«Hoy en día hacer televisión es como fabricar cualquier otro producto. Es el 'management' quien pretende interpretar al mercado que decide. Todo debe satisfacer al mercado y es la economía la que moldea el producto». Investig’Action tiene el placer de presentar a sus lectores un extracto del libro de entrevistas de Ken Loach y Frank Barat publicado por Indigène Editions. En este extracto impactante, Ken Loach tiene el mérito de subrayar la creciente pérdida de poder de los trabajadores de los medios frente a la presión de los poderosos, lo que repercute sobre la calidad de las informaciones a que se accede
20 junio 2014
Tuve la suerte de trabajar en la BBC en los años 60. La televisión era entonces un medio joven y el espíritu de la época permitía, dentro de ciertos límites, abrir la cultura y las programaciones a las clases populares. Con el tiempo ha crecido el control. Cuantos más años han transcurrido más se fue desarrollando y solidificando el formato que, en términos de audiencia, mejor funcionaba. Todo ha sido burocratizado, jerarquizado y como en toda industria la presión sobre la producción se ha intensificado enormemente.
La tendencia es reducir los equipos y multiplicar los «managers» quienes para justificar su presencia deben intervenir en todos los sectores, desde el casting hasta el escenario. En los años sesenta nadie le decía a quién debía contratar. Actualmente el elenco de actores debe ser aprobado por los representantes de las empresas productoras, por los de la BBC o de ITV, por el responsable del departamento, por el responsable de la cadena... todas personas que jamás ha visto y que deben aprobarlo. De pronto el realizador a quién se le imponen los actores, que no puede trabajar sin supervisión en el escenario, tiene muy poco poder. De modo que con seguridad no puede ser original. Tanto la presión como la desautorización anulan la originalidad.
Esto es lo que los sindicatos deben denunciar y combatir con dureza. De otro modo a los realizadores se les vuelve imposible, El uso que se hace de la televisión no es aceptable. Es un medio que tiene un enorme potencial pero lo que se muestra en las pantallas es muy limitado. Las mismas celebridades, las mismas reiteradas películas, la misma restringida visión política, los programas de cocina, de decoración de la vivienda, de tejidos... ¡es todo tan terriblemente aburrido!
Hoy hacer televisión es como fabricar un producto cualquiera. Es el manager que pretende interpretar al mercado quien decide. Todo debe satisfacer al mercado y la que da forma al producto es la economía.
Es difícil resistir individualmente
En Europa todavía tenemos la suerte de contar con un nicho que, si somos razonables, nos permite producir las películas que queremos. Aunque dicho esto el monto de que se dispone es limitado. Los espectadores generan un ingreso que va a definir cuánto se puede gastar en una película. Por lo tanto se depende del público, es preciso ser rentable.
Cambiar esta situación depende de un cambio político mucho más amplio. Que los grandes grupos de la televisión forman parte del aparato estatal es un hecho. Son administrados por personas nombradas por el Estado según un sistema jerárquico muy vertical. Es el Gobierno el que otorga las concesiones a las empresas comerciales y nombra a los directivos de la BBC, que junto con la prensa de derecha es el principal proveedor de la ideología y de la formación de nuestro tiempo. La influencia de la televisión en la población es enorme. Es una institución estatal cuya primera misión es transmitir la ideología del poder local. De modo que los nombramientos son cruciales ya que sería desastroso para el Estado que ese instrumento cayera en las manos equivocadas. Esto es aún más cierto para la prensa. Sería necesario que fuera dirigida por cooperativas y que ninguna empresa pudiera ser dueña de más de un periódico. Son, desde luego, reivindicaciones revolucionarias que el Estado tal como está actualmente organizado no aceptará nunca.
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