diabólicos que traer al mundo a un hijo no deseado.»
JAMES S. TREFIL
Las conexiones neuronales en el feto humano se forman entre la 25ª y la 33ª semana de gestación, y se completan después. El argumento antiabortista de que el feto siente ya en el tercer o el cuarto mes del embarazo: es completamente falso.
Por HAROLD J. MOROWITZ y JAMES S. TREFIL
Para nuestros objetivos, en el libro de Donald Scott Understanding the EEG («Comprender el Electroencefalograma», 1976), se encuentra un resumen adecuado de los datos del inicio del EEG: «Se ha intentado registrar la actividad cerebral de recién nacidos prematuros y (sólo) se ha conseguido si la edad gestacional era de 25 semanas o más».
Una afirmación que a menudo se sostiene en la discusión sobre el aborto (por las personas que razonan ambas posturas del problema) es que el cerebro fetal manifiesta «actividad eléctrica» a una edad asombrosamente temprana. Hemos comprobado afirmaciones en las que esta edad fluctúa desde las 9 hasta las 12 semanas. Por ejemplo, la siguiente cita está extraída de un artículo sobre los aspectos filosóficos de la controversia sobre el aborto, de Goldenring, en el erudito Journal of Medical Ethics: «Si el feto ha alcanzado las 8 semanas de edad, una profusión de pruebas indica que su cerebro ha empezado a funcionar eléctricamente».
Dado lo que conocemos sobre los mecanismos de formación del cerebro, consideramos que este tipo de afirmación carece de sentido, con independencia del hecho de que parece ser ampliamente aceptada. Decidimos intentar averiguar la procedencia de los datos originales de los que proviene dicha afirmación. Creemos que el resultado de este trabajo detectivesco constituye una fábula aleccionadora sobre cómo los resultados experimentales pueden ser distorsionados a medida que pasan de las revistas científicas hasta la conversación general.
Cuando empezamos a seguir la pista de las referencias de los estudios del EEG sobre fetos de 9 a 12 semanas. Observamos que culminaron en una conferencia que se celebró en la Universidad Carolina de Praga, en 1968. Desentrañando las actas de las sesiones de la conferencia (¡lo que fue una auténtica proeza!), observamos que se referían a un estudio llevado a cabo en Finlandia, en 1963, y publicado en los Annales Chirugiae et Gynaecologiae Fenniae («Anales Finlandeses de Cirugía y Ginecología»). Por fortuna, el artículo original estaba en inglés, por lo que pudimos averiguar la metodología exacta que se utilizó en este estudio.
Por lo que denominaron razones terapéuticas, R.M. Bergstrom y L. Bergstrom, los autores del artículo («Prenatal Development of Stretch Reflex Functions and Brain Stem Activity in the Human») efectuaron una serie de abortos por cesárea en estadios bastante tempranos de la gestación, desde los 59 días (8,5 semanas) hasta los 158 días (22,5 semanas). En este procedimiento, extrajeron quirúrgicamente el feto del útero. Después de haber llevado a cabo la intervención, y, mientras el feto estaba todavía vivo, insertaron electrodos en tres regiones diferentes del cerebro y determinaron el voltaje. Estas regiones fueron el tronco cerebral, el hipotálamo y la parte superior de la corteza. Cuando los autores llevaron a cabo estas determinaciones, observaron que existía un potencial eléctrico, que variaba una milésima parte del voltaje a través de una membrana de un solo taxón) desde el electrodo del tronco cerebral. En los fetos con una mayor edad gestacional (desde los 84 días en adelante), al tocar al feto en la región de la boca, como respuesta, los autores observaron ocasionalmente actividad eléctrica en el tronco cerebral. En los fetos de mayor edad gestacional, se registraron algunas señales procedentes del hipotálamo y, en la corteza, no se registraron señales. Estas determinaciones, hasta lo que conocemos, son la única fuente de la afirmación de que existe actividad eléctrica en el cerebro de fetos de 9 a 12 semanas de vida.
Antes de analizar los resultados, debemos hacer hincapié en el hecho de que, hoy en día, es inconcebible que, en Estados Unidos, una experiencia de este tipo pudiera llevarse a cabo. Sin embargo, consideramos una ironía que los resultados del experimento, que trató al feto humano como un objetivo de la experimentación, formen una parte tan considerable de la base de los argumentos del derecho a la vida.
Si, por un momento, pensamos en este experimento, nos daremos cuenta de que la simple presencia de una señal eléctrica no tiene nada que ver con la actividad cerebral normal. Como hemos señalado previamente, cada célula manifiesta algún tipo de actividad eléctrica. Si se colocan electrodos a ambos lados de una membrana celular de un paramecio (como los biólogos a menudo practican hoy en día), también se obtendrá una señal eléctrica variable en el tiempo. El hecho de que se obtenga una señal eléctrica de las células sólo indica que las células están vivas. De hecho, los cirujanos finlandeses observaron una actividad eléctrica similar cuando estimularon los músculos de las extremidades inferiores de los fetos.
Recordemos que el tronco cerebral gobierna las funciones corporales más fundamentales: el latido cardíaco, la respiración y las respuestas de los músculos automáticos. Cada vertebrado, desde un bacalao hasta un premio Nobel, posee un tronco cerebral funcionante. El hecho de que las señales eléctricas puedan ser evocadas en el tronco cerebral por medio de una estimulación externa significa que los circuitos que transportan las señales al cerebelo han sido completados.
Es mucho más significativo que no se observara actividad en la corteza, y prácticamente ninguna en el hipotálamo, incluso en fetos que ya se encontraban en el quinto mes de desarrollo. Esto significa que la experiencia finlandesa, lejos de refutar nuestro razonamiento sobre el desarrollo de la corteza, proporciona pruebas destacadas del mismo.
Finalmente, queremos señalar que ninguna de las lecturas efectuadas en los fetos mostró indicio alguno del tipo de la actividad organizada que asociamos con el EEG. De hecho, la mayor parte de las lecturas procedentes del tronco cerebral se parecen de manera considerable a las efectuadas en el músculo. De ningún modo indican la presencia de un ser capaz de pensamiento consciente o incluso de sensibilidad.
Este simple hecho naturalmente no ha impedido que esta patraña concreta fuera repetida hasta la saciedad en la discusión sobre el aborto. No obstante, esta situación ilustra la importancia de la honestidad científica en la discusión de los problemas sociales.
Una afirmación que a menudo se sostiene en la discusión sobre el aborto (por las personas que razonan ambas posturas del problema) es que el cerebro fetal manifiesta «actividad eléctrica» a una edad asombrosamente temprana. Hemos comprobado afirmaciones en las que esta edad fluctúa desde las 9 hasta las 12 semanas. Por ejemplo, la siguiente cita está extraída de un artículo sobre los aspectos filosóficos de la controversia sobre el aborto, de Goldenring, en el erudito Journal of Medical Ethics: «Si el feto ha alcanzado las 8 semanas de edad, una profusión de pruebas indica que su cerebro ha empezado a funcionar eléctricamente».
Dado lo que conocemos sobre los mecanismos de formación del cerebro, consideramos que este tipo de afirmación carece de sentido, con independencia del hecho de que parece ser ampliamente aceptada. Decidimos intentar averiguar la procedencia de los datos originales de los que proviene dicha afirmación. Creemos que el resultado de este trabajo detectivesco constituye una fábula aleccionadora sobre cómo los resultados experimentales pueden ser distorsionados a medida que pasan de las revistas científicas hasta la conversación general.
Cuando empezamos a seguir la pista de las referencias de los estudios del EEG sobre fetos de 9 a 12 semanas. Observamos que culminaron en una conferencia que se celebró en la Universidad Carolina de Praga, en 1968. Desentrañando las actas de las sesiones de la conferencia (¡lo que fue una auténtica proeza!), observamos que se referían a un estudio llevado a cabo en Finlandia, en 1963, y publicado en los Annales Chirugiae et Gynaecologiae Fenniae («Anales Finlandeses de Cirugía y Ginecología»). Por fortuna, el artículo original estaba en inglés, por lo que pudimos averiguar la metodología exacta que se utilizó en este estudio.
Por lo que denominaron razones terapéuticas, R.M. Bergstrom y L. Bergstrom, los autores del artículo («Prenatal Development of Stretch Reflex Functions and Brain Stem Activity in the Human») efectuaron una serie de abortos por cesárea en estadios bastante tempranos de la gestación, desde los 59 días (8,5 semanas) hasta los 158 días (22,5 semanas). En este procedimiento, extrajeron quirúrgicamente el feto del útero. Después de haber llevado a cabo la intervención, y, mientras el feto estaba todavía vivo, insertaron electrodos en tres regiones diferentes del cerebro y determinaron el voltaje. Estas regiones fueron el tronco cerebral, el hipotálamo y la parte superior de la corteza. Cuando los autores llevaron a cabo estas determinaciones, observaron que existía un potencial eléctrico, que variaba una milésima parte del voltaje a través de una membrana de un solo taxón) desde el electrodo del tronco cerebral. En los fetos con una mayor edad gestacional (desde los 84 días en adelante), al tocar al feto en la región de la boca, como respuesta, los autores observaron ocasionalmente actividad eléctrica en el tronco cerebral. En los fetos de mayor edad gestacional, se registraron algunas señales procedentes del hipotálamo y, en la corteza, no se registraron señales. Estas determinaciones, hasta lo que conocemos, son la única fuente de la afirmación de que existe actividad eléctrica en el cerebro de fetos de 9 a 12 semanas de vida.
Antes de analizar los resultados, debemos hacer hincapié en el hecho de que, hoy en día, es inconcebible que, en Estados Unidos, una experiencia de este tipo pudiera llevarse a cabo. Sin embargo, consideramos una ironía que los resultados del experimento, que trató al feto humano como un objetivo de la experimentación, formen una parte tan considerable de la base de los argumentos del derecho a la vida.
Si, por un momento, pensamos en este experimento, nos daremos cuenta de que la simple presencia de una señal eléctrica no tiene nada que ver con la actividad cerebral normal. Como hemos señalado previamente, cada célula manifiesta algún tipo de actividad eléctrica. Si se colocan electrodos a ambos lados de una membrana celular de un paramecio (como los biólogos a menudo practican hoy en día), también se obtendrá una señal eléctrica variable en el tiempo. El hecho de que se obtenga una señal eléctrica de las células sólo indica que las células están vivas. De hecho, los cirujanos finlandeses observaron una actividad eléctrica similar cuando estimularon los músculos de las extremidades inferiores de los fetos.
Recordemos que el tronco cerebral gobierna las funciones corporales más fundamentales: el latido cardíaco, la respiración y las respuestas de los músculos automáticos. Cada vertebrado, desde un bacalao hasta un premio Nobel, posee un tronco cerebral funcionante. El hecho de que las señales eléctricas puedan ser evocadas en el tronco cerebral por medio de una estimulación externa significa que los circuitos que transportan las señales al cerebelo han sido completados.
Es mucho más significativo que no se observara actividad en la corteza, y prácticamente ninguna en el hipotálamo, incluso en fetos que ya se encontraban en el quinto mes de desarrollo. Esto significa que la experiencia finlandesa, lejos de refutar nuestro razonamiento sobre el desarrollo de la corteza, proporciona pruebas destacadas del mismo.
Finalmente, queremos señalar que ninguna de las lecturas efectuadas en los fetos mostró indicio alguno del tipo de la actividad organizada que asociamos con el EEG. De hecho, la mayor parte de las lecturas procedentes del tronco cerebral se parecen de manera considerable a las efectuadas en el músculo. De ningún modo indican la presencia de un ser capaz de pensamiento consciente o incluso de sensibilidad.
Este simple hecho naturalmente no ha impedido que esta patraña concreta fuera repetida hasta la saciedad en la discusión sobre el aborto. No obstante, esta situación ilustra la importancia de la honestidad científica en la discusión de los problemas sociales.
La verdad sobre el aborto. ¿Cuándo empieza la vida humana? (1992)
Sendo a dor uma experiência subjectiva, a sua compreensão neurobiológica é muito mais complexa do que o conhecimento anatómico e fisiológico das vias nociceptivas. Os dados apresentados pelos principais estudos nesta área não têm em conta o meio intra-uterino e as suas idiossincrasias, e, como tal, não permitem afirmar inequivocamente a percepção consciente de dor fetal. Por outro lado, é ainda necessária uma investigação mais aprofundada para clarificar o impacto da nocicepção fetal no neurodesenvolvimento pós-natal, bem como avaliar a necessidade de analgesia/anestesia fetal.
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