sábado, 14 de marzo de 2009

Rainbow Coalition

 
Por MARIO MAFFI
 
La «nueva faz» de la actividad política del disenso interior americano en los últimos años de la década de los 60 procede, indudablemente, del nacimiento y la afirmación de los Panteras Negras. Fueron ellos quienes catalizaron, hacia 1968, todas las posiciones radicales hasta entonces dispersas y carentes de una visión clara de los métodos de lucha y de objetivos a largo plazo. La historia de los Panteras Negras es la historia de un grupo de militantes negros de Oakland (California) que en el curso de pocos años se convirtieron en una organización política de peso decisivo en la realidad americana; es la historia de las repercusiones que este crecimiento tuvo entre los radicales blancos, entre las restantes poblaciones oprimidas de color y entre las organizaciones estudiantiles; y es la historia de la sangrienta y trágica represión caída sobre una vanguardia que estaba en formación, y por tanto con una ideología frecuentemente confusa y un apoyo práctico muchas veces inexistente, tanto por parte de la base como de las organizaciones colaterales. En un momento histórico que ve debatirse la realidad americana en medio de apocalípticos sobresaltos, el partido de los Panteras Negras ha asumido muchas veces el aspecto de una vanguardia suicida, destinada a través de un precio altísimo de vidas y energías a sacudir la fatal apatía e inconsistencia política de los radicales blancos, de los parados y de los primeros sectores de la clase obrera blanca decididos a abandonar sus posiciones reaccionarias o exclusivamente reivindicativas, cuando no abiertamente racistas, llevando a una radicalización frenética y apasionada incluso a los sectores más abandonados —y más explosivos— de la población negra, los delincuentes, los presos, los parados, los «andrajosos», el enorme ejército apaleado y oprimido que nunca habrían podido alcanzar las organizaciones políticas tradicionales exteriores e interiores al gueto.
 
El Black Panther Party nació en octubre de 1966. Contaba entonces con tres miembros: Huey P. Newton (ministro de defensa, principal ideólogo del partido, excepcional figura de organizador, teórico y líder en la tradición más sincera y desinteresada de un Malcolm X), Bobby Seale (presidente, activista y orador infatigable, brazo derecho de Newton) y Bobby Hutton. Los miembros eran sólo tres, pero ya tenían una plataforma política dividida en diez puntos, referentes a las reivindicaciones básicas para organizar la comunidad y oponerse a la brutalidad y violencia de la policía en los guetos: los diez puntos catalizaron inmediatamente los intereses de la comunidad y el partido creció. Amparándose en el derecho reconocido por la Constitución de llevar armas con tal de que no se oculten, Newton, Seale, Hutton y los primeros militantes comenzaron a vigilar la actividad de los policías (pigs, o sea cerdos) y a patrullar con las armas en la mano por las calles de Oakland. Había nacido la primera milicia popular negra. La policía no podía permanecer indiferente: comenzaron los primeros choques verbales, en los que los pigs, estupefactos ante la «desfachatez de aquellos negros», se comportaban respecto a ellos con la arrogancia y la brutalidad usuales, pero eran hechos callar regularmente por la habilidad dialéctica y el perfecto conocimiento de las leyes de Newton. Estos choques señalaron el momento de crecimiento político de las masas del gueto, porque el episodio se convertía en un verdadero mitin-manifestación por parte de los Panteras Negras que explicaban los derechos de la población negra, los deberes de los policías, los mecanismos gracias a los cuales los pigs encerraban (busted) al individuo desprevenido, su retórica brutal, la necesidad para la población negra de reaccionar a las afrentas, de salir de la apatía y la resignación, de canalizar políticamente la energía contestataria y destructiva.
 
Entonces, la táctica de la policía cambió totalmente: al principio, fueron los ataques aislados a las sedes del partido por parte de policías borrachos fuera de servicio (¡que ni siquiera eran suspendidos!); luego fue el asesinato de Bobby Hutton, de diecisiete años, muerto mientras salía de una casa desarmado y con las manos en alto en el curso de un tiroteo en el que fue gravemente herido Eldridge Cleaver, autor de Soul on Ice, durante muchos años el brazo derecho de Newton y Seale después del nacimiento del partido con su incansable actividad ligada al órgano del partido, «The Black Panther». Bobby Hutton fue la primera víctima: a partir de él, el asesinato de Panteras Negras ya no fue un episodio aislado, sino que pasó a ser parte integrante de la vida del partido, de la actividad de la policía, de la realidad americana.
 
En el transcurso de pocos meses, el Black Panther Party había constituido estructuras de notable importancia en el interior del ghetto. La orientación del partido le llevaba a organizar precisamente el Lumpenproletariat, el proletariado harapiento, a educar a parados, jóvenes delincuentes, presos, más que a dirigirse a los sectores negros de la clase obrera, en el puesto de trabajo. En este sentido, la actividad del partido ha sido realmente excepcional: la institución de las Liberation Schools (donde se enseña la verdadera historia americana, la historia de la esclavitud, de la conquista del país gracias al extermino de la población india y a la destrucción de su cultura, etc.), el programa de comidas gratis para los niños del gueto, de distribución gratuita de ropas, la ayuda legal a los militantes detenidos, la organización en el interior de las cárceles y en el ejército; una actividad que en pocos años ha cambiado totalmente la fisonomía del gueto, salvándolo de la destrucción psicológica individual, de la ruina económica, de la opresión sin esperanzas, de la falsedad de los organismos estatales de subsistencia, de la ambigua ineficiencia de organizaciones tradicionales como la de Luther King, del total desinterés del Partido Comunista Americano —barracón de connivencias con el sistema—, del populismo evangélico de los grupos de la no-violencia, de las «actividades de trabajo en el gueto» de las organizaciones estudiantiles encaminadas a la disgregación o a la radicalización. El objetivo del Black Panther Party era el ghetto como comunidad, como colonia que organizar, y la acción del partido se desarrolló esencialmente en dos direcciones: derecho a la autodefensa y a la utilización de las armas cuando se es atacado y lucha política sobre bases cada vez más de clase y no de raza. Naturalmente, es este último punto el que entraña, sobre todos los demás, una importancia fundamental para el movimiento negro, y de reflejo para las organizaciones radicales blancas: rechazo del concepto de Black Power (Poder negro), del nacionalismo cultural negro —por el cual el enemigo permanente es el hombre blanco y todas sus «emanaciones», la lucha debe ser del negro contra el blanco, todas las actividades culturales y económicas negras son animadas, apoyadas y defendidas—, y comprensión de la posibilidad de apropiación de dicho concepto por parte del sistema, a través de la «burguesía negra» y el «capitalismo negro». En lucha feroz con organizaciones nacionalistas negras como los US de Ron Karenga —que acaban por funcionar como sicarios del sistema—, el Black Panther Party es el artífice de la superación de las posiciones del Black Power a favor de un internacionalismo que en el slogan Power to the people (poder al pueblo) revela tanto la novedad y la fuerza del partido en el panorama político estadounidense de los últimos veinte años como —a continuación se verá— su fragilidad ideológica. Gracias a la acción emprendida por los Panteras Negras, el movimiento negro consigue identificar al auténtico opresor de la población negra con el mismo de la población portorriqueña , o mexicana, o vietnamita, y del obrero o del estudiante blanco: el capitalismo.
 
De este modo, los Panteras Negras penetraron profundamente en el tejido social del gueto, gracias tanto al contenido político-ideológico como al estilo de sus acciones: en un terreno superficial y exclusivamente emotivo, el ver las calles del gueto custodiadas por las tropas del partido con gorras negras, chaquetas de cuero negras, jerséis marrones o azul oscuro con el símbolo de la pantera, tuvo un notable efecto sobre la psicología del negro del gueto. Al mismo tiempo, el partido llegó al ejército donde, como hemos visto, el terreno era cada vez más favorable a una acción de maduración política, donde las relaciones de clase se reproducían agravadas y los roces raciales ya no permanecían en el plano individual sino que afectaban la propia esencia de la institución militar. Finalmente, las cárceles: y éste es el aspecto más explosivo de la actividad de los Panteras Negras. La cárcel siempre ha sido una escuela para el futuro militante negro: el ejemplo de Malcolm X es el más indicativo. Cleaver siguió el mismo recorrido, al igual que George Jackson, y decenas de otros militantes menos conocidos. Partiendo de estos ejemplos de maduración política individual, de «auto-radicalización», el Black Panther Party, coherente con la decisión de constituir el partido de los «harapientos», del desesperado, del delincuente (empujado a la rapiña y a la violencia carnal por la brutalidad de la sociedad, y no por unos cómodos cromosomas, último apoyo científico al más torvo y repugnante racismo), en la perspectiva de madurarlo políticamente, llegó a las cárceles y encontró un terreno fertilizado por la violencia de la institución, la brutalidad de los guardianes, el sadismo del ambiente, la crueldad del círculo cerrado del delito-condena-marginación social-posterior delito-posterior condena. La aplastante mayoría de negros y portorriqueños entre la población carcelaria, y de blancos entre los guardias, torna dramática la situación de las cárceles americanas. La intervención de los Panteras Negras en el interior de las cárceles ha sido decisiva: por primera vez los prisioneros han visto la posibilidad de unirse en un frente común, de superar la exclusiva salida individual del intento de fuga o la agresión al odiado funcionario, y de empeñarse en una acción necesariamente reivindicativa pero que, precisamente por la posición clave ocupada por ellos, cobraba el aspecto de un auténtico ataque al sistema. Partiendo de las reivindicaciones mínimas sobre la comida, el alojamiento, la libertad de prensa y de correspondencia, la «comunidad de las prisiones» pasó rápidamente a la comprensión de la realidad general; el contacto con militantes negros y blancos se hizo constante y el sistema comenzó a darse cuenta de que la institución creada para aplastar y reprimir las aristas individualmente contestatarias se estaba convirtiendo, precisamente, en una auténtica escuela revolucionaria. A partir de ahí, el asesinato de Jackson, en agosto de 1971, con las diferentes tesis contrapuestas; la increíble historia de la prisión de Attica, en septiembre de 1971, donde la represión más irracional, cruel y sanguinaria se abatió sobre una cárcel en revuelta, atacando a los rehenes, matando a más de treinta prisioneros, justificando la agresión con las supuestas brutalidades de los prisioneros con los rehenes (que habrían sido primero castrados y luego degollados: cosa que la autopsia desmintió, demostrando que, al contrario, habían muerto a causa de proyectiles de la policía y de la Guardia Nacional): dos episodios que pintan con tonalidades cada vez más sombrías la realidad americana, pese a las maniobras de los medios de información estadounidenses y de sus correveidiles burgueses de toda Europa para calmar las aguas y conseguir silenciar las explosivas revelaciones.
 
Frente a la amenaza de una organización que penetraba tan rápidamente en los estratos más delicados de la sociedad (o, mejor dicho, de la no-sociedad, de los excluidos de la sociedad), el sistema tuvo que emprender una campaña organizada de lucha, con la apertura de dos frentes: el de la matanza y el de la farsa judicial. El ejemplo del primero fue el asesinato de Fred Hampton y Mark Clark, asesinados mientras dormían por un pelotón de policías que entraron en una sede del partido en Chicago: la policía afirmó que se habían defendido de un ataque, que reaccionó respondiendo a los disparos de los Panteras. Pero debido a su misma ineptitud resultó evidente que todos los proyectiles disparados en el interior de la casa pertenecían a las armas de los policías y que los disparos habían sido efectuados desde fuera y no desde dentro. Se obligó a la magistratura a no proseguir las acusaciones contra los otros Panteras implicados (y heridos) en el episodio y a guardar silencio, sin abrir, no obstante, ningún proceso contra los responsables. Pero no siempre las cosas ocurren así; muy frecuentemente el choque se produce sin apostillas judiciales que restablezcan —aunque de manera ambigua y al fin de cuentas irrelevante— la verdad: la policía mata y eso es todo, y los americanos se enteran de que uno, dos, tres Panteras Negras han «muerto» en un enfrentamiento a tiros con la policía. Sin embargo, el episodio de Hampton-Clark basta para demostrar la intención de matar y destruir la organización.
 
El otro frente es el judicial: detenciones de dirigentes bajo acusaciones prefabricadas (Bobby Seale, Huey P. Newton —actualmente declarados inocentes— y Eldridge Cleaver), fianzas astronómicas (que van del millón al millón y medio de dólares), procesos-farsa (como el de los Ocho de Chicago, en el que Bobby Seale, privado de abogado, pidió el derecho reconocido por la ley de defenderse a si mismo, y como toda respuesta fue amordazado, atado y encadenado a la silla por el juez Hoffman). El proyecto de «saneamiento» del partido, tanto en el aspecto económico como en el ideológico, ha llegado a ser, de este modo, un proyecto de genocidio, alcanzando el punto máximo a mediados de 1970: de ahí, el riesgo que corría el Black Panther Party de estancarse y morir la acción. El ataque judicial podía ser repelido por la habilidad excepcional de abogados como Charles R. Garry («el Lenin de los tribunales», Bobby Seale), William Kunstler, y todo el entourage de abogados radicales que se ha ido formando en los últimos tres o cuatro años y que constituye, a nivel de estructuras de supervivencia, una de las actuaciones más importantes del Movement. Pero el ataque frontal, armado, estaba destinado a concluir con la matanza de los activistas: en este callejón sin salida, el partido asumió frecuentemente el aspecto (destacado y exaltado por el propio Cleaver) de un partido de kamikazes. En esta situación dramática, la opción del Black Panther Party se reveló peligrosamente insegura, dividida entre el apoyo a organizaciones como los Weathermen (tan pronto afirmada como rechazada) y la alianza con el Partido Comunista Americano (movimiento definido, táctico —en espera de ayudas más consistentes— pero ciertamente poco claro desde el punto de vista ideológico), entre la participación en el espectáculo electoral al Peace and Freedom Party, con la candidatura a la presidencia de Cleaver (después retirada), y el repliegue a posiciones reformistas, directa emanación de los diez puntos básicos, como el programa de comidas gratuitas, etc.
 
La inseguridad ideológica de base, con el indiferenciado reclamo a Marx, Lenin, Che Guevara, Kim Il Sum, Mao Tse-tung, Nyerere, Malcolm X, Fanon, y el acento puesto esencialmente en el gueto, han llevado al partido a constituirse en una vanguardia del panorama radical USA, pero en una vanguardia suicida. De este modo, el interés dirigido especialmente a la educación política del subproletariado y de los sectores delincuentes del gueto —parte esencial de un más amplio trabajo de maduración radical— corre el riesgo de convertirse en el único objetivo del partido, con exclusión de una visión más amplia; en último término esto puede llevar al abandono de la perspectiva de clase, como comienzan a indicar las diferencias surgidas con la League of the Revolutionary Black Workers (Liga de los obreros negros revolucionarios) de Detroit —organización de línea marxista-leninista de creciente importancia y peso político— o la misma escisión en el interior del partido que ve cómo la facción de Cleaver en Argel y la Newton-Seale en USA, reunida en torno al periódico, se atacan duramente desde posiciones personalistas, de un modo que, por consiguiente, no tiene nada de dialéctico ni político. Más allá de las calumnias y de los chismes (muchos de ellos provocados por infiltrados de la policía y el FBI), las dos partes se han escindido precisamente a partir del análisis de la situación real americana y de la estrategia que oponer a ella . Aunque resulte difícil dibujar con exactitud los contornos del contraste, a juzgar por el análisis que dan de él los Young Lords, la concepción del grupo de Cleaver —que sostiene la necesidad de una lucha armada— se opone a la del resto del partido en suelo americano, que insiste sobre la necesidad de la educación política, cuando no llega incluso a descubrir con Newton —pero la noticia no está totalmente confirmada— la no-violencia y la religión. De este modo, la ruptura no significaría otra cosa que la consecuencia de una «fragilidad ideológica constitucional», que no modifica, sin embargo, la importancia del partido en el pasado y en el presente, más allá de los inevitables desequilibrios que puede provocar la escisión: la introducción del marxismo, aunque contradictorio, es un hecho importante en el panorama del movimiento negro; el trabajo de organización y educación en el gueto ha sido decisivo; la contribución de vidas y energías es algo que sólo unos militantes sinceros y decididos pueden ofrecer; el efecto sobre todo el frente radical blanco y también sobre considerables sectores de la clase obrera blanca, lentamente madurados en luchas comunes, es de una enorme importancia. El partido ha funcionado como motivador, como vanguardia kamikaze, y su función ha sido indispensable, vital, central, en la experiencia política americana de los últimos años sesenta, hasta el punto de conferirle un carácter e imponerle un viraje tal que hace mucho más concretas las perspectivas de renacimiento de un efectivo y sólido movimiento sobre bases de clase.
 
El nacimiento, el crecimiento y la afirmación del Black Panther Party ha llevado a la formación de grupos afines —expresión de las minorías raciales americanas oprimidas y colonizadas— que se han unido en la llamada Coalición Arco Iris (Rainbow Coalition), adoptando los métodos de lucha y principios de los Panteras Negras, en un fermento de actividad política que ha alcanzado a todos los barrios de color, y lo que eran bandas de delincuentes, llevando a una casi total suspensión de las luchas internas, de barrio-contra-barrio, de comunidad-contra-comunidad, hasta el punto de poner en movimiento a la diferentes policías locales, que veían en esas luchas de gangs una aplicación vital del divide et impera (divide y vencerás).
 
La primera banda que siguió el ejemplo de los Panteras Negras fue la de los Young Lords, expresión de la minoría portorriqueña en los Estados Unidos. Hacia 1967 los Young Lords eran una de las bandas más conocidas y temibles del gueto puertorriqueño de Chicago; pero la aparición de los Panteras Negras en el panorama político y la maduración del jefe de los Lords, José (Cha Cha) Jiménez, transformaron rápidamente a la banda en grupo militante, canalizando la carga rabiosa de descontento que caracteriza a todos los gangs juveniles —de color o no— hacia perspectivas revolucionarias: la independencia de Puerto Rico, y de los puertorriqueños de USA, del yugo americano y la alineación con las luchas anti-imperialistas. Adoptando algunos métodos de lucha de los Panteras Negras (el programa de comidas gratuitas, la asistencia médica gratuita, las Liberation Schools), así como el «estilo» (uniformes, slogans, etc.), Los Young Lords (pronto transformados en partido. La Young Lords Organization, con los diarios «Palante» e «Y.L.O.» se consideran al mismo tiempo una organización educativa y un grupo armado de autodefensa, pero subrayan que «el estadio actual de la lucha revolucionaria es de educación-información para aumentar la conciencia revolucionaria». De este modo se sitúan, acaso por su «juventud» política, en una posición crítica a veces respecto a los Panteras Negras, esencialmente reformista y de alianza con grupos no revolucionarios: «los dos grupos (Panteras Negras y Young Lords) están sometidos a la misma opresión y comparten los mismos objetivos y las mismas ideas de "servir el pueblo", pero se diferencian claramente por su background y sus experiencias opuestas. Los Lords son una organización joven, y aunque ya han sufrido su dosis de brutalidad, registros, arrestos y palizas —en Nueva York y Chicago—, no han tenido que enfrentarse a la extinción organizada del partido sufrida por los Panteras, sea a través de tiroteos con la policía o de acusaciones por complot y cosas semejantes». Paralelamente a la maduración política de los Young Lords, se verificó la de los Latin Kings, la banda rival, que pronto confluyó en la Young Lords Organization.
 
Los Brown Berets reúnen a los militantes de otra minoría racial, la de los chicanos, los americanos de origen mexicano de California, Nuevo México y, en general, de los estados del Sudoeste. Anteriormente protagonistas de meses y meses de huelgas y manifestaciones dirigidas por César Chávez y su sindicato no-violento formado por los trabajadores temporarios méxico-americanos, los chicanos se han organizado paulatinamente en partido. También en este caso se manifiesta la convergencia de bandas como de Los Lobos y la progresiva politización, sobre una evolución parecida a la de los Panteras Negras. En tanto que segunda minoría racial estadounidense en términos numéricos (diez millones), la población americana de origen mexicano constituye un importante sector cuya acción puede aportar otras valiosas energías al interior del movimiento negro, una vez superada la inevitable fase nacionalista y reivindicativa, y unificados los diferentes grupos de acción: los Brown Berets no son, de hecho, los únicos portavoces de los chicanos; hay otras organizaciones como la Alianza Federal, dirigida por Reyes López Tijerina (a partir de reivindicaciones territoriales), la de Mexican-American Youth Organization, y las diferentes organizaciones estudiantiles. «Por el momento, un notable aspecto del movimiento para el Brown Power es la ausencia de las numerosas divisiones internas que sufren los movimientos radicales blancos y negros. Unas profundas raíces culturales parecen hacer del movimiento de los chicanos algo más sólido, más flexible y más naturalmente comunitario que los restantes grupos radicales. En palabras de un chicano: "Siempre hemos tenido nuestra comunidad, y por consiguiente nunca hemos experimentado la sensación de aislamiento que experimenta el negro". La necesidad de raíces obliga al radical negro a gastar demasiada energía emotiva en el problema de la consideración de la cultura africana, de la que ha sido violentamente privado por la esclavitud a que ha sido sometido. Pero el chicano no se siente afectado en el plano psicológico, porque de hecho ha conservado intacta sus propias raíces». El movimiento de los chicanos —protagonista en agosto de 1970 y en enero de 1971 de violentas manifestaciones en las cuáles la policía disparó sobre la multitud matando a cinco personas— tiene que enfrentarse a la misma represión policíaca sufrida por los Panteras Negras (en mayor medida) y por los Young Lords: un grupo de militantes de diferentes organizaciones chicanas —Brown Berets, Mission Rebels, etc.— de California, que está en espera de proceso y arriesga la pena de muerte; el caso de los siete chicanos ha llevado a la formación de una organización llamada Los Siete de la Raza, de ayuda específica a los prisioneros, pero destinada a tener repercusiones mucho más amplias: diario propio (¡Basta Ya!), programa de comidas para niños, intentos de clínicas y servicios médicos gratuitos, ayuda jurídica; Charles Garry, el abogado de los Panteras Negras, ha aceptado ha ocuparse del proceso; Newsreel —la organización cinematográficamente militante— ha rodado un film sobre el movimiento; con el lema «Cinco años de retraso respecto respecto a los negros, pero les alcanzaremos pronto», los chicanos —a los que hacia 1968 ya se debió la creación de una de las compañías más interesantes de teatro político, El Teatro campesino, organizada por Luís Valdez y ligada a la lucha de los trabajadores temporales de California y al movimiento de Chávez— constituyen uno de los sectores más estimulantes en el conjunto de las organizaciones políticas formadas a partir del ejemplo de los Panteras Negras, reproduciendo, por consiguiente, no sólo sus esquemas sino también las fragilidades ideológicas de un movimiento joven y en extrema ebullición.
 
En el frenético despertar de las poblaciones de color de USA, no podían faltar los legítimos señores de la tierra americana, los indios. El movimiento también les ha afectado, pero se ha encontrado con una población extremadamente variada por tradición, historia, intensidad de integración en la sociedad americana blanca, y en la cual la destrucción de la cultura y de la civilización parece haber dejado huellas mucho más profundas que en la población negra, que en cierto modo ha conseguido conservar la propia cultura africana. Así, el despertar de los indios es más lento, va más ligado a una cierta retórica reformista, está más atrasado con respecto al plano político alcanzado por otros sectores de la población de color americana: los indios asimilados a la sociedad estadounidense han sufrido mucho menos que los negros la segregación, la represión, el rechazo, el odio de raza. Casi ha llegado ha producirse un armisticio respecto a ellos; esto ha originado una cierta lentitud en el proceso de politización, que es directamente proporcional a la opresión cotidiana. El movimiento de los indios está todavía, por consiguiente, en una fase de Red Power (Poder Rojo), que tiende a la reivindicación de tierras, exigencia de pago de indemnizaciones, etc.: de ahí las clamorosas ocupaciones de territorios e islas, como la de Alcatraz, y las diversas acciones de sit-ins, fisch-ins, y así sucesivamente, que demuestran que su claridad ideológica y madurez política están lejos de las que poseen —aunque vacilantes a veces— las restantes organizaciones de color; evidentemente, esto no resta interés al gradual despertar de dicha población, protagonista de siglos de lucha violenta contra el invasor blanco. La vitalidad del movimiento viene testimoniada, además, por la cantidad de periódicos de lucha, que van del más difundido Indians of All Tribes, a los más «regionales» como el Cherokee Examiner, el Sandpainter, el Apache Scout, el Many Smokes, el Navajo Times, y decenas más.
 

En el interior de este apartado sobre las organizaciones de color, modeladas a partir del ejemplo del Black Panther Party, entran por derecho propio dos grupos blancos de reciente formación y notable importancia. El Patriot Party (procedente del núcleo originario de los Young Patriots) y el Stone Revolutionary Grease recogen en la práctica los sectores de población blancas excluidas del bienestar, víctimas potenciales de la propaganda racista. El Patriot Party nació en 1968, al principio como street gang de los slums de Chicago (especialmente de Uptown, el slum de los blancos pobres que llegaban de los Apalaches en busca de trabajo) con el nombre de Young Patriots, imitado rápidamente por otra banda de motociclistas, los Lincoln Park Patriots. Establecieron relaciones de colaboración y defensa con los Panteras Negras, y el trabajo de los Young Patriots se inició con una amplia obra de politización en el interior de los slums blancos, de manifestaciones y mítines en los que la bandera confederada, de los estados del Sur, era expuesta junto a la de los Panteras. La importancia de los Young Patriots reside precisamente en el estrato social del que proceden, y al que se dirigen: la sub-clase obrera blanca, tradicional masa de maniobra de organizaciones racistas como el Ku-Klux-Klan o el partido neo-nazi americano, o de politicastros fascistas como Goldwater y Wallace. El trabajo de los Young Patriots se ha desarrollado a partir de programas enteramente análogos al de los partidos de color considerados anteriormente: por consiguiente, Liberation schools, comidas gratuitas, clínicas gratuitas, defensa armada de la comunidad («los blancos pobres que ayudan a los militantes negros —e intentan organizar a otros blancos pobres para que hagan lo mismo— necesitan muchos fusiles»), films, etc. Aunque, además de Chicago y Nueva York, el partido se haya desarrollado en otros centros de USA, el objetivo sigue siendo el Sur: allí hay que realizar la gran masa de trabajo, antirracismo, anticapitalismo, anti-imperialismo. Y el Patriot Party está trabajando en este sentido, pese a las dificultades creadas por la policía, que en 1970 ha efectuado repetidas detenciones (entre ellas las del presidente del partido, Arthur Turco) precisamente cuando se iniciaba un programa de trabajo en el Sur.
 
El Stone Revolutionary Grease recoge, en cambio, los gangs tradicionales de muchachos blancos de los slums de las grandes ciudades: las bandas formadas en los años cincuenta, que tantos films nos han dado a conocer de una manera más o menos aproximada (recuérdese ¡Salvaje! con Marlon Brando y Rebelde sin causa, con James Dean). Sectores neurálgicos, por consiguiente, de la vida de la ciudad, en áspera lucha con todo y con todos, rebeldes sin causa, a veces racistas y fascistas por ignorancia y falta de politización: una subcultura dotada de códigos de comportamiento, reglas no escritas pero igualmente férreas, odio a la autoridad y la policía. Sobre este terreno se insertó, a fines de los 60, el Stone Revolutionary Grease (grease significa «brillantina», uno de los principales accesorios del gamberro, junto a la moto, la chaqueta de cuero y las gafas negras), reuniendo en torno al periódico «Rising Up Angry» las diferentes bandas blancas como los P-Stones, los Rangers, los Disciples, los Latin Eagles, con gran preocupación de la policía que, sorprendida por esta gradual pero decidida radicalización de las bandas, no supo hacer otra cosa que intentar la ejecución de guerras internas, después de que la estrategia de la zanahoria fracasará miserablemente: «En una entrevista al "Chicago Today", Buckney, jefe del Gang Intelligence Unit, ha admitido que su mayor temor consiste en la unificación de los gangs urbanos. En consecuencia, algunos de sus hombres trabajan en "sembrar cizaña" entre las bandas».
 
Por consiguiente, armisticio entre las diferentes bandas, reuniones, fusiones, contactos con los Panteras Negras y las otras grandes organizaciones de color, maduración política, descubrimiento del auténtico enemigo común:
 
OK, así que muchas bandas son violentas. Esto puede ser bueno y puede ser malo. A veces la violencia está mal dirigida. Nos han apaleado y tenemos toda clase de motivos para meternos con el mundo. Así que se explota. Todos sabemos que a veces esto no funciona, como cuando peleamos con otras bandas, o nos metemos con un borracho o con la buena mujer que va a la compra y lleva a casa comida para los chicos. Pero otras veces la violencia está bien. Cuando alguien se te sube encima, no le dices «Oye, por favor, suéltame». …Así que una cantidad de bandas se están convirtiendo en grupos políticos y organizaciones del pueblo, y hablan de servir y proteger al pueblo de los Neanderthal y Sanguijuelas que dirigen el espectáculo. Y aquí es cuando el Hombre… comienza a cagarse. Se cagan de verdad. Y es lógico, porque apenas nuestra gente descubre quién es atacado, el Hombre sabe que tendrá problemas a menos que consiga controlarnos y usarnos. Pero nosotros somos cada vez más astutos; así que si intentan usarnos perderán miserablemente el tiempo.
 
La Cultura Underground.
Primera parte, capítulo V: «La política»
Anagrama, 1972.

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