Unas fotos efectuadas el pasado 20 de noviembre por I. D. Williams, y dadas a conocer mundialmente por la Agencia Reuters, muestran a un oso polar adulto devorando un osezno de su misma especie. Comportamiento considerado anormal y consecuencia de la tendencia vigente a un calentamiento climático global, que hace que se forme más tarde la banquisa polar estacional y adelanta el deshielo primaveral, lo que da poco espacio de tiempo —durante el invierno ártico— para que los osos se alimenten de focas y tengan que recurrir a otros medios como el canibalismo.
El argumento en parte es acertado, pero con matices...
Por un parte las fotografias se hicieron a unos 300 kilómetros al norte de Cabo Churchill (en la costa occidental de la Bahía de Hudson, Canada), coincidiendo con la concentración anual para aguardar la formación otoñal de los primeros hielos marinos, que empieza por aquella zona. Eso sí, en los últimos años se retrasa unas semanas más (hace varios años era a finales de octubre y ahora es a mediados de noviembre). En esos momentos están hambrientos y más flacos porque en verano se han alimentando de bayas, hierbas y líquenes de la tundra, como también, a falta de algo mejor, de carroña, y con la formación de la banquisa costera —su plataforma de caza— pueden entrar en el mar helado para capturar focas.
En los últimos años ha habido una progresiva reducción, de un treinta por ciento, de los hielos estivales del casquete polar del Ártico. A diferencia de los de la Antártida, que permanecen estables, en contra de lo que se diga. El deshielo más temprano de verano y la formación de la banquisa flotante más tardía, afecta a los osos polares obligándoles a quedarse en tierra firme más tiempo (aunque las hembras preñadas hibernan para la crianza) y comer peor. En especial, a las subpoblaciones más meridionales como los de la Bahía de Hudson. Los osos del norte de Alaska tiene más alejados los hielos permanentes de la costa, y también les afecta el cambio climático. Pero el cambio climático puede afectar a todos los organismos, sea subiendo las temperaturas y/o sea bajando. La presa principal y más abundante de los osos polares es la foca anillada u ocelada (Pusa hispida), si ésta abunda, bien para los osos, pero si escasea, es malo para los «señores del Ártico». Por el invierno de 1973-74, hizo mucho más frío, las focas no pudieron criar ni alimentarse en el Golfo de Amundsen, porque no nevó (sus guaridas se excavan en la nieve sobre el hielo) y el hielo era mucho más grueso (utilizan las grietas de la presión de las placas para salir a la superfice), y en ese año muchos osos polares murieron por inanición. Y en estos últimos años es al revés, para los osos sureños (que tienen cada vez peores condiciones físicas), hace un poco más de calor.
Por otro lado, las osas polares con crías, siempre están alerta para posicionarse lo más alejadas de los machos adultos que, como sus parientes los osos pardos, pueden llegar a matar a los cachorros y hasta comerselos, si tienen hambre. Comportamiento bastante conocido por los esquimales de la zona. Haga frío o haga calor, cuando una hembra con oseznos se topa con un macho solitario, huye en el acto.
La Bahía de Hudson, especialmente la Bahía de James, es el extremo más meridional de la distribución del oso polar (Ursus maritumus) y los osos de esta zona tienen hábitos diferentes de los de latitudes más norteñas: dieta estival singular (75 % de aves), refugios distintos (excavan cubiles cuando tienen exceso de calor hasta el permafrost o suelo congelado), suelen criar más cachorros que se independizan antes. En los últimos años sus condiciones físicas se han deteriorado, han mermado de peso y están peor alimentados. Posible consecuencia de esta alteración meteorológica, el deshielo más temprano y la carencia de sus presas más habituales: las focas oceladas, las cuales ante las lluvias tempranas de primavera crían menos. Como tampoco debemos olvidar la caza local, con la que hacen prendas de vestir, que sufre la especie y la contaminación de su medio por culpa de las explotaciones mineras y petrolíferas, como sus peligros más presentes. El calentamiento climático lo será para más adelante.
A principios de los años sesenta, del siglo pasado, los biólogos rusos estimaron que había una población mundial de unos cinco mil ejemplares; en esa misma década, fueron los norteamericanos quienes consideraron que habría entre unos 17.000 a 19.000 osos polares de población mundial. Pero nadie disponía de datos fidedignos. En los años setenta unos 1.300 individuos eran masacrados anualmente, lo que demostró que la estimación demográfica de los rusos era errónea (con una cuarta parte esquilmada cada año, no habría quedado ninguno), la población mundial era de unos veinte mil osos polares. Actualmente, según la Lista Roja de UICN, hay unos 20.000-25.000 ejemplares (se ha mantenido más o menos estable en estas cuatro décadas), la especie no está en Peligro de Extinción. Aunque con la alteración de los hielos del Norte y la posible tendencia a una subida de las temperaturas, algunas poblaciones de esta especie podrían peligrar, pero no la especie en su totalidad. Sobrevivieron hace unos mil años al Óptimo Climático Medieval, y podrán resistir este otro, si no se lo impedimos.
Ya que se preocupan muchos «ecologistas» del oso polar, que se ocupen de su situación actual y la contaminación del Ártico, y no de los posibles daños del mañana, de una manera sensacionalista y alarmista. Esto me recuerda al cuento popular de Pedro y el lobo, después de gritar en falso varias veces la llegada del lobo, cuando éste llegó nadie le prestó atención y se quedó sin rebaño. Es un arma de doble filo, que puede volverse en contra de muchos de estos pseudoecologistas. Y el oso polar, de momento, sigue teniendo hielo.
Pues, el oso polar se separó del oso pardo hace unos 150 mil años y, también, sobrevivió a otro periodo cálido con temperaturas superiores a las de hoy en día. Como explican aquí: El oso polar desciende del oso pardo...
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