Por ENRIQUE WULFF
El contacto entre comunidades lingüísticas diferentes se puede establecer mediante una lengua internacional, o lingua franca, la cual favorece, sin duda, los intercambios de todo tipo —culturales, religiosos, mercantiles— y facilita las relaciones administrativas. En este sentido, la historia nos muestra cómo los grandes imperios llevaron sus respectivas lenguas hasta los últimos confines de sus territorios, y cómo, también, el poder económico o el prestigio religioso o cultural por ellas conferido se ha mantenido aun después de que aquéllos hubiesen alcanzado su punto culminante, e incluso una vez que hubieran desaparecido las antiguas relaciones de dominio; por otra parte, meras consideraciones prácticas han fomentado o fomentan todavía la existencia de una lengua común en el caso de las naciones multilingües. Lenguas internacionales fueron el griego y el latín, como lo es actualmente el árabe literario.
Portugueses y españoles llevaron sus respectivas lenguas a otros continentes; pero, además, sus colonizaciones nos presentan interesantes ejemplos de utilización de otros idiomas para sus propósitos. Tal es el caso del náhuatl —lengua de los aztecas—, del quechua —idioma del Imperio inca— y del tupinambá, hablado en la costa atlántica, que se convirtieron, junto con las de las metrópolis, en verdaderas lenguas generales en Nueva España, en el Virreinato del Perú y en el Brasil, respectivamente.
La difusión mundial del francés, y más aún del inglés, no precisa de comentarios, y es fácil comprobar su empleo internacional como denominador común de colectividades nacionales muy diversas. El hebreo moderno, basado en el lenguaje bíblico, ha pasado, por otra parte, a ser en Israel un factor de unificación lingüística. En la Unión Soviética, la implantación del ruso como lengua común de su vastísimo territorio no ha impedido, sin embargo, la existencia de una política cultural que favorece el desarrollo de las distintas lenguas nacionales. En China, India e Indonesia, estados igualmente multinacionales y plurilingües, se adoptó en un momento dado una lingua franca, que con el tiempo acabaría convirtiéndose en idioma oficial. Y en África, aparte del inglés y del francés ya mencionados, destacan con aquel carácter de lengua común el hausa, en el norte de Nigeria, y el swahili —oficial en Tanzania, Kenia y Uganda—, que, bajo formas progresivamente simplificadas, sirve de vehículo de intercambio en grandes áreas del centro del continente.
Otro caso distinto es aquel en el que hablantes de lenguas diversas emplean una lingua franca que no es común a ninguno de ellos y está sujeta a un proceso de simplificación en todos los niveles; la jerga resultante, especialmente válida para contactos inmediatos, por lo general de carácter comercial, se denomina pidgin —término que es una alteración del vocablo inglés business (negocios), según era pronunciada en cantonés—, y no es sino un idioma de compromiso. El swahili o el denominado malayo de bazar del área malayo-polinesia son otros tantos ejemplos, pero los más conocidos tienen que ver con la presión cultural ejercida por las naciones europeas sobre los países que ellas dominaron, habiéndose desarrollado sobre todo en las zonas donde predominó el tráfico de esclavos.
El pidgin chino refleja la sintaxis china sobre un vocabulario de unas 700 palabras inglesas con una pronunciación muy alterada. El pidgin melanesio es el más interesante, ya que sirve de modelo para el estudio de la simplificación de estas jergas; y sobre todo, por haberse convertido en lengua oficial de Papúa-Nueva Guinea, con lo que se ha transformado en un créole (idioma criollo), término con el que se hace referencia a un pidgin adquirido como lengua materna por los niños que nacen en ese medio lingüístico, por lo que paulatinamente pasa a ser un idioma completo.
Entre la lenguas criollas, unas tienen un fundamento inglés: así, por ejemplo, el gullah —hablado en la costa de Carolina del Sur y Georgia—; el sranantonga de Surinam —en el que se registra, asimismo, cierto influjo del portugués—, y el inglés criollizado de las islas del Caribe, en especial el de Jamaica, con influencias del español y del francés. Criollo español con vestigios portugueses y holandeses es el papiamento, habla de las dependencias holandesas del Caribe. El francés, por su parte, ha sido la base de otras formas lingüísticas criollas, las más importante de las cuales es el créole haitiano, lengua de uso normal.
El contacto entre comunidades lingüísticas diferentes se puede establecer mediante una lengua internacional, o lingua franca, la cual favorece, sin duda, los intercambios de todo tipo —culturales, religiosos, mercantiles— y facilita las relaciones administrativas. En este sentido, la historia nos muestra cómo los grandes imperios llevaron sus respectivas lenguas hasta los últimos confines de sus territorios, y cómo, también, el poder económico o el prestigio religioso o cultural por ellas conferido se ha mantenido aun después de que aquéllos hubiesen alcanzado su punto culminante, e incluso una vez que hubieran desaparecido las antiguas relaciones de dominio; por otra parte, meras consideraciones prácticas han fomentado o fomentan todavía la existencia de una lengua común en el caso de las naciones multilingües. Lenguas internacionales fueron el griego y el latín, como lo es actualmente el árabe literario.
Portugueses y españoles llevaron sus respectivas lenguas a otros continentes; pero, además, sus colonizaciones nos presentan interesantes ejemplos de utilización de otros idiomas para sus propósitos. Tal es el caso del náhuatl —lengua de los aztecas—, del quechua —idioma del Imperio inca— y del tupinambá, hablado en la costa atlántica, que se convirtieron, junto con las de las metrópolis, en verdaderas lenguas generales en Nueva España, en el Virreinato del Perú y en el Brasil, respectivamente.
La difusión mundial del francés, y más aún del inglés, no precisa de comentarios, y es fácil comprobar su empleo internacional como denominador común de colectividades nacionales muy diversas. El hebreo moderno, basado en el lenguaje bíblico, ha pasado, por otra parte, a ser en Israel un factor de unificación lingüística. En la Unión Soviética, la implantación del ruso como lengua común de su vastísimo territorio no ha impedido, sin embargo, la existencia de una política cultural que favorece el desarrollo de las distintas lenguas nacionales. En China, India e Indonesia, estados igualmente multinacionales y plurilingües, se adoptó en un momento dado una lingua franca, que con el tiempo acabaría convirtiéndose en idioma oficial. Y en África, aparte del inglés y del francés ya mencionados, destacan con aquel carácter de lengua común el hausa, en el norte de Nigeria, y el swahili —oficial en Tanzania, Kenia y Uganda—, que, bajo formas progresivamente simplificadas, sirve de vehículo de intercambio en grandes áreas del centro del continente.
Otro caso distinto es aquel en el que hablantes de lenguas diversas emplean una lingua franca que no es común a ninguno de ellos y está sujeta a un proceso de simplificación en todos los niveles; la jerga resultante, especialmente válida para contactos inmediatos, por lo general de carácter comercial, se denomina pidgin —término que es una alteración del vocablo inglés business (negocios), según era pronunciada en cantonés—, y no es sino un idioma de compromiso. El swahili o el denominado malayo de bazar del área malayo-polinesia son otros tantos ejemplos, pero los más conocidos tienen que ver con la presión cultural ejercida por las naciones europeas sobre los países que ellas dominaron, habiéndose desarrollado sobre todo en las zonas donde predominó el tráfico de esclavos.
El pidgin chino refleja la sintaxis china sobre un vocabulario de unas 700 palabras inglesas con una pronunciación muy alterada. El pidgin melanesio es el más interesante, ya que sirve de modelo para el estudio de la simplificación de estas jergas; y sobre todo, por haberse convertido en lengua oficial de Papúa-Nueva Guinea, con lo que se ha transformado en un créole (idioma criollo), término con el que se hace referencia a un pidgin adquirido como lengua materna por los niños que nacen en ese medio lingüístico, por lo que paulatinamente pasa a ser un idioma completo.
Entre la lenguas criollas, unas tienen un fundamento inglés: así, por ejemplo, el gullah —hablado en la costa de Carolina del Sur y Georgia—; el sranantonga de Surinam —en el que se registra, asimismo, cierto influjo del portugués—, y el inglés criollizado de las islas del Caribe, en especial el de Jamaica, con influencias del español y del francés. Criollo español con vestigios portugueses y holandeses es el papiamento, habla de las dependencias holandesas del Caribe. El francés, por su parte, ha sido la base de otras formas lingüísticas criollas, las más importante de las cuales es el créole haitiano, lengua de uso normal.
Lenguaje y lenguas, SALVAT (1981).
Muy interesante el tema de las lenguas de contacto (los pidgins y las variedades criollizadas derivadas de éstos). Cualquiera que se fije en la letra de un tema de una banda jamaicana de reggae se dará cuenta que se trata de una variedad del inglés a veces difícil de comprender. Una vez vi un programa sobre ese tipo de múcica en la MTV en EE.UU. y lo emitieron con subtítulos. También tengo la experiencia de hacer de traductor de una chica de Liberia y me costó bastante entenderla porque las palabras nativas inglesas las usan de manera muy ditinta a como se usan en el Reino Unido o los EE.UU. además de meter léxico africano. Por último, también me hablaron de una variedad de español criollo usado en hoy día Guinea Ecuatorial. Y por cierto, hay autores que creen que la expresión inglesa O.K. tiene su origen en un pidgin africano.
ResponderEliminarHablando de curiosidades lingüísticas podríamos mencionar al ladino, el español hablado por descendientes de los judíos sefardíes expulsados de la Península Ibérica. Si queréis oír como suena aquí tenéis un vídeo de youtube con las noticias israelíes en ladino:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=S_K_1MkGuCk