Javier Salas, Público, 28/06/2011
La crisis alimentaria de la bacteria E. coli ha reabierto el debate sobre la seguridad de los cultivos que no utilizan productos químicos
En medio del caos por el brote de la bacteria E. coli, todas las plantaciones que sonaron como posible origen del brote tenían algo en común: se trataba de explotaciones de agricultura ecológica. Las características del brote llevaron a las autoridades alimentarias a suponer que la bacteria se había hecho fuerte en una plantación de este tipo, que se considera más expuesta a estas crisis según algunos expertos.
"La E. coli es una bacteria fecal, y la agricultura ecológica se sirve de fertilizantes naturales, lo que aumenta las probabilidades de que nos llevemos estos sustos", defiende el investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas José Miguel Mulet.
Mulet acaba de publicar un libro llamado Los productos naturales, ¡vaya timo! (editorial Laetoli), en el que alerta de que no es verde todo lo que reluce en los productos con la etiqueta ecológica. "Lo natural vende, se considera más sano y saludable; pero también tiene sus riesgos y hay que conocerlos", asegura Mulet, quien considera que el apoyo político que recibe este tipo de cultivos se debe al "jugoso voto verde".
Lo cierto es que la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO), la UE y España mantienen programas de apoyo a la agricultura ecológica que han supuesto un aumento vertiginoso de su lugar en el campo. Las hectáreas ecológicas en España se han cuadruplicado en la última década hasta convertirse en el primer país de Europa (1,6 millones de hectáreas), por delante de Italia (1,1) y Alemania (0,9). Este sistema "neotradicional" de producir alimentos, como lo denomina la FAO, ocupa ya el 10% del campo español.
"El cultivo ecológico no supone más riesgos que el convencional si todo se hace bien; en caso de mala práctica del agricultor, tanto la ecológica como la convencional pueden conllevar riesgos", defiende la investigadora del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria María Ramos, experta en cultivos verdes.
Un cultivo convencional mal llevado puede llevar agentes químicos a los platos que perjudiquen a la larga la salud del consumidor. ¿Y uno ecológico? Sus debilidades son las bacterias, como el E. coli y la salmonela, y los hongos, debido a que no se han desarrollado fungicidas completamente efectivos para eliminar estos microorganismos. En el combate contra estos hongos, en algunos cultivos está permitido el uso del cobre y el azufre, pero se pretende prohibirlos en el futuro porque pueden suponer perjuicios ambientales. El problema es que sólo el 1% de la investigación que se realiza en el ámbito de la agricultura se destina a mejorar las tecnologías ecológicas.
Escasos estudios
No sólo hay poca investigación para desarrollar sus ventajas, también es escasa la producción científica que compare -en condiciones válidas- las ventajas e inconvenientes de la agricultura ecológica frente a la convencional. "No hay mucha literatura concluyente y sí mucho estudio interesado", reconoce Ramos, que trabaja en la única área en la que los cultivos ecológicos han probado por completo sus ventajas frente a los demás: la sostenibilidad.
Así lo afirma uno de los trabajos más citados en este ámbito, realizado por investigadores de la Sociedad Estadounidense de Nutrición, que concluía, tras comparar más de 52.000 estudios sobre la materia publicados en las últimas cinco décadas, que "no hay prueba de una diferencia en calidad nutricional entre los alimentos producidos ecológica y convencionalmente".
La falta de estudios concluyentes se suma a los intereses creados en el ámbito de la alimentación, cuyas facciones aprovechan este tipo de crisis para arrimar el ascua a su cultivo y sembrar más confusión. El responsable de agricultura ecológica de Amigos de la Tierra, David Sánchez, asegura que "se ha querido estigmatizar" los cultivos verdes por parte de las multinacionales alimentarias y el "lobby de los transgénicos". Frente a él, Mulet asegura que es el "lobby verde" y los intereses de los nuevos empresarios del "negocio ecológico" los que están "haciendo ruido" para focalizar todos los miedos en los transgénicos.
Todos tienen sus riesgos
"Quien crea que un tipo de cultivo es más seguro que otro se equivoca. Es un gravísimo error criminalizar por completo a una forma de agricultura", critica el director del Centro de Investigación en Agrigenómica, Pere Puigdomènech. Desde su perspectiva de miembro del Comité Científico Director de la Unión Europea, Puigdomènech defiende que cada agricultor europeo puede optar por un tipo de cultivo en función de sus ventajas, pero que "nunca se debe espantar a la gente: no hay ni buenos ni malos. Lo que tampoco debe hacerse es promocionar un determinado producto como el más seguro, porque sería falso", afirma.
"Es cierto que en algunos de los últimos casos de crisis ha estado implicada la agricultura ecológica, pero en Europa hay suficientes garantías para estar tranquilos", resume este investigador del CSIC. Puigdomènech insiste en que hay que alejar la "ideología" del debate científico: "Lo pasional aquí no pinta nada; los controles son rigurosos para todos".
El responsable de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos para este tipo de agricultura, José Manuel Benítez, insiste en que no se debe generalizar cuando un productor comete un error. Y añade: "El cultivo ecológico está doblemente controlado. Por un lado, tiene los exámenes normales de todo alimento, pero además debe pasar el control específico que certifica que es ecológico".
Lo cierto es que los consumidores asocian ecológico con saludable y seguro. De hecho, a pesar de situaciones sin resolver como la del E. coli, los consumidores consideran el miedo a las crisis alimentarias como una de las principales razones para comprar ecológico. La socióloga de la Alimentación de la Universidad de Jaén Manuela Vega-Zamora explica que en otros países europeos tienen más desarrollada la conciencia medioambiental y comen productos verdes porque los consideran más beneficiosos para el planeta.
En España el consumidor es más egoísta: "Mira sólo por el beneficio propio, la salud sobre todo. Alarmas como la de las vacas locas generan desconfianza y la gente se plantea este tipo de consumo ecológico", afirma Vega-Zamora. El consumidor español también valora el producto verde porque considera que tiene mejor sabor. "En realidad, no se conoce lo que significa alimento ecológico. Se confunden muchas cosas, y se mezcla con una serie de valores como la salud, lo de toda la vida, los pueblos, lo de antes. Y de ahí se pasa a pensar que tienen mejor sabor", resume esta experta en marketing.
Sin embargo, son muy pocos los consumidores de alimentos ecológicos. Estos productos concentran un 0,22% de las ventas en las grandes superficies españolas, que suponen un mercado de 37 millones de euros, cifras muy distantes de los 5.800 millones de euros que se gastan en Alemania y los 3.000 que invierten en Francia.
Un modelo que crece en el mundo
En el planeta hay 37 millones de hectáreas dedicadas a la agricultura y la ganadería orgánica; un tercio de estos terrenos está en Australia.
Hay aproximadamente 1,8 millones de granjeros ecológicos en todo el mundo.
En cifras de mercado, los productos orgánicos mueven anualmente alrededor de 40.000 millones de euros, según cifras del Instituto de Investigación en Agricultura Orgánica.
Dinamarca y Suiza son los dos países con mayor gasto per cápita en alimentación verde, con 130 euros anuales cada uno.
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