La famosa frase de Pi y Margall, «Castilla fue entre las naciones de España la primera que perdió sus libertades en Villalar bajo el primer rey de la Casa de Austria», daba a entender una falsa creencia que aún prevalece, que tras la derrota comunera el pueblo castellano perdió sus derechos, unos derechos entonces inexistentes en un régimen de transición del feudalismo al absolutismo.
Aunque hubiese ciudades y villas que tenían representación en Cortes, eran minoría (en el siglo XV se quedaron en dieciocho, tras la conquista de Granada), el resto eran municipios de señorío, cuyos señores feudales (laicos y eclesiásticos) gobernaban a su antojo. En los municipios de realengo (los pocos que tenían representación en Cortes y cuyo señor era el rey), estaban gobernados por una minoría perteneciente al patriciado urbano, que en el caso castellano eran miembros de la baja nobleza (la incipiente burguesía era inexistente). Además estaban sometidos a la autoridad de un representante del rey, el corregidor, al que debían mantener.
Durante la llamada Reconquista las localidades que había entre los ríos Duero y Tajo (la Extremadura castellana) obtuvieron unos privilegios, los fueros, con la finalidad de atraer repobladores, y se regían en concejo abierto. Pero eso duro poco, según se avanzaba hacía el Sur, el poder del rey y los nobles se hacía más fuerte, y los concejos abiertos se hacían cada vez más restringidos, quedándose en manos de una minoría de caballeros e hidalgos descendientes de aquellos campesinos ricos que podían mantener un caballo y el armamento necesario: los llamados «caballeros villanos». Había una expresión muy castellana que decía: «Donde hay reyes no hay leyes». Esas eran las «libertades» que tenía el pueblo castellano, en Villalar no se perdió nada.
Hace un año hablé de la conexión que había entre los comuneros y su pasado medieval, y, en especial, su carácter urbano.
¿Qué hubiese supuesto el triunfo de la rebelión comunera, un nuevo régimen más democrático e igualitario? Primero hay que tener en cuenta que el movimiento «revolucionario» era diverso, había representantes de todos los estamentos sociales del momento, lo que implica una disparidad, y hasta confrontación, de intereses. La medievalista francesa Adeline Rucquoi publicó, conjuntamente con varios autores más, un libro en 1993 Valladolid en el Mundo. La Historia de Valladolid, que salió en fascículos a traves del periódico El Mundo. En este retazo del capitulo octavo, «Valladolid medieval (1120-1367)», nos puede dar una idea de lo que podría haber sido:
Las crisis de finales del siglo XIII y de las primeras décadas del XIV no parece pues haber afectado profundamente a Valladolid que, no sólo consiguió mantenerse sino que aprovechó las dificultades de la Corona para obtener mayor independencia.La vida política urbana se vio sin embargo afectada por la lucha que entabló un sector de la población, enriquecido durante la segunda mitad del siglo XIII, para acceder al gobierno municipal, reservado, desde el privilegio de Alfonso X, a las diez casas oligárquicas de los linajes de Tovar y de Reoyo. Aprovechando sin duda la crisis general y cierto descontento popular, los mercaderes, plateros, peleteros y demás representantes de los oficios de mayores ingresos en la villa consiguieron de la reina María de Molina, durante la minoría de Fernando IV, que se anulasen los privilegios concedidos a los caballeros en el Fuero Real y se constituyeron en un verdadero partido popular, la Voz del Pueblo.En marzo de 1320, dos meses después que los linajes de Tovar y de Reoyo y la Voz del Pueblo nombraran representantes para llegar a un acuerdo, la reina María de Molina, que necesitaba desesperadamente el apoyo de la ciudad, devolvió a los caballeros sus privilegios, que incluían el monopolio de los cargos municipales.Un año después, en marzo de 1321, poco antes de su muerte, la reina confirmó el compromiso establecido, que reservaba a los representantes de la Voz del Pueblo la mitad de los oficios concejiles, mientras los linajes se repartían la otra mitad.Ignoramos las circunstancias de este acuerdo y en particular si hubo, como en numerosas ciudades europeas en la misma época, violencias y disturbios; en cambio, la élite de los no-privilegiados había conseguido, mediante el apoyo popular, el acceso al gobierno municipal.Entre 1321 y 1332 sin embargo, los mercaderes y artesanos enriquecidos que habían accedido al poder municipal no debieron de cumplir las expectativas suscitadas cuando encabezaban la Voz del Pueblo. Privadas del beneficio de su «revolución», las capas populares reaccionaron al cabo de unos años e intentaron llevarla a cabo reuniéndose a campana tañida, distribuyéndose cargos y rentas municipales, e irrumpiendo en las sesiones del concejo. A petición del concejo —oficial—, el rey tuvo que intervenir: en marzo de 1332, las reuniones populares de los «menestrales y otras gentes menudas» fueron prohibidas y se devolvió el monopolio del ejercicio del poder en Valladolid a los linajes de Tovar y de Reoyo. La presencia en el concejo, posteriormente al privilegio real, de los mercaderes que habían conseguido desempeñar oficios públicos a raíz de la «revolución» de 1320-1321, sólo se explica por su integración en alguno de los dos linajes; entre 1321 y 1332, los linajes vallisoletanos perdieron pues su carácter de «familias de sangre» para convertirse en «familias espirituales», en bandos.A partir de 1332, los linajes se repartieron por mitad los oficios municipales: regidurías a partir de mediados del siglo XIV, alcaldías, escribanías de la villa y luego «del número», procuradurías en Cortes, fielatos, aposentadurías, guías, tasadurías, montanerías, andadurías, pregonerías, así como los dos cargos de «conservadores» de la universidad.La «revolución» de 1320-1332 y la Voz del Pueblo vallisoletana no fueron acontecimientos aislados: en Italia y en Flandes, por esas mismas fechas, los «burgueses» enriquecidos consiguieron también forzar el acceso a los gobiernos urbanos, con el apoyo de las masas populares. Sin embargo, al contrario de lo que ocurrió en otras ciudades europeas, en Valladolid la apertura de la oligarquía a nuevos miembros no fue un hecho efímero, sino que se erigió en sistema; no hubo así, como en Florencia por ejemplo, nuevos disturbios a finales del siglo XIV.ADELINE RUCQUOI
Con este texto se puede «matar dos pájaros de un tiro»: Primero se carga de un golpe la tesis defendida por los historiadores Joseph Pérez en Los Comuneros y José Antonio Maravall en Las comunidades de Castilla, que defiende la revuelta comunera como un preámbulo —del siglo XVI— de las modernas revoluciones liberales como la inglesa, la americana y la francesa. Ya que el texto narra de unos sucesos acaecidos en Valladolid dos siglos antes, durante el siglo XIV, con caracterísitcas similares a alguna de las circunstancias de la revuelta comunera. (hay que recordar que fue en la comunidad de Valladolid donde las posturas comuneras más radicales fueron defendidas). Rebelión coetánea de la de los comuneros de Castilla del siglo XVI, también fue la de los agermanados de Valencia y Mallorca, en cuya represión participaron, para ganarse el favor real, algunos ex comuneros como el marqués de Los Vélez. O como en el anterior siglo XV fueron en Galicia las guerras irmandiñas. Hechos históricos que ignoran la tesis de los dos historiadores mencionados, en la que los «izquierdosos» y nacionalistas de hoy en día se basan para justificarse.
En la revuelta comunera incidieron varios factores: el descontento de la nobleza castellana al ver que un rey extranjero repartía cargos entre los cortesanos flamencos; la oposición de las ciudades y villas de realengo a sufragar los gastos del Imperio alemán; los levantamientos antiseñoriales de varios municipios (que empujo a buena parte de la alta nobleza a pasarse al bando imperial); y el deseo de una mayor democratización en los gobiernos urbanos. Unas élites se basan en las clases populares para acceder al poder. Lo cual conecta directamente a la Edad Media con el mundo moderno. La burguesía se apoyo en el proletariado para acceder al poder durante el siglo XIX. O las llamadas guerras de «liberación nacional» del Tercer Mundo, que sirvieron para sustituir en el poder las burguesías nativas a las coloniales. Y el poder real en nuestras democracias representativas actuales, sustituyamos «linajes» y «banderías» medievales por los partidos políticos, los cuales se turnan o reparten cargos públicos…
Y así «se mata» también el segundo: el texto está muy en consonancia con el texto del Grupo Anarquizante Stirner «¡QUE ARDAN TODAS LAS PATRIAS!». Vincula directamente con el 23 de Abril y el nacionalismo castellanista, u otros similares de apariencia pseudorrevolucionaria.
Y como colofón, una frase de la España revolucionaria de Karl Marx sobre la revuelta comunera: «La oposición a la camarilla flamenca era sólo la sobrefaz del movimiento; en el transfondo estaba la defensa de las libertades de la España medieval frente a las injerencias del moderno absolutismo.» Y esas libertades eran libertades feudales.
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