viernes, 6 de abril de 2007

Milenarismo: Jesús en su contexto histórico



Todos los indios deben danzar. En todo lugar. Seguir la danza. Muy pronto, con la próxima primavera, vendrá el Gran Espíritu. Traerá caza de toda clase. Abundarán las piezas por doquier. Todos los indios muertos regresarán y vivirán entre nosotros. Serán fuertes, como nuestros jóvenes guerreros. Cuando el Gran Espíritu venga a nosotros, los indios todos subirán a las montañas, a lo más alto y alejado de los blancos, donde no puedan hacernos daño. Mientras los indios permanezcan allí, una gran inundación arrastrará a sus enemigos y los ahogará. Después las aguas se retirarán y nadie sino los indios poblarán la tierra y la caza generosa estará por todas partes. Hasta entonces, los hombres medicina dirán a los indios que dancen y que corran la voz. Quienes no participen en la Danza de los Espíritus, quienes no crean en estas palabras, crecerán poco, apenas un palmo y así se quedarán. Otros se convertirán en madera y serán pasto de las llamas.
WOVOKA

En torno al año 1880, un indio paiute llamado Wovoka, difundió entre los suyos unas creencias salvadoras que llevarían a la liberación de su pueblo del «hombre blanco»: la Danza de los Espíritus. Como bien indica el texto inicial esta creencia emancipadora es reflejo de lo que sociológicamente se denomina milenarismo político-religioso. Esta nueva religión se expandió entre otros pueblos amerindios de las praderas norteamericanas; dándole un carácter combativo y guerrero especialmente entre los siux, y uno de sus jefes más carismáticos, Toro Sentado, fue asesinado en un tiroteo tras ser detenido porque se creía que iba a iniciar una rebelión.

Otro caso histórico ocurrió aquí en la Península Ibérica sobre los años 145-143 a.C., coincidiendo con las Guerras Celtíberas, una especie de profeta-guerrero llamado Olíndico, que decía portar una lanza de plata (símbolo de la Luna y la noche) entregada a él por el Cielo, y tras el Tratado de Paz del 151 a.C., levantó a los celtíberos contra los romanos. Olíndico cayó al querer asesinar al cónsul Metelo, pero la guerra continuó hasta la destrucción de Numancia en el 133 a.C.

Como bien expresa el DICCIONARIO «UNESCO» DE CIENCIAS SOCIALES:

«Los movimientos milenarios surgen en sociedades que se encuentran atravesando situaciones de crisis. Los datos sobre movimientos de este tipo parecen confirmar su aparición cuando una sociedad se halla perturbada como consecuencia del contacto con otra u otras sociedades que intentan dominarla, contacto que acarrearían cambios desfavorables en las condiciones económicas y sociales precedentes, o bien cuando esta sociedad se siente amenazada por la acción de fuerzas incontables como fenómenos naturales, hambres o epidemias. Frecuentemente ambos grupos de factores desencadenantes se encuentran presentes en los momentos culminantes de la crisis. Estos movimientos tiene como objetivos la reinstauración del tiempo perfecto, el regreso a la tierra perfecta, o el logro de ambos. En ese tiempo y en ese lugar no existirán el sufrimiento, el trabajo, el deseo, la inseguridad ni la muerte. La vida se desarrollará en paz y armonía, en felicidad y libertad. Asociada con la idea del Milenio se encuentra la creencia de que éste será precedido por un período de catástrofes que destruirá al mundo que se rechaza, es decir, que eliminará los problemas que se sufren en el momento. El fenómeno milenario adquiere características mesiánicas cuando surge un líder carismático a quien los participantes potenciales del movimiento reconocen como el Elegido que tendrá capacidad para guiarlos en su búsqueda del Milenio. El Mesías actúa siguiendo las órdenes que le imparte la divinidad y es su mensajero. A veces llega a identificarse y es identificado con ella. Este mesías gobernará una vez llegada la Nueva Era, fundará el Nuevo Reino e impondrá la Nueva Ley.»

En estos días que se conmemora la ejecución del teórico personaje fundador del cristianismo, a quien las diversas iglesias cristianas denominan el Cristo (el Ungido o Mesías). Aunque lo único que sabemos sobre él, son textos que se escribieron décadas después de su muerte en la cruz, carentes de todo rigor histórico. De lo que sí podemos asegurarnos es sobre el momento histórico en que vivió: la Palestina durante el reinado de los primeros emperadores romanos, Augusto y Tiberio. Y una de las fuentes más importantes es Flavio Josefo.

Desde tiempos de Herodes el Grande, y durante las diversas prefecturas romanas, en el interior del reino surgían personajes revolucionarios de cariz mesiánico que tuvieron que ser reprimidos duramente. A éstos se les solía conocer con el nombre de zelotes, los cuales mantuvieron una enconada lucha insurgente contra los ocupantes romanos durante más de un siglo. Eran muy nacionalistas y fanáticos religiosos (en muchos casos empujados «a echarse al monte» por circunstancias sociales) que preconizaban la llegada de un Mesías y la instauración de un Nuevo Reino que los liberase del yugo romano, impusiese una mayor igualdad social entre los judíos y sometiese a los demás pueblos, también se les llamó «bandidos» y «sicarios» y muchos acabaron crucificados.

Además de los romanos, sus más encarnizados enemigos eran las clases judías dirigentes y colaboracionistas con el invasor, los saduceos. Junto a esta corriente milenarista popular mesiánica había otra, la apocalíptica, la cual preconizaba la llegada del Reino de Dios tras una gran catástrofe natural defendida por profetas que predicaban en el desierto o el valle del Jordán, de esta segunda corriente tenemos la figura de Juan el Bautista, entre otras.

Y la de Jesús el Galileo, es muy probable que pudiese ser de la primera, la mesiánica. Dicen que entró en Jerusalén montado en un asno, siguiendo los preceptos de una profecía de Zacarías, y lo primero que hizo fue entrar violentamente en el Gran Templo azotando a los mercaderes autorizados. Muchas de sus predicaciones no eran pacifistas: «No os imaginéis que vine a poner paz sobre la tierra; no vine a poner paz, sino espada» (Mt. 10, 34); «Quien no tenga espada, venda su manto y cómprese una» (Lc. 22, 36). Fue molesto para las autoridades judías y romanas; y éstos, los romanos, en la figura del prefecto de Judea Poncio Pilatos, lo ejecutaron y su cuerpo quedó insepulto a merced de los animales carroñeros, como pasaba con los crucificados. Todo lo que supuso su pasión, muerte y resurrección, son invenciones posteriores de sus seguidores más eruditos, conocedores de los Textos Sagrados del judaísmo y de otras religiones vecinas; en especial, la recreación de un judío de la diáspora llamado Saulo de Tarso.

Estas actitudes político-religiosas de las gentes de un pueblo oprimido contra sus colonizadores se han repetido a lo largo de la historia: como la rebelión iniciada en 1881 por Mohammed Ahmed al frente de los derviches de Sudán contra los británicos, autoproclamándose éste Al-Mahdi («el bien guiado»). O actualmente en Irak, entre los chiítas seguidores de Muqtada al-Sadr (el Ejército del Mahdi).

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