domingo, 14 de febrero de 2010

Sade contra el amor

Hoy, 14 de febrero, día de San Valentín, todos los enamorados van a regalar a su pareja algo. Como yo creo que el amor es una tontería, y para convenceros de que no caigáis en semejante error os pongo un extracto de la obra de teatro del Marqués de Sade titulado Filosofía en el tocador en el que expone un argumento contra el AMOR:
«Me habláis de los lazos del amor, Eugenia; ¡ojalá no los conozcáis jamás! ¡Ah, que semejante sentimiento, por la felicidad que os deseo, no se acerque nunca a vuestro corazón! ¿Qué es el amor? No se le puede considerar, así me lo parece, sino como el efecto resultante de las cualidades de un hermoso objeto sobre nosotros; esos efectos nos transportan; nos inflaman; si poseemos ese objeto, hénos ya contentos; si nos es imposible tenerlo, nos desesperamos. Pero, ¿cuál es la base de ese sentimiento?... El deseo. ¿Cuáles son las consecuencias de ese sentimiento?... La locura. Atengámonos, pues, al motivo, y prevengámonos de los efectos. El motivo es poseer aquel objeto; ¡pues bien!, tratemos de conseguirlo, pero con cordura; disfrutemos de él en el momento que lo tengamos; en el caso contrario, consolémonos: otros mil objetos semejantes, y a veces mucho mejores, nos consolarán de la perdida de aquél; todos los hombres, todas las mujeres se parecen: no hay amor que resista a los efectos de una reflexión sana. ¡Oh, qué trampantojo esa embriaguez que, absorbiendo en nosotros el resultado de los sentidos, nos pone en tal estado que ya no vemos, que ya no existimos más que por ese objeto locamente adorado! Pero ¿es que eso es vivir? ¿No es acaso más bien privarse voluntariamente de todas las dulzuras de la vida? ¿No es querer seguir en una fiebre abrasadora que nos absorbe ya que nos consume, sin dejarnos otra dicha que goces metafísicos, tan semejantes a los efectos de la locura? Si con todo tuviéramos que amarlo a ese objeto adorable, si fuera seguro que no tendríamos jamás que abandonarlos, ello sería todavía sin duda extravío, pero excusable por lo menos. ¿Sucede tal cosa? ¿Se encuentran muchos ejemplos de esas uniones eternas que jamás se han desmentido? Algunos meses de disfrute, volviendo bien pronto a poner el objeto en su verdadero sitio, nos hacen sonrojarnos del incienso que hemos quemado en sus altares, y no llegamos muchas veces a concebir siquiera que haya podido reducirnos a tal punto.»
Y para finalizar os pongo otro extracto de la misma obra contra la nefasta institución del MATRIMONIO:
«(...) ¿Diréis, por ejemplo, que la necesidad de casarme, sea para prolongar mi raza, sea para ordenar mi fortuna, tiene que establecer vínculos indisolubles o sagrados con el objeto al que me alío? ¿No sería un absurdo, decidme, sostener tal cosa? Mientras dura el acto del coito, puedo, sin duda, tener necesidad de aquel objeto para participar en él; pero, tan pronto como esa necesidad me satisface, ¿qué queda, respondedme, entre él y yo? Y ¿qué obligación real va a dejar encadenados a él o a mí los resultados de ese coito? Estos últimos vínculos fueron el fruto del terror que los padres sintieron de verse abandonados en su vejez, y los cuidados interesados que con nosotros tienen en nuestra infancia no son más que para merecer luego las mismas atenciones en sus años últimos.(...)»
Así, pues, niños y niñas, una vez los hayáis leído, poneros a meditar y no caigáis en semejante demencia.

1 comentario:

  1. Muy certero el amigo Sade, pero el problema del amor es la dificultad de evitarlo cuando se presenta imparable.

    Por otra parte, me parece algo mal pensada e incluso cruel la última frase de la segunda cita.

    Un saludo.

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