Entre los años 1992 y 1994, en Etiopía, se encontraron restos fósiles de unos primates con caracterísiticas intermedias entre simios y humanos. Un rostro vertical con mandíbulas poco prominentes, si las comparamos con las del chimpancé. Con una base craneal corta que se ajustaba sobre una columna vertebral ortógrada y unos huesos de la cadera —similares al de los posteriores australopitecos— que implicaban una postura erguida y la marcha bípeda, aunque fuese ocasionalmente. Su dentadura con esmalte fino propia de un animal que se alimentaba de materia blanda vegetal y, tal vez, fuese omnívoro. Tenían una antigüedad entre los 5,8 a 4,4 millones de años, se les denominó inicialmente como miembros del género Australopithecus, pero pronto cambiaron los expertos de parecer y a esta nueva especie la nominaron con otro género: Ardipithecus ramidus.
En octubre del pasado año 2009, se publicó un especial de la revista Science, con once artículos dedicados a esta especie fósil, tras estos catorce años de un casi total silencio. Artículos que hablaban de sus relaciones filogenéticas, el estudio de su hábitat natural y su ecología, como también sobre la morfología, entre los que se presentó la reconstrucción del un esqueleto homínido, el más completo y de mayor antiguedad —desbancando a «Lucy», la Australopithecus afarensis de hace 3,2 millones de años—. «Ardi», que es como llamaron a esta hembra de Ardipithecus ramidus (de la que se obtuvieron ambas manos, los dos pies, la pierna derecha, parte de la pelvis, unas cuantas vertebras y un craneo casi completo con su dentadura), tenía unos 4,4 millones de años de antigüedad. Habitaba en un entorno selvático cerrado y su aspecto recuerda un simio arborícola que caminaba sobre sus dos patas traseras erguido por tierra (con la peculiaridad de que los pulgares de sus pies eran oponibles a los restantes dedos, cuadrúpedo sobre las ramas y bípedo en tierra). Machos y hembras presentaban poco dimorfismo sexual, a diferencia de los gorilas actuales y los extintos parántropos. Sus dientes tenían una pequeña capa de esmalte, los acostumbrados a alimentos vegetales blandos (puede también que de la carne), pero sus dientes caninos eran más pequeños que los de los antropomorfos actuales y ligeramente mayores que los de los australopitecos. Su altura no superaría el metro y veinte de alto, y pesaría unos 40-50 kilos, unas dimensiones ligéramente mayores que las de sus probables descendientes australopitecinos. Hay dos hipótesis: entre que Ardipithecus fuese un ancestro directo de Australopithecus, o que fuese solamente un linaje próximo y colateral más antiguo.
Hace años creíamos que nuestros ancestros arborícolas cuadrúpedos en el suelo se fueron poniendo progresivamente cada vez más erguidos, pero el caminar «sobre los nudillos» de chimpancés y gorilas devió evolucionar por separado y despúes de la separación respecto a nuestro antepasado común. La mayoría de los primates son cuadrúpedos, de ahí se da por sentado que nuestros ancestros lo fuesen, aunque todavía no sepamos con certeza cuando vivió el antepasado común de antropomorfos y humanos. Aunque la posición erecta del tronco y la locomoción bípeda pudiesen tener orígenes independientes, lo que sí es muy probable es que nuestros antepasados nunca caminaron como los chimpancés. Existen bastantes indicios de locomoción bípeda entre los australopitecinos de hace cuatro millones de años, la marcha bípeda liberaba las extremidades superiores para transportar alimentos y las crías como también para la manipulación de objetos, la adquisición de esta locomoción bípeda facilitó la liberación total o parcial de las manos para la manipulación. Desde un punto de vista energético andar sobre dos patas es menos costoso que sobre cuatro. Nuestros ancestros se fueron adaptando a un entorno cada vez más abierto y menos arbolado. Los simios antropomorfos u Hominoideos construyen grandes y confortables nidos en los árboles, como debieron hacer nuestros primeros antepasados bípedos. La posición ortógrada o vertical de la columna vertebral es típica para una adaptación a la vida arborícola en animales de gran tamaño como los simios antropomorfos, en contraposición a la posición pronógrada u horizontal de los monos, que son más pequeños; la adaptación a trepar verticalmente o a colgarse de las ramas es tener un amplio torax aplanado y un tronco corto como en los Hominoideos modernos. En cambio, «Ardi», presentaba rasgos más primitivos con otros más modernos, aunque fuese arborícola no estaba especializada en colgarse de las ramas y a trepar por los troncos como los simios antropomorfos actuales, ni tampoco se apoyaba sobre el dorso de las falanges intermedias de los dedos de sus manos como el chimpancé o el gorila (y no mantenía una postura clinógrada de la columna). «Ardi» mantenía su tronco erecto, en posición ortógrada, incluso cuando descansaba sentada, y no tendría la posición clinógrada o vertical de los grandes simios africanos. Compartía algunos rasgos primitivos propios de los antropomorfos del Mioceno, otros a los actuales simios antropomorfos, como tambíen algunos con nosotros los humanos, una mezcla de todos, una «criatura mosaico».
Hace años se dijo que los restos más antiguos de este género (con dientes cuyos caninos eran un poco mayores) de hace unos 5,5 a 5,8 millones de años, pertenecían a la otra especie afín y antecesora: el Ardipithecus kadabba. Inicialmente se les consideró como una subespecie, pero quedó descartado. Hay otras dos géneros fósiles más antiguos que disputan el título en antigüedad a «Ardi»: Sahelanthropus tchadensis y Orrorin tugenensis de más de seis millones atrás.
Y todo lo dicho ha sido para cuestionar, otra vez más, al divulgador científico mediático más célebre de este país, que en vez de informarse, como es debido (y más en su condición de supuesto experto en temas científicos), nos suelta otra de sus «meteduras de pata»:
«Los fósiles del Ardipithecus ramidus fueron descubiertos en Etiopía en 1994, pero la publicación de las investigaciones sobre su origen se hizo a principios de este año. Los restos del ejemplar hembra, conocido como "Ardi", tienen 4,4 millones de años y son anteriores a la famosa "Lucy", una Australopithecus de 3,2 millones de años. Hoy en día, "Ardi" constituye el homínido más antiguo del que tenemos evidencia fósil.»
¿Y se le paga con dinero público a este elemento? Por lo menos, Punset, que se preocupe algo más de dónde obtiene sus informes, o de indagarlos y contrastarlos.
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