viernes, 30 de mayo de 2014

Bakunin visto por Kropotkin



El viejo Blanqui muchas veces decía que el significado de los acontecimientos no se mide de acuerdo con sus resultados in­mediatos sino según sus consecuencias indirectas, que resultan siempre mucho más importantes.

Se aplica exactamente al hablar de Bakunin. Se debe apre­ciar su papel no en razón de lo que hizo él mismo, sino en razón de la influencia que ejerció sobre los hombres que lo rodeaban, sobre su pensamiento y su acción.

Su herencia intelectual no es grande. Estatismo y anarquía, El desarrollo histórico de la Internacional [1], Dios y el Estado son los tres libros suyos no muy grandes; el resto El Imperio knuto-germánico, las Cartas a un francés sobre la crisis actual, La teología política y Mazzini, Los Osos de Berna, etc., son folletos escritos sobre temas de actualidad. E incluso los tres libros, ya citados, tienen un origen idéntico. Bakunin se ponía a redactar un folleto sobre una cuestión del día pero el folleto se convertía en un libro, porque, con su inteligencia profunda de la filosofía de la historia y su amplio conocimiento de los acon­tecimientos contemporáneos, tenía tanto que decir que las pá­ginas se agregaban unas a otras.

Si recordamos todo lo que él y sus amigos (y sus amigos eran Herzen [en ruso, Guertsen], Ogariov, Mazzini, Ledru-Rolin y todos los actores más notables del período revolucionario de los años 1840-50 en Europa), habrían debido pensar ante aquellos dramas, aque­llas esperanzas, aquellas desilusiones, vividas por ellos; si re­cordamos todo lo que tuvieron que sentir durante el año 1848, tan lleno de esperanzas, y durante la reacción que siguió, es fácil comprender por qué las ideas, las imágenes, los argumen­tos, sacados del conocimiento de la vida, bullían en la cabeza de Bakunin y por qué sus enfoques filosóficos e históricos son siempre tan ricamente llenos de hechos y juicios relativos a la actualidad.

Sin embargo es interesante apuntar que cada folleto de Bakunin marca un hito en la historia del pensamiento revolu­cionario en Europa. Su discurso en el congreso de la «Liga de la Paz y de la Libertad» era un desafío a todos los radicales de Europa. Bakunin declaraba que la era del radicalismo de los años 1840-50 había terminado y que una nueva fase del pensa­miento revolucionario se iniciaba: la era del socialismo obrero. Al lado de la cuestión de la libertad política se planteaba el problema de la independencia económica, que iba en adelante a ser predominante en la historia. Su folleto dirigido a los mazzinistas anunciaba el fin de la conspiración, puramente política y revolucionaria, por la emancipación nacional, y el principio de la revolución socialista. Él anunciaba también el fin, en la historia, de un cristianismo sentimental y socialista, y el comienzo de un realismo ateo y comunista. Su carta a Herzen sobre la Internacional [2] y sobre el realismo de Bazarov tenía la misma significación para Rusia.

Los Osos de Berna son una despedida al democratismo bur­gués suizo; las Cartas a un francés, escritas durante la guerra de 1870-71, señalan la muerte del radicalismo de Gambetta y el de una nueva era que pronto iba a inaugurar la Comuna de París, rechazando la idea socialista-estatista de Louis Blanc y proclamando una idea nueva, la del comunismo de los munici­pios y de las ciudades. La Comuna, alzándose por la defensa de su territorio y empezando en su seno la revolución social, esto aconsejaba Bakunin en estas Cartas, para oponer a la invasión alemana.

El Imperio knuto-germánico, este folleto que los socialde­mócratas alemanes tanto aborrecen, es el grito profético de un viejo revolucionario que, ya en ese momento (en 1871), com­prendía todo el horror de la reacción que iba a pesar sobre Europa con una duración de 30 a 40 años tras el triunfo del Estado militar de Bismark, y también del socialismo estatalista, cuyo padrino en Alemania fue el mismo Bismarck. Este folleto señalaba al mismo tiempo un cambio brusco, en los países lati­nos, en dirección del comunismo antiestatalista, del anarquismo.

Por fin, Estatismo y anarquía, El desarrollo histórico de la Internacional y Dios y el Estado, a pesar de la forma de panfle­tos combativos, puesto que se escribieron con la rabia del mo­mento, contienen, para un lector atento, más pensamiento po­lítico y una mejor inteligencia filosófica de la historia que la gran masa de los tratados universitarios y social-estatistas, que ocultan la ausencia de pensamiento, con una dialéctica oscura, confusa, por consiguiente mal reflexionada. En estos libros de Bakunin no hay recetas ya preparadas. Quienes esperan que un libro resuelva todas las dudas, sin que tengan que pensar por sí mismos, no lo hallarán en Bakunin. Pero si somos capaces de pensar de modo independiente, sin seguir a ciegas al autor, con­siderando el libro como un material para el pensamiento —como una conversación inteligente que provoca en nosotros el traba­jo intelectual—, entonces las generalizaciones ardientes, ya des­ordenadas, ya brillantes, de Bakunin serán una ayuda para nues­tra educación revolucionaria infinitamente más que todos esos tratados que se escriben para persuadirnos que sólo somos bue­nos para obedecer y que debemos seguir ciegamente en el pen­samiento al autor y en la acción al jefe.

Además, la principal fuerza de Bakunin no radicaba en sus escritos. Estaba en su influencia personal sobre los hombres. Él hizo que Bielinsky se volviera para Rusia el tipo de revolucio­nario incorruptible, socialista y nihilista, que iba más tarde a encarnar nuestra maravillosa juventud de los años 1870. Él hizo que renaciera: «Eres mi padre espiritual», le escribía el mismo Bielinsky. Y sabemos qué fuerza fue Bielinsky [3] en la evolución de Rusia.

En París, en 1847 (el año en que fue expulsado) y en Alema­nia en 1848, su influencia sobre los mejores hombres de su tiem­po fue enorme. Bernard Shaw cuenta con una forma en parte humorística (The perfect Wagnerite) que Wagner representó a Bakunin bajo los rasgos de su Siegfried, que no conoce el miedo y lleva a Brunhaut por su amor. Desde luego, no es a Bakunin en particular al que se representa así, sino al revolucionario en general, lleno de coraje y audacia. Pero no cabe duda que tanto en Wagner como en George Sand, en Herzen y Ogariov, en todo el grupo socialista francés que estaba en aquel entonces en Pa­rís y en la Joven Alemania, y sobre la Joven Italia, y sobre la Joven Suecia, la influencia de Bakunin fue enorme. «No es po­sible acercarse a él sin estar contagiado por su ardor revolucio­nario», decían sus contemporáneos.

Y era aún el mismo hombre cuando, tras su fuga en 1861 de Siberia, volvió a aparecer entre sus amigos en Londres. Herzen, como se sabe, describió su aparición en Londres y con un tono medio burlón la propaganda que Bakunin lanzó entre los eslavos [4]. Es muy posible, e incluso cierto, que Bakunin a me­nudo colocaba, en los hombres que se le acercaban, más espe­ranzas de lo que merecían. ¿Pero acaso otro tanto no se podrá decir de Mazzini y de todo revolucionario sincero? Y quizá la potencia mágica que él poseía venía precisamente de que creía en el hombre, en lo que la gran obra que le confiaba iba a des­pertar en él lo mejor. Y él lo despertaba, en efecto, y la persona, bajo la influencia de Bakunin, dedicaba ya a la revolución lo mejor de sí mismo.

Herzen cuenta con tono de broma cómo Bakunin adoctrinaba a la gente, lanzándola a la acción. ¿Acaso estaba tan equivocado en su apreciación de los hombres? Quienes ins­piró en Italia, en Suiza, en Francia: Varlin, Eliseo Reclus, Cafiero, Malatesta, Fanelli (su emisario en España), Guillaume, Schwitzguebel, etc., agrupados enderredor suyo en la célebre Alianza, ¿no eran los mejores hombres de las razas latinas en esa gran época? Me parece que su apreciación de los hombres era, al contrario, sorprendentemente justa. Leamos, por ejem­plo, lo que escribía respecto de Nechaiev, cuyas vertientes fuer­tes y débiles supo caracterizar tan atinadamente que no pode­mos añadir nada [5]. ¿Y quién mejor que él comprendió a Nico­lás Utin, ese ídolo de los marxistas de Ginebra?

Una observación más. Lo que es más llamativo y más alec­cionador para nosotros es el nivel moral elevado de los hom­bres que, en Europa occidental, se juntaban con Bakunin. No conocí a Bakunin, pero intimé con la mayor parte de los hom­bres que lo rodearon en la Internacional y por eso fueron perse­guidos de modo tan inexorable por Marx, Engels y Liebknecht. Y puedo afirmar resueltamente, frente a sus enemigos, que cada uno de esos militantes de la Internacional federalista que acabo de nombrar era una personalidad moral de primer orden. La historia, lo sé, confirmará esta apreciación y no dejará, al mis­mo tiempo, de echar de menos que en el campo de sus adversa­rios, entre los principales jefes por lo menos, se hallaba inteli­gencia, pero la base moral distaba mucho de alcanzar la altura y la firmeza que presentaban esos amigos de Bakunin.

En lo que concierne la importancia de la actividad de Bakunin en la Internacional, caractericé el papel de los bakuninistas al hablar de la Federación Jurasiana en mis Memorias de un revo­lucionario [6].

En el momento en que la derrota de Francia, el exterminio de los proletarios franceses después de la Comuna y del triunfo militar del Imperio alemán había inaugurado un período de reacción que dura hasta hoy día, en el momento en que Marx y sus amigos querían, mediante intrigas subterráneas, hacer de la acción de la Internacional obrera, creada por una lucha directa contra el capitalismo, un arma para la agitación parlamentaria en favor de los socialistas aburguesados, los “ex miembros” de la Internacional federalista de antes, inspirados por Bakunin, constituían la única defensa contra la reacción que invadía Eu­ropa.

Y a él le debemos, en gran parte, el hecho de que el espíritu revolucionario ha quedado vivo en los países latinos [7], ha en­contrado en las masas obreras de estos países una nueva fuerza viva para combatir la brusca evolución de la burguesía antes radical.

Y es en el seno de esas jóvenes fuerzas vivientes, desafiando los riesgos y los peligros, que declaró la guerra al viejo mundo, sin ningún apoyo de parte de los burgueses, en este medio se asentó por fin el comunismo anarquista moderno, con su ideal de igualdad económica y política y su negación audaz de toda explotación del hombre por el hombre.

Tales son los méritos de Bakunin ante la historia.

Piotr Kropotkin, junio de 1905 (traducido del ruso)


* El texto aparece bajo el título de «A guisa de prólogo» en un folleto en ruso de 1905 Sbornik statey M. Bakunina [Colección de artículos de M. Bakunin], 30 páginas, publicado por Jleb i Volia [Pan y Libertad], grupo anarquista ruso en exilio. Los textos de Bakunin son «La política de la Internacional, La organización de la Internacional, La Comuna de París y la noción del Estado, A propósito del congreso de la Haya». El formato (19/12,5) y la tipografía pequeña facilitaban el envío clandestino, dada la importancia de los eventos en Rusia. (N. del T.)


Notas:

[1] Confusión de Kropotkin, el libro fue escrito por Ross y James Guillaume, véase Bakounine oeuvres complètes Étatisme et anarchie, París, 1976, p. XXII. (N. del T.)

[2] Carta del 19 de julio de 1866 cuya parte más famosa es «Ya es tiempo de que yo presente un resumen: la propaganda de ustedes [en Rusia], no cabe duda, ni siquiera se beneficia, en la actualidad, de la décima parte de la influencia que tenía hace cuatro años. Los sonidos de vuestra Kolokol [«campana» en ruso, título de la revista de Herzen] se propagan y se pierden hoy en el desierto y el eco que encuentran es, digamos, casi nulo… Significa que la Campana tañe en el vacío y que no anuncia lo que hace falta. Les quedan dos salidas: parar o dar otra orientación. Les corresponde decidir. ¿Qué debería ser la orientación?» (N. del T.)

[3] Visarión Bielinsky, crítico literario y publicista ruso de gran talento, que ejerció una influencia decisiva tanto en su generación —la de Bakunin— como en las siguientes. (N. del T.)

[4] «Bakunin creía en la posibilidad de un levantamiento campesino armado en Rusia. Lo creíamos en parte y nosotros —incluso el mismo gobierno lo pensaba— como ocurrió a consecuencia de una serie de medidas, de artículos, de peticiones, de detenciones y de ejecuciones de condenas a muerte. La presión de la inteligencia, el ímpetu del espíritu era incontenible, y nadie preveía en aquel entonces que ello iba a terminar en un violento patriotismo. Bakunin, no insistiendo demasiado en todas las circunstancias posibles, apuntaba a una finalidad lejana y tomaba el segundo mes del embarazo por el noveno. Se dejó arrastrar no por los argumentos, sino por los deseos.» Herzen Alexander Biloe i Dumi [Pasado y palabras], parte seis, texto ruso en az.lib.ru/g/gercen_a_i/text_ (N. del T.).

[5] «Usted me engañó, y yo, sospechando o presintiendo instintivamente la superchería, me negaba consciente y sistemáticamente a creerlo […] pero ni este afecto ni este respeto podrían impedirme decirle francamente que su sistema de engaño, que tiende cada vez más a convertirse en su principal, su solo y único sistema, su arma y su método preferido, resulta funesto a la misma causa.» 
«Sí, estimado amigo, usted no es un materialista como nosotros, los pecadores, sino un idealista, un profeta. […] por su forma de pensar usted está más cerca […] de los jesuitas que de nosotros.» Bakounine oeuvres complètes relations avec Sergej Nechaiev 1870-1872, París, 1977, pp. 222, 225 (traducido del ruso). (N. del T.)

[6] «El nombre de 'Michel' se repetía sin cesar en sus charlas, no como el nombre de un jefe ausente cuyas opiniones marcarían la ley, sino como el de un amigo personal, del que cada uno hablaba con amor y con un espíritu de camaradería. Lo que me llamaba más la atención era que la influencia de Bakunin venía menos de su superioridad intelectual que de su personalidad moral.» París, 1971, p. 295. (N. del T.)

[7] Es evidente que la interpretación parte de un absurdo enfoque antialemán, más visible en Kropotkin que en Bakunin (N. del T.).

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