sábado, 31 de agosto de 2013

¿Libertad contraria a la seguridad?

Por JESÚS GÓMEZ CALVO

Han pasado ya tres meses desde que nos dejó, y buscando en el 'baúl de los recuerdos' encuentro este texto suyo incompleto que estaba preparando... En su recuerdo y como homenaje a él, lo pongo.

Los conceptos «libertad» y «seguridad» no son antagónicos ni excluyentes, sino complementarios. Lo uno precisa de lo otro, la seguridad es la conditio sine qua non de la libertad. Si no hay seguridad no hay libertad. El concepto «libertad» se puede definir de dos formas: interpretaciones negativa y positiva.

La dimensión negativa de la libertad, o «libertad de», consiste en la eliminación de todo tipo de situaciones desagradables o restrictivas en las que se desenvuelve la existencia de un individuo, como por ejemplo agresiones físicas, torturas, malos tratos, hambre o la amenaza de lo mismo, todo tipo de dolores y sufrimientos,…

La otra dimensión es la que se podía denominar «libertad para», para hacer todo aquello que nos proporciona cualquier tipo de gratificación inmediata o a largo plazo.

El concepto de «seguridad» se refiere a la posibilidad de eliminar o mitigar una situación desagradable, como el hambre, una agresión,… a través de la protección (física, económica,…). Concepto cuya definición se asemeja totalmente al de la «libertad de».


domingo, 25 de agosto de 2013

El pensamiento libertario de Thoreau


JUAN CLAUDIO ACINAS

Entre las distintas definiciones que podemos dar del pensamiento libertario hay una que tiende a identificarlo con un aprecio tan grande hacia la igual libertad de las personas que sólo es comparable con el mismo recelo que le inspira cualquier forma de poder. Se trata de una definición que, por ello, concibe a esta ideología —que, según Emma Goldman, representa «la filosofía de la soberanía del individuo»— como una radicalización de lo mejor del liberalismo clásico. Una doctrina ésta (pensemos en Kant, Humboldt, Mill o Tocqueville) que prefirió anteponer la libertad con sus agitaciones y tormentas al despotismo en medio de la apatía y la indiferencia general, y que, frente a los peligros de cualquier poder ilimitado, se caracterizó por su defensa de los valores de la diversidad, la tolerancia y la autodeterminación de la voluntad moral. No es extraño, entonces, que un autor contemporáneo, Alan John Simmons[1], haya justificado su propuesta de un anarquismo filosófico en deuda con dicha tradición liberal, como una posición intermedia entre, en este caso, el voluntarismo político de John Locke y el escepticismo realista de David Hume. En la idea que tal anarquismo equivale a un punto de vista que, con Locke en contra de Hume, supone que, normativamente, el consentimiento político —al que conviene no confundir con mera aquiescencia o pasiva conformidad— es necesario para vincular a los ciudadanos a su respectiva comunidad y a sus gobiernos, pero que, con Hume en contra de Locke, entiende que, en un plano descriptivo, poca gente o nadie en los Estados que conocemos ha hecho algo que se pueda interpretar como que ha consentido realmente. En coherencia, al tirar de esa hebra, se concluye que, hasta ahora, no ha habido ni hay Estados moralmente legítimos. Es decir, que los gobiernos de nuestros días, al margen de su mayor o menor bondad, carecen de derecho legítimo para imponer sus leyes y políticas, carecen de auctoritas, y, por ello, los ciudadanos no tienen obligación moral de obedecerlos, ya que el vínculo entre ambos no se funda en una relación de genuina voluntariedad. Esto es, dicho vínculo no se basa en una respuesta consciente, inequívoca e intencional —tan importante de dar incluso cuando sólo se expresa tácitamente— a una situación política de clara y libre elección. Porque ¿quiénes han elegido los Estados donde viven?, ¿quiénes han elegido un Estado para vivir? A partir de un enfoque como éste quizá sea más sencillo apreciar la parte visible de la disidencia que, a mediados del siglo XIX, protagonizara Henry D. Thoreau. Una disidencia que apareció públicamente como una decidida negativa a pagar el impuesto con que se sufragaba a un Estado que protegía la institución de la esclavitud y que agredía a México para apropiarse de sus tierras. A raíz de lo cual, con el fin de dar cuenta y razón del porqué de su comportamiento, nos encontramos en su obra y, especialmente, en Civil Disobedience —un texto que, gracias a Gandhi y Martin Luther King, tanta influencia habría de tener en los movimientos de resistencia no violenta—, con algunas de las páginas más hermosas que en defensa del fuero moral del individuo se han escrito jamás. Así, frente a la costumbre servil de buscar siempre una ley a la que obedecer, Thoreau nos insta a no delegar nuestra conciencia ni por un momento ni en el menor grado en el legislador, a no cultivar el respeto por la ley sino por la justicia, a no asumir ninguna otra obligación que la de hacer en cada momento lo que creemos en conciencia que es nuestro deber. Porque, declara, «la ley nunca hizo a los hombres un punto más justos, y, gracias al respecto que se le tiene, hasta hombres bien dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia».

De ahí que, en cualquier circunstancia, su principal preocupación era no dejar la justicia en manos del azar, ni prestarse a cometer el mismo mal que condenaba. Por el contrario, ante el peligro de complicidad, su consejo era: «Haz que tu vida sea una contrafricción para detener la máquina».Y de ahí que, frente a cualquier práctica coactiva, advirtiera también que el verdadero valor de la libertad política no es otro que el de hacer posible la libertad moral. Y, con ello, al plantear en toda su radicalidad ese principium individualis, lo que hizo fue negar tanto cualquier clase de pretensión ética a favor del deber de obediencia a las leyes del Estado, como cuestionar asimismo la creencia de que ese supuesto deber u obligación sea algo por completo imprescindible para la existencia del orden social, para el buen vivir en el seno de una comunidad[2]. En consecuencia, Thoreau, en sintonía con lo que ya vimos a propósito de Locke y Hume, consideraba que ninguna autoridad política puede forzar nuestra conciencia, ni tener más derechos sobre nuestras personas que los que nosotros mismos le concedamos. ¿Por qué debemos pagar al Estado por una protección que no deseamos? De modo que al único gobierno que estaba dispuesto aceptar es aquel que, de verdad, respete al individuo, que reconozca a éste como un poder independiente y superior del cual deriva toda su autoridad y legitimación, y que, por tanto, tenga como fundamento irrenunciable la sanción y el consentimiento de los gobernados. Y esto sin que tal creencia le impidiera reiterar que todos los gobiernos existentes son esencialmente conservadores, que el gobierno más libre es el que más deja en paz a quienes gobierna y que, en última instancia, el Estado tendría que parecerse a un árbol de la misma manera que los ciudadanos podrían compararse con sus frutos. Porque, cuando éstos maduran, caen del árbol, se separan y son capaces de vivir a distancia, sin que aquél, a pesar de no entenderlos, tenga necesidad de entrometerse ni obligación de sitiarlos. Algo que, en realidad, sólo podía significar que «el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto». Pues la situación ideal más que una donde todos gobiernen sería otra en la que no haya necesidad de lo que lo haga ninguno, en la que cada cuál solamente se gobierne a sí mismo.


Ahora bien, todo eso no era más que la punta de un iceberg discursivo, poco sistemático pero de talante libertario, que se manifiesta, por ejemplo, en la escasa estima que sentía hacia la prensa («No leáis el Times, leed el Eternities»), hacia las instituciones burocráticas (obstáculos externos, «voluntades de los muertos», que, como las nueces hueras, «sólo sirven para pincharse los dedos»), hacia los reformadores (quienes «te rozan continuamente con las mejillas grasientas de su amabilidad») o hacia las maneras normales de hacer y entender la política («son infrahumanas», «¡benditos los jóvenes porque nunca leen los mensajes del Presidente!»). De hecho, como se ha apuntado en ocasiones[3], su respuesta «política» fue fundamentalmente antipolítica, más interesada en abolir viejas instituciones que en establecer alguna nueva, más preocupada por el individuo que por los grupos, por los principios que por los compromisos, por la virtud que por los votos, consciente de que la libertad no consiste tanto en tener un gobernante justo como en no tener ninguno.

A ese respecto, es preciso advertir, de acuerdo con James Mackaye, que Thoreau no sólo enfatizó «la libertad del individuo respecto a la coerción originada en la voluntad de otros individuos», como ocurre con la esclavitud o la que procede del despotismo de Estado, o la encarnada en muchas instituciones y costumbres de la sociedad, sino que, como resultado de su convicción en las virtudes de un modo de vida más simple, que armonizara mejor con el gran pulso de la naturaleza, abogó también por «la libertad respecto a la coerción originada por nuestras propias necesidades»[4], por las servidumbres de nuestra inmediata comodidad material. Lo que, dada su opinión de que nada empobrece más que la riqueza, que somos ricos según el número de cosas de las que podamos prescindir, le llevó, un 4 de julio de 1845, a celebrar su propia independencia espiritual yéndose a vivir a una cabaña autoconstruida a orillas de la laguna de Walden, donde, sin desligarse de amigos ni vecinos, pasó dos años y dos meses con el objeto de «hacer frente sólo a los hechos esenciales de la vida». A la vez que, por aquella misma época, llegó a simpatizar más de lo que normalmente se suele admitir, con el Brook Farm Institute of Agriculture and Education, en Roxbury, un proyecto comunitario inspirado en principios del círculo transcendentalista y que adaptó algunas de las teorías del socialismo utópico de Charles Fourier[5]. En este sentido, para valorar el pensamiento de Thoreau, hemos de tener presente que sus demandas de simplificación y autosuficiencia se originan justamente en medio de una sociedad que dejó de basarse en una agricultura colonial para transformarse en un nuevo orden comercial e industrial acorde con las primeras etapas del capitalismo moderno. Esta fue una abrupta transformación ecosocial que, entre otras consecuencias, trajo consigo la tendencia a favorecer también una enorme libertad individual. Pero, eso sí, una libertad que, al mismo tiempo, quedaba restringida por la búsqueda egoísta de intereses exclusivamente privados, cercenada por un amor desmesurado a la propiedad, al bienestar material y al dinero. Lo cual hizo que Thoreau, en momentos en que las consecuencias de tales hábitos resultaban menos obvias que en la actualidad, rechazara, por un lado, «el sistema industrial porque significaba la explotación de los demás», incluida la naturaleza, y, por otro, negara «el culto al éxito y al credo puritano del trabajo incansable porque significaba la explotación de uno mismo»[6]. En este contexto, precisamente, es donde hay que situar las palabras de Thoreau cuando escribió: «Lo que la mayor parte de mis convecinos consideran bueno, en lo hondo de mi alma yo lo tengo por malo; y si de algo he de arrepentirme puede que sea de mi buen comportamiento».

Es en estas circunstancias, entonces, donde su postura disidente adquiere toda su dimensión. Una postura inconformista que, tras vincularla con la de Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman, ha sido llamada individualidad democrática (aunque quizá habría que decir ética o libertaria), y a la que se caracteriza como una individualidad negativa, dispuesta a desafiar las convenciones absurdas y desobedecer las leyes arbitrarias («¿qué supone ser libres respecto al rey George y seguir siendo esclavos del rey Prejuicio?»), positiva, empeñada en un camino de crecimiento intelectual, de experimentación personal, de autodesarrollo interior («hazte experto en cosmografía propia»), y transpersonal, solidaria y preocupada por ir más allá de un mezquino egoísmo o una hueca filantropía («si he arrebatado injustamente una tabla a un náufrago, debo devolvérsela aunque yo mismo me ahogue»)[7]. Esto es, una postura que, evidentemente, desea un cambio social y cultural del mundo en que vivimos, pero que exige una reforma moral de nosotros mismos, de nuestro propio yo interior, antes que nada. «El destino de un país —escribió— no depende de cómo se vote en las elecciones, el peor hombre vale tanto como el mejor en este juego; no depende de la papeleta que introduzcas en las urnas de vez en cuando, sino del hombre que echas de tu cuarto a la calle cada mañana».

Al respecto conviene notar que lo peculiar de la reforma que él demanda no gira tanto sobre la tradición del antiguo comunitarismo republicano como sobre el contenido sustantivo de la idea de libertad negativa tan afín a sus contemporáneos. En suma, esa es su queja cuando afirma que «en nuestros días los hombres llevan una gorra de estúpido y la llaman una gorra de libertad», o su lamento tras observar que la mayoría de ellos posponen su vida a algunos negocios triviales mientras «piensan estúpidamente que pueden abusar de ella y malgastarla como les plazca y cuando consigan el paraíso dar la vuelta a una nueva página». Todo lo que tienen es tan sólo lo que han comprado. La disidencia de Thoreau, por ello, no se limita únicamente a no cooperar con un gobierno que perpetúa la esclavitud y declara la guerra a México. Más profundo y de mayor alcance es el rechazo radical a esa cuestionable libertad de vender, comprar y consumir que, bajo el espejismo de la adquisición de riquezas superfluas, corrompe y encadena a los seres humanos a su propia codicia, les transforma en «herramientas de sus herramientas», en esclavos de su ansia compulsiva de fortuna, como los buscadores de oro —«el gran desastre de la humanidad»—, o como quienes especulan mientras pierden en la transacción lo mejor de sus personas. «He aprendido —leemos en Walden— que el comercio maldice todas las cosas que toca; y aunque comerciéis con mensajes del cielo, la maldición de aquél acompañará el negocio». Y es que, añade más adelante, «no hace falta dinero para comprar lo que necesita el alma».

Es aquí, por tanto, en el mismo núcleo de esta sociedad capitalista de mercado, cuyos adelantos «no son sino medios mejores para llegar a un fin que no ha mejorado», aquí, en una sociedad que sólo amontona sucias instituciones y genera necesidades ficticias, empezando por la de consumir, donde se encierra el peligro más grave para una vida auténticamente libre y sencilla, creativa, valiosa e independiente. Es necesario romper el hechizo, «no montamos en tren, éste marcha a nuestra costa». De modo que el progreso técnico no sólo no conduce al progreso moral, sino que muchas veces lo que hace es frenarlo, obstaculizarlo, avanzar en una dirección contraria, hacia una barbarie de nuevo tipo, industrializada, tecnocrática, mecanizada. Por eso, para Thoreau, «los caminos por los que se consigue dinero, casi sin excepción, nos empequeñecen». Y por eso nos propone que, como Ulises atado al mástil, hagamos oídos sordos y miremos con desdén hacia cualquier otra parte. Porque, asegura, «no hay nada, ni tan siquiera el crimen, más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que este incesante trabajar», nada más vacío que esta sed insaciable de lujos enervantes, que esta triste obsesión por hacer un buen negocio. Hasta tal punto, por tanto, como podemos comprobar, el individualismo posesivo, que no concibe fin más noble que la acumulación ilimitada de propiedad, se encuentra lejos, muy lejos, de los principios que inspiran al individualismo libertario, deseoso de «extraer su miel de la flor del mundo» y, sobre todo, preocupado por reafirmar la humana dignidad. En cuyo afán, Thoreau sintió la inmensa serenidad de una conciencia limpia entreverada con el feliz orgullo de quienes, como dijera W. B. Yeats, nunca se han dejado atar a ningún dogma ni aprisionar por los dulces reclamos del Estado.

Archipiélago
Cuadernos de crítica de la cultura

Nº 61 (JULIO 2004).



NOTAS:

[1] Cf. A. J. Simmons, On the Edge of Anarchy. Locke, Consent, and the Limits of Society, Princenton N.J., Princenton University Press, 1993.

[2] J. Muguerza —en «La obediencia al Derecho y el imperativo de la disidencia. (Una intrusión en un debate)», Sistema, nº 70, 1986, pp. 27-40— vinculó a Thoreau, tras cuya pista nos puso a muchos, con la desobediencia ética que entre nosotros justificara F. González Vicén. Para quien, como es sabido, «mientras que no hay un fundamento ético para la obediencia al Derecho, sí que hay un fundamento ético absoluto para su desobediencia». Una postura ésta a la que C. Gans —Philosophical Anarchism and Political Disobedience, Cambridge, University Cambridge Press, 1992— ha calificado también, aunque desde una posición contraria, como «anarquismo filosófico».

[3] Cf. W. Harding y M. Meyer, The New Thoreau Handbook, New York, New York University Press, 1980, pp. 134 y 137.

[4] Cf. J. Mackaye en la introducción a su selección Thoreau, Philosopher of Freedom: Writings on Liberty, New York, The Vanguard Press, 1930, p. vii-xvi.

[5] Según L. Newman —en «Thoreau’s Natural Community and Utopian Socialism», American Literature, vol. 75, nº 3, 2003, pp. 515-545— las diferencias de Thoreau con Brook Farm no estaban relacionadas con el proyecto en sí mismo, con el hecho de que fuera comunal, sino con que, poco a poco, parecía estar destinado a convertirse en una empresa como otra cualquiera, dependiente del tipo de esfuerzo que requería capitular, con su sórdido libro de cuentas, ante las demandas irracionales del mercado.

[6] M. Lerner, «Thoreau: No Hermit» (1939), en S. Paul (ed.), Thoreau. A Collection of Critical Essays, Englewood Cliff, N.J., Prentice-Hall, 1962, pp. 20-21.

[7] Cf. G. Kateb, «Democratic Individuality and the Claims of Politics», Political Theory, vol. 12, nº 3, 1984, pp. 331-360. En cuanto a poner nombre a la actitud de Thoreau, M. Steger —«Mahatma Gandhi and the Anarchist Legacy of Henry David Thoreau», Southern Humanities Review, vol. 27, nº 3, 1993, pp. 201-215— ha empleado la expresión «anarquismo estoico» para referirse a tres ideales de Thoreau que, en la estela de Zenón de Citio y Crisipo de Soli, influyeron en Gandhi, o reforzaron lo que ya pensaba. A saber, la creencia en que existe una ley superior a las leyes jurídicas, que esta ley superior se manifiesta por sí misma en la conciencia del individuo y eclipsa cualquier forma de organización estatal y, junto con eso, que es necesaria una simplificación de la vida guiada por una decidida resolución de alcanzar la autosuficiencia.

viernes, 23 de agosto de 2013

Esclavitud a la española


Los nacidos en la generación de la posguerra sufrimos en nuestras carnes sus duras consecuencias. Mi generación, con mucho esfuerzo y en silencio, se fue abriendo camino, a pesar de las infinitas trabas. Creamos, con nuestro trabajo, riqueza para el país hasta encumbrarlo en lo más alto. Se nos exigió una norma de obligado cumplimiento, la de suscribirnos en la Seguridad Social, creada para «nuestro futuro sin sobresaltos». Pero la dicha en casa del humilde es efímera: los políticos corruptos nos la están desmontando poco a poco. Para que ellos puedan seguir con sus privilegios hay que recortar, y el recorte es para los jubilados como el que suscribe, con una mermada pensión congelada por ellos, con una insuficiencia renal crónica y, además, con incontinencia urinaria total. Por prescripción de mi urólogo, debo cambiarme el pañal de orina de noche cada seis horas. Pero desde que empezaron los recortes en la Seguridad Social sólo me recetan uno cada doce horas; el resto corre de mi cuenta, de modo que he de pagar en farmacia más de 100 euros, que he de restar de mi menguada pensión. Cosas como éstas y muchas más que se nos recortan a los pensionistas para que ellos sigan con sus privilegios se las debemos a nuestros 'políticos'.

ILDEFONSO GARCÍA MARTÍN
(Valladolid)


jueves, 22 de agosto de 2013

Defensa gasta este año 7.396 millones, un 24% más de lo presupuestado

El ministro de Defensa, Pedró Morenés.
La cuantía inicial de 5.937 millones se ha incrementado con dos créditos por 1.459 millones, la mayoría para armamento. Pese a la crisis, desde 2008 las dotaciones extraordinarias han sumado 9.125 millones, un 21% más del presupuesto oficial.


Ya se ha convertido en costumbre. Como viene ocurriendo en los últimos seis años, el pasado 27 de julio, en pleno arranque de las vacaciones de verano, el Gobierno ha aprobado por la vía expeditiva del real decreto la concesión de un crédito extraordinario «para atender al pago de obligaciones correspondientes a programas especiales de armamento y material» por 877,3 millones de euros. El importe, justificado por razones de «extraordinaria y urgente necesidad», se concede «al presupuesto del Ministerio de Defensa y se financiará con deuda pública», según se explica en el BOE.

La excepcionalidad de la medida queda en entredicho porque el pasado 30 de abril el Gobierno ya había autorizado un aumento del gasto en el presupuesto del Ministerio de Defensa por un importe de 582,3 millones de euros.

Con las dos decisiones el engorde de los dineros destinados al departamento encargado de organizar la actividad militar en España ha crecido en nueve meses un 24%. Así en los Presupuestos Generales del Estado para 2013 se le consignaron 5.937 millones, que sumados a los 1.459 millones de las dos partidas extraordinarias citadas, ascienden en total a 7.396 millones.

Seis años de 'extraordinarios'

Si echamos la vista atrás, el carácter excepcional de los créditos con los que desde 2008 se engorda de manera sistemática y en una cuantía media aproximada de 1.500 millones cada año, el presupuesto inicial del Ministerio de Defensa, comprobaremos que lejos de ser una mediada «urgente y extraordinaria», se ha convertido en una costumbre. Así, en el ejercicio 2008 en la ley de Presupuestos Generales del Estado se consignaban para el departamento 8.149 millones. Tras el correspondiente decreto veraniego esta cifra se aumentó hasta 9.810 millones. En 2009 la misma jugada; de 8.255 millones se pasó a 9.344 millones. En 2010 de 7.694 se subió a 8.715 millones. En el ultimo año del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, 2011, los 7.156 millones del presupuesto se convirtieron en 8.301 millones.

En 2012, y justificado en buena medida por una partida extraordinaria para el pago de armamento, el tradicional engorde de las cuentas de Defensa batió su récord al pasar de los 6.316 millones presupuestados a 9.066 millones.

Incluyendo en el cómputo las cifras apuntadas correspondientes a 2013, y a la espera de que antes de final de año no se produzcan nuevas sorpresas, durante los últimos seis años la cuantía total presupuestada para el Ministerio de Defensa fue de 43.507 millones. Sin embargo, tras la aprobación reiterada de partidas «extraordinarias» año tras año, la cantidad total gastada ha sido de 52.632 millones; esto es 9.125 millones de euros más o, lo que es lo mismo, un engorde del 21%. En el mismo período partidas como la sanidad, la educación o la investigación han sufrido recortes de hasta el 50% a causa de la crisis.

Dinero para armamento

La concesión del último crédito extraordinario por 877,3 millones el 27 de julio último para Defensa es justificada por el Gobierno «para atender al pago de obligaciones correspondientes a programas especiales de armamento y material». Estos programas «tanto por su volumen económico, complejidad industrial y tecnológica, suponen las más relevantes adquisiciones de sistemas de armas» que cubren «necesidades político-estratégicas, económicas, industriales y tecnológicas esenciales para la modernización de las Fuerzas Armadas».

Este río de millones a crédito se reparte del modo siguiente: 2,7 millones para la Fragata F100; 371,5 millones para el avión de combate EF-2000; 2,42 millones para el carro de combate Leopardo; 46,6 millones al nuevo avión de transporte militar A-400M; 88,2 millones para el helicóptero de combate Tigre; 28,2 millones para el buque BAC; 32,4 millones para el obús 155/52; 15 millones para el misil Taurus; 69,8 millones para la Fragata F-105, un millón para el buque BAM-1; 34,5 millones para el misil C/C Spyke; 75,19 millones para el helicóptero NH-90; 5,96 millones para los Nodos CIS de la UME y 10 millones para el helicóptero EC-135.

En la única oportunidad para intervenir en el Congreso de los Diputados, a causa de las vacaciones parlamentarias, el diputado Joan Baldovi de Compromís-Equo aseguró que «es escandaloso, inmoral que mientras se recortao en sanidad, en educación, en i+d+i, el presupuesto de Defensa siga engordando. Nos parece tramposo, falto de ética, que mezclen créditos para desempleados, con créditos para tanques, misiles y obuses».

sábado, 17 de agosto de 2013

Simpatizantes del PP agreden a un activista de izquierdas en Leganés

En consonancia con la oleada de demostraciones de apego al fascismo más rancio por parte de miembros de Nuevas Generaciones del PP de todo el Estado, ayer el municipio de Leganés vio como un vecino veterano y combativo fue agredido a la puerta de la caseta del Partido Popular en el transcurso de las fiestas municipales por simpatizantes de este partido



Según hemos podido conocer de mano del propio agredido, el pasado jueves 15 de Agosto un grupo de media docena de personas que surgieron de la caseta de fiestas del PP, agredieron y se ensañaron con Luis G., veterano activista de los movimientos sociales de la localidad, que se encontraba poniendo carteles denunciando el caciquismo en la concesión de las casetas de las fiestas de la localidad de Leganés y que se caracteriza por ser un monopolio de los partidos con representación institucional en el municipio. De acuerdo a fuentes cercanas a Luis, éste se encontraba «colocando unos cartelitos de denuncia de la subcontratación de las casetas del PP, PSOE e IU a sus amiguetes de empresas privadas». Desde hace ya algunos años en toda la zona sur de Madrid, y en otras comarcas de la comunidad, se ha estado expulsando cuidadosamente a todos los colectivos independientes de izquierdas y a los movimientos sociales de las fiestas municipales con el fin de evitar de este modo su autogestión y la posibilidad de estar junto a sus vecinas y vecinos. De este modo, ya se han realizado denuncias similares en Alcorcón y en Móstoles.


Luis y su acompañante se vieron rodeados por 6 personas que desde un primer instante se mostraron con actitud violenta. Varios de los cuales no dudaron en realizar el saludo fascista mientras proferían insultos del tipo de «rojo de mierda» y procedían a golpear salvajemente a Luis. Finalmente, éste tuvo que ser atendido en el hospital con fuertes golpes en el ojo derecho, pecho y piernas. Diversas asambleas de la Zona Sur están estudiando posibles acciones de protesta, además de las debidas denuncias judiciales y una primera acción ha sido convocada a través de las redes sociales. Se llama a protestar el domingo 18 de agosto a las 20h. ante la caseta del PP de Leganés situada en el Recinto Ferial.

Está agresión fascista de miembros del PP de Leganés, la misma agrupación que declaraba, en boca de su presidente, «… que habría que desposeer de sus hijos a los comunistas», se suma a los recientes escándalos protagonizados por más miembros de este partido ultraconservador como la burla de miembros de Nuevas Generaciones del PP de Castilla La Mancha a un abuelo preferentista, la apología del holocausto nazi hecha en una plaza de toros de Pinto o el saludo fascista del presidente de NNGG de Xátiva.

Está gente es la que lleva el timón del barco. Más nos vale hacerles naufragar.

Gabriel Ortega

jueves, 15 de agosto de 2013

Sobre el porqué del genocidio armenio


MICHAEL MANN

Durante el siglo XIX, cada derrota turco-otomana en Europa tenía como resultado éxodos en masa y numerosos asesinatos de musulmanes. El capítulo final llegó durante las guerras balcánicas de 1912, con medio millón de súbditos otomanos cristianos huyendo hacia el norte y puede que un número aproximado de musulmanes huyendo hacia el sur, ambos por temor a las represalias, dado que se les identificaba con el enemigo de guerra. El nacionalismo orgánico, acompañado por un estatalismo creciente, se estaba intensificando. Pero la Gran Guerra (1914-1918) lo llevó hasta el genocidio efectivo, en el cual estos refugiados jugaron un papel desproporcionado.

La guerra también trajo consigo el genocidio a gran escala. Las matanzas de armenios a manos de los turcos en 1915 no deberían considerarse como algo marginal con relación a Europa, cometido en el seno de una civilización islámica atrasada o «bárbara». Fueron cometidas por un Estado laico modernizador, es más, un actor principal en la política de poder europea, comprometido con los ideales europeos más avanzados. Así pues, trataré el caso con cierto detenimiento.

El número de víctimas superó el millón, entre el 50 y el 70 por 100 del total de armenios en tierras turcas. Si la cifra fue un poco más baja que el porcentaje de víctimas judías en la «Solución Final», fue principalmente porque un mayor número de armenios pudo huir a países neutrales: 350.000 de ellos consiguieron llegar a Europa, constituyendo el mayor grupo de refugiados de la guerra. La decisión genocida fue tomada por el Comité de Unión y Progreso (CUP), la máxima instancia del gobierno ittihadista (Jóvenes Turcos). Las órdenes fueron transmitidas por medio de gobernadores ittihadistas y comandantes de grupos del ejército de confianza a las autoridades civiles, policiales y militares locales. En todos los niveles hubo funcionarios que se negaron a acatarlas. En la mayoría de los casos conocidos fueron destituidos y reemplazados por hombres especialmente seleccionados por el CUP. Los funcionarios indecisos, deseando proteger su carrera, se sometieron a la disciplina en el acto. Junto a las administraciones civiles y militares oficiales, actuaba un tercer organismo genocida, la famosa «Organización Especial», que constaba con 30.000 miembros. Sus oficiales, aunque no los soldados rasos, habían sido especialmente seleccionados por su compromiso con los objetivos de limpieza ittihadista.


El núcleo del movimiento ittihadista estaba compuesto por jóvenes oficiales del ejército y profesionales urbanos, especialmente médicos, propugnadores de objetivos modernizadores, que dirigían la misma operación política que estaba teniendo lugar en media Europa. (El número de refugiados europeos también era considerable.) Habían derrocado al régimen otomano de Abdul-Hamid en 1909 en nombre de la democracia, aunque sin ser explícitos sobre el tipo de democracia que pretendían instaurar. Una vez en el gobierno, intensificaron rápidamente el nacionalismo orgánico que ya estaba creciendo en el seno de su movimiento, puesto que deseaban repudiar lo que ellos denunciaban como el «atrasado», multiétnico y multirreligioso Imperio otomano. Aunque veían en el precepto islámico de la Yihad (batalla o guerra santa) una oportuna fuerza de movilización de masas, concebían la identidad de su nación más en términos étnicos que islámicos. Para ellos, su pueblo era «turanio», lo cual hacia referencia a la población de habla turca que ocupaba las tierras que se extendían desde Turquía hacia el este, adentrándose en Asia central —se trataba de los supuestos descendientes de los grandes conquistadores Atila, Gengis y Tamerlán. ¡Resulta impresionante el parecido que se da aquí con los mitos históricos de la media docena de nacionalismos orgánicos europeos de la época! De hecho, había un rival europeo que reivindicaba ser heredero de este mismo manto «turanio»: el movimiento fascista húngaro. Los ittihadistas querían refundar un imperio recientemente destruido por los poderes europeos, reorientándolo hacia Asia occidental.

Los ittihadistas veían en los armenios un obstáculo en su camino hacia esta meta. Dado que los turcos habían perdido sus tierras cristianas, los armenios eran ahora la minoría cristiana más numerosa que quedaba, claramente vinculada a los europeos que habían conquistado a los turcos otomanos. Sus comunidades principales estaban al este del país, amenazadoramente a caballo de las líneas de comunicación con el resto del pueblo turanio. En tanto que cristianos ortodoxos orientales, contaban con la protección externa de Rusia y algunos armenios estaban apoyando de hecho a los rusos, quienes, a cambio, les prometían un Estado. Todas estas características parecían hacerles cómplices de los enemigos de la nación orgánica turania. En realidad, lo que desencadenó las verdaderas masacres fue la desastrosa derrota del ejército de Enver Pachá, enviado al Cáucaso contra los rusos en 1915. Los armenios se convirtieron en los chivos expiatorios y, bajo condiciones de guerra, ni la Entente occidental ni Rusia pudieron protegerles. En ese sentido, su estatus de «enemigos amenazadores» del Estado-nación orgánico se parece extraordinariamente al de los judíos. Merece la pena preguntar por qué fueron los armenios, en lugar de los griegos, los judíos o los kurdos, los que cargaron con la peor parte de la furia turca. La respuesta parece estar en el hecho de que los griegos y los judíos estaban protegidos por potencias extranjeras, especialmente por el poderoso aliado alemán, mientras que los kurdos se les consideraba demasiado «primitivos» para ser verdaderamente amenazadores: eran candidatos a la integración forzosa, pero no a la limpieza homicida. En este sentido, por tanto, la «Solución Final» judía no fue única, sino el peor acontecimiento de una secuencia, iniciada en 1915, de genocidios perpetrados por el estatalismo nacional orgánico moderno.


«La cara oculta de la democracia: la limpieza étnica
y política como tradición moderna» 
 (Febrero 2000) 


martes, 13 de agosto de 2013

El águila devoradora de hombres fue real


Científicos confirman la veracidad de una vieja leyenda maorí sobre la existencia, en Nueva Zelanda, del Te Hokioi, un ave gigantesca capaz de precipitarse sobre un niño y llevárselo

(4-6-2013)

Un equipo de investigadores de la universidad australiana de Nueva Gales del Sur acaba de publicar un estudio que confirma la veracidad de una vieja leyenda maorí sobre la existencia, en Nueva Zelanda, de un águila gigantesca y devoradora de hombres. La investigación aparece esta semana en The Journal of Vertebrate Paleontology.

La llamaban Te Hokioi, se extinguió hace cerca de 1.000 años y fue un depredador terrible. Era de color blanco y negro, con una cresta roja sobre su cabeza y las puntas de las alas teñidas de amarillo y verde. Esa es la descripción que Sir George Gray, uno de los primeros gobernadores de Nueva Zelanda, hizo del águila mayor que jamás haya existido. Los maoríes la respetaban y temían. Viejas leyendas transmitidas oralmente hablan de raptos de seres humanos y en el país abundan las pinturas del depredador en rocas y cuevas. Ahora, y tras una nueva y extensa investigación, los científicos creen que no se trata solo de una simple leyenda.

Su nombre científico es Harpagornis moorei y sus restos fueron descubiertos por primera vez en un pantano neozelandés por Juluis von Haast en 1870, motivo por el cual también se la conoce como «Águila de Haast». Sin embargo, por aquel entonces se pensó que se trataba de un carroñero, ya que su estructura ósea recordaba a la de un buitre, con capuchones sobre las fosas nasales para que la carne no obturase sus vías respiratorias mientras se alimentaba.

«Una máquina de matar»

Pero un nuevo examen de los restos con las técnicas más modernas ha arrojado resultados bien distintos. Y eso fue lo que hizo un grupo de investigadores del Museo de Canterbury y de la Universidad de Nueva Gales del Sur. Las conclusiones fueron contundentes. El águila de Haast podía asestar golpes mortales a presas mucho mayores que ella, precipitándose desde el aire sobre sus víctimas a una velocidad superior a los 80 km. por hora.

La envergadura del depredador, con las alas abiertas, era superior a los tres metros, y su peso de unos 18 kg. Las hembras, mayores que los machos, doblaban en tamaño a las mayor de las águilas actuales. Y poseían unas garras mayores que las de un tigre. «Sin duda era capaz de precipitarse sobre un niño y llevárselo», afirma Paul Scofield, responsable de zoología de vertebrados del Museo de Canterbury. «Y no solo tenía la habilidad de atacar con sus garras, sino que podía juntarlas y atravesar con ellas objetos sólidos, como una pelvis. Su diseño era el de una máquina de matar».


Su presa preferida era el moa, un ave no voladora que habitaba en Nueva Zelanda y que podía llegar a los 250 kg. de peso y tener una altura de más de dos metros y medio. «En muchos yacimientos —asegura Scofield— los huesos de los moa muestran signos de haber sido atacados por estas águilas».

En cuanto a zoología se refiere, Nueva Zelanda es un lugar único en el mundo. De hecho, no existen mamíferos naturales de esas tierras, ya que quedaron aisladas del resto de los continentes durante el Cretácico, hace más de 65 millones de años. Por eso, las aves ocuparon los nichos que en otros lugares pertenecen a los grandes mamíferos como los ciervos y los bóvidos. «El águila de Haast —explica Scofield— no fue solo el equivalente a un ave depredadora gigante. Fue el equivalente a un león».

Se cree que estas rapaces gigantes se extinguieron hace cerca de mil años, tras la llegada de los humanos, que exterminaron a los moas. Los restos del águila de Haast son muy raros, porque nunca hubo muchas. Sólo existieron en la isla sur de Nueva Zelanda y se cree que en ningún momento llegó a haber más de mil parejas al mismo tiempo.

sábado, 10 de agosto de 2013

Vista de los animales: ¿cómo ven un gato, un perro, un halcón o una rata?

(EL HUFFINGTON POST)

Un experimento permite ver París cómo la vería un gato, un perro o una abeja. Con tecnología 3D y el asesoramiento de expertos en visión animal, un proyecto permite ver la ciudad de la luz con los ojos de varios animales. Es un entretenimiento pero muestra una realidad y un punto de vista muy diferentes a la humana.

Las empresas francesas Dassault Systèmes y Current acaban de presentar el proyecto Todos los ojos en París (All Eyes on Paris). Se trata de una experiencia realista que, con ayuda de la tecnología 3D, permite ver a niños y adultos través de los ojos de los animales la plaza de Vendôme de la capital fransea mediante una página web interactiva.

Los principales monumentos de París, sus calles más famosas y sus gentes, pueden ser contemplados igual que lo haría un gato, un perro, una abeja, un halcón y hasta una rata. Los creadores de la experiencia, que forma parte del festival Futur en Seine, prometen añadir más animales a la lista y más localizaciones de la ciudad.

Dassault Systèmes pone su plataforma 3DEXPERIENCE de modelado 3D, simulación y serious games. Current, especializada en transmedia, aporta el universo inmersivo y tres veterinarios oftalmólogos sus conocimientos para que Todos los ojos en París recree de forma fiel la visión animal.

Los humanos vemos de forma muy diferente a como ven las distintas especies animales. Nuestra visión tiene algunas ventajas respecto a la de otros animales, pero también limitaciones que no sufren otras especies. Mientras el ojo humano cuenta con elementos como la mácula lútea o la fóvea que le permiten ver con una gran agudeza y detalle, los gatos, que carecen de ambos elementos, ven la realidad con trazos muy gruesos. En cambio, su ángulo de visión es muy superior al humano.

La experiencia permite pasear por París y verla con otro color. Los ojos humanos son tricrómatas, perciben los tres colores básicos, rojo, azul y verde y, combinándolos, reproducen la realidad. Pero, gatos y perros son dicrómatas, no captan el rojo. Peor lo tienen las ratas. Además de que ven el mundo desde muy abajo, sólo lo hacen en blanco y negro. Encima, son miopes, más allá de unos cuantos centímetros todo es borroso.

VISTA ADAPTADA A LA OSCURIDAD

Sin embargo, no hay una visión peor que otra. La evolución ha adaptado la de cada uno a sus necesidades. Aunque las ratas vean mal a corto, tienen una gran visión nocturna. Gatos y perros comparten una membrana reflectiva que, en la noche, les permite absorber cinco veces más cantidad de luz que la que puede captar el ojo humano.

Hay dos animales en el experimento que, además, ven mejor que los humanos en casi todos los aspectos. El halcón, que también es tricrómata, tiene una doble fóvea que hace que vea el paisaje y a sus presas con una nitidez que nunca tendrá el ojo humano.

Pero quien debe disfrutar más de París son las abejas. Sus ojos son en realidad unos ojos compuestos formados por centenares de omatidios, unas células fotorreceptoras. Cada una recibe parte de la imagen que después une formando un collage. También son tricrómatas pero en vez de percibir el rojo, captan parte del espectro ultravioleta que escapa al ser humano. Por eso ver París como una abeja es casi cómo verla como lo hacían los impresionistas.


sábado, 3 de agosto de 2013

Sobre el accidente de Compostela y sus carroñeros

30/07/2013

UN MAQUINISTA FERROVIARIO

Llevo varios días intentando esquivar la prensa, la radio y la televisión. La gente cercana hace llegar a mis oídos suficientes titulares aberrantes y noticias calumniosas como para que desee acercarme a comprobar en profundidad el tratamiento que de la noticia se ha hecho.

Afortunadamente encuentro en las redes (cómo no) la contrapartida a la información basura que desde las élites han elaborado para proteger con celo la imagen de las empresas en cuestión: Renfe Operadora y Adif. Sus propios presidentes, en un gesto tremendamente asqueroso, hablaron pronto a los medios para reforzar la idea de que el maquinista es poco menos que un psicópata asesino. No le conocen y como aquel personaje del celuloide dijo, «no es nada personal, son los negocios».

Por encima de que el trabajador cometa o no un error, tenga un despiste o falle en su cometido por cualquier otra razón, hay varias preguntas que tienen obligación de responder los verdaderos responsables de los 80 muertos de Compostela: ¿existían medios técnicos para haberse evitado?, ¿por qué no los usaron?, ¿qué otras averías con riesgo de accidente se han producido en los últimos meses?, ¿qué medidas de seguridad han tomado?

La miopía con la que se actúa habitualmente ha hecho que mucha gente centre su rabia en la responsabilidad del maquinista, pero no se da cuenta de que mientras hagan eso están dejando escapar la posibilidad de evitar accidentes futuros de igual o mayor gravedad. La colocación de una baliza de ASFA (sistema que lleva funcionando más de 30 años y bastante más barato que el ERTMS) de velocidad limitada hubiese impedido al maquinista mantener esa velocidad. Pero no se instaló. Ni ERTMS ni ASFA encarando un descenso de velocidad de más de 100 km/h. Si el ahorrarse unos miserables euros, que son calderilla en el presupuesto total de la línea, no ha sido el motivo que me expliquen cuál es. Hay varios sitios más donde la línea de alta velocidad no tiene en todo su trazado el sistema que le permite alcanzar velocidades superiores a 200 km/h, y los maquinistas nos vemos obligados a cambiar de ERTMS (alta velocidad) a ASFA a 4 o 5 kilómetros de la entrada a una ciudad con la consiguiente reducción drástica de velocidad. Valladolid o Alicante son ejemplos similares a la entrada a Compostela. ¿Cuál es el motivo por el que se deja durante años sin completar hasta la ciudad la instalación del sistema ERTMS que impide en todo momento alcanzar más velocidad de la permitida en cada punto? Escuché en la radio la estupidez de que no se hacía porque ya iba el maquinista frenando por la proximidad de la estación. En Segovia, Cuenca, Albacete, Valencia y otras muchas ciudades el sistema está instalado totalmente. Entonces, ¿cuál puede ser la razón en el caso de Compostela como en el de Valladolid o Alicante? De nuevo la sombra de los balances de resultados es alargada.

Pero, ¿es el accidente de Compostela un hecho aislado en una infraestructura y unos vehículos con un alto grado de seguridad y mantenimiento? Si atendemos a la realidad que construyen los medios de comunicación seguramente. Si consultamos la hemeroteca y nos preguntan a quienes trabajamos en el ferrocarril la respuesta será la contraria. Ninguno hemos visto al presidente de ADIF salir en televisión conmovido dando no sólo el pésame sino las disculpas por la muerte de J.R.V.G. (la prensa no daba el nombre como ahora) en Arévalo el 26 de marzo de 2010 (EL NORTE DE CASTILLA, 26/03/2010).

Foto del accidente de Arévalo del 26/03/2010
Nadie entonces (afortunadamente) fue a detener a los responsables de manipular las señales que provocaron la trampa mortal en la que cayó el compañero. Pero entonces no tenían que temer un cuestionamiento de la reducción en personal y mantenimiento por parte de ADIF puesto que la vía era convencional.

Otro gallo fue el susto de hace unos pocos meses en la línea Madrid-Cádiz donde una puerta del tren salió literalmente volando en un tren que alcanza los 250 km/h (EL MUNDO, 08/04/2013). En este caso, al no tener que lamentar víctimas, el silencio fue la opción empleada por la empresa.

Foto de la puerta «perdida» por el tren
Madrid-Cádiz difundida por EL MUNDO.
Mucho más desapercibido ha pasado el hecho del desprendimiento de un disco de freno de un tren de alta velocidad en la línea Madrid-Sevilla que pudo haber provocado un descarrilamiento a 270 km/h. O el accionamiento automático del freno de estacionamiento de un coche entero de un Intercity mientras circulaba a 250 km/h en la línea de Madrid-Valencia, que estuvo a punto de incendiarse si no es porque el maquinista detuvo inmediatamente el tren y acudió con los extintores. Estas y otras barbaridades que vemos a diario quienes trabajamos en el ferrocarril no aparecerán en los grandes medios porque afectan a la imagen de estas empresas-joya de este país gobernado históricamente por verdaderos psicópatas (estos sí).

Disco del freno del AVE Madrid-Sevilla.
La conclusión está clara, y algunos lo hemos denunciado desde hace años. El cambio de criterio a la hora de gestionar un servicio como el tren es la clave del asunto. A pesar de que el Estado mantiene la propiedad todavía de todo el transporte ferroviario de viajeros lleva años realizando su gestión con criterio mercantilista y no de servicio público. La deuda tanto de Renfe Operadora como de Adif se ha colocado en el centro de su argumentación para reducir la plantilla, recortar en seguridad y reducir la formación, por no hablar del empeoramiento de las condiciones laborales, la congelación salarial y el robo de la paga extra el año pasado. La complicidad de las organizaciones amarillas UGT y CCOO en alcanzar la situación en la que nos encontramos y aquella a la que nos avocan es un hecho, justificando permanentemente prácticamente todas las decisiones empresariales.

Todo aquello que ponga en peligro la imagen que necesitan para vender la alta velocidad a otros países como Brasil o Arabia Saudí, donde optan a desarrollar contratos multimillonarios, será silenciado o enterrado bajo una montaña de mentiras, y las víctimas colaterales de esta planificación serán siempre maquinistas como J.R.V.G., Garzón y todos los muertos y heridos en el accidente de Compostela.

viernes, 2 de agosto de 2013

Una oportunidad para Isabel


Una oferta laboral real que cuesta dinero: consta de una jornada de 11 horas diarias, sin transporte ni comida por 350 euros al mes

Almudena Grandes


Es una oportunidad, le dijo su padre, una oportunidad, insistió su madre, una oportunidad, concluyó ella misma.

Hace seis años, Isabel trabajaba en una tienda de ropa de una gran cadena, en un centro comercial del Puerto de Santa María. Aquel trabajo se le daba tan bien, y le gustaba tanto, que compensaba con creces los 90 kilómetros, casi dos horas en cuatro trayectos de ida y vuelta entre Rota y El Puerto, que tenía que hacer a diario. Entonces, un buen día, empezó a oír hablar de la crisis como de un animal mitológico, un país lejano, una tormenta que apenas se insinuaba en el inmaculado horizonte de un cielo azul y veraniego. ¿Qué pasó después? Todavía no es capaz de explicárselo. Todavía no ha cumplido 30 años y ya lleva cinco en el paro.

Durante cinco años, el paro ha sido para Isabel un desierto plano e infinito, sin forma y sin relieve, un paisaje absolutamente estéril donde, por no haber, ni siquiera subsiste el espinoso esqueleto de algún matorral seco. Nada por delante, nada a los lados, nada por arriba y nada por abajo, nada. Y no será porque no lo haya intentado. Todos los supermercados, todas las oficinas, todas las tiendas y hasta las farolas de su pueblo, han dispuesto muchas veces de su nombre y su teléfono. Lo demás, que está dispuesta a hacer cualquier cosa, lo que sea, se sobreentiende. Por eso, cuando la llamaron de un hotel de Costa Ballena para ofrecerle una plaza de animadora, ni siquiera se paró a pensar que nunca había hecho nada parecido, que no tenía experiencia para entretener a un montón de niños. Era una oportunidad, así que se arregló, respiró hondo, le pidió prestado el coche a su padre y se fue a hacer la entrevista. Cuando entró en aquella oficina, seguía creyendo que estaba dispuesta a todo. Aún no sabía lo que significaba exactamente esa palabra.

Isabel es joven, atractiva, tiene buena presencia, una voz agradable, así que todo fue sobre ruedas hasta que llegó el momento de pactar las condiciones económicas del trabajo. Después, durante un rato, tampoco pasó nada, porque necesitó algún tiempo para procesar lo que estaba escuchando, y sumar, y restar, y comprender al fin qué clase de oportunidad le habían puesto entre las manos.

—Pero… Si entro a las nueve y media, y salgo a las nueve y media —recapituló en voz alta—, no puedo venir en autobús porque no me encajan los horarios.

—Ya, pero me has dicho que conduces y tienes coche.

—Sí, eso sí, pero... Claro, son doce horas…

—Once —su interlocutor seguía impertérrito, una sonrisa tan firme como si se la hubieran tatuado encima de los labios—, porque tienes una para comer.

—Claro —volvió a repetir ella—, pero en una hora, entre ir y volver... No me merece la pena comer en Rota, así que tendría que tomarme aquí un bocadillo.

—Claro —el hombre sentado al otro lado de la mesa pronunció aquella palabra por tercera vez—, o lo que quieras. Podrías traértelo de casa, porque el empleo no incluye la comida.

—Claro —y nada estuvo nunca tan oscuro—. Pero entre lo que me gasto en gasolina, en comida... —antes de llegar a una conclusión definitiva pensó que todavía le quedaba un clavo al que agarrarse—. ¿Y la Seguridad Social?

—Una hora.

—Una hora... ¿Qué?

—Te aseguramos una hora por cada día trabajado.

Isabel recapituló para sí misma. La oportunidad que le estaban ofreciendo consistía en trabajar 11 horas diarias, sin transporte y sin comida, por 350 euros al mes y una cotización 10 veces inferior a la que le correspondería. No se lo podía creer, pero todavía le quedaba una pregunta.

—Perdone, pero... ¿Esto es legal?

Su interlocutor se recostó en la butaca y se echó a reír.

—Por supuesto que sí. ¿Qué te creías?

(Esta es una historia real. Isabel existe, y la oferta de empleo que no aceptó, porque trabajar 11 horas diarias casi le habría costado dinero, existe también. Costa Ballena está en la provincia de Cádiz, a un paso de Sanlúcar de Barrameda, que mira a Doñana desde la otra orilla del río Guadalquivir. Para llegar a la ermita del Rocío desde allí, sólo hay que atravesar el Coto, y por eso tengo el gusto de dedicarle este artículo a doña Fátima Báñez, devota rociera, autora de la reforma laboral en vigor y ministra de Trabajo del Gobierno de España).