JONATHAN SHEPPARD
Selwyn College, Cambridge University
«El gélido gigante, como águila insolente, planeta oscureciendo la luna refulgente y actúa sobre el tiempo cual labrador paciente.»
Esta leyenda escandinava, inscrita en un arco del siglo IX en Staraia Ladoga, posee esa mezcla de oscuridad y lucidez típica de la primitiva historia rusa. La fuente más antigua de que disponemos para comprenderla, la Crónica Rusa Primaria, no adopta su actual forma hasta el siglo XII y sus autores demuestran que apenas conocen los orígenes de su propio país. El problema reside entonces en desentrañar —con unas fuentes confusas y deformadoras— el rico y complejo proceso histórico de los siglos VIII, IX y X, en el que diversos fenómenos habrán de sucederse en las distintas partes del vasto territorio limitado por el Báltico y el Caspio, el Volga y el mar Negro, y cuya extensión es equiparable a la Europa central y occidental. Hoy la Arqueología contribuye en gran medida a explicarnos cómo eran los heterogéneos pueblos que habitaban la zona y gracias a ella sabemos que no constituían mayoría los numerosos eslavos afincados en la región de la estepa-bosque y en la cuenca del Dnieper, pues compartían el espacio con los bálticos del Dnieper Superior y con los fineses más al norte.
A fines de los siglos VIII y IX, la situación es tan inestable como vista desde un calidoscopio por más que se adviertan dos constantes: que los eslavos se extienden desde el Dnieper Superior hacia el norte y el este y que empiezan a construir colonias en promontorios o capas sobre los valles fluviales, y no tanto con un elemental sentido de protección, sino por el afán de erigirse en sociedad organizada a las órdenes de un jefe.
Tribus eslavas orientales. |
Con frecuencia, estas colonias formadas sobre un clan o familia extensa se agrupan, practican el comercio a lo largo de las vías fluviales y proyectan la creación de más amplias estructuras políticas. Kiev surge de uno de estos grupos de pequeñas colonias y a la gente de su vecindad se la conoce por Polyane [polianos]. La Crónica Primaria nos transmite nombres de algunos de estos núcleos, como los Krivichi, los Radimichi y los Derevlyans [kríviches, radímiches y drevlianos, respectivamente], éstos, al parecer prósperos y con una excelente organización, ya que, según refleja la Crónica, se niegan a pagar tributo a los escandinavos de Kiev hacia mediados del siglo X.
Los escandinavos
Al principio eran los escandinavos un pueblo más de aquel conglomerado étnico. Se trataba de un conjunto de colonos, oriundos en su mayoría de Suecia y asentados en las orillas orientales del Báltico, en el golfo de Riga, en los cauces de los ríos del este del golfo de Finlandia y, sobre todo, en Staraia Ladoga, la Aldeigjuborg de las antiguas sagas nórdicas, que se alzaba sobre un montecillo próximo al río Voljov, justo al sur del lago Ladoga, a unas 70 millas al este de la Leningrado actual [desde 1991 San Petersburgo].
De acuerdo con las excavaciones recientes habitaban Staraia Ladoga, entregados al comercio a pequeña escala, finlandeses y escandinavos, si bien muchos de éstos, de categoría social elevada, pero sin llegar a clase dirigente, vivían de la caza, de la pesca o de labrar la tierra en el sur y el oeste del Ladoga.
Un cambio en el que posiblemente confluyen la Era Vikinga de Escandinavia y el auge del califato abásida se produce hacia el 800 d.C., cuando los escandinavos se aprestan a la búsqueda de mercados y el río Volga se transforma en ruta comercial internacionalmente famosa. Alrededor de esa fecha, pues, llega de Suecia un aluvión de aventureros disconformes con la vida relativamente modesta de los anteriores colonos escandinavos. Ávidos de riquezas —sus parientes daneses y noruegos dominaban los mares y tenían a su alcance ricas ciudades y pudientes monasterios—, estos suecos debían resignarse a brujulear por zonas fluviales, transportando, a menudo, los barcos sobre sus hombros, lo que entorpecía y varaba sus movimientos, dificultando los ataques por sorpresa y los eventuales saqueos.
Carecían, evidentemente, de las expectativas acariciadas por los piratas daneses y noruegos, y siendo, quizá, militarmente superiores a bálticos, fineses y eslavos sólo obtenían fruto de sus acometidas si se apoderaban de grandes cantidades de metales preciosos y de otros objetos de valor en Europa occidental. No resulta extraño, por tanto, que en el siglo IX los escandinavos se dirigieran al Oriente y sus parientes nórdicos a Occidente, ya que los móviles de cada uno diferían.
Para los orientales, el comercio era más lucrativo que el robo como forma continuada de actividad: la recolección de madera y la venta de pieles en lejanos mercados solía rendirles provecho. Parte de su ganancia procedía también del gravamen reclamado a fineses, eslavos y bálticos del norte del golfo de Finlandia, algunos de los cuales, a veces, eran hechos prisioneros y engrosaban el mercado de esclavos. Probablemente todo este tráfico, incluso el de seres humanos, contó con el apoyo de la población indígena. Resultado de estas transacciones —pues los escandinavos compraban o trocaban lo que se les ofrecía— es la abundancia de monedas árabes de plata halladas entre los tributarios del Volga.
La expansión escandinava hacia el este a principios del IX, estimuló el comercio en los ríos del nordeste de Rusia y posiblemente se fundaran entonces colonias permanentes en el Volga superior, en los distritos de Yaroslav y Vladimir, cuyo paisaje recuerda al de Suecia central, pero todo esto no habría adquirido relevancia de no haber coincidido con el apogeo del califato abásida.
En los cien años subsiguientes a la muerte de Mahoma, los árabes trataron de avasallar a sus vecinos, mas al intentar hacerlo al norte del Cáucaso, en la actual Rusia sur, tropezaron con la obstinada resistencia de los jázaros, un pueblo asentado en el bajo Volga y con ramificaciones por el sur de Rusia y Crimea. En la primera mitad del siglo VII, los jázaros rechazaron sucesivas invasiones árabes y, en ocasiones, se lanzaron al ataque, penetrando hasta muy al sur del Cáucaso.
Con el afianzamiento de la dinastía abásida después del 750 y la conversión del Imperio árabe en una burocracia relativamente pacífica y recaudadora de impuestos desde su sede central de Bagdad, la ofensiva contra Jazaria remitió y el centro de gravedad del califato se desplazó al este, hacia las tierras situadas al sur y sureste del mar Caspio. El comercio a través del Caspio y con Jazaria nunca había desaparecido del todo, pero en las nuevas y ventajosas condiciones floreció en extremo y se benefició de la emisión de moneda que realizaban los abásidas y sus gobernadores. En las ciudades del califato creció la demanda de productos desnorte, como cera, miel, ámbar, corteza de abedul, marfil de morsa y, principalmente, pieles, que, aparte de adornar, abrigaban —y no debe olvidarse que Bagdad, en pleno invierno, registra temperaturas muy crudas.
Los jázaros cooperaban con el califato recaudando el tributo de los pueblos eslavos y de los búlgaros del Volga, pero también practicaban el comercio, al igual que sus correligionarios, los judíos del Radhan, una región al este de Bagdad. El camino quedaba abierto, sin embargo, para aquel pueblo enérgico y emprendedor que supiera organizar el abastecimiento a gran escala del norte, papel que desempeñaban los escandinavos, que frente a unos búlgaros políticamente unidos y militarmente formidables y frente a unos jázaros aún más sólidos, lograron reafirmar su habitual patrón de conducta en vez de crear uno nuevo, viajando así como comerciantes, en núcleos reducidos, y no como las bandas guerreras de los vikingos, en enormes flotillas armadas.
Aproximadamente en las primeras décadas del siglo IX, los escandinavos se fijan en esa ruta y, sin abandonar sus contactos con Staraia Ladoga y el mundo báltico, observan atentamente la creciente demanda de artículos árabes de lujo y de dirhems de plata —usados como adorno— en sus tierras de origen. La ruta serpentea desde la región del Volga hasta el golfo de Finlandia o del Dvina occidental hasta la región del lago Mälar, en Suecia central.
La conexión de los aventureros escandinavos con el próspero califato convertirá el Volga en floreciente ruta comercial. Algunos escandinavos viajarán Volga abajo, seguirán por vía marítima hasta la orilla sur del Caspio y transportaran su mercancía a lomos de camello y a través de cientos de kilómetros hasta la misma Bagdad, en la creencia de que se adelantan a sus competidores y abaratan costos por haber suprimido a los intermediarios, que encarecen los precios. Otros se instalarán en Itil, capital de los jázaros, actuando al servicio del rey de éstos, el Khagan, bien como comerciantes o como guerreros, según lo prueban los adornos de plata hallados en tumbas del siglo IX en Birka, ciudad de una isla del lago Mälar. Otros, por último, solamente llegarán hasta las tierras de los búlgaros del Volga y tras venderles la mercancía regresarán a casa.
Un diplomático árabe que visitó la capital búlgara en el verano del 922 nos ha dejado una vivida descripción de este ambiente: hombres y mujeres navegan Volga abajo y levantan cabañas provisionales a la vera del río. Los hombres son como palmeras (de altos) y tienen el pelo rubio y las mujeres resultan extraordinariamente atractivas. Dirigiéndose a sus ídolos antropomórficos, les rezan del modo siguiente: Señor, vengo de lejanas tierras y traigo conmigo esclavas, esclavos, pieles de marta, cueros…, por ello te ruego me concedas un comerciante con muchos dinares y dirhems, que me compre lo que yo quiera y no me lleve la contraria.
Uno de los jefes escandinavos falleció cuando Ibn Fadlan, el diplomático árabe, les visitaba, lo que aprovecha para contarnos el ritual fúnebre. Al muerto, vestido con brocado y telas preciosas, se le deposita en un barco repleto de alimentos: vino, fruta, pan y vacas recién matadas. La esclava favorita del difunto también es llevada a bordo y una vieja que atiende por el nombre de Ángel de la Muerte le proporciona un brebaje narcotizante tras el cual, y en medio de un entrechocar de escudos, dos hombres agarran a la joven, ciñen su cuello con una soga y tiran de ésta, provocando la muerte por asfixia de la infortunada que simultáneamente recibe varias puñaladas del Ángel de la Muerte. Después, el pariente más próximo al difunto, prende fuego al barco y cuando queda reducido a pavesas se amontona tierra sobre la pira humeante y se clava en ella un poste de madera con una inscripción. Entierros en barco similares han sido excavados en Gnezdovo, cerca de Smolesk, y en la misma Escandinavia, sobre todo en Suecia.
Las monedas árabes encontradas en tesoros y en la cuenca del Volga empezaron a utilizarse a principios del IX. Los escandinavos, por otra parte, no tardaron en hallar otras rutas hacia el sur y navegar Dnieper abajo, rumbo a la ciudad de las altas torres, los tejados de cobre de Bizancio, al tiempo que impulsaban la ruta del Volga. Bizancio reunía tantos atractivos como el califato y estaba más cerca que Bagdad. El profesor C. Mango, de Oxford, ha sugerido que el nombre de un importante prelado de principios del siglo IX, Inger, es seguramente de origen nortegermánico, de lo que se deduce que ha comienzos del ochocientos ya visitaban Bizancio un grupo que decía pertenecer a la nación de los Rhôs y que, recibido por el emperador, manifestó su deseo de no regresar a su tierra por los riesgos que habían corrido durante el camino. Entonces, el emperador bizantino les remitió al de Occidente, Luis el Piadoso, para que les ayudase a volver a su tierra, y cuando los funcionarios de Luis interrogaron a estos Rhôs, descubrieron que pertenecían a la nación sueca.
Este incidente, registrado en los anales reales francos en el año 839, demuestra, en primer lugar, que esta gente de origen sueco que se autodenominaba Rhôs, adoptaba un nombre grecobizantino equivalente al de los Rhus de las fuentes eslavas y al de Rus de fuentes árabes, como Ibn Fadlan. El testimonio de los anales francos enlaza, por tanto, con el de los primeros códigos suecos que se conservan, correspondientes al siglo XIII, y que aluden a una parte de Suecia central, situada frente a las islas Asland, con la expresión el país de los Rodhs o los Rodhen.
En segundo lugar, el grupo de Rus (término con el que designaremos en adelante a los escandinavos que vivían al este del golfo de Riga y el golfo de Finlandia), manifestó, según los anales, que su rey se llamaba Khagan, título de origen turco, usado por los jefes rusos hasta mediados del XI y también por el jefe de los jázaros, de quien indudablemente lo tomaron los Rus. Para algunos investigadores esta manifestación de los Rus hacía referencia al khagan de los jázaros y no a un dirigente suyo y que en nombre de aquél habían ido a Bizancio. Esto, sin embargo, no puede ser cierto porque los dominios jázaros se extendían hasta el mar de Azov, y caso de ser hostilizados por nómadas, los jázaros no eran tan débiles como para no garantizar la seguridad de los viajeros entre Bizancio y Jazaria. Así que los Rus debían tener un khagan propio que residía en otro lugar, Novgorod o Staraia Ladoga, posiblemente.
En tercer lugar, si el grupo de Rus esperaba volver a sus tierras por Europa occidental, tras haber llegado a Bizancio por otra ruta, esta ruta era, con toda probabilidad, el Dnieper, ruta infectada —según el testimonio de estos viajeros— por «pueblos bárbaros y sumamente feroces». Esto explica por qué la ruta del Dnieper fue menos aprovechada que las del Volga o el Don, pues siendo más corta era más peligrosa. También cabe suponer, por otra parte, que hacia el 838 los Rus llevaban ya tiempo en contacto con los jázaros y estaban influidos por su cultura, como se desprende del título khagan que tomaba su jefe.
Dominio del Dnieper
Gracias a los anales francos sabemos, por consiguiente, que la ruta del Dnieper al sur no era usada con regularidad por muy concretas razones a las que podemos añadir otra: aunque la zona esteparia era tierra de magiares y pechenegos, la parte oriental del Dnieper y los eslavos afincados en su parte media dependían teóricamente de la soberanía jázara, que si bien no podía garantizar completamente el orden en esa zona, al menos estaba en su mano impedir el tránsito comercial por el norte, Dnieper abajo, hasta el mar Negro, ante el riesgo de que un uso creciente de la ruta del Dnieper aminorase el comercio por la ruta del Volga, donde se encontraba Itil, la próspera capital jázara.
En algún momento del siglo IX, los Rus escandinavos se desembarazan del poderío jázaro sobre el territorio del Dnieper medio y someten sus ciudades de las que Kiev era la más importante. Por una confusa alusión a este episodio en la Crónica Rusa Primaria, suponemos que esto debió ocurrir en el año 862. Algunos investigadores partiendo del dato de que en el año 860 los Rus atacaron desde el Norte a Constantinopla, han inferido que ya para entonces estaban instalados los Rus en la zona media del Dnieper. Permítaseme, sin embargo, que dude de la cronología aportada por la Crónica Rusa, cuya engañosa correlación de fechas esconde una fundamental ignorancia: que en el 860 los Rus atacaran Bizancio no prueba necesariamente que estuvieran asentados en el curso medio del Dnieper y ello porque los vikingos solían lanzar expediciones desde bases muy distanciadas del objetivo, como hicieron al conquistar Sevilla, en el 844, partiendo, al parecer, desde Dinamarca. Las excavaciones no han rastreado objetos escandinavos o tumbas fechables en el siglo IX en Kiev, y aunque quede mucho por excavar y no sea posible emitir aún juicios definitivos, de las pruebas disponibles por el momento no se desprende que los Rus controlasen la zona media del Dnieper antes de los últimos años del siglo IX.
Ejemplar del siglo XV de la 'Crónica Rusa'. |
Dos documentos incorporaron al texto de la Crónica Primaria constituyen el más sólido testimonio de la presencia de los Rus allí y de su intenso comercio con Bizancio. Son tratados redactados por Bizancio y los dirigentes Rus en los años 907 (?) y 911 para regular el comercio, principalmente el de esclavos, quizá la más valiosa mercancía ofrecida por los Rus a los bizantinos.
La incesante captura de esclavos en número considerable y la masiva obtención de pieles requerían, para ser transportadas Dnieper abajo en condiciones de seguridad, una eficiente organización o, mejor aún, una auténtica estructura político-militar, ya esbozada en el Tratado de 911, donde se menciona a príncipes.
Pero los escandinavos se caracterizaban por adaptarse en seguida a las nuevas circunstancias, por lo que no hace falta deducir de los tratados ruso-bizantinos que los Rus llevaban bastante tiempo ejerciendo de clase dominante en Kiev, Yaroslav, Chernigov y otras ciudades del Dnieper. Antes bien, con ello se demuestra la sutileza de la diplomacia bizantina que, reconociendo el hecho del avance ruso por el sur hasta la zona media del Dnieper, establecía con ellos vínculos comerciales. Pensaban sin duda que entreteniendo a los rusos en la recaudación de tributos —con la consecuencia de forzarles a reclamárselos a otros pueblos— suspenderían sus acometidas contra Bizancio.
Que esos tratados propiciaron la entrada de escandinavos en el sur, se deduce de las fuentes bizantinas, árabes y eslavas. En el año 911 setecientos Rus participaron en la expedición bizantina a Creta y vale la pena subrayar que ésta —la evidencia más antigua de que muchos Rus servían en la milicia bizantina— data aproximadamente del tiempo de los tratados y no de antes. Es decir, los tratados son la causa —y no un simple efecto— del intenso contacto entre Rus y Bizancio.
El geógrafo árabe Masudi dijo a mediados del siglo X de los Rus que en la época actual muchos de ellos mantienen contactos con los bizantinos, al igual que los armenios y los búlgaros. Y el emperador Constantino VII Porfirogénito formula una sucinta descripción de la flotilla comercial que cada verano zarpaba de Kiev rumbo a Bizancio: el convoy llega a los obstáculos, rápidos que el río forma el cortar la roca de granito —hoy el embalse de Dniprodzerzhinsk—. Accede al primer obstáculo llamado Essoupi, que significa en ruso y eslavo «no duermas»…; en su centro, altas rocas surgen como islas contra las que el agua rompe, alzándose y chocando con el lado opuesto con gran estrépito. Ahí desembarcaban los Rus y tanteando el terreno empujaban con pértigas sus barcos a lo largo de la orilla del río. Seis nuevos obstáculos les aguardaban río abajo, donde también cabía esperar otros peligros: ataques de los nómadas pechenegos o naufragio en el difícil mar Negro. De ahí que los Rus viajasen hacía el Sur en flotillas armadas y organizadas y de ahí que la ruta del Dnieper requiriese mayor grado de coordinación y fuerza armada que la ruta del Volga. El viaje exige unas condiciones de pericia y valor no muy distantes de las reclamadas por las bandas piratas de Europa occidental.
Los Rus avanzaban por el sur confiando obtener fama o riquezas. Su apetito de dinero resulta proverbial en los escritores árabes. Cabía esperar de los Rus que comerciaban con Bizancio el deseo de ser retribuidos con plata, pero a juzgar por los hallazgos de monedas no se percibe dinero bizantino en la Kiev del siglo X. Quizá se fundió en lingotes o adornos, dado que no encajaba en el patrón de peso entonces vigente, que se basaba en el dirhem, o quizá los Rus prefirieron, antes que plata, otros artículos de lujo, pues restos de tejidos preciosos, sedas de Bizancio y objetos bizantinos de cristal han sido hallados en Gnezdovo, el gran cementerio próximo a Smolensk situado en la encrucijada fluvial entre el Dnieper y Novgorod al norte.
Cabe registrar además que muchas palabras del ruso antiguo relativas a perfumes, especias y frutas derivan del griego y no de árabe. En cualquier caso, aunque las monedas y objetos bizantinos fechables sean poco numerosos, su aparición en cantidades significativas comienza en el silgo X y a esta fecha corresponden también la mayor parte de los objetos clasificados como escandinavos en Gnezdovo y en la zona media del Dnieper.
Adaptación y cooperación
Los enterramientos de Kiev contienen armas catalogadas de puramente escandinavas por su tipo, o sea, espadas de doble filo, lanzas y cuchillos largos que se usaban con la mano izquierda; asimismo contienen broches escandinavos y dijes. Un examen de estas pruebas sugiere que los privilegios concedidos por los bizantinos a los Rus de la zona media del Dnieper sirvieron a éstos de estímulo para ejercer allí su autoridad. El privilegio principal suponía la exención de derechos aduaneros, una asignación mensual durante un máximo de medio año y… ¡baños gratis! Oportunidades éstas para unos comerciantes como los Rus, que se reflejan en la riqueza de los inventarios fúnebres de la segunda mitad del siglo X en Kiev.
Indiquemos que los artículos de armamento son más frecuentes en los inventarios fúnebres de los escandinavos en Rusia que en los entierros en la misma Escandinavia. Los escandinavos, desde luego, usaban la fuerza en Rusia, pero esa fuerza no se dirigía ciegamente contra los restantes pueblos de la zona. Los escandinavos luchaban entre sí a menudo para dirimir sus contiendas, como era norma entre los vikingos, pero aunque la fuerza jugase un papel primordial en las zonas de ascendiente escandinavo, no será el único ni el principal resorte de su dominio.
Desde el principio confiaron en la cooperación de otros pueblos: fineses y eslavos. Rápidamente aprendieron el idioma de éstos y, pese a hablar correctamente el escandinavo a mediados del siglo X, los comerciantes que viajaban a camello a Bagdad en el silgo IX llevaban esclavos para que les sirvieran de intérpretes y los tratados de 907 (?) y 911 parecen haber sido redactados originalmente en griego y traducidos al eslavo con posterioridad de al menos una generación. Desde bastante temprano, por tanto, eran bilingües los Rus.
Gente no escandinava parece haberse unido a sus empresas y de ahí que nombres eslavos y fineses comparezcan junto a los escandinavos en los tratados. Los escandinavos sojuzgaban normalmente a tribus y otros grupos, pero también vencían a veces por asentimiento del contrario o reforzaban sus victorias aliándose con los dirigentes indígenas. La matanza realizada por los Rus entre los líderes de la terca tribu derevlyan [drevlianos], a mediados del siglo X, parece haber sido excepcional.
El término boyardos, eslavo de origen, en el tratado ruso-bizantino de 944, induce a sospechar que para entonces, si no antes, habían adoptado ya términos eslavos los escandinavos o estaban cooperando con dirigentes eslavos. El gran arqueólogo sueco H. Arbman resalta los escasos objetos de mujeres escandinavas hallados en los enterramientos del siglo X de cerca de Chernigov, la segunda ciudad de la zona del Dnieper, relativamente alejada de Escandinavia. Tal vez los aventureros escandinavos tomaron esposas eslavas para sí y algunos casaron con hijas de nobles o de jefes poderosos. Entre los nombres relevantes del tratado de 944 hay uno eslavo femenino: Peredslava, y otro masculino: Volodislav. Pocos años antes, el príncipe Igor de Kiev había dado a su hijo el nombre eslavo de Sviatoslav.
Los cambios se aceleran en la Rusia de mediados del X. El grupo dirigente que domina las vías fluviales entre el mar Negro y el golfo de Finlandia, permanece aún en estrecho contacto con el mundo escandinavo. Así seguirán las cosas por espacio de un siglo, aunque admitan ya a indígenas —en su mayoría eslavos— en sus filas. Algunos adoptarán nombres eslavos y la mayor parte entenderá esa lengua hacia mediados del X. Sus estilos y ordenamientos empezaran a diferenciarse de los de la península escandinava porque, pese a ser muy semejantes los broches, dijes y hebillas de plata de los enterramientos de Gnezdovo y los de Escandinavia, el diseño ha sido modificado o deformado en algunos casos. Simultáneamente, caían los Rus bajo la influencia de Bizancio o de su Dios y algunos ya se habían convertido al cristianismo en el 944, caso de la princesa Olga, que lo hará en el 957.
Dejemos, sin embargo, el complicado curso de la cristiandad bizantina en Rusia para proseguir por la ruta del Volga. Será vía comercial importante hasta el tercer cuarto del siglo X, en que cesa el abastecimiento de monedas de plata del mundo árabe, sobre todo de Jurasán, al sudeste del mar Caspio. No está clara la significación del fenómeno: hasta entonces, durante siglo y medio, los escandinavos habían seguido comerciando entre el Báltico y el Caspio. Y al contrario de los que usan la ruta del Dnieper, los de la del Volga no parecen haber construido una coherente entidad política. Es cierto que no tenían necesidad de hacerlo, porque no iban a afrontar ataques de nómadas o dificultades fluviales; más de habérseles presentado habrían pasado apuros al estar dominado el Volga medio e inferior por búlgaros y jázaros.
No conocemos tratados escritos entre los Rus del Volga y los jázaros o los árabes, pero de haberlos no encerrarían probablemente tan generosos privilegios para los Rus como los acuerdos bizantinos. Éstos, probablemente, compitieron por el comercio de productos nórdicos con los árabes y, pese al incremento registrado en la ruta del Volga durante el siglo X, cabe resaltar que una de las ciudades mencionadas en el tratado del 907 es Rostov, en el Volga superior. Así se ve que hasta las colonias de la ruta del Volga se sentían atraídas por el comercio con Bizancio y que la organización política surgida en el Dnieper medio estaba dispuesta a resistir las amenazas de los nómadas, amenazas que tal vez suavizara la diplomacia bizantina. El futuro estaba en Kiev y su «conexión bizantina» antes que en las colonias ordenadas y momentáneamente prósperas, pero políticamente indefinidas, de la ruta del Volga.
(Septiembre 1979)
No hay comentarios:
Publicar un comentario