Jorge Luis Borges dijo una vez que un verdadero caballero sólo se interesa por causas perdidas. Si andan buscando una causa perdida decente de ahora mismo, la van a encontrar con seguridad en Ucrania, puesto que si se llega a la guerra, no importa quién gane, la mayoría de la gente común estará entre los perdedores.
Nosotros, los ciudadanos de Bosnia, podemos contaros una o dos cosas sobre lo que significa ser pobres. Fue en abril de 1992, al inicio del asedio de Sarajevo. Era yo un adolescente de pelo largo, vestido de vaqueros y camiseta con el famoso lema en blanco y negro «Unknown Pleasures». Desde la ventana de mi apartamento del extrarradio contemplaba los cañones del Ejército Popular Yugoslavo, ubicados en el campamento militar de Lukavica, que lanzaban sus proyectiles sobre Sarajevo. Ese ejército estaba controlado por Slobodan Milosevic, presidente de Serbia.
La Radio Nacional retransmitía el debate del presidente bosnio, Alija Izetbegovic, con Milutin Kukanjac, general del ejército yugoslavo. Izetbegovic pedía al ejército que detuviera el bombardeo. Kukanjac afirmaba que no se había disparado un sólo tiro desde su posición. Recuerdo como si fuera ayer que mi vaso de leche saltaba sobre la mesa al ritmo de los cañonazos «no disparados» sobre Sarajevo.
Cuando la gente común se encuentra en medio de una tormenta geopolítica —como les sucede hoy a los ciudadanos de Ucrania, o a mi familia de Bosnia en aquel entonces— el dilema de «¿está este vaso medio vacío o medio lleno?» es irrelevante: pronto estará roto.
La gente de Bosnia estaba tan llena de optimismo durante los primeros días, meses incluso, de la guerra. Los vecinos iban diciendo que Occidente nunca permitiría que sucediera, porque «somos Europa». Mi tía se fue a Belgrado, pero se negó a sacar el dinero de su cuenta del Banco de Sarajevo. Todo habrá terminado en una semana; estaremos de vuelta enseguida, dijo. El presidente Izetbegovic, en su alocución televisiva al pueblo, declaró: «Dormid tranquilos: no habrá guerra».
Pues bien, nos despertamos después de una pesadilla de cuatro años.
Hoy, los acontecimientos de Ucrania se nos antojan a los bosnios como un aterrador déjà vu. Los paralelismos entre la Ucrania de hoy y la Bosnia de 1992 son evidentes. El ejército ruso ha actuado de modo agresivo hacia Ucrania, como hizo el ejército de Milosevic en Bosnia. Putin cuenta con un fuerte apoyo en algunas partes de Ucrania, como lo tenía Milosevic en amplias zonas de Bosnia-Herzegovina. Kiev cuenta hoy con el apoyo de la UE y los EE UU, como lo tenía Sarajevo. Tuvimos hasta a Bono y a Pavarotti cantando a Miss Sarajevo. Pero todos los telegramas musicales de apoyo del mundo libre no impidieron la limpieza étnica de Bosnia oriental, junto a la frontera serbia.
Por detrás del sangriento telón de Bosnia y las demás guerras balcánicas tuvo lugar la transición de la versión yugoslava del socialismo al capitalismo, gestionada por la troika de la UE. Tras el ballet de masas en las plazas de Kiev y las maniobras del ejército ruso, hay una clara lógica económica. Bruselas le pidió a Kiev que firmara un acuerdo de libre comercio con la UE. Se trataba de un buen acuerdo para la UE, pero estaba claro que no para Ucrania. Luego Moscú se ofreció a echarle una mano a Ucrania, con todas las condiciones del mundo: 9.000 millones de libras esterlinas de ayuda, una reducción de un 30% en los precios del gas y acuerdos comerciales de envergadura para la industria ucraniana. Entonces Viktor Yanukovich declinó la oferta europea. Y surgió el movimiento del Euro-Maidán...
Tal como advierte el economista Michael Roberts, «la gente de Ucrania se enfrenta a la alternativa del diablo: u os quedáis con la Rusia del capitalismo de amigotes regido por la KGB o con los 'demócratas' pro-europeos igualmente corruptos».
Roberts predice que la deuda externa de Ucrania está a punto de doblarse, «al aceptar deuda nueva del FMI y con los saltos del coste del dólar y la eurodeuda existentes mientras la grivna se devalúa». Apenas si nos sorprende en la antigua Yugoslavia. Al comienzo de su disolución, la deuda externa yugoslava se cifraba en 9.500 millones de libras esterlinas; hoy, después de toda la «ayuda» otorgada por la troika, es de más de 107.000 millones de libras.
En su lucha por superar la ocupación rusa y sobrevivir a los caballos de Troya de las instituciones del capitalismo global, hay que albergar la esperanza de que la gente de Ucrania haya aprendido una cosa de la guerra de Bosnia: que no aterrizará ningún deus ex machina de Occidente para resolver la situación y conducirles a la tierra prometida de la UE.
Bosnia es hoy un país pobre y dividido, más todavía de lo que lo era en 1992. Los antiguos soldados, hambrientos y enfermos, se juntan y protestan. «Mientras nos desangrábamos, ellos robaban», dice uno. En otro tiempo estuvieron dispuestos a morir por su país y su brillante futuro. Algunos bosnios contemplaban su futuro bajo las banderas de Bosnia y de la UE, otros bajo las banderas de Croacia y de la UE, y otros más bajo la bandera de la Gran Serbia. Montones de banderas, pero una sola pobreza para todos.
Ya lo saben: la bandera no es más que un trapo al viento. Y sí, los únicos caballeros de verdad son siempre los perdedores.
*Andrej Nikolaidis (1974), escritor y periodista bosnio, nació y creció en Sarajevo en una familia de origen grecomontenegrino. En 1992, al iniciarse la guerra en Bosnia, se mudó a Ulcinj, en Montenegro, donde reside todavía. Activista contra la guerra y por los derechos humanos, destacó desde los años 90 como articulista en publicaciones montenegrinas, como el diario Vijesti y el semanario Monitor, y bosnias, como el semanario Slobodna Bosna. También fue célebre su controversia como Emir Kusturica a quien acusó de «ayudante del verdugo» y cómplice de hacerle el juego a Milosevic. Como escritor de ficción, su primera novela Mimesis, tuvo gran repercusión en buena parte de la antigua Yugoslavia. Desde 2009 es asesor de Ranko Krivokapic, presidente del Parlamento de Montenegro.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
Fuente: The Guardian, 3 de marzo de 2014
Una entrada brillantísima. Soy una estudiante muy "novata" en estos temas y carente de experiencia alguna y la verdad que es todo un deleite leer este blog.
ResponderEliminarPero hablando desde mi ignorancia me gustaría saber qué solución para este conflicto es la más adecuada. Muchas gracias.
Mientras estén por medio las potencias, el conflicto no tendrá solución sino que se agravará aún más. De la misma forma que se echó al anterior gobernante ucraniano, lo mismo se tiene que hacer con los que están ahora en el poder(empezando con la Timoshenko montada en su silla).
ResponderEliminarLiberarse de la tutela de Moscú para caer en las redes de Bruselas, pues... ¡no es muy inteligente! Cambiar de amos no es lo mismo que emanciparse de ellos. Es mi humilde opinión