Negra Vahíne, tu oscura trenza hacia tus pechos tibios baja con su perfume de amapolas, con su tallo que nutre la luz fosforescente, y miras melancólica cómo el clima te cubre de antiguas hojas, cuyo rey es sólo un soplo de la estación dormida en medio del viento, donde yaces ahora, inmóvil como el cielo, mientras sostienes una flor sin nombre, un testimonio de la desamparada primavera en que moras.
¿Conservará la sombra de tus labios el beso de Gauguin, como una terca gota de salmuera corroyendo hasta el fondo de tu infierno la inocencia -el obstinado y ciego afán de tu ser-; ya errante en la centella de los muertos, lejana criatura del océano...?
¿Dónde labra tu tumba el ácido marino? Oh Vahíne, ¿dónde existes ya sólo como piedra sobre arenas azules, como techo de paja batido por el trópico, como una fruta, un cántaro, una seta que pueblan los espíritus del fuego, picada por los pájaros, pura en la antología de la muerte...?
No una guirnalda de sonrisas, no un espejuelo de melosas luces, sino una ley furiosa, una radiante ofensa al peso de los días era lo que él buscaba, junto a tu piel, junto a tus chatas fuentes de madera, entre los grandes árboles, cuando la soledad, la rebeldía, azuzaban en su alma la apasionada fuga de las cosas. Porque ¿qué ansía un hombre sino sobrepujar una costumbre llena de polvo y tedio?
Ahora, Vahíne, me contemplas sola, a través de una niebla azotada por el vuelo de tantas invisibles aves muertas. Y oyes mi vida que a tus pies se esparce como una ola, un término de espumas extrañamente lejos de tu orilla.
Puse el poema porque me lo trajo a la memoria la foto. Cualquier poema de Enrique Molina es portentoso. Molina era especialista en usar como fondo para los poemas una naturaleza inabarcable, de grandes espacios abiertos, como la de la selva o el mar. Era un poeta absolutamente cósmico. Fue marino mercante y eso se nota en sus textos porque el viaje (sobre todo marítimo) siempre es un tema recurrente. Sabía que te iba a gustar, Leo. Tienes una antología bastante decente en la editorial Visor.
Krates, ¿no crees que hay imagenes que por si solas ya dicen mucho? ésta foto me pareció de ésas, sencillamente contemplarla y dejarse llevar por lo que a uno le sugiera, y el placer estético de mirar la belleza, éso basta, a mi al menos me basta. La imagen que ves ya es un poema, no necesita de palabras.
Pero admito que un poema como el de Enrique Molina es un acompañamiento perfecto, poeta que desconocía y que ahora gracias a Sorrow le seguiré la pista.
Resumiendo Krates, ¿te gustan estas hembras morenas? pues mira y mira y mira y remira......que es gratis.
"Pasiones terrestres"
ResponderEliminarpor Enrique Molina
A Vahine (pintada por Gauguin)
Negra Vahíne,
tu oscura trenza hacia tus pechos tibios
baja con su perfume de amapolas,
con su tallo que nutre la luz fosforescente,
y miras melancólica cómo el clima te cubre
de antiguas hojas, cuyo rey es sólo
un soplo de la estación dormida en medio del viento,
donde yaces ahora, inmóvil como el cielo,
mientras sostienes una flor sin nombre,
un testimonio de la desamparada primavera en que moras.
¿Conservará la sombra de tus labios
el beso de Gauguin, como una terca gota de salmuera
corroyendo hasta el fondo de tu infierno
la inocencia -el obstinado y ciego afán de tu ser-;
ya errante en la centella de los muertos,
lejana criatura del océano...?
¿Dónde labra tu tumba
el ácido marino?
Oh Vahíne, ¿dónde existes
ya sólo como piedra sobre arenas azules,
como techo de paja batido por el trópico,
como una fruta, un cántaro, una seta
que pueblan los espíritus del fuego, picada por los pájaros,
pura en la antología de la muerte...?
No una guirnalda de sonrisas,
no un espejuelo de melosas luces,
sino una ley furiosa, una radiante ofensa al peso de los días
era lo que él buscaba, junto a tu piel,
junto a tus chatas fuentes de madera,
entre los grandes árboles,
cuando la soledad, la rebeldía,
azuzaban en su alma
la apasionada fuga de las cosas.
Porque ¿qué ansía un hombre
sino sobrepujar una costumbre llena de polvo y tedio?
Ahora, Vahíne, me contemplas sola,
a través de una niebla azotada por el vuelo de tantas invisibles
aves muertas.
Y oyes mi vida que a tus pies se esparce
como una ola, un término de espumas
extrañamente lejos de tu orilla.
Acertaste Sorrow. En Gaugin pensé al encontrar ésta foto. El poema es precioso, no se me ocurre ninguno mejor para acompañar la imagen.
ResponderEliminarSaludos.
Por eso te lo dice, para que hubieses acompañado la foto con un poema. Las fotos solas quedan muy tristes.
ResponderEliminarPuse el poema porque me lo trajo a la memoria la foto. Cualquier poema de Enrique Molina es portentoso. Molina era especialista en usar como fondo para los poemas una naturaleza inabarcable, de grandes espacios abiertos, como la de la selva o el mar. Era un poeta absolutamente cósmico. Fue marino mercante y eso se nota en sus textos porque el viaje (sobre todo marítimo) siempre es un tema recurrente. Sabía que te iba a gustar, Leo. Tienes una antología bastante decente en la editorial Visor.
ResponderEliminarKrates, ¿no crees que hay imagenes que por si solas ya dicen mucho? ésta foto me pareció de ésas, sencillamente contemplarla y dejarse llevar por lo que a uno le sugiera, y el placer estético de mirar la belleza, éso basta, a mi al menos me basta. La imagen que ves ya es un poema, no necesita de palabras.
ResponderEliminarPero admito que un poema como el de Enrique Molina es un acompañamiento perfecto, poeta que desconocía y que ahora gracias a Sorrow le seguiré la pista.
Resumiendo Krates, ¿te gustan estas hembras morenas? pues mira y mira y mira y remira......que es gratis.
Lo que tú digas... O sea, ¿te ponen «cachondo» como a Robert de Niro? Creo que estas morenas no son africanas, me parecen melanesias.
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