28/02/1997
(Continuación)
3. La locura liberada (conclusión)
Los movimientos antipsiquiátricos representaron un duro ataque contra los principios en los que se asentaba el establishment psiquiátrico de la época. Gracias a ellos se dio un gran paso en pro de la humanización de la psiquiatría al defender el respeto a la identidad del paciente, al oponerse a la segregación de los locos en manicomios (convertidos de este modo en chivos expiatorios de los miedos y las contradicciones de ia sociedad) y al desvelar la conexión existente entre las estructuras sociales y la locura. Sin embargo, los antipsiquiatras mayoritariamente acabaron adoptado una actitud un tanto paternalista frente a los “enfermos mentales”, pretendiendo llevar a cabo una revolución psiquiátrica “desde arriba”. Y quizá haya sido ésta la causa de que la Antipsiquiatría como tal se extinguiera a principios de los años 80, al ser asimilados parte de sus postulados (los que eran susceptibles de ser integrados sin dar lugar a un cuestionamiento del orden establecido) por la psiquiatría institucionalizada.
Ante todo, pensamos que la liberación de la locura debe ir de la mano de un cambio revolucionario global de las estructuras sociales, de un proceso que avanzara en la dirección opuesta a lo que ha sido la evolución de la sociedad occidental en los últimos cinco siglos. Es decir, la Revolución Psíquica ha de ir ligada a la Revolución Social y a la lucha contra el capitalismo y el Estado. En este sentido, nos parece que el ideal reparador de la psiquiatría moderna no ha sido, al menos bajo cierto punto de vista (no hay que olvidar el servicio que esta idea ha hecho poder establecido), mas que pura entelequia, pues el loco “recuperado” en el hospital psiquiátrico difícilmente va a insertarse en una comunidad que le hizo “enfermar” y lo confinó en un manicomio. A esto que hay que añadir el hecho de que el enfermo se va a sentir estigmatizado de por vida y por ende más marginado que antes del internamiento.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que hay locos porque la sociedad está “loca”. De ello se deriva la idea de que el paso determinante hacia la liberación de la condición humana constituiría la demolición de ese muro de incomprensión y silencio que ha venido a interponerse entre la sociedad y los locos para así restablecer el diálogo entre ambos colectivos (como ocurría en el medioevo). Estamos esencialmente de acuerdo con Enrique González Duro cuando éste afirma: “Habría que liberar la locura que se manifestara libremente, para que empapara los poros de la estructura social racionalista, que quedaría a vivificada y humanizada” (prólogo J. L. Fábregas y A. Calafat, op. cit). Hasta ahora han sido poetas malditos como Blake o Artaud los que han establecido un puente entre la sociedad y locura. Ahora se trataría de que lo hicieran los locos mismos (de manera similar a cómo postula el S.P.K.), pues en verdad pensamos que la liberación de los locos ha de ser obra de los locos mismos, frente a sociedad que los aliena y a la psiquiatría que los cosifica.
4. Anexo: “Carta a los directores de los asilos para locos” por A. Artaud.
Señores:
Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta jurisdicción soberana y terrible, ustedes la ejercen con su entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los especialistas, de los gobernantes, reviste a la psiquiatría de inexplicables luces sobrenaturales. La profesión que ustedes ejercen está juzgada de antemano. No pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia, ni la dudosa realidad de las enfermedades mentales. Pero por cada cien pretendidas patogenias, donde se desencadena la confusión de la materia y del espíritu, por cada cien clasificaciones donde las más vagas son también las únicas utilizables, ¿cuántas nobles tentativas se han hecho para acercarse al mundo cerebral en el que viven todos aquellos que ustedes han encerrado? ¿Cuántos de ustedes, por ejemplo, consideran que el sueño del demente precoz o las imágenes que lo acosan, son algo más que una ensalada de palabras?
No nos sorprende ver hasta qué punto ustedes están por debajo de una tarea para la que sólo hay muy pocos predestinados. Pero nos rebelamos contra el derecho concedido a ciertos hombres -incapacitados o no- de dar por terminadas sus investigaciones en el campo del espíritu con un veredicto de encarcelamiento perpetuo.
¡Y qué encarcelamiento! Se sabe -nunca se sabrá lo suficiente- que los asilos, lejos de ser “asilos”, son cárceles horrendas donde los recluidos proveen mano de obra gratuita y cómoda, y donde la brutalidad es norma. Y ustedes toleran todo esto. El hospicio de alienados, bajo el amparo de la ciencia y de la justicia, es comparable a los cuarteles, a las cárceles, a los penales.
No nos referimos aquí a las internaciones arbitrarias, para evitarles la molestia de un fácil desmentido. Afirmamos que gran parte de sus internados -completamente locos según la definición oficial- están también recluidos arbitrariamente. Y no podemos admitir que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio, tan legitimo y lógico como cualquier otra serie de ideas y de actos humanos. La represión de las reacciones antisociales es tan quimérica como inaceptable en principio. Todos los actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas individuales por excelencia de la dictadura social. Y en nombre de esa individualidad, que es patrimonio del hombre, reclamamos la libertad de esos galeotes de la sensibilidad, ya que no está dentro de las facultades de la ley el condenar a encierro a todos aquellos que piensan y obran.
Sin insistir en el carácter verdaderamente genial de las manifestaciones de ciertos locos, en la medida de nuestra aptitud para estimarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que de ella se derivan.
Esperamos que mañana por la mañana, a la hora de la visita médica, recuerden esto, cuando traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre los cuales, reconózcanlo, sólo tienen la superioridad que da la fuerza.
“LA VERDADERA CIENCIA NUNCA ES RESPETABLE: ES UN PERPETUO FOCO DE REBELDÍA QUE SE LEVANTA CONTRA LOS SLOGANS CARENTES DE SENTIDO Y CUESTIONA SIN CESAR LAS VERDADES CIENTÍFICAS MÁS SOLIDAMENTE ESTABLECIDAS”
(Continuación)
3. La locura liberada (conclusión)
Los movimientos antipsiquiátricos representaron un duro ataque contra los principios en los que se asentaba el establishment psiquiátrico de la época. Gracias a ellos se dio un gran paso en pro de la humanización de la psiquiatría al defender el respeto a la identidad del paciente, al oponerse a la segregación de los locos en manicomios (convertidos de este modo en chivos expiatorios de los miedos y las contradicciones de ia sociedad) y al desvelar la conexión existente entre las estructuras sociales y la locura. Sin embargo, los antipsiquiatras mayoritariamente acabaron adoptado una actitud un tanto paternalista frente a los “enfermos mentales”, pretendiendo llevar a cabo una revolución psiquiátrica “desde arriba”. Y quizá haya sido ésta la causa de que la Antipsiquiatría como tal se extinguiera a principios de los años 80, al ser asimilados parte de sus postulados (los que eran susceptibles de ser integrados sin dar lugar a un cuestionamiento del orden establecido) por la psiquiatría institucionalizada.
Ante todo, pensamos que la liberación de la locura debe ir de la mano de un cambio revolucionario global de las estructuras sociales, de un proceso que avanzara en la dirección opuesta a lo que ha sido la evolución de la sociedad occidental en los últimos cinco siglos. Es decir, la Revolución Psíquica ha de ir ligada a la Revolución Social y a la lucha contra el capitalismo y el Estado. En este sentido, nos parece que el ideal reparador de la psiquiatría moderna no ha sido, al menos bajo cierto punto de vista (no hay que olvidar el servicio que esta idea ha hecho poder establecido), mas que pura entelequia, pues el loco “recuperado” en el hospital psiquiátrico difícilmente va a insertarse en una comunidad que le hizo “enfermar” y lo confinó en un manicomio. A esto que hay que añadir el hecho de que el enfermo se va a sentir estigmatizado de por vida y por ende más marginado que antes del internamiento.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que hay locos porque la sociedad está “loca”. De ello se deriva la idea de que el paso determinante hacia la liberación de la condición humana constituiría la demolición de ese muro de incomprensión y silencio que ha venido a interponerse entre la sociedad y los locos para así restablecer el diálogo entre ambos colectivos (como ocurría en el medioevo). Estamos esencialmente de acuerdo con Enrique González Duro cuando éste afirma: “Habría que liberar la locura que se manifestara libremente, para que empapara los poros de la estructura social racionalista, que quedaría a vivificada y humanizada” (prólogo J. L. Fábregas y A. Calafat, op. cit). Hasta ahora han sido poetas malditos como Blake o Artaud los que han establecido un puente entre la sociedad y locura. Ahora se trataría de que lo hicieran los locos mismos (de manera similar a cómo postula el S.P.K.), pues en verdad pensamos que la liberación de los locos ha de ser obra de los locos mismos, frente a sociedad que los aliena y a la psiquiatría que los cosifica.
Antonin Artaud, fotografiado por Man Ray
4. Anexo: “Carta a los directores de los asilos para locos” por A. Artaud.
Señores:
Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta jurisdicción soberana y terrible, ustedes la ejercen con su entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los especialistas, de los gobernantes, reviste a la psiquiatría de inexplicables luces sobrenaturales. La profesión que ustedes ejercen está juzgada de antemano. No pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia, ni la dudosa realidad de las enfermedades mentales. Pero por cada cien pretendidas patogenias, donde se desencadena la confusión de la materia y del espíritu, por cada cien clasificaciones donde las más vagas son también las únicas utilizables, ¿cuántas nobles tentativas se han hecho para acercarse al mundo cerebral en el que viven todos aquellos que ustedes han encerrado? ¿Cuántos de ustedes, por ejemplo, consideran que el sueño del demente precoz o las imágenes que lo acosan, son algo más que una ensalada de palabras?
No nos sorprende ver hasta qué punto ustedes están por debajo de una tarea para la que sólo hay muy pocos predestinados. Pero nos rebelamos contra el derecho concedido a ciertos hombres -incapacitados o no- de dar por terminadas sus investigaciones en el campo del espíritu con un veredicto de encarcelamiento perpetuo.
¡Y qué encarcelamiento! Se sabe -nunca se sabrá lo suficiente- que los asilos, lejos de ser “asilos”, son cárceles horrendas donde los recluidos proveen mano de obra gratuita y cómoda, y donde la brutalidad es norma. Y ustedes toleran todo esto. El hospicio de alienados, bajo el amparo de la ciencia y de la justicia, es comparable a los cuarteles, a las cárceles, a los penales.
No nos referimos aquí a las internaciones arbitrarias, para evitarles la molestia de un fácil desmentido. Afirmamos que gran parte de sus internados -completamente locos según la definición oficial- están también recluidos arbitrariamente. Y no podemos admitir que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio, tan legitimo y lógico como cualquier otra serie de ideas y de actos humanos. La represión de las reacciones antisociales es tan quimérica como inaceptable en principio. Todos los actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas individuales por excelencia de la dictadura social. Y en nombre de esa individualidad, que es patrimonio del hombre, reclamamos la libertad de esos galeotes de la sensibilidad, ya que no está dentro de las facultades de la ley el condenar a encierro a todos aquellos que piensan y obran.
Sin insistir en el carácter verdaderamente genial de las manifestaciones de ciertos locos, en la medida de nuestra aptitud para estimarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que de ella se derivan.
Esperamos que mañana por la mañana, a la hora de la visita médica, recuerden esto, cuando traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre los cuales, reconózcanlo, sólo tienen la superioridad que da la fuerza.
“LA VERDADERA CIENCIA NUNCA ES RESPETABLE: ES UN PERPETUO FOCO DE REBELDÍA QUE SE LEVANTA CONTRA LOS SLOGANS CARENTES DE SENTIDO Y CUESTIONA SIN CESAR LAS VERDADES CIENTÍFICAS MÁS SOLIDAMENTE ESTABLECIDAS”
G. Devereux
Al texto original le he hecho modificaciones mínimas pero necesarias. Me lo he permitido porque yo soy el autor. Así, por ejemplo, he corregido pasajes en los que afirmaba que el SPK estaba disuelto cuando, en realidad todavía existe. Aquí esta su sitio web:
ResponderEliminarhttp://www.spkpfh.de/index_spain.html
De hecho, en la pasada década algunos miembros de dicho colectivo me remitió propaganda y un ejemplar del libro Hacer de la enfermedad un arma y me advirtieron que su lucha estaba viva y bien viva, cosa que me alegró mucho. El caso es que las fuentes que manejé cuando escribí el texto (la mayoría de los años 70) daban al SPK por muerto. En fin, cosas que pasan...