Vamos a hacer un poco de memoria histórica, en este caso antifascista...
Meses antes de la Marcha sobre Roma (27-29 de octubre de 1922), que puso en el poder a Benito Mussolini, ocurrió un hecho que podríamos considerar como la primera victoria sobre el fascismo, aunque efímera. Durante cinco días de agosto, los obreros y campesinos de los barrios populares de la ciudad de Parma, hicieron frente a centenares de escuadristas fascistas armados (se habla de hasta 10.000 camisas negras bajo las órdenes de Italo Balbo) dispuestos a reventar la huelga general —convocada por la Alianza del Trabajo el 31 de julio— como venían haciendo en otras ciudades italianas con sus denominadas «expediciones punitivas». Pero aquí se encontraron con una feroz resistencia de cinco días por parte de la clase trabajadora parmesana, que consiguió terminar haciéndolos huir a toda prisa en la noche del 5 al 6 de agosto. A pesar de ser abandonados los barrios obreros a su suerte, por parte del jefe de policía, no les hizo falta.
Para ello los habitantes de la ciudad montaron varias barricadas, cavaron trincheras y pusieron alambradas, bajo la supervisión de la sección local de los Arditi del Popolo (los Audaces o Atrevidos del Pueblo). Esta organización antifascista (la primera de la historia) de autodefensa estaba compuesta por los veteranos de guerra que formaban las bases de los partidos socialista y comunista, así como por anarquistas, republicanos y algunos católicos de las Ligas Blancas, formados de forma paramilitar para hacer frente y responder contundentemente a los ataques fascistas, muy frecuentes en la época y con muertos incluidos. A la cabeza de los Atrevidos parmesanos estaba el socialista Guido Picelli y, su lugarteniente, el anarquista Antonio Cieri (ambos muertos durante la Guerra Civil española), que organizaron la defensa de los barrios de Oltretorrente, en la llamada «Parma Vieja», y de Naviglio y Saffi Aurelio, en la «Parma nueva» —al otro lado del río, en la parte más grande y donde vivían los terratenientes—.
En la noche del 1 a 2 de agosto se reunen los camisas negras, llegados en varios camiones procedentes de diversos puntos del norte de Italia para hacer una de sus típicas incursiones de castigo. La gente de los barrios apoyaba en todo a los combatientes antifascistas; por la mañana los facistas abrieron el fuego, así durante todo el día. Al día siguiente intentaron los fascistas asaltar las barricadas, pero tuvieron que retirarse, mientras eran saqueados varios locales socialistas de otros puntos de la ciudad. Aunque durante el tercero se cortó los vínculos entre las dos zonas, el sector que defendía Cieri se quedaba sin municiones, pero pudieron restablecerse gracías a las mujeres parmesanas que hacían de correo. El día 5 de agosto llegó el Ejército con la orden de desarmar a los resistentes y desmantelar sus posiciones. Pero los trabajadores se negaron, a pesar de las súplicas de los dirigentes políticos, y después del alboroto el batallón militar se retiró, provisionálmente. Esto no impidió que los combates continuaran, y los fascistas seguían sin doblegar a los obreros. Ya, por la mañana del día 6 de agosto no había fascistas en la ciudad, se habían retirado desordenadamente como pudieron por la noche, y los terratenientes desalojaron sus casas por temor a las supuestas represalias de los antifascistas —hay que recordar que los fascistas rurales, más fanáticos y violentos que los urbanos, estaban financiados por éstos—. En los barrios populares se festejó la victoria hasta la llegada de nuevo del Ejército, que proclamó el estado de sitio y controló la ciudad.
Años después, durante la dictadura fascista, el régimen se vengó de los habitantes de la ciudad y de la organización antifascista. Pero el recuerdo de la gesta quedó plasmado en la memoria de los izquierdistas parmesanos que formaron parte de la Resistencia italiana con una frase, que todavía hoy utilizan: «Parma rossa non si tocca».
¡Oh camarada, mi camarada! ¿Cómo es que publica algo así?, teniendo en cuenta que acabamos de descubrir, de un tiempo a esta parte, que somos afiliados de los flipados de la UCE... y no unos afiliados cualesquiera, sino sus más ardientes militantes y encima patrocinados por el Sindicato de Trabajadores Nacional-Sindicalistas (por cierto, a ver si ingresan algo que mis ahorros hacen aguas por todos lados).
ResponderEliminar¿Acaso ha consultado usted al Comité Central de la UCE? ¿Cuenta usted con su autorización y visto bueno?. Yo no lo tengo tan claro: sabiendo como sé que tanto Rosa Díez como Fernando Savater como José Bono condenan las algaradas callejeras, no creo que el Comité Central (ese que se oculta en las sombras y que tan acertadamente nos dirige) esté de acuerdo con este artículo. Advertido queda usted.
¡Ay (en plan suspiro)!, ¡qué ganas tengo de que amanezca para salir a vender el "De verdad"!
Por todo lo demás, me parece muy bien el artículo.
No sé a qué viene esta chorrada, pero me lo supongo.
ResponderEliminarEs usted muy perspicaz.
ResponderEliminarY muy borde.
¿Borde yo? ¡Qué va!... Si yo a usted le aprecio.
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