viernes, 4 de febrero de 2011

Cómete al rico

Antropólogo entre antropófagos

El desaprensivo turista, polaroid en ristre, es Michael Rockefeller, hijo del magnate yankee Nelson Rockefeller. Junto a él, un grupo de indígenas asmat de Nueva Guinea Papúa sonríe pícaramente. Esta histórica instantánea recoge el preciso momento en que el joven Rockefeller, aturdido tras ingerir un bebedizo que los asmat le ofrecieron y que él –alma de cántaro– confundió con limonada, no veía ni el botón de disparo de su cámara. Esto fue justo antes de que bajo los efectos de un colosal ciego Michael bailara la conga de Jalisco con los nativos alrededor de una hirviente marmita, que no, no era –como él creía– una sopa juliana con la que obsequiar su paladar vegetariano. Qué poco sospechaba el joven Rockefeller que él no era comensal en el banquete sino la cena misma. Si por lo menos hubiera leído el National Geographic se habría enterado de la fama de caníbales y cazadores de cabezas de los asmat y al menos les habría podido invitar a un McMenú para salir corriendo mientras mataban el gusanillo.

Sea como fuere, así fue como los asmat pusieron en práctica el eslógan de la clase obrera norteamericana: EAT THE RICH (CÓMETE AL RICO.) Esto demuestra lo que decía en su época Mijail Bakunin: que el espíritu de rebelión es inherente al ser humano (habite donde habite). Ahora ya sabes, querido/a lector/a: si no llegas a fin de mes, si tu jefe te explota, si tienes hambre de justicia...

¡¡¡CÓMETE AL RICO!!!

1 comentario:

  1. Igual que del cerdo, resulta que también de los burgueses podemos sacar provecho. Como dice Arguiñano: «¡Rico, rico, rico...!»

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