domingo, 30 de octubre de 2011

Alianza entre Roma-Moscú contra la libertad de conciencia



Ya son 21 los Estados miembros del Consejo de Europa, que cuenta en total 47 miembros, que se oponen al veredicto de la Corte Europea de Derechos Humanos sobre la cuestión de los crucifijos en las escuelas.

Se trata de un asunto que desde hace años viene provocando encendidas polémicas en Italia. La señora Soile Lautsi había solicitado a la dirección de la escuela pública a la que asisten sus hijos que los crucifijos fuesen retirados de las aulas. Ante la negativa de la dirección, el caso fue presentado a la justicia.

En 2005, el tribunal administrativo italiano denegó el pedido de la demandante afirmando que «el crucifijo es a la vez el símbolo de la historia y de la cultura italianas, y por consiguiente de la identidad italiana, y el símbolo de los principios de igualdad, de libertad y de tolerancia así como del carácter laico del Estado». Sin embargo, el 3 de noviembre de 2009, la Corte de Estrasburgo condenó aquel veredicto, señalando que «la exposición obligatoria de un símbolo de una confesión determinada en el ejercicio de la función pública, en particular en las aulas, restringe el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones así como el derecho de los niños escolarizados a creer o no».

En oposición a esa decisión, Armenia, Bulgaria, Chipre, Grecia, Lituania, Malta, Mónaco, Rumania, la Federación Rusa y San Marino presentaron recursos ante la Corte Europea, la cual les concedió una audiencia que tuvo lugar el 30 de junio de 2010. Albania, Austria, Croacia, Hungría, la Macedonia antiguamente yugoslava, Moldavia, Polonia, Serbia, Eslovaquia y Ucrania se unieron a la oposición después de aquella audiencia.

La brusca oposición de los gobiernos de esos países a la decisión de la Corte Europea de Derechos Humanos tiene su origen en la alianza que establecieron en mayo pasado el metropolita Hilarión (responsable de las Relaciones Exteriores del Patriarcado ortodoxo de Moscú), a nombre del Patriarca Cirilo I, y el Papa Benedicto XVI. Dos iglesias separadas entre sí, la católica y la ortodoxa, decidieron así unir sus esfuerzos contra el progreso del laicismo en las sociedades europeas.

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