En los monasterios budistas de Khumjung, Pangboche y Namché Bazam, en Nepal, se dice que conservan como reliquías los cueros cabelludos o escalpos de Yetis —además de una supuesta mano incorrupta (que me parece más bien humana) en el de Pangboche—. En 1961, tras un estudio efectuado de la cabellera de Khumjung, se dio a conocer que pertenecía a otra especie de animal, un pariente de nuestro rebeco, el serau del Himalaya (Capricornis thar) y no un primate desconocido. El objeto en cuestión, es un tipo de caperuza que suelen utilizar en las danzas rituales. La de los otros monasterios estabán igualmente confeccionadas. Y estos artilugios se veneran porque son antiguos, tienen más de trescientos años.
En la fiesta del Manu Rimdu, que se celebra al final de la cosecha, en otoño, que conmemora la llegada del budismo al Tibet y su triunfo sobre el anterior culto rival, la religión Bon. Durante la danza de las máscaras salen unos bailarines disfrazados que representan las fuerzas positivas y negativas de la existencia. Y como dijo Reinhold Messner en una entrevista:
«Ya mucho antes de que fuera conocido en Occidente, el yeti era parte integrante de la vida religiosa de los habitantes del Himalaya. Por ejemplo, en los rituales de la antigua religión Bon, de carácter chamanístico y muy extendida por el Tibet antes de que llegara el lamaísmo budista, la sangre y el escalpo de yeti jugaban un papel importante en determinadas ceremonias de sacrificio. Su sangre o la de un "hombre salvaje" se mezclaba con la de un caballo, un perro, una cabra, un cerdo, un cuervo, un hombre o un oso de collar. El ritual también exigía que la sangre de yeti proviniera de un ejemplar que hubiera sido matado con flechas.»
«... En el monasterio de Khumjung, a los pies del Everest, observé cómo en la fiesta de Mani Rimdu salía un hombre que llevaba una piel de oveja y la réplica cónica de un escalpo de yeti. Estaba armado de arco y flecha. ¡Ah, y otra cosa! Sobre el actor que asume el papel de cazador pesa al parecer una maldición.»
Los sherpas y otros pueblos tibetanos descienden de nómadas de origen mongol, provenientes del norte de China, que se asentaron en el altiplano tibetano en el último milenio antes de la Era Vulgar, o, como se dice, de Cristo. Tendrían unas creencias animistas y chamánicas similares a las de otros pueblos asiáticos. El sacrificio del animal que se efectua mediante flechazos, como hacen algunos pueblos siberianos o los ainos de Sajalin y Hokkaido con el oso pardo. Probable reminiscencia ritualizada (la muerte simbólica con una flecha, en el baile de las máscaras) que todavía conservan en el Himalaya.
Al Yeti los jampas del Tibet oriental lo llaman Jemo, y en el techo de la entrada del monasterio budista de Sosar-Gompa tienen colgados del techo a un jak y un Jemo, un oso pardo. Animal al que consideran casi humano y sagrado.
El oso pardo (Ursus arctos) fue considerado, durante siglos, el animal más parecido a nosotros los humanos. Y uno de los más adorados, antes de que surgiesen las religiones organizadas, como bien define en su libro Michel Pastoureau, Una historia simbólica de la Edad Media occidental:
«Desde la época paleolítica, el culto del oso ha sido uno de los cultos de animales más difundidos en el hemisferio Norte. Su mitología, excepcionalmente rica, se ha prolongado en innumerables cuentos y leyendas hasta pleno siglo XX: el oso ha sido el animal de las tradiciones orales por excelencia. También es el animal con el carácter antropomórfico más consolidado. Entabla con el ser humano, y en particular, con la mujer, relaciones estrechas, violentas, a veces carnales. Oponer o asociar la bestialidad del oso a la desnudez de la mujer es un tema narrativo y figurado corroborado en todas partes. El oso es el animal peludo, la masle beste y, por extensión, el hombre salvaje. Pero también es, sobre todo, el rey del bosque y de los animales que viven allí. En las tradiciones celtas, escandinavas y eslavas, aquella función real del oso —que en otros lugares parece desaparecer temprano— aún está presente en la época medieval. Los dos aspectos "bestialismo y realeza", por otra parte, pueden confundirse: muchos relatos ponen en escena a reyes o jefes que son "hijos de osos", es decir, hijos de una mujer arrebatada y violada por un oso.»
En Bután, en el monasterio Gangtey Gompa tienen los restos de un joven Migio (es como llaman allí al Yeti) colgado en un espacio tántrico y a sus pies hay restos de otros animales. A este ser lo consideran por encima del resto de los animales. Pero, es solamente un muñeco elaborado con una cabeza con el rostro moldeado como una máscara y con escasos pelos implantados sobre ella. Sus manos y pies que parecen humanos están hechos con hueso y madera a los que se han cosido la piel; éstos cuelgan del pellejo de un animal sin determinar, como atestiguó el alpinista Reinhold Messner ver. Y consideran al Migio estar por encima de los demás animales.
Sobre la mano de Pangboche, por lo poco que se pudo estudiar no han llegado todavía a ninguna conclusión determinada. En 1991, tras un programa de la NBC, la mano fue robada, y deberá estar en posesión de algún coleccionista particular desconocido. Por lo cual, no podemos saber más.