

Que las administraciones públicas no gasten nada en campañas de autobombo.

Que las SICAV coticen por encima del 50%.

Que el Estado aplique una tasa sobre los bonus que reparte la gran banca, como en EE UU, Francia y Reino Unido.

Cuando todo esto pase, querido FMI, entonces, aceptaremos una bajada en nuestros salarios.

Y por cierto: entidades como el FMI, que representan una cultura de capitalismo salvaje y desregulado, han sido las responsables de la crisis que padecemos.

domingo, 10 de octubre de 2010

Sin la Ciencia no hay Revolución

En consonancia con el compañero Sorrow, y como refuerzo, tambien me sumo a la crítica de la anticiencia y la tecnofobia que ocurre últimamente dentro del mundillo libertario.

He sido siempre muy escéptico en considerar que los adelantos científicos y tecnológicos sean la panacea de la humanidad. En estos tiempos vemos, y hemos visto, que en contra de lo que se creía han generado más desigualdades e injusticias sociales entre los habitantes del planeta. Pero esto no quiere decir que la tecnología y la ciencia sean perjudiciales. Son neutras, ni positivas ni negativas, solamente depende la aplicación que hagamos de ellas y de a quienes benefician. Gracias al avance científico salimos de la ignoracia y la superstición que suponía la opresión oscurantista religiosa. La revolución copernicana nos mostró que no somos el centro del universo: la Tierra es un planeta que gira alrededor de una estrella, el Sol, y no al revés; el Sol es una estrella más de las que forman parte de una galaxia, la Vía Láctea; y el universo tiene millones de galaxias. La revolución darwiniana nos dice que somos una especie biológica más, Homo sapiens, que estamos emparentados con el resto de los seres vivos y que hemos evolucionado con ellos, somos parte de la naturaleza. Y hasta Freud nos vino a decir que tenemos instintos animales. Los conocimentos en Biología nos han traido también la medicina moderna, evitando así la muerte y el sufrimiento de millones de seres humanos. De la misma forma el progreso también vino acompañado de lo negativo, como el desarrollo del armamento y, por ende, de las guerras, o de la contaminación de la Biosfera. Como ya dije todo depende de su aplicación.

El viejo Bakunin ya nos lo decía y lo tenía bien claro, en contraposición al confusionismo de hoy en día:
No culpemos a las consecuencias, volvámonos hacia las causas de raíz. La ciencia de las escuelas es el producto del espíritu burgués; y los representantes de esta ciencia nacieron, crecieron y fueron educados en un medio burgués bajo la influencia del espíritu y los intereses exclusivos de la burguesía. Por consiguiente, es lógico que esta ciencia, así como sus representantes, sea enemiga de la emancipación real y plena del proletariado, y que sus teorías económicas, filosóficas, políticas y sociales, elaboradas coherentemente dentro del mismo espíritu, tengan como única meta demostrar la incapacidad de las clases trabajadoras y la misión gobernante de la burguesía hasta el fin de los tiempos, porque la opulencia le proporciona conocimiento y el conocimiento, por su parte, le proporciona la oportunidad de enriquecerse todavía más.

¿Cómo pueden romper los trabajadores este círculo vicioso? Naturalmente, deben adquirir conocimiento y tomar posesión de la ciencia, poderosa arma sin la cual pueden desde luego hacer revoluciones, pero no erigir sobre las ruinas de los privilegios burgueses la igualdad de derechos, la justicia y la libertad que constituyen la verdadera base de todas sus aspiraciones políticas y sociales.

Podemos hacer de la Técnica y de la Ciencia algo destructivo o reforzador de la explotación de los seres humanos y el agotamiento de los recursos naturales, como de lo contrario: la defensa de la Igualdad y la Libertad sociales. Esto depende de nosotros.

Pero últimamente dentro del movimiento anarquista hay unas corrientes como la primitivista de John Zerzan, que ensalza la vida de los cazadores-recolectores del Paleolítico en contraposición a la vida moderna; o la de un tal Félix Rodrigo Mora que idealiza el mundo rural de la Edad Media (en pleno feudalismo) criticando el mundo urbano, cuando ha sido en las ciudades, y no en el campo, donde surgieron los adelantos y las revoluciones científicas, técnicas y sociales. Claro que el progreso trajó en el siglo XIX el capitalismo, pero también surgieron sus opuestos: el anarquismo y el socialismo. Personajes de esta calaña sólo acarrean confusión y fomentan la ignorancia, al defender como los antiguos y los reaccionarios el recuerdo de una fantasiosa Edad Dorada del pasado o el lamento de un Jardín del Edén perdido.

sábado, 9 de octubre de 2010

Manifiesto de los anarcofuturistas rusos


Funeral del anarquista Galli por Carlo Carrà

[Los manuales de arte y literatura al uso siempre nos sitúan al Movimiento Futurista en Italia en los años previos a la Gran Guerra. También nos dicen que ideológicamente estaba ligado al fascismo. Pero esto no es más que una verdad a medias. Pocas veces nos hablan de la importante proyección del futurismo en países como Reino Unido (vorticismo), Latinoamérica (estridentismo) o Rusia, donde al igual que en la América Latina el futurismo fue de raíz izquierdista. Muchas menos veces aún nos hablan de las conexiones entre el anarquismo y futurismo. Como movimientos que aborrecían el tradicionalismo y exaltaban la novedad y la audacia es normal que se encontraran en algún punto de la historia. Así en Italia, cuna del movimiento, a pesar de los derroteros filofascistas posteriores por los que deambularon Marinetti y otros padres fundadores de esta vanguardia artística, los primeros futuristas veían con buenos ojos las luchas obreras. De hecho, algunas de las primeras exposiciones futuristas se llevaron a cabo en sedes de sindicatos. Incluso, hay un cuadro de Carlo Carrà que se titula El funeral del anarquista Galli, que evidencia que el futurismo italiano primigenio sentía admiración por lo libertario. Pero en Rusia los contactos fueron aún más profundos, llegándose a formar grupos anarcofuturistas de artistas de vanguardia que escribían o ilustraban la revista libertaria Anarjiya. Entre los creadores que participaron en dicha publicación hay que destacar a Kazimir Malevich, Alexandr Rodchenko, Alexei Gan, Olga Rozanova, Natan Altman, Arthur Lourié y Nikolai Punin. Y es que el anarquismo, entusiasta del progreso científico y técnico, siempre ha sido crítico con la tradición, por mucho que en los últimos años esa caterva incalificable de retrógrados seguidores de John Zerzan pretenda llevarnos a las carvernas en nombre de una supuesta Anarquía Primitiva. Lo que sigue es un manifiesto escrito en 1919 por el colectivo anarcofuturista Jarkov.]


Fábrica de Olga Rozanova



¡Ah-ah-ah, ha-ha, ho-ho!

¡Vuela a las calles! Todos los que todavía están frescos y jóvenes y no deshumanizados... ¡A las calles! El mortero barrigudo de la risa se encuentra en una plaza borracho de alegría. La risa y el amor, copulando con Melancolía y el Odio, apretados en la pasión poderosa, convulsionadode la lujuria bestial. ¡Larga vida a la psicología de los contrastes! Espíritus intoxicados y ardientes han levantado la bandera en llamas de la revolución intelectual. ¡Muerte a las criaturas de la rutina, los filisteos, los que sufren de gota! Golpea con un ruido ensordecedor la copa de las tormentas vengativas! Derribar las iglesias y sus aliados los museos! ¡Haz explotar en pedazos de los frágiles ídolos de la civilización! ¡Eh, arquitectos decadentes de los sarcófagos del pensamiento, ustedes, vigilantes del cementerio universal de libros... a un lado! ¡Hemos venido a sacarte!

Lo viejo debe ser enterrado, los polvorientos archivos quemados por la antorcha de Vulcano del genio creador. Más allá de las escamosas cenizas de la devastación en todo el mundo, más allá de los aparatosos lienzos de pinturas carbonizados, más allá de la grasa quemada, más alla de los clásicos barrigudos, marchamos, nosotros anarco-futuristas! Por encima de la vasta extensión de la devastación que cubren nuestra tierra la bandera de la anarquía se desplegará con orgullo. ¡La escritura no tiene valor! ¡No existe un mercado para la literatura! ¡No hay cárceles, no hay límites para la creatividad subjetiva! ¡Todo está permitido! ¡Todo es libre!

Los hijos de la Naturaleza reciben en jubiloso éxtasis el cortés beso dorado del Sol y la lasciva, desnuda y gorda barriga de la Tierra. Los hijos de la naturaleza brotando del suelo negro encienden las pasiones de los cuerpos desnudos y lujuriosos. La piel está inflamada por tórridas, insaciables y corrosivas caricias. Los dientes se hunden con odio en la carne tibia de suculentos amantes! Los ojos abiertos de par en par miran fijamente la danza preñada y ardiente del la lujuria. ¡Convulsiones!... ¡Carne!... ¡Vida!... ¡Muerte!... ¡Todo! ¡Todo!

¡Tal es la poesía de nuestro amor! ¡Poderosos, inmortales, y terribles somos en nuestro amor! El viento del norte ruge en las cabezas de los Hijos de la Naturaleza. Algo terrible ha aparecido...¡Un vampiro de la melancolía! ¡Perdición!... ¡El mundo se está muriendo! ¡Atrápalo! No, ¡espera! Frenéticos y penetrantes gritos perforan el aire. ¡Espera! ¡Melancolía!

Negras y bostezantes úlceras de agonía cubren el rostro pálido y aterrorizado de los cielos. ¡La tierra tiembla de miedo bajo los golpes poderosos y airados de sus hijos! ¡Oh, vosotras, malditas cosas asquerosas! Desgarran la carne tierna y entierran la marchita melancolía muerta de hambre melancolía en la sangre que fluye y las heridas frescas de su cuerpo. El mundo se está muriendo! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Millones de gritos de peligro. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡El rugido del cañón gigante de alarma. ¡Destrucción! ¡Caos! ¡Melancolía! ¡El mundo se está muriendo!

¡Tal es la poesía de nuestra melancolía! Estamos deshinibidos. La sentimentalidad sollozante de los humanistas no es para nosotros. Más bien, vamos a crear la hermandad triunfal intelectual de los pueblos, forjada con la lógica de hierro de contradicciones, de Odio y Amor. Enseñando los dientes vamos a proteger nuestra unión libre, de África a los dos polos, en contra de cualquier nivel sentimental de amistad. ¡Todo es nuestro! ¡Fuera de nosotros está sólo la muerte! ¡Enarbolando la bandera negra de la rebelión, convocamos a todos los hombres vivos, que no han sido entumecidos por el aliento venenoso de la civilización! ¡Todos a la calle! ¡Adelante! ¡Destruid! ¡Aniquilad! ¡Sólo la muerte no admite vuelta atrás! ¡Extinguid lo viejo! Truenos, relámpagos, los elementos... ¡Todos son nuestros! ¡Adelante!

¡Viva la revolución intelectual internacional!

¡Vía libre para los anarco-futuristas, anarco-hiperbóreos, y Neo-nihilistas!

¡Muerte a la civilización mundial!

Shtumovoi, opustashaiushchii manifest anarkhofuturistov, K. Svetu (Grupo Kharkov), 14 March 1919.



El afilador de Kazimir Malevich

viernes, 1 de octubre de 2010

XV Semana Cultural Libertaria de Valladolid

Del 4 al 9 de octubre va a tener lugar en la capital vallisoletana, la ya clásica cita cultural que la CNT viene ofreciendo desde hace más de quince años, la cual se ha convertido en todo un referente en la ciudad. La edición de este año cuenta con una serie de conferencias, así como una representación teatral y una exposición histórica. ¡Os esperamos!

EXPOSICIÓN: Carteles históricos, del 1 al 15 de Ocubre en el Centro Cívico «Bailarín Vicente Escudero» (Calle Travesía de la Verbena, 1).

Esta exposición consta de 51 carteles del periodo 1936-1939, recuperados de la Fundación Pablo Iglesias en febrero del año 2007. Junto con los carteles fue entregada toda la documentación (actas, correspondencia, etc.) y las publicaciones periódicas (periódicos y revistas) pertenecientes al movimiento libertario. Todos estos fondos documentales formaban parte de las incautaciones realizadas por el ejército franquista durante la Guerra Civil. Se encontraban custodiados en el Archivo Militar de Ávila, hasta que, en 1987, por orden del entonces ministro de Defensa, Narcís Serra, fueron entregados a la FPI junto con otra documentación denominada «Antecedentes políticos». Tras la denuncia de varios historiadores, que habían podido constatar la existencia de esa documentación en la FPI y el inventario realizado en el Archivo Militar de Ávila, en abril de 2006 representantes del Comité Nacional de la CNT se reunían con miembros de la FPI para exponerles la situación y para reivindicar la completa devolución de aquellos archivos que pertenecieron a la CNT con anterioridad a la Guerra Civil y que se encontraban en su poder. Finalmente, en junio de 2006 la situación quedaba desbloqueada al asegurar la Fundación Pablo Iglesias que devolvería a la CNT todos los fondos solicitados.

CONFERENCIAS: del 4 al 8 de Octubre en el Centro Cívico «Esgueva» (C/ Madre de Dios, 20), a las 19.30h.

Lunes 4: 19.30 h. «Los artistas del anarquismo». Presentación del cómic Viento del Pueblo, a cargo del periodista, diseñador gráfico e historiador Rai Ferrer.

Martes 5: 19.30 h. «Estudio del Estado. El parlamentarismo como sistema de dominación», a cargo de Félix Rodrigo Mora.

Miércoles 6: 19.30 h. «La Reforma Laboral: atentado a la clase trabajadora», a cargo de CNT Valladolid.

Jueves 7: 19.30 h. «Luchas pioneras del anarcosindicalismo», a cargo de Julián Vadillo, historiador y militante de la CNT y la FAI.

Viernes 8: 19.30 h. «El capitalismo no está en crisis: es así», a cargo de José Luis Velasco, historiador de las doctrinas económicas.

TEATRO: Sábado 9 de Octubre en el Centro Cívico «Bailarín Vicente Escudero» (Calle Travesía de la Verbena, 1), a las 19.00 h. Entrada libre.

Delfos Teatro nos presenta su obra «Inmóviles», ganadora del Premio Especial en la XXVI Muestra de Teatro Provincia de Valladolid 2009.