Colonia de vampiros ('Desmodus rotundus').
El
vampiro es un murciélago americano que arrastra mala fama, ya que se
alimenta de sangre, sangre que chupa del ganado doméstico. Debe cenar
todas las noches, porque, de lo contrario, tras dos noches en ayunas
moriría de hambre. El día lo pasa dormido en grutas u otras oquedades
agrupándose con otros ejemplares en colonias, especialmente hembras.
Cuando un ejemplar no ha comido, pide alimento a otro que la regurgita y
comparte, así para la próxima vez devuelve el favor. Aquellos que no
comparten el alimento son rápidamente detectados y excluidos, los cuales
para ser readmitidos tienen que ser más generosos. Los vínculos
generosos de estos mamíferos hematófagos no solo se producen entre
parientes, también se hacen con los conocidos, y cuantas más amistades
tengan mayores serán las garantías para poder sobrevivir. Su
supervivencia se debe a esta cooperación, rivalizar entre ellos sería
completamente inútil. Un ejemplo de que entre los animales la lucha de
la vida no se basa en una riña o disputa de todos contra todos; hay
muchas estrategias de supervivencia como la velocidad, el tamaño, los
venenos, púas y corazas, el camuflaje o el engaño, entre otros más, pero
el acto de colaborar y unirse resulta ser de lo más eficaz.
En
1880 el zoólogo ruso, de origen alemán, Fiodorovich Kessler pronunciaba
una conferencia en San Petersburgo en la cual presentaba su tesis de
cómo la ayuda mutua entre los animales es un factor importante en su
evolución y supervivencia. Otro compatriota suyo, años después, se
sirvió de tales argumentos para rebatir en una revista científica a otro
eminente naturalista inglés que defendía el punto de vista contrario.
El inglés se llamaba Thomas Huxley, que propugnaba por lo que él llamó
«la lucha por la existencia», presentando la naturaleza como un
sangriento y cruel combate de gladiadores donde el más fuerte sobrevive y
deja descendencia; y el ruso era Piotr Kropotkin, divulgador científico
y militante anarquista, cuya serie de artículos se publicarían bajo el
título de El Apoyo Mutuo.
Y,
a modo de presentación, podemos partir de un pequeño esbozo biográfico
de este personaje interesante y poco conocido por la gran mayoría.
Piotr
A. Kropotkin nació en Moscú en 1842 en el seno de una familia de la
alta aristocracia rusa. Fue una de las figuras teóricas más relevantes
del anarquismo mundial (del comunismo libertario en concreto). Desde muy
joven rechazó su título nobiliario de 'príncipe' —aunque así se le
conociese, muy a su pesar— y se sensibilizó por la causa de los
oprimidos, en especial de los siervos. Entró en el elitista Cuerpo de
Pajes del Zar e ingresó en la academia militar en 1857; allí estudió
ciencias, filosofía e historia, entre otras cosas. También conoció las
ideas radicales y liberales que corrían por el resto de Europa. Al salir
de ella se incorporó como oficial en un regimiento en el este de
Siberia, donde exploró y cartografió regiones incógnitas, entró en
contacto con los nativos y observó la naturaleza siberiana. Tras ver la
situación de los presos políticos deportados, la arbitrariedad de los
mandos y la absurda disciplina militar, decidió abandonar la vida
castrense en 1867.
Estudió
en la Universidad de San Petersburgo geografía y matemáticas, hizo un
viaje por los lagos de Finlandia y fue el primero en darse cuenta que
durante las glaciaciones del Cuaternario los hielos ocuparon grandes
extensiones de tierra continental, mucho más de lo que se creía
entonces. Le propusieron a un puesto en la Sociedad Geográfica Rusa que
rechazó, lo consideraba un privilegio mientras se mantuviesen las malas
condiciones de vida del pueblo ruso. Abandonó un prominente futuro
académico y de investigación científica para optar por el activismo
revolucionario y social.
En
1872, al año siguiente de la Comuna de París, salió de Rusia y visitó
Suiza, donde ingresó en la Primera Internacional junto los moderados,
pero que tras conocer a los bakuninistas de la Federación del Jura,
simpatizó con sus ideas y se hizo anarquista como ellos. Regresó a Rusia
y se relacionó con los sectores antizaristas y revolucionarios del
populismo ruso. Fue encarcelado por las autoridades en 1874 en la
fortaleza-cárcel de Pedro y Pablo de la entonces capital rusa. Enfermó
de escorbuto y lo internaron en el hospital de la prisión, desde allí se
fugó con ayuda externa en 1876. Se trasladó a Suecia, Inglaterra (donde
para poder sustentarse, escribió artículos de divulgación en varias
publicaciones científicas, y así dar a conocer en Occidente los
descubrimientos rusos) y Suiza. En Suiza conoció a J. Guillaume, E.
Malatesta y E. Reclus, pero también a quien sería su compañera de por
vida: Sofía Anániev. En 1878 tuvo en una breve estancia en España tras
la separación entre bakuninistas y marxistas.
En 1879 fundó el periódico Le Révolté,
donde escribió sus artículos de ideología libertaria. La militancia
anarquista y la divulgación científica fueron sus dos dedicaciones. Tras
el asesinato del zar Alejandro II por populistas en 1881, fue expulsado
de Suiza como otros refugiados, por instigación del Gobierno zarista.
Reclus compiló una serie de textos de Kropotkin que se transformaron en
su primer libro impreso Palabras de un rebelde. Se refugió primero en Inglaterra —desde donde escribió el Obituario
dedicado a Darwin, en el que ya cuestionaba el viraje que llevaba su
visión competitiva de la naturaleza— y después en Francia, en el
pueblecito de Thonon-les-Bains siguió escribiendo para su periódico y
colaboró con la Enciclopedia Británica. Por coherencia, rechazó una invitación para ingresar en la Real Sociedad Geográfica británica.
Tras
los sucesos de una manifestación obrera de Lyon, Kropotkin junto otros
anarquistas fue detenido por «internacionalista» en 1882, durante el
juicio hizo una magistral declaración de principios. Condenado a cinco
años. Impartió clases a sus compañeros presos. Muchos intelectuales y
científicos pidieron su excarcelación, entre ellos Alfred Wallace
(coautor junto a Charles Darwin de la teoría de la selección natural) al
contrario que Huxley y Spencer que se negaron.
Dibujos de Kropotkin del río Amur y la taiga
siberiana.
Amnistiado
a los tres años se exilió a Gran Bretaña, bajo la condición de que
abandonase su militancia activa, aquí termina el Kropotkin agitador y
comienza el teórico. Con una vida más tranquila se dedicó a hacer
conferencias y siguió escribiendo artículos varios. Colaboró en la
fundación de Freedom en Inglaterra y La Révolte en Francia, periódicos de difusión del ideal ácrata. Allí, en Inglaterra, se publicaba La conquista del pan donde reflejaba su modelo social anarco-comunista. Más tarde, tras unos artículos previos, salió en 1902 El Apoyo Mutuo como refutación a los postulados socialdarwinistas. Además de Campos, fábricas y talleres, La Gran Revolución y Memorias de un revolucionario,
añadamos también varios folletos. Le ofrecieron la Cátedra de Geografía
en Cambridge, que Kropotkin también rehusó tal oferta. En 1912 también
intervino en el Primer Congreso Eugenésico manifestando su oposición a
tal práctica. Antes de regresar a su país natal escribió otra serie de
artículos en defensa del neolamarckismo y contra la teoría del plasma
germinal de August Weismann.
En
1897 hizo su primera gira de conferencias por los EEUU, el tema era
sobre el apoyo mutuo en la naturaleza y la sociedad humana. Visitó en la
cárcel a Alexandr Berkman, preso por atentar contra un gran empresario
industrial que contrató matones para reprimir una huelga. La segunda
gira fue en 1901, donde asistió a varias conferencias académicas, sin
olvidar a los compañeros anarquistas que organizaron actos. Aprovechó su
estancia para divulgar la literatura rusa. Tras la reacción zarista que
acabó con la Revolución de 1905, su casa de Londres fue refugio de
exiliados rusos.
Su
credibilidad disminuyó entre los anarquistas cuando tras estallar la
Primera Guerra Mundial Kropotkin apoyó a los aliados de la Entente
contra los Imperios Centrales, animando a los obreros a participar en
esta gran matanza debido a su vehemente germanofobia. ¡Nadie es
perfecto, los seres humanos tenemos también defectos! Por este 'gran
error' se le condenó y fue arrinconado y apartado del movimiento
libertario internacional.
En
el verano de 1917 regresó a Rusia tras el derrocamiento del zar, en
Moscú fue consultado algunas veces por el Gobierno Provisional. Al tomar
el poder los bolcheviques en noviembre, Kropotkin se trasladó a
Dmitrov. Sus relaciones con éstos fueron distantes, mientras tanto
muchos anarquistas eran encarcelados por la Cheka, policía política
predecesora de lo que fue la KGB, era ya muy viejo y estaba débil no
pudiendo intervenir en ningún evento de aquellos años de la Revolución
Rusa. En su casita de madera (ahora museo) fue visitado por varios
personajes como el ucraniano Nestor Majnó, la 'anarcofeminista' Emma
Goldman y, también, por el mismo Lenin. Cuando le sobrevino la muerte,
el 8 de febrero de 1921, estaba escribiendo Ética: Origen y evolución de la moral.
La familia rechazó la oferta de un funeral oficial, fue enterrado en
Moscú, cuyo sepelio fue organizado por lo que quedaba de la Federación
de Grupos Anarquistas de Moscú, ya que la mayor parte estaban presos. A
su entierro, a pesar de la nevada, asistieron unas 20 mil personas, fue
la última gran manifestación antigubernamental de masas que hubo en
Moscú hasta la desaparición de la Unión Soviética. Esto sucedió semanas
antes de la brutal represión de los marinos y obreros de la
isla-fortaleza de Kronstadt en manos del Ejército Rojo de Trotski, en
marzo de 1921.
El
pensamiento multidisciplinar de Kropotkin giraba en torno a que desde
el apoyo mutuo en el reino animal se llegaba a unos principios morales
básicos, y así poder alcanzar un modelo social más equitativo y
libertario, anteponer el socialismo al individualismo. Pretendió
demostrar que, en contra de lo que se cree, el ideal ácrata se podía
corroborar con unas bases científicas. Rechazó el marxismo, por
considerarlo «metafísica económica» y autoritario (junto al liberalismo,
son las dos caras de la misma moneda), igual que al parlamentarismo
representativo (que no es verdadera democracia porque no es directa,) y
todo aquello que tuviese que ver con el Estado. Mientras hubiese
injusticias y desigualdades sociales, prefirió el activismo político al
privilegiado mundo académico y científico, aunque mantuviese su fe ciega
en el progreso tecno-científico como solución a los problemas sociales
(sin prever la posible manipulación por el capitalismo que lo financiaba
y, por consiguiente, su nefasto impacto medioambiental). Siempre
mantuvo una postura contraria al protagonismo que se da unos pocos en
detrimento de muchos, al reconocer que las grandes ideas filosóficas y
las teorías científicas no son obra de una sola persona sino de su
tiempo. Fue el autor más leído en el mundo hispanohablante por los
trabajadores e intelectuales de las primeras tres décadas del siglo XX. Y
sus ideas se intentaron llevar a cabo en las comunas-libres majnovistas
de los años de la Revolución rusa y en las colectivizaciones
anarquistas que hubo durante la Guerra Civil española.
Para
el próximo año 2021, en febrero, se cumplirá el centenario de su
fallecimiento, y para ello editamos este número especial de AMOR Y RABIA
(el 75) en su recuerdo. Kropotkin —a pesar de su 'gran error'— es uno
de los librepensadores más reconocidos en el «mundillo» libertario; por
ello se ha escrito, y se escribirá, mucho sobre él, y más en las
próximas fechas. Pero, también se le conoce —aunque algo menos— por su
aportación a las ciencias naturales; en especial, su defensa y
divulgación de la teoría (o ley) de la ayuda mutua de Kessler como
factor importante en la evolución biológica y también su influencia en
la historia de la humanidad. En su momento, entre la «comunidad
científica» inglesa fue respetado, aunque considerado un personaje
singular debido al contraste de su procedencia y lo que defendía
ideológicamente. Por ser anarquista se le ninguneó, aduciendo que se
dejaba llevar por ello, como si los otros, Darwin, Huxley o Spencer, por
muy científicos y prestigio que tuviesen, no careciesen de ideología
política y prejuicio alguno que les condicionase su visión de las cosas.
Pero, no es cuestión por mi parte de repetir más de lo mismo, ya que
Kropotkin también aportó algo más a tener en cuenta.
Esta
lucha por unos recursos limitados es lo que influyó en la teoría de la
selección natural de Darwin y Wallace. Selección implica la acción y
efecto de elegir a una o varias cosas entre otras, separándolas y
eliminándolas, para elegir lo que se considere mejor, lo más apto. Lo
que nos conduce a ver un tipo de competencia en la que unos ganan y
otros pierden, esto es lo que el sistema capitalista ha utilizado como
pilar teórico de su estructura socioeconómica. Mientras lo que vemos en
la naturaleza es variedad de seres vivos, no hay una especie de criba
que de lo contrario haya reducido tal multiplicidad viviente.
Biodiversidad llamamos a esa gran variedad de vida rodeada de vida que
tenemos, si se reduce perderíamos un gran potencial de vida, despilfarro
que no se puede permitir esta nuestra biosfera, con sus ciclos de la
materia y flujo de la energía.
En
la «Red de la Vida» que conforma nuestra naturaleza, los carnívoros
dependen de los herbívoros, así como éstos de las plantas. Si
desaparecen las plantas, no habría animales herbívoros y, por ende,
animales carnívoros. Si los carnívoros desaparecen, los herbívoros
esquilmarían las plantas y terminarían muriendo por inanición. Los
grandes depredadores controlan las poblaciones de grandes herbívoros,
permitiendo el crecimiento de plantas, como árboles. La sombra de los
árboles impediría el crecimiento de hierbas y arbustos, así los grandes
herbívoros controlan la expansión de tales árboles, y dará crecimiento a
otra vegetación que permitirá la existencia de pequeños herbívoros,
alimento de pequeños y medianos carnívoros. Y los grandes carnívoros
controlan a los pequeños y medianos carnívoros que podrían eliminar los
pequeños herbívoros. Cuanto mayor sea el número de actores en este
escenario, mejor irá la función. No es una sino varias las cadenas
tróficas que se entretejen.
Aparte
de alimento, las plantas desprenden el oxígeno necesario para la
respiración de los animales. Sin plantas no hay animales, y sin animales
tampoco habría variedad de plantas. Además, las plantas con flor —que
son la mayor parte— dependen de los insectos polinizadores, a cambio de
alimento ellos portan el polen con las que son fecundadas y se
reproducen. Por otra parte, tenemos a los pájaros frugívoros que tras
comer el fruto expulsan sus semillas al pasar por su tracto digestivo,
ayudando a su dispersión. Los animales se alimentan y las plantas pueden
crecer y multiplicarse. Esto también es más coordinación que
competencia.
Sin
olvidar, que las plantas son los 'productores primarios' que conforman
la base sobre la que se sustenta la llamada «pirámide trófica» natural,
sin estos cimientos toda la estructura se derrumba, y esto se debe a una
relación basada en la colaboración, y no la competencia. La mayoría de
las plantas están vinculadas a otros organismos pluricelulares que sin
ellos no sobrevivirían, estoy hablando de los hongos (nuestras setas son
los cuerpos fructíferos de ellos). Alianza hongo-planta que existe
desde hace 400 millones de años y no es complicada, el hongo proporciona
los nutrientes del suelo a la planta por sus raíces y, a su vez, la
planta pasa los azucares que obtiene por fotosíntesis al hongo. Esta
relación basada en el apoyo mutuo: las micorrizas, es la que sostiene
todos nuestros ecosistemas terrestres, sin ella no estaríamos aquí.
Recordemos que las primeras plantas ni tenían raíces. Sin olvidar, que
por el suelo de todo el bosque las raíces de los árboles y los micelios
de los hongos están comunicados entre sí en una vasta red solidaria, los
nutrientes que faltan en una zona son trasladados desde otra. Aquí no
se ven lucha ni competencia, y luego nos hablan de la importancia que
tienen el mundo natural. En los ecosistemas marinos la base se sustenta
en el fitoplancton, y los detritívoros tienen un papel de relevancia.
Los pequeños peces pueden formar enormes cardúmenes, que cuando se
mueven por los océanos aparentan ser un monstruoso animal y varias
especies de depredadores, como delfines, tiburones y atunes, se
coordinan para pescarlos, otras dos estrategias de supervivencia basadas
en el apoyo mutuo. Incluso en el fondo marino las bacterias se asocian
para intercambiar gases, no compiten por los recursos. ¡Kropotkin no
andaba muy descaminado en su visión de la naturaleza!
Pero,
siempre hay tramposos, los «listillos» que sacan provecho del asunto,
en este caso, por ejemplo, los hongos parásitos. Los parásitos, aunque
estén ahí, poco (que no quiere decir nada) aportan al funcionamiento del
mecanismo que mueve el sistema; aunque, esta relación simbiótica,
cuanto más fuerte sea, hace que las plantas puedan ser más resistentes a
tal parasitismo. El parasitismo como la depredación (animales que comen
plantas, y animales que comen animales que comen plantas) son
relaciones de interdependencia que pueden acelerar el proceso de
diversificación, al ser un método de control de poblaciones, permitiendo
que otras especies diferentes existan, incrementando tal biodiversidad,
o tengan un papel sanitario entre las poblaciones al eliminar los
ejemplares enfermos o tarados y así evitar epidemias. En este caso,
podríamos considerar la selección natural como algo adicional en la
naturaleza, de importancia secundaria pero no esencial y vital. Es como
los aditivos que se añaden al hormigón que ayudan, pero no son
importantes. El hormigón es una mezcla de arena y grava con cemento y
agua, al juntarlos ya comienza el fraguado, al añadirles aditivos solo
aceleran o retrasan el endurecimiento, pero son irrelevantes a tal
proceso. Pero, todavía a la selección natural, desde el mundo académico y
la comunidad científica, se la sigue desde el siglo XIX otorgando una
importancia no justificada, como vemos en los documentales televisivos.
Entre
los hongos también tenemos a los saprófitos, descomponedores de
material vegetal, como la hojarasca y la madera muerta de nuestros
bosques. Estos organismos son el equivalente a los carroñeros entre los
animales. Materia descompuesta que luego es asimilada por los seres
vivos que forman el mantillo del suelo de los bosques, para generar los
nutrientes que sean absorbidos otra vez por hongos y plantas, y plantas
que serán alimento de los animales, en un ciclo constante de reciclaje,
nada se desperdicia. Todo está relacionado, no hay competencia sino todo
lo contrario, coordinación. Incluso podemos considerar al bosque como
un gran ser vivo, cuando se forma un claro tras el derrumbe de un árbol,
pronto es sustituido por otro, similar al proceso de cicatrización de
una herida en nuestra piel. Lo que nos conlleva a considerar que el
funcionamiento de los ecosistemas y los organismos no difieren tanto.
Sin la vieja alianza hongo-planta no existirían
nuestros ecosistemas terrestres.
¿Y
qué decir de los líquenes? Dos seres vivos distintos que hacen un solo
ser vivo. Esta unión de hongos y algas o cianobacterias es el ejemplo
más perfecto de apoyo mutuo: la simbiosis. Su supervivencia se debe a
esta colaboración, sin la cual no podrían vivir en los lugares más
inhóspitos del planeta, sin contaminar. Es la simbiosis la que ha
tenido, y tiene, una gran importancia en la historia natural de la
Tierra, mucho mayor que la tan cacareada selección natural. De ello se
dieron también cuenta otros naturalistas rusos, coetáneos de Kropotkin,
como A. Brandt y K. Merezhkovski.
Hongos,
plantas y animales son organismos pluricelulares, con millares de
células que conforman sus cuerpos y órganos, tales células tampoco
compiten ni luchan entre sí, como tampoco sus tejidos y órganos. ¿Os
imagináis a los glóbulos rojos compitiendo por cuál obtiene más oxígeno o
a los dos riñones rivalizando por cuál se lleva toda la sangre para
filtrar? Incluso, además de las células somáticas hay bacterias que
coexisten en el interior del tubo digestivo de los animales, que sin
ellas no podrán hacer la digestión y asimilar la comida. Y hablando de
cuerpos u organismos ¿qué decir de los hormigueros, colmenas o
termiteros? Colonias de insectos que funcionan como si fuesen un único
'superorganismo', cuyos componentes no pueden vivir aislados. Una
hormiga, una abeja o una termita no son nada aisladas, deben sus vidas a
la comunidad. ¿Y los mixomicetos? Protozoos que en un momento de su
vida se agrupan y constituyen como un ser pluricelular. La tendencia a
la agregación supone también un incremento en complejidad, y para ello
es necesario que no haya lucha y competencia entre las partes.
De la bacteria a la célula eucariota, de los seres
unicelulares
a los pluricelulares es el rumbo que llevó la evolución.
La tendencia es a la cooperación y
asociación.
Actualmente
hay dos interpretaciones que pueden ser la base de un nuevo paradigma
científico que permita otro avance en el estudio de los seres vivos,
otro paso más en la próxima «revolución copernicana» en ciencias
naturales. Estoy hablando de la Teoría de Sistemas Integrados del
bioantropólogo Máximo Sandín y la Teoría Gaia Orgánica del físico Carlos
de Castro Carranza, ambos recogen algunas de las ideas de Kropotkin.
Nosotros,
los humanos, somos también animales, como animales no estamos ni por
encima ni fuera de la naturaleza, formamos parte de ella. Sociales como
nuestros parientes los simios, aunque constituyamos sociedades más
complejas y tecnológicas, igual que ellos (pero más evolucionados)
poseemos unas conductas, que podemos definir como morales, para llevar
mejor nuestra convivencia en grupo. Kropotkin defendía lo mismo, en
contra de la idea de que fue la civilización la que nos apartó de la
cruel «guerra de todos contra todos», fue esa sociabilidad animal la que
nos hizo humanos. Descendemos de seres sociales, y antes de las
convenciones y las normas impuestas por autoridades, ya teníamos una
conducta moral, empatizamos con nuestros semejantes y sabemos que hay
que tratarlos como queremos que lo hagan con nosotros antes de inventar
las leyes. La base neuronal de nuestra naturaleza social fue confirmada
con el descubrimiento de las neuronas espejo hace 25 años. Nosotros como
especie descendemos de la unión y no la lucha, en vez de exterminar a
los neandertales conservamos sus genes, también son nuestros
antepasados. Y antes de nuestra salida de la «cuna africana» ya
proveníamos de otros cuatro linajes mezclados. O sea, nuestros
antepasados se hibridaron, lo que tira por la borda la idea de una
selección natural que filtraba y beneficiaba solo a los más aptos.
Kropotkin veinte años después de escribir los artículos que dieron a El Apoyo Mutuo,
escribió para la misma revista de divulgación científica otros
artículos sobre la influencia del medio en el desarrollo de animales y
plantas, propugnando su acercamiento al neolamarckismo, intentó en vano
sintetizar a Darwin con Lamarck (recordemos que el mismo Darwin también
era lamarckiano). Al igual que le pasó a Darwin antes de morir, dudaba
de la relevancia de la selección natural como factor de la evolución, y
mostraba varios estudios experimentales que lo exponían. Entre estos
estudios estaba el que hizo Kammerer con sapos parteros, a quien
acusaron de fraude y por ello se suicidó, y recientemente se ha
descubierto que no hizo trampa. También rebatía a la teoría del plasma
germinal de A. Weismann, en la que se defiende que la información
genética está guardada en el interior del núcleo de las células y sin
influencia externa alguna, que fue posteriormente confirmada con el
descubrimiento de los cromosomas y la estructura del ADN, y es una de
las bases del neodarwinismo que impera aún en las ciencias biológicas.
Kropotkin consideró que la influencia ambiental también intervenía, y su
punto de vista perdió —de momento— ante esas evidencias. Pero, en
Ciencia nunca está dicho todo y se puede dar la vuelta, gracias a los
recientes avances y conocimientos en epigenética Kropotkin no andaba muy
errado. La influencia del medio en los genes es un hecho, la «herencia
blanda» del lamarckismo vuelve a ser revitalizada. Simbiosis y
epigenética son dos mecanismos alternativos en la evolución biológica
producen cambios más rápidos en los organismos que las mutaciones al
azar y la selección natural —sin olvidar la «energía oscura» en la
evolución que son los virus (una parte de nuestro ADN es de origen
vírico)—, y, por extensión, una mayor complejidad. Ante unos recursos
limitados se obtiene una mayor eficiencia con la cooperación que con la
competencia.
La
rivalidad y la lucha son circunstanciales, colaterales o residuales,
pero no son el motor principal de la vida en la Tierra. Interdependencia
y variedad es lo que hay, la selección natural darwiniana actuaría como
un tamiz o filtro que reduce tal variedad. Y lo que hace que los
componentes de los ecosistemas y los ciclos de la materia de nuestra
biosfera funcionen mejor es justo esa diversidad; lo que quiere decir
que tal selección natural, que implica una competencia, con sus
ganadores y perdedores, es ineficaz e irrelevante, no es funcional. A
esta variedad de seres vivos y ecosistemas es lo que llamamos
biodiversidad. En vez de la «supervivencia de los más aptos» lo que ha
habido a lo largo de la historia natural del planeta es un incremento de
la complejidad y biodiversidad, como ya dije anteriormente, zancadas
evolutivas desde las células procariotas a las eucariotas, de los seres
unicelulares a los pluricelulares, y de estos a las sociedades y los
ecosistemas que conforman nuestra biosfera. Para ello fue necesaria una
cierta coordinación y cooperación, la lucha y la competencia son
inútiles. Aunque en nuestra sociedad exista la explotación, el crimen y
la violencia, lo que hace que se ponga en marcha es justo lo contrario.
Aunque el pez grande se coma al chico, la unión hace la fuerza… ¡Qué
razón tenía el viejo camarada ruso!
¡Kropotkin tenía razón!