viernes, 2 de abril de 2010

Contraconocimiento musulmán

La conjunción de contraconocimiento e Islam, por otro lado, genera problemas intratables tanto en los países islámicos como en Europa, donde se espera que el número de musulmanes se duplique de 20 millones a 40 millones en 2025. Como hemos visto, la penetración en el mundo islámico y la diáspora de las teorías de conspiración y el creacionismo es aterradoramente profunda: la mayoría de los musulmanes de todo el mundo creen que los árabes no estuvieron implicados en el 11-S; sólo el 29 por 100 de los musulmanes británicos creen los relatos históricos del Holocausto; más del 90 por 100 de los musulmanes del mundo rechazan la teoría de la evolución. Y casi con certeza estas cifras están siendo empujadas hacia arriba, no hacia abajo, por la modernidad en forma de tecnología digital.

Muchos comentaristas hablan de que el encuentro con Internet radicaliza todavía más a los jóvenes musulmanes desafectos. Pero si nos centramos demasiado en la «ciberyihad», como a veces se la denomina, perdemos la visión de conjunto. La cultura islámica no puede defenderse del contraconocimiento porque no ha sido capaz de seguir el ritmo de los progresos de la civilización occidental. Pervez Hoodbhoy, profesor de física de la Universidad Quaid-e-Azam en Islamabad, ha afirmado con franqueza y coraje que ningún país musulmán, ni uno solo siquiera, tiene un sistema educativo viable o una universidad de nivel internacional. «Mientras que los auténticos logros científicos son raros en el mundo musulmán contemporáneo, la pseudociencia es más que abundante», escribió en The Washington Post en 2002.
Un antiguo director de mi departamento de física de Islamabad ha calculado la velocidad del cielo. Sostiene que se está alejando de la Tierra a un centímetro por segundo menos que la velocidad de la luz. Su ingenioso método se basa en un versículo del libro sagrado islámico que dice que rezar la noche en que el libro fue revelado vale por mil noches de culto normal. Sostiene que esto equivale a un factor de dilatación del tiempo de 1.000, que procedió a introducir en una fórmula de la teoría especial de la relatividad de Einstein…
Uno de los dos ingenieros nucleares paquistaníes arrestados recientemente por sospechas de que pasaban secretos nucleares a los talibanes había propuesto con anterioridad cómo solucionar los problemas de energía de Pakistán: domeñando el poder de los genios. Se basaba en la creencia islámica en que Dios creó al hombre a partir de arcilla, y los ángeles y los genios a partir del fuego; así que este ingeniero de posición destacada propuso capturar los genios y extraer su energía.
Ziauddin Sardar, un influyente periodista musulmán de izquierdas que trabaja en Londres ha observado con desazón cómo, desde la década de 1990, los países islámicos se han alejado de la metodología científica para acercarse a un peligroso oscurantismo. «El discurso de la ciencia islámica sigue hoy el camino de los talibanes».

Según Sardar, Arabia Saudí ha estado vertiendo grandes cantidades de dinero para demostrar que todos los descubrimientos científicos modernos estaban anunciados en las escrituras:
Esta tendencia ha engendrado todo un género de literatura apologética (libros, artículos, revistas) dedicada a examinar el contenido científico del Corán. Se ha «descubierto» en el libro sagrado la relatividad, la mecánica cuántica, la teoría del bing bang, la embriología y la mayor parte de la geología moderna. Y al contrario, se han diseñado experimentos «científicos» para descubrir lo que se menciona en el Corán pero todavía no conoce la ciencia, por ejemplo, el programa para domeñar la energía de los genios que de tanto apoyo ha gozado a mediados de la década de 1990 en Pakistán. Esta combinación tan tóxica de fundamentalismo religioso y «ciencia», afín a los creacionistas… afecta a cualquiera que muestre una actitud crítica o escéptica hacia la ciencia y defienda su propia fe como científica, objetiva y «racional». Por desgracia, se ha convertido en la versión más popular de la «ciencia islámica».
Hoodbhoy y Sardar han corrido un riesgo considerable al llamar la atención sobre este asalto del contraconocimiento al progreso intelectual. Pero muchos comentaristas no musulmanes consideran que es «inapropiado» armar tanto alboroto por lo que está ocurriendo y prefieren centrarse en blancos más seguros como los fundamentalistas estadounidenses. En 2007, W. W. Norton publicó Scientists Confront Intelligent Design and Creationism, un volumen de ensayos coordinado por Andrew Petto y Laurie Godfrey que ataca «una de las falacias científicas más insidiosas del siglo XXI». En ninguna de sus 450 páginas se discute el creacionismo islámico. Tampoco incluye ninguna referencia a Turquía, el país que está superando con rapidez a Estados Unidos como principal fuente de propaganda creacionista.

También la historia, como la ciencia, esta siendo atacada por el contraconocimiento musulmán. En diciembre de 2006 la República Islámica de Irán organizó un congreso con el título «Una revisión del Holocausto» en Teherán, entre cuyos participantes figuraba el notorio revisionista del Holocausto francés Robert Faurisson y el demagogo estadounidense de la extrema derecha David Duke. Uno de los asistentes era Shiraz Dossa, un profesor titular de ciencia política de la Universidad de San Francisco Javier, en Nueva Escocia. En el número de junio de 2007 del Literary Review of Canada, Dossa atacó a los «islamófobos analfabetos» que lo habían criticado por haber asistido al congreso. Los argumentos esgrimidos contra él, añadió, se basaban en dos falacias. La primera era que el presidente Ahmadinejad hubiera calificado el Holocausto de mito; solamente había cuestionado su «mitificación y sacralización» por parte de los defensores de Israel. Cabe suponer que Dossa se perdió el discurso de Ahmadinejad en la ciudad de Zahedan en diciembre de 2005, en la que denunció «el mito de que los judíos hayan masacrados».

Dossa continúa: «La segunda falacia occidental es que el evento fuese un congreso de negación del Holocausto porque estuvieran presentes unos pocos pero notorios cristianos occidentales que son negacionistas/escépticos declarados, un par de neonazis. No fue así en absoluto. Fue un congreso del Sur Global organizado para elaborar una respuesta intelectual y política a la intervención occidental-israelí en los asuntos musulmanes. Los negacionistas/escépticos del Holocausto eran sólo un fleco, una minoría marginal en la conferencia… De los 33 conferenciantes, 27 no eran negacionistas, sino profesores universitarios e investigadores de las ciencias sociales procedentes de Irán, Jordania, Argelia, India, Marruecos, Bahrein, Túnez, Malasia, Indonesia y Siria». Dossa no dice si tuvo tiempo de examinar una de las exposiciones que había traído al congreso el «historiador» Frederick Toeben, que ha cumplido una sentencia de cárcel en su Alemania natal por negar el Holocausto. Se trataba, según la agencia oficial de noticias de Irán, de «un enorme modelo del campo de exerminio de Treblinka con todos los detalles, incluso modelos de los trenes y figuras humanas, que dijo que iba a utilizar para demostrar que las cámaras de gas no existieron».

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