martes, 14 de junio de 2011

Sobre el movimiento 15-M

Tierra y Libertad, 275. (Junio de 2011.)


Ya es historia que el pasado domingo 15 de mayo se convocaron manifestaciones, con notable asistencia, convocadas por la nueva plataforma Democracia Real Ya en más de 50 ciudades españolas. Solo en Madrid, pudieron verse a miles de personas que se decidieron a salir a la calle, hastiadas del sistema y de los partidos políticos, a las puertas, y eso fue especialmente significativo (y esperanzador), de unas elecciones municipales y autonómicas. También pudieron verse imágenes de unas fuerzas policiales que actuaron de forma arbitraria y brutal, sin ningún tipo de provocación previa más allá de la mera protesta que era el acto. Desgraciadamente, la sociedad española está, o ha estado, anestesiada ante el poder económico y político, por lo que se agradeció ver cómo la gente se echó a la calle demandando una profundización en la democracia. Y sí, somos muy críticos los anarquistas con la palabra «democracia», especialmente pervertida por el sistema representativo y el Estado, pero también con nulo sentido en un sistema de clara servidumbre económica como es el capitalismo (máxime en una de sus múltiples crisis, de las que habitúa a salir fortalecido). Y esa es una de las claves del asunto, la imposibilidad de ejercer una democracia real (o, para darle cierto sentido libertario, una democracia directa sin representación de ningún tipo; a los anarquistas nos gusta mucho más el concepto de «autogestión social») si no hay verdadera emancipación económica. Es por eso que me parece primordial que los anarquistas estén en este tipo de plataformas, en las que la gente muestra una postura clara contra toda jerarquización, para tratar de dar una orientación libertaria, con la que muchas personas pueden estar de acuerdo al comprobar, tanto sus correctas intenciones, su fortaleza ética, y ver que funciona en la práctica, y promover así una transformación social permanente.

De eso se trata, de profundizar en los males de la sociedad y de que la cosa no se quede en una protesta coyuntural ni en simple labor de maquillaje (en principio, no había ningún partido político detrás de esta plataforma, pero no tardaron demasiado en tratar de subirse al carro). La plataforma Democracia Real Ya insiste en que se trata de un movimiento horizontal, sin líderes ni estructura jerárquica, y que no tienen ningún tipo de financiación externa, por lo que ese funcionamiento libertario puede muy bien ser fortalecido por la presencia anarquista, y tratar de ir más allá en los propósitos. Gracias a las redes sociales, las cuales hacen posible la comunicación inmediata entre personas y grupos, estas convocatorias han podido calificarse de exitosas. Sin embargo, insistiremos en que es necesario el trabajo social y cultural, que se encuentra detrás de un movimiento auténticamente transformador. La mayor parte de los asistentes a estas manifestaciones fueron personas muy jóvenes, los cuales reclaman sobre todo un cambio en la conciencia social, un fortalecimiento de la ciudadanía, y el no convertirse en simple mercancía para políticos y banqueros, algo especialmente esperanzador. Si algo han reclamado siempre los anarquistas es el bien común, propiciando al mismo tiempo la participación de cada persona en los asuntos que le afectan, de forma directa y «real». Tal vez muchos de los que apoyaron en origen esta plataforma promovían sin más una humanización del sistema, contemplándola como una llamada de atención al poder político y económico, pero sin pretender cuestionar la naturaleza de ese poder. Es muy posible que así sea, y cuando eso ocurre, las convicciones libertarias deberán ser tan sólidas como para saber en qué punto divergen los caminos. Como he dicho antes, no es nuestro cometido una simple labor de maquillaje, ya que el trabajo se dirige siempre hacia la autogestión social, extender esos valores de funcionamiento de algunas organizaciones (horizontalidad, pluralidad, autonomía de grupos e individuos, solidaridad, fortalecimiento cultural) al conjunto de la sociedad.

Unos días después de aquellas manifestaciones, en la llamada jornada de reflexión de cara a las elecciones, en la, llamada, democracia española, algunos reflexionábamos una vez más que queríamos una sociedad mejor. El ambiente en la Puerta del Sol de Madrid, producto de lo producido unos días antes en las manifestaciones y que duraba ya varios días, era magnífico, por mucho que quisieran reducir los actos de protesta a un vulgar acto de campaña, con las prohibiciones de rigor de los órganos correspondientes, las personas estaban diciendo ¡basta! ante la situación política y económica del país. Era lo que algunos llamaban ya «revolución española», haciendo un paralelismo con lo vivido en Túnez y Egipto a principios de año; al menos, suponía un magnífico revulsivo para sacar a la gente de la apatía y el conformismo, y para generar un nueva conciencia de clase. A propósito de la polisemia de la palabra «revolución», sí existe un paralelismo con lo vivido en ciertos países árabes, y es el deseo de las personas de una vida mejor. Y no se trata del mezquino «sálvese el que pueda» que propone el liberalismo, los cambios son para el conjunto de la sociedad. Nada está escrito, no existe una concepción determinista (y falaz) del progreso que obligue a tantos seres humanos a permanecer en la indigencia. Existen experiencias históricas, y ahora se están produciendo otras nuevas, en las que el pueblo toma la iniciativa, se organiza y construye alternativas a los múltiples problemas presentes en la sociedad. Se demuestra factible la toma de decisiones de manera asamblearia, de forma que se canalicen las diversas aspiraciones y reivindicaciones, y se supere así un individualismo insolidario. Se trata de reivindicar la individualidad (frente a un individualismo disociado del conjunto de la sociedad) y la pluralidad, de encontrar un nexo social en la solidaridad, y de construir el socialismo libertario (la riqueza va dirigida a todos los miembros de la sociedad, se apuesta por la máxima libertad y la máxima igualdad, recogiendo la tradición de lo mejor de las teorías políticas). Una de las pancartas que podían leerse en la Puerta del Sol de Madrid pedía la superación de las diferencias ideológicas en aras de la unión. Bien, está claro que serán muchas las sensibilidades presentes en estas protestas, aunque la aspiración común es la de construir otra realidad (esa palabra de etimología tan odiosa), por lo que los libertarios podemos trabajar por lo que consideramos los mejores valores humanos (siempre habrá personas que se negarán a ser solidarias o a cooperar, pero es éste un valor al que tenemos que dar peso en toda organización social, frente a la atomización y la competitividad), y tratar de convencer sin coacción alguna. La campaña electoral y el sistema representativo perdieron protagonismo gracias a este movimiento social que adoptó el nombre de «democracia real», aunque también se le ha denominado Movimiento 15-M, a su capacidad para organizarse sin injerencias externas, crear órganos asamblearios, dar voz a todo el mundo, tomar decisiones... El sistema político y mediático se mostró perplejo, la simple apariencia de libertad y pluralidad que ellos preconizan se muestra incapaz de asimilar la construcción de otra realidad. Naturalmente, no podíamos ser ilusos, sabíamos del peligro de que la situación fuera finalmente mediatizada, que se redujeran las exigencias más radicales y que la cosa quedara en una simple crítica al bipartidismo y al sistema financiero, sin moverse apenas los cimientos del Estado y el capital (ni de los actores que les hacen el juego, sean de «izquierdas» o de derechas). No nos equivoquemos tampoco en otra cuestión, la situación no le hacía el juego a la derecha; la derecha, en mayor o en menor grado, lleva toda la vida instalada en el poder. El daño social y psicológico, a mi modo de ver en constante aumento, que se produce en las sociedades contemporáneas solo pasa por un cambio radical a todos los niveles, por una progresiva descentralización de la política y de la economía, por una acción directa que tome el lugar de la democracia representativa. Eso es lo que se ha vivido en las últimas semanas en tantos lugares de España. Ante unas nuevas elecciones democráticas, un día más, muchos nos abstuvimos de participar en lo que consideramos injusto y nos reafirmamos en la intención de seguir tomando las riendas de nuestras vidas.

Un comunicado de prensa de la plataforma Democracia Real Ya, el día 23, después de unas elecciones sin demasiadas sorpresas (el índice de abstención siguió siendo muy alto, cercano al 40 por 100), manifestaba que numerosas webs y perfiles de las redes sociales intentaban suplantar su identidad como movimiento, proponiendo acciones que nada tienen que ver con el manifiesto real de la plataforma. Lo que se pretendía con este desmentido era asegurar la independencia de DRY con respecto a cualquier partido o sindicato, mostrando las mentiras de todo aquel que pretendiera vincular el movimiento a alguna organización. Del mismo modo, se aclara que las acampadas en diversos lugares de España poseen sus propias reivindicaciones, las cuales no tienen que coincidir necesariamente con las de DRY. No obstante, la plataforma reconoce la autonomía e independencia de cada acampada y simpatiza con cualquiera de sus reivindicaciones al comprender que se trata de la expresión libre de las personas sin intermediarios de ningún tipo. También hay otro asunto que dio lugar a equívoco, y es que DRY no ha promovido el voto nulo, ni la abstención, ni el voto a ninguna opción, ya que se entiende que eso corresponde a cada persona. Según se comentaba, uno de los propósitos de la plataforma es la mejora del sistema electoral, algo que parece desprenderles de todo sesgo radical. No obstante, es posible que el inicio de este movimiento fuera ese intento de mejorar el sistema, pero hay que quedarse con la clara orientación libertaria que tiene el hecho de «libre expresión del pueblo sin intermediarios de tipo alguno». Los rasgos libertarios son inequívocos: funcionamiento asambleario, plena libertad de expresión, debate abierto, comisiones de trabajo abiertas, trabajo rotatorio, rechazo a toda jerarquía y a todo dirigismo, acción directa, descentralización, federalismo, autonomía e independencia de cada grupo...


Recapitulemos sobre lo ocurrido. Nace recientemente una plataforma, a la que podemos considerar, en rasgos generales, como crítica al poder económico y político (y no dejaremos nunca de lado en el análisis, que ambos se encuentran estrechamente vinculados), convocando manifestaciones para el día 15 de mayo, que se pueden considerar exitosas. Es el punto de partida para la concentración en determinados lugares de toda España (como la Puerta del Sol, en Madrid), con las acampadas que muestran las características antes mencionadas, en ellas se atienden las necesidades de las personas (básicas, como el alimento, o el asesoramiento legal) sin interés económico alguno (sobra decirlo). No se trata de una revolución netamente anarquista, pero ahí están las evidencias. Entre lo que se propone el día 20 de mayo en la acampada de Sol, se encuentran derechos básicos que supuestamente recoge la Constitución española (una muestra más de la falacia de las leyes jurídicas), como es el acceso a una vivienda digna, a una educación pública y laica, y lo necesario de una sanidad gratuita y universal. Tal vez otras propuestas puedan considerarse «reformistas», no es algo que a mí particularmente me preocupe, ya que toda reforma auténtica acaba siendo radical, acaba produciendo una transformación hacia una realidad mejor. Los anarquistas estaban ya presentes en el movimiento, sin estridencias ni falsos purismos, mostrando respeto a las decisiones de las personas (que no siempre tendrán un contenido libertario), pero con las convicciones muy claras para decidir que ese puede acabar no siendo nuestro camino. Hay que recordar que nunca los anarquistas han tendido al aislamiento, y mucho menos hacia la imposición, incluso han mostrado un respeto nítido hacia otros movimientos sociales y políticos cuando han sido una fuerza mayoritaria (como en el caso de la revolución española de 1936).

Y a eso me quería referir también, a la historia. Porque en todo análisis y en toda praxis no podemos dejar a un lado nuestra historia. Si este momento fuera solo un simple pataleo ante el sistema, no tardaríamos en contemplar el derrumbe al no haber unas bases sólidas. No podemos desprender la situación actual de las herencias de la dictadura franquista ni de las mentiras de la Transición democrática; tampoco de las posteriores reformas laborales (producidas en gran parte por un partido que se sigue llamando socialista), que han sumido a la clase trabajadora en una precariedad intolerable con un paulatino adormecimiento social. Los ocho años de gobierno de la derecha oficial, con movilizaciones sociales masivas debido a la involucración de España en la invasión militar de Irak del año 2003, que llevaron al PSOE de nuevo al poder, fueron solo un espejismo. Tal vez fue un voto de confianza que los españoles dieron a la izquierda parlamentaria ante las mezquindades de la derecha, pero una vez más aquello se demostró un error. Especialmente en su segunda legislatura, Zapatero y su gobierno han seguido las instrucciones del capitalismo internacional y de sus organismos. Al margen de las circunstancias concretas de un gobierno de uno u otro pelaje, hay que insistir en la cuestión económica, en esa falacia de las épocas de bonanza económica del capitalismo y de la realidad de sus cíclicas crisis, tan necesarias para asegurar la servidumbre de la clase trabajadora. Sea quien sea quién esté en el poder, y sea cual sea el momento económica que se sufra, la sumisión y el miedo están asegurados. No podemos eludir la historia, ni la política ni la economía (ambas quieren ser reducidas a una caricatura por la clase dirigente), todo ello tiene responsabilidad en la situación actual en la que, muy posiblemente, la derecha más dura vuelva a estar en el poder. Una democracia representativa de baja calidad, en la que las decisiones siempre son tomadas desde arriba, solo puede tener una alternativa real en un movimiento horizontal y descentralizador. Basta ya de dar oportunidades al sistema, con sus partidos y sindicatos de Estado, y con sus élites apoltronadas, y demos fuerza de verdad a la sociedad. Potenciemos los valores libertarios de apoyo mutuo y solidaridad, que ya están presentes en este movimiento, y confiemos en el futuro.

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