jueves, 1 de noviembre de 2012

El león que su gato lleva dentro


Un trocito de jungla en casa

 Hace tan solo una década hemos descubierto que los gatos habitan con nosotros no desde hace 3.600 años, como creíamos, sino desde hace 10.000. Amados y odiados a lo largo de la historia, deificados y demonizados, se hicieron un lugar en nuestras vidas manteniendo lejos de nuestras cosechas a todo roedor. Sin embargo, más que domesticarlos, a los gatos les hemos dejado convivir con nosotros: son el único animal doméstico que no se rinde a nuestro dominio. ¿Por qué? 

       Fernando González-Sitges

El cazador se aplasta contra el suelo. Delante, a pocos metros, su presa come brotes tiernos sin advertir el peligro. Cazador y presa son del mismo tamaño, pero el primero va realmente armado.

Poderosos colmillos, afiladas garras, una agilidad prodigiosa... El arsenal de un cazador consumado. Con el sigilo de una sombra, el felino se acerca un poco más a su objetivo. Sus ojos de cazador están diseñados para ver perfectamente en la penumbra y aun en la oscuridad de la noche. Mientras su presa apenas ve las hierbas que come, él registra cada detalle del entorno. Sus músculos se tensan marcando el momento previo al salto. De pronto, el felino surge de la oscuridad con una velocidad inesperada. En segundos, el conejo ha muerto, estrangulado. Una voz entonces saca al felino del mundo salvaje de su instinto. La mujer que lo acoge en su casa lo llama anunciando una cena apetitosa y un refugio caliente y cómodo. Como si la voz humana lo hubiera transformado, el gato suelta su presa y con elegante suficiencia se encamina a su hogar avisando de su llegada con suaves maullidos.

Más de 600 millones de gatos viven con los humanos en la Tierra. Sus antepasados empezaron a hacerlo hace, al menos, 10.000 años. Sin embargo, todavía no hemos logrado domesticarlos totalmente. Y es que todo gato sigue siendo en su interior el animal salvaje del que procede genéticamente; un animal que comparte hábitos y conductas con los felinos salvajes. Si se observa un león, un tigre o un leopardo, se ve que repiten muchas de las acciones que vemos en un gato. Como ellos, cazan emboscándose hasta tener la presa cerca —presa que para nuestro gato puede ser uno de los juguetes que le regalamos—, se frotan unos con otros para saludarse y pacificar las relaciones, marcan el territorio con señales olorosas y visuales, erizan su pelo para parecer más grandes al enfrentarse a un enemigo, tienen más actividad en las horas del crepúsculo y durante la noche, les gusta tumbarse a observar desde un punto elevado... Y es que a los gatos, más que domesticarlos, los hemos dejado convivir con nosotros.

Parece que los adoptamos por primera vez hace casi 10.000 años en el Creciente Fértil. En una tumba hallada en 2004 en Chipre, los arqueólogos dieron con la osamenta de un humano y, a sus pies, la de un gato. La tumba tenía alrededor de 9.500 años. Esto desbarató la teoría, hasta entonces vigente, de que los pequeños felinos habían sido domesticados por primera vez en Egipto hace 3.600 años. Como en Chipre no existían gatos salvajes en la Antigüedad, se piensa que el de la tumba tuvo que llegar en uno de los barcos que arribaban a la isla para comerciar, quizá desde el Creciente Fértil. Esto indica que la gente ya tenía una relación cercana e intencional con los gatos hace unos 10.000 años. Pero la proximidad no indica necesariamente domesticación.

Mientras los perros y otros animales domésticos dejaron que el hombre suplantara a los miembros dominantes de sus manadas y se convirtiera en líder de sus grupos, los gatos —solitarios en su mayoría— conservaron el espíritu del gato montés original del que provienen. A los perros se les enseñaron diferentes tareas que los hacían útiles para el hombre, pero los gatos, independientes y menos sociables, se acercaron a los primeros asentamientos humanos buscando las pequeñas presas que siempre rondaban cosechas y graneros. Se convirtieron así en unos aliados a los que, si se los dejaba en paz, mataban a todo ser que se comiera las cosechas. La alianza estaba servida. Pero de ahí a la domesticación sigue habiendo un mundo. No es de extrañar así que la que consideramos una encantadora mascota esconda en su interior un extraordinario cazador, cuyos instintos apenas disimula bajo su aparente autosuficiencia. Esa es su grandeza; por muchas generaciones que hayan estado junto a nosotros, los gatos siguen siendo el león que llevan dentro. 

XL Semanal, 1305

A pesar de su aspecto doméstico
todavía tienen algo de salvaje.

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