sábado, 24 de enero de 2015

‘Charlie Hebdo’: Tratar de comprender para evitar las trampas

 

Por GRÉGOIRE LAIEU
(Traducción libre de Amnauj T.)

¿Qué relación hay entre el descubrimiento de yacimientos de petróleo, la sonrisa de Nasser, la guerra de Argelia, la revuelta de las banlieues[1] y el atentado contra Charlie Hebdo? Alguna hay, si se tiene en cuenta el registro emocional y el discurso sobre la seguridad que se hace después del ataque a la publicación satírica. Así pues, si no podemos aceptar que dos jóvenes franceses, tras caer en el fanatismo religioso, hayan asesinado a unos periodistas en pleno París, es necesario preguntarse sobre lo que ha hecho posible lo impensable. Esta reflexión nos lleva necesariamente a buscar las raíces del mal, para analizar qué ha pasado, tanto en Oriente Medio como en Francia, en estos últimos decenios. Este artículo se centra más en estos dos elementos que en el atentado del 7 de enero. Un ejercicio indispensable, en el momento en que el drama que ha estremecido a Francia es reducido únicamente a la cuestión de la libertad de expresion. Un ejercicio indispensable, en el momento en que parte de la clase política, incapaz de preguntarse por su propia responsabilidad, propone adoptar una Patriot Act francesa para protegernos de la amenaza terrorista. Un llamamiento lanzado tras una manifestación en defensa de... ¡la libertad de expresión!

«La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad, sólo la luz puede.
El odio no puede expulsar al odio, sólo el amor puede.»

(MARTIN LUTHER KING)


Charlie Hebdo nos ha hecho reir. Charlie Hebdo nos ha hecho rechinar los dientes. El miércoles, 7 de enero, Charlie Hebdo, quizá por primera vez, nos ha hecho llorar. Dos individuos fuertemente armados tomaron al asalto la redacción de la revista satírica, dejando tras ellos doce muertos. La noticia ha golpeado a Francia. En estado de shock, hemos ido conociendo, por los medios de comunicación, los primeros detalles del drama. Después, los nombres han ido cayendo, Cabu, Wolinski, Charb...[2]; muertos en combate. Nos acordamos de que Charlie Hebdo se había metido en un campo minado al publicar, en 2005, unas caricaturas sobre el Profeta Mahoma, tomadas de un periódico conservador danés. Nos acordamos de que, desde entonces, los lápices del semanario satírico se habían aplicado, alegremente, a ridiculizarar al Islam, al igual que siempre se habían dedicado a desacralizar lo intocable con un éxito relativamente apreciable. Una noche de noviembre de 2011, la redacción del periódico fue objetivo de unos cócteles Molotov. Charb, el director de la publicación, declaró: «no tengo chavales, ni mujer, ni coche, ni créditos. Puede parecer un poco pomposo lo que voy a decir, pero prefiero morir de pie que vivir de rodillas».

El miércoles, Charb, Cabu y Wolinski han muerto por unos dibujos. Pensamos que jamás podremos digerir lo indigerible. Permanecemos asombrados frente al televisor. Pero pronto las reacciones comienzan a calentar el ambiente. En I-Télé, el periodista Serge Moati hace un llamamiento a «un combate nacional, francés, contra el islamismo». Antes de puntualizar que «no se debe juzgar al Islam por estos cabrones». En una alocución de tintes presidenciales, Nicolás Sarkozy declara: «Nuestra democracia ha sido atacada. Debemos defenderla sin desfacellecer. Firmeza absoluta es la única respuesta posible». Y Puntualiza al final del discurso: «Hago un llamamiento a todos los franceses a evitar la tentación del confusionismo y presentar un frente unido ante el terrorismo, la barbarie y los asesinos». Viniendo del presidente de un partido que flirtea con el FN, de un expresidente de la República que se lamentaba del número demasiado grande de musulmanes en Europa, y que veía en el tema de las caricaturas el símbolo anunciador del choque de civilizaciones, las precauciones de Sarkozy sobre el confusionismo suenan tan acertadas como la entrada de un elefante en una cacharrería, comenzando por el inevitable: «Yo no soy racista, pero los negros y los árabes...». Finalmente, la reacción de Philippe Val en el micro de France Info. El antiguo director de Charlie Hebdo ha señalado que «algo» se ha extendido en Francia y entre los musulmanes.

A pesar de la pena que nos dejan los retratos de los dibujantes de Charlie en la nota necrológica, es necesario que reaccionemos nosotros también. Reaccionar para comprender este «algo» que se extiende por Francia. Reaccionar para que no se acepte que se puede morir por causa de unos dibujos. Reaccionar para que nadie desee que algo así vuelva a ocurrir. ¿Cómo? Difícil situar policías delante de todas las redacciones. ¿Y por qué, todavía, pedir a los musulmanes que se desmarquen de este acto terrorista, como lo ha hecho la campaña Not in my Name? Como si —señalaba Rue89— los musulmanes fuesen, por definición, partidarios de los actos terroristas: «Deberíamos preguntarnos por esa pequeña satisfacción al ver a un imán afirmar que condena el degüello de un rehén, como si nos tranquilizase constatar que hay “buenos musulmanes”, como si hiciese falta que los musulmanes demostrasen ser buenos, o que demuestren que hay un Islam abierto y tolerante».

¿Cómo esperan las autoridades francesas, desde estos supuestos, afrontar el problema del fanatismo? ¿Igual que solucionan el tema de la delincuencia, instalando cámaras de vigilancia por todas partes, sin tocar el tema de las desigualdades sociales? Eso no es muy eficaz... El drama que ha golpeado a Charlie Hebdo necesita que se analice el mal en su raíz. Y este análisis nos lleva hacia dos fenómenos que hay que considerar paralelamente: la política de Occidente en Oriente Medio desde que se descubrió petróleo, así como la escalada de islamofobia.


El islamismo reaccionario contra el nacionalismo árabe

Hubo un tiempo en que, en Egipto, el presidente se carcajeaba ante la idea de obligar a las mujeres a llevar velo. Fue el tiempo de Nasser, era la edad de oro del nacionalismo árabe, una corriente laica y progresista que Occidente, con los Estados Unidos a la cabeza, combatió apoyándose en el islamismo reaccionario de Arabia Saudí. Mohamed Hassan nos lo explica en el libro Yihad made in USA:

«El descubrimiento de gigantescos yacimientos de petróleo hizo del Oriente Medio una región estratégicamente importantísima para los imperialistas. No obstante, con el desarrollo del nacionalismo, los países árabes manifestaron el deseo de tomar su destino en sus manos y disponer de la soberanía sobre sus riquezas. Esto hubiera sido una catástrofe para los occidentales, que no solamente se hubieran visto privados del petróleo a buen precio, sino que además hubieran debido hacer frente a un poderoso rival, si el panarabismo de Nasser hubiera dado sus frutos. El dirigente egipcio deseaba, en efecto, que los países de la región, que habían sido diseñados arbitrariamente por las potencias coloniales, se reuniesen de nuevo en torno a su identidad árabe. Por su parte, los islamistas reaccionarios veían muy mal el ascenso del nacionalismo árabe. Se trataba de una corriente portadora de modernidad. Además, aún reconciendo el Islam como un elemento esencial de la cultura árabe, Nasser hizo de la laicidad una línea directriz en materia de gestión política. El nacionalismo árabe estaba en las antípodas de lo que los reaccionarios del Golfo aplicaban en sus países.»

En La estrategia del caos, Mohamed Hassan nos explica cómo el Islam político de los saudíes se erigió en un modelo contra el nacionalismo de Nasser:

«Para contrarrestar la influencia de la Unión Soviética, Eisenhower puso a punto una estrategia consistente en proporcionar apoyo financiero y militar a cualquier país de Oriente Medio que fuese “amenazado por el comunismo”. Pero la doctrina Eisenhower fue un fracaso. Por una parte, el envío de grandes sumas de dinero hacia países ricos en petróleo provocaba dudas en los Estados Unidos. Por otra parte, los países árabes que hubieran aceptado esta ayuda se alinearían abiertamente contra el Egipto de Nasser que tenía todavía el viento en popa en la época entre la población de la región. Así pues, Washington elaboró una nueva estrategia. Se empleó el Islam como arma política para enfrentar el nacionalismo árabe de Nasser. (...) Arabia Saudí creó la Liga Musulmana Mundial. Una organización ultraconservadora inspirada por el extremismo wahabita para contrarrestar la influencia de Nasser. La Liga declaraba, por ejemplo, que el nacionalismo era el peor enemigo de los árabes. En un primer momento, la popularidad de Nasser era tan grande, que este Islam político no tuvo demasiado éxito. Pero la derrota del presidente egipcio en la Guerra de los Seis Días, cambió la situación. Tras este conflicto y la pérdida de prestigio del nasserismo, la alternativa ofrecida por Faisal recibió un gran apoyo popular y Arabia Saudí se convirtió en un actor clave en el Oriente Medio.»

Mohamed Hassan nos explica, igualmente, cómo Egipto reemprendió el camino recto tras la muerte de Nasser. Estados Unidos y Arabia Saudí compraron al nuevo presidente egipcio; Anuar el-Sadat, para que se desmarcase del nacionalismo árabe. Esto implicaba hacer la paz con Israel y abrir la economía a las multinacionales, decisiones que no gustaban al pueblo egipcio. El prestigio de Nasser era todavía fuerte y Sadat pretendía hacer todo lo contrario que su predecesor. Para liquidar la herencia del nasserismo, el presidente decidió apoyarse en la islamización de la sociedad egipcia. Los Hermanos Musulmanes, violentamente reprimidos por Nasser, fueron autorizados a regresar a Egipto. Al mismo tiempo, la política de apertura económica introducida por Sadat, dejó a numerosos egipcios en la pobreza. Los Hermanos adquirieron una base social importante atendiendo las necesidades de los mas desfavorecidos mediante una vasta red de caridad[3]. Les ayudaban a ello las ricas petromonarquías del Golfo.

Gadafi entre Sadat y Nasser a finales de los 60.

Así es como una forma reaccionaria de islamismo se ha instalado permanentemente en el Oriente Medio. Aún falta precisar que, para disgusto de Serge Moati, el islamismo abarca nociones diversas. Prostituído por los medios occidentales, el término se ha convertido en un cajón de sastre que sirve para todo. Mohamed Hassan distingue al menos cinco corrientes, a veces contradictorias. Hay diferencia, en efecto, entre el Islam reaccionario de los saudíes y otros movimientos inspirados por la teología de la liberación, por ejemplo. Y ¿cómo meter en el mismo saco a islamistas como Abdelkader u Omar al-Mukhtar, que combatieron a las potencias coloniales, y otros como Mohamed Mursi, quien, desde el gobierno de Egipto, había comenzado ya a someterse a los dictados del FMI? Los matices aparecen, incluso cuando se aborda un movimiento como los Hermanos Musulmanes, organización fundada para combatir el dominio británico en Egipto. La dirección de los Hermanos se alió después con los intereses neocoloniales. Esta vasta organización no está menos atravesada por diferentes tendencias, como todo partido político. Algunos, más progresistas, querrían hacer evolucionar a los Hermanos Musulmanes. El islamismo no es, por tanto, un palabra muy grande, pero nos muestra que, como toda ideología es objeto de lucha entre distintas corrientes. Y desgraciadamente, en gran parte por las razones que acabamos de mencionar, actualmente son las más reaccionarias las que dominan.

La yihad en Siria, no en París

El impacto de la política de Occidente en Oriente Medio no se detiene aquí. Entre las distintas corrientes que recorren el islamismo, Mohamed Hassan distingue igualmente al movimiento yihadista y recuerda que «La yihad es también un combate que el musulmán debe mantener contra sí mismo, ante todo, para hacer salir lo mejor que hay en él. ¡La yihad puede, así, ser una cosa muy positiva!». Pero la yihad también hace referencia a una lucha armada. Una lucha entablada, en principio, en Afganistán contra los soviéticos, con la ayuda de la CIA. Bin Laden era en esa época, un amigo de los Estados Unidos. Tras los atentados del 11 de Septiembre, en cualquier caso, la guerra contra el terrorismo lanzada por Bush puso en apuros un tanto al movimiento yihadista. Se pensaba, al respecto, que este movimiento había sido reducido a algunos reductos ocultos en grutas. El antiguo jefe del servicio de información de seguridad de la DGSE, Alain Chouet, incluso había declarado ante el Senado: «Al-Qaeda murió, según el plan operacional, en los nidos de ratas de Tora Bora en 2002».

Sin embargo, tras algunos años, los movimientos yihadistas parecen haber resurgido de sus cenizas. El más famoso de entre ellos, en la actualidad, el Estado Islámico, ha conseguido crear un estado a caballo entre Irak y Siria. ¿Cómo explicar este resurgimiento? Hay que tener en cuenta distintos factores, como nos explica Mohamed Hassan en Yihad made in USA. La invasión de Irak en 2003, para empezar. Después de la caída de Sadam Husein, los baasistas iraquíes se organizaron para resistir la ocupación de los EEUU. Pero, con la ayuda de Irán, Estados Unidos puso un nuevo gobierno al frente del país. Demasiado chiíta para Arabia Saudí, que no quería ver extenderse la influencia de Teherán por la región. La monarquía, por tanto, apoyó la creación de grupos sunitas extremistas en Irak. Paralelamente a esto, los Estados Unidos se lanzaban a la «desbaasificación» de Irak, es decir, se dedicaron a desmantelar totalmente la estructura laica del estado dirigido por Sadam Husein. Esto explica cómo la resistencia a la ocupación de los Estados Unidos viró hacia un conflicto confesional que enfrentaba a sunitas y chiítas. Y explica también cómo nuevos movimientos yihadistas han aparecido tras la muerte operacional de Al-Qaeda.

Seguidamente, la guerra en Libia permitió igualmente a antiguos movimientos yihadistas encontrar ciertos apoyos. Mohamed Hassan recuerda también:

«Para combatir al ejército de Gadafi, el gobierno USA no dudó en aliarse con los grupos yihadistas. Sabían que el este de Libia era un santurario de terroristas, como atestigua un informe de la academia militar de West Point, redactado en 2007. Sabemos también que la CIA se apoyó en el antiguo lider del GICL. El almirante Stavridis, comandante supremo de las fuerzas aliadas de la OTAN en Europa, reconocía que los combatientes de este grupo afiliado a Al-Qaeda participaban en los esfuerzos por derrocar a Gadafi, pero que lo hacían “a título personal”. La declaración data de 2011. Podría hacernos sonreír, si no conociéramos las consecuencias trágicas de la intervención de la OTAN en Libia».

De igual manera, en Siria, los Estados Unidos y sus aliados, Turquía, Arabia Saudí y Qatar, se apoyan en grupos yihadistas para combatir al ejército sirio. La fábula de la «primavera Siria» pretendía que Washington había hecho una puntillosa distinción entre los rebeldes moderados y los extremistas. En realidad, la mayor parte de los expertos coinciden en decir que esta distinción es pura ficción. Según la situación sobre el terreno y las ayudas aportadas a los diferentes grupos, un combatiente podía batirse bajo la bandera del ELS[4] un día, y bajo la del Frente Al-Nusra al día siguiente. Recordemos además, que los «moderados» no lo son tanto... Todo el mundo se acuerda de Jalid al-Hamad, el hombre que, ante una cámara, se llevaba el corazón de una de sus víctimas a la boca. Dirigía la Brigada Farouk, afiliada al ELS, los «demócratas».

Destruyendo Irak y entablando guerras de proximidad en Libia y Siria, los Estados Unidos y sus aliados contribuyeron al resurgimiento del movimiento yihadista. «Después de los fiascos de Irak y de Afganistán —prosigue Mohamed Hassan—, Barack Obama se encontró en la imposibilidad de enrolar sus tropas en un nuevo conflicto. Sin embargo, los Estados Unidos no han renunciado a sus pretensiones sobre Oriente Medio. La presidencia de Obama consagra así el retorno al “soft power”; en lugar de enviar a sus soldados al infierno, Washington utiliza otras tropas sobre el terreno. No sorprenderá, sin duda, que entre los consejeros más próximos de Obama, se encuentre un tal Zbigniew Brzezinski. Él es quien tuvo la idea de armar a unos fanáticos musulmanes en Afganistán para combatir al ejército afgano y a las tropas soviéticas en los años 80. En Libia, los Estados Unidos no tenían otra elección que recurrir a los yihadistas. En Siria esperaban poder desmovilizar a gran parte del ejército jugando la carta confesional. Los desertores debían así pasar a engrosar las filas del Ejército Libre Sirio. Sin embargo, aunque sí que se dieron las deserciones, los soldados que dejaron su puesto se exiliaron al mismo tiempo del país. En Siria los Estados Unidos tampoco tenían otra elección más que apoyarse en los yihadistas. Pero utilizar a estos grupos es una cosa. Controlarlos es otra».

De cómo la islamofobia ha gangrenado Francia

El retorno del soft power no sólo se ha caracterizado por la utilización de tropas sobre el terreno. Hay jóvenes que, igualmente, han dejado Europa para ir a luchar. Uno de los atacantes contra Charlie Hebdo era precisamente un yihadista bien conocido por los servicios secretos franceses. Por tanto, el fanatismo religioso no gangrena sólamente en los campos de batalla en Irak, Siria o Libia. Ha encontrado igualmente adeptos en Europa, y en Francia más particularmente. He aquí, sin duda, ese «algo» que evocaba Philippe Val y que no se puede comprender si no es a la luz del clima islamófobo que se ha desarrollado fuertemente con el impacto de los atentados del 11 de Septiembre, pero cuyas raíces se remontan más lejos, como nos lo explica el sociólogo Said Boumama, con el que hemos charlado:

«La islamofobia tiene, en primer lugar, raíces muy antiguas en Francia, en cuanto que era parte de la estrategia ideológica colonial. Para justificar la misión civilizadora, una de las armas utilizadas era la aproximación culturalista a la religión musulmana. Se la presentó como homogénea, como conduciendo inevitablemente al fanatismo y como incapaz de adaptación al contexto “moderno”. Esta imagen del Islam fue vehiculada masivamente en los libros escolares, las películas, las imágenes, etc. De este modo, se incrustó en la mentalidad colectiva, pero tenía como contrapeso una conciencia obrera fuerte llamando a tener en cuenta las dimensiones comunes: Los intereses de clase y la cultura obrera. Desde las independencias, no se ha hecho ningún esfuerzo para desenraizar y deconstruir esta estigmatización del Islam. La época todavía era la de las luchas y las conquistas sociales, lo cual relativizó el peso de estas herencias reaccionarias.»

La crisis económica de los años 70, sin embargo, va a cambiar la coyuntura, y los clichés de la época colonial van a alimentar la cartera de clientes de la extrema derecha. «Con la crisis estructural y sistémica que alcanzó al capitalismo francés en la década de los 70 —prosigue Said Boumama—, el Frente Nacional retomó por su cuenta todas estas caricaturas formadas durante la guerra de Argelia, y contribuyó a abonar este terreno propicio. Así pudo salir de la dimensión grupuscular en la que se había acantonado la extrema derecha tras la victoria contra el nazismo en 1945. En la década de los 80, el Partido Socialista puso en marcha políticas ultraliberales que debilitaron profundamente a las clases populares. Así, los procesos de depauperización masiva y precarización producen un sentimiento de desesperanza social en el mundo obrero. Un sentimiento que el Frente Nacional intenta recuperar en su provecho».

El partido de extrema derecha salió hábilmente del apuro, logrando una lepenización de las mentes en Francia, como nos explica Said Boumama:

«Completamente atareados en las políticas de desregulación, los gobiernos socialistas, en realidad de derechas, intentan evitar la cólera social difundiendo claves de lectura étnicas (sobre la delincuencia, sobre la inseguridad, sobre la degradación de las condiciones de vida en los barrios populares, etc.) es decir, retomando los temas, las lógicas, las maneras de plantear las cuestiones sociales del Frente Nacional. Se trata de un verdadero proceso de lepenización de las mentes, lo que se pone en juego. Paralelamente, en el seno de las clases populares, el componente descendiente de la inmigración de las antiguas colonias es el que se ve más afectado por la crisis, al mismo tiempo que es señalado como responsable de los males sociales por la lepenización de las mentes.»

Tras la muerte de dos jóvenes musulmanes por la policía,
en octubre de 2005 se inició en los barrios de París
unos disturbios que se extendieron al resto del país.

Convertidos en los nuevos chivos expiatorios de una Francia gangrenada por el racismo, ciertos jóvenes van a encontrar una vía de escape en la religión.

«Progresivamente las discriminaciones se masifican y se vuelven sistémicas, impactando en el devenir de los jóvenes franceses descendientes de la inmigración postcolonial —precisa Said Boumama—. Para una parte de entre ellos, el reencuentro con la fe musulmana fue un antídoto contra la autodestrucción. Para otros, la reacción llega bajo forma de revueltas, y culmina en noviembre de 2005 con la explosión de 400 barrios populares durante 21 días contra las injusticias, que les afectan en términos de discriminación, de relegación y de controles policiales, desembocando en múltiples muertes de jóvenes bajo las balas de la policía. Las organizaciones de izquierda, aisladas de los barrios y de las clases populares, evitaron entrar en la lucha contra las discriminaciones racistas, porque las consideraban, bien inexistentes, o bien secundarias. Estas organizaciones de izquierda eran incapaces de comprender que se trataba de una revuelta popular y la dejaron aislada, contribuyendo así a acrecentar el abismo. El Frente Nacional inicia entonces la conversión de su ideología racista antimagrebí en racismo contra los musulmanes y contra el Islam, es decir, en islamofobia.»

Pero el nuevo caballo de batalla de la extrema derecha rebasa largamente los mítines del FN.

«La nueva temática será, como las precedentes, asumida por la derecha clásica y el Partido Socialista —encadena Said Boumama—. La ley sobre el uso del velo en 2004 marca el paso a una islamofobia de Estado, que señala al Islam como un peligro para la República, el derecho femenino y la laicidad. Esta estrategia no desarma al Frente Nacional, que se convierte bruscamente en “republicano”, cuando desde su nacimiento confraternizaba con los monárquicos. Se convierte de repente en “feminista”, cuando desde su nacimiento defendió el retorno de las mujeres al hogar y a la tradición. Se convierte bruscamente en laico, cuando desde su nacimiento defendió una Francia cristiana. Se habían echado las bases de un consenso transversal antimusulmán. Unos buscando el crecimiento de su audiencia política, que iban afianzando en cada nuevas elecciones. Los otros, en el Partido Socialista y la derecha, se sirvieron de ello como cortina de humo para desviar la atención de las verdaderas cuestiones sociales.»

Y este contexto islamófobo tuvo, evidentemente, un impacto sobre aquellos jóvenes franceses que viraron hacia el fanatismo religioso para partir a hacer la yihad en Oriente Medio. Con todos los problemas que plantea su retorno, no siendo menos problemática su partida. Uno de los autores del ataque a Charlie Hebdo se felicitaba de haber «vengado al profeta».

«Debilitados socialmente, víctimas de discriminaciones sistemáticas (en la formación, en el empleo, en la búsqueda de vivienda, etc.), humillados en controles de policía permanentes, presentados como un peligro para la sociedad, acusados permanentemente en los medios, y finalmente, humillados de nuevo por los ataques incesantes contra el Islam, algunos de estos jóvenes buscan un canal para expresar su rebeldía —comenta Said Boumama—. Por añadidura, el espectáculo de las guerras de agresión por el petróleo, acompañado del mismo discurso antimusulmán que ellos sufren ya, en un contexto de abandono de los barrios populares por las organizaciones de izquierdas, constituyen un terreno abonado para todos los manipuladores de la miseria y del sufrimiento humano. Si la mayoría de los jóvenes no cae en el nihilismo, una minoría de entre ellos están buscando un canal para, a la vez, expresar su rebeldía y encontrar una salida al nihilismo autodestructor que les afecta.»

Charlie Hebdo: ¿Izquierdistas o reaccionarios islamófobos?

¿Cómo situar Charlie Hebdo en este contexto islamófobo? La revista fue lanzada en 1960 por El Profesor Choron y François Cavanna. Por entonces se llamaba Hara-Kiri, y se define: bestia y sangriento[5]. Precursora, en cierto modo, de Mayo del 68, esta banda de tipos divertidos, parece decretar avant l´heure que está prohibido prohibir... la risa. Una línea editorial que no parece bien a todo el mundo. En 1970 el número sobre la muerte del general De Gaulle provocó la prohibición de Hara-Kiri. Choron y Cavanna contraatacan, y vuelven con Charlie Hebdo. Wolinski explica, por aquel entonces, que es de izquierdas, antes de precisar que, sobre todo es alguien «que duda de todo». «Hay tendencias que nos resultan más simpáticas que otras», precisó Cavanna. «Lo que es cierto es que estamos contra el sectarismo, cualquiera que sea. Nunca se debe abandonar la libertad de pensar, es decir, el espíritu crítico. Todo es criticable, nada es sagrado.» En este sentido, Hara-Kiri primero, y Charlie Hebdo después, contribuyeron a liberar el pensamiento. Y la revista encarnaba una cierta idea de progreso.

En 1981, la revista desapareció. Falta de subscriptores. Once años más tarde, volvió a renacer. Reencontramos allí a Philippe Val a los mandos hasta 2009. Sus posiciones rompen con el espíritu izquierdista que había animado Charlie Hebdo en el pasado. Philippe Val defiende el «sí» al referéndum sobre la Constitución Europea, apoya la guerra de Irak, ataca a Chomsky a base de calumnias, propaga falsos rumores sobre el Foro Social Europeo y abre las columnas de Charlie a Caroline Fourest. En 2006, se retrata con algunas palabras en las columnas de la revista: «Si se mira un mapamundi, yendo hacia el este: más allá de las fronteras de Europa, es decir, de Grecia, el mundo democrático se detiene. No se encuentra más que un pequeñísimo trozo avanzado hacia Oriente Medio: el Estado de Israel. Después nada más, hasta Japón (...) entre Tel-Aviv y Tokio, reinan poderes arbitrarios, cuya única forma de mantenerse es alimentar, entre la población analfabeta al 80%, un odio feroz contra Occidente, por estar constituído por democracias.» Sin importar si, como revelaba Plan B[6], según un informe de Naciones Unidas solo tres países en el mundo tenían todavía una tasa de analfabetismo del 80%, y que alguno de ellos no estaba situado entre Tokio y Tel-Aviv.

La revista HARA KIRI predecesora de CHARLIE HEBDO.

Con Philippe Val, «algo» se ha extendido en Charlie Hebdo. También podríamos creer que ciertos dibujos, como el de las esclavas sexuales de Boko Haram, se inscriben en la tradición alocada de la revista bestia y sangrienta. Pero uno termina por preguntarse si no cuadrarían mejor en Valores Actuales[7]. Hasta el punto que la libertad en el tono no vale para todo en Charlie Hebdo. Cavanna decía que había que poder apuntar sobre todo el mundo. Philippe Val establece los límites donde a él le parece. En 2008, Siné[8] ironiza sobre la posible conversión al judaísmo de Jean Sarkozy. Algunos días antes, Libération ya lo había insinuado muy seriamente. Pero en el nuevo Charlie, esto no ocurre. Esto no ocurre más. Siné, a quien debemos el dibujo de una monja masturbándose con un crucifijo, fue invitado a coger la puerta y largarse. Otros se habían ido antes que él. Como Olivier Cyran, que denunció «la conducta despótica y el carácter de trepa» de Philippe Val.

¿Charlie Hebdo se había convertido en una publicación reaccionaria? Charb se podía mofar del Islam, aún defendiendo la causa palestina. Mientras Val hacía promoción de la Constitución Europea, Cabu llamaba a votar «no» algunas páginas más adelante. O si el mismo Val alababa a la diplomacia estadounidense, Wolinski apoyaba a Cuba. Los dibujantes de Charlie no habían cambiado sus antiguas chaquetas de anarcos izquierdistas. Pero los valores que sostenían su alineamiento pudieron ser instrumentalizados en provecho de causas no tan gloriosas. Así, en una Francia donde las consignas islamófobas venían siendo legión, representar al Profeta Mahoma como terrorista no resulta una hazaña.

«Charlie Hebdo forma parte de las múltiples capas islamófobas que se han acumulado estos últimos años, y que continúan recientemente, con un Zemmour o un Houellebecq[9], indica Said Boumama. Aunque llevando en su bagage personalidades y puntos de vista políticos diferentes, tienen en común una relación con la religión antimaterialista, percibiéndola, por principio, como reaccionaria en todo lugar y en todo tiempo. Algunos han pensado sinceramente que el Islam era el nuevo peligro religioso de nuestros días. Otros, como Val, han surfeado la ola islamófoba en la sociedad, propiciada por el Estado, tratando de aumentar la cuota de mercado de la revista. Fue él quien hizo dar un giro radical a la publicación, tomando al Islam como diana privilegiada. No se trata, en absoluto, de una postura globalmente antireligiosa (Aún cuando algunos artículos continuaban atacando a otras religiones), sino de tomar como objetivo a una religión específica.»

Este es el contexto islamófobo. Estas fueron las posiciones que tomó Charlie Hebdo. Esto, evidentemente, no justifica el atentado del miércoles. Se trata, sobre todo, de comprender los factores que han hecho posible lo impensable. Esta comprensión es mucho más importante que las tentativas de recuperación política malsana que ya estamos viendo hoy, llamando a cavar aún más una fosa de la que pensábamos haber tocado fondo. En Grecia, para denunciar a su adversario de la izquierda radical, Antonis Samaras, primer ministro, representante del partido conservador Nueva Democracia, ha declarado: «Hoy, en Paris, se ha producido una masacre con, al menos, doce muertos. Y aquí, algunos todavía pretenden favorecer la inmigración ilegal y prometen la naturalización». El millonario americano Donald Trump, por su parte, ha invitado a Francia a autorizar la tenencia de armas: «¡Acordaos de que, cuando las armas están fuera de la ley, solo los “fuera de la ley” llevan armas!». Por su parte, Marine Le Pen ha reclamado un referéndum sobre la pena de muerte. Es duro ser llorado por los imbéciles...

«Desgraciadamente, la solución necesita una acción en múltiples direcciones simultáneamente, señala Said Boumama. Se trata, a la vez de oponerse a las guerras por el petróleo, para orientar la cólera legítima hacia la política, de forma que no se pervierta. Se trata, en segundo lugar, de combatir sin concesiones la islamofobia, con el fin de destruir el sentimiento de aislamiento frente a los ataques que recibe esta parte cuantitativamente importante de las clases populares. Se trata, igualmente, de organizar a estos jóvenes para entablar junto a ellos el combate contra las discriminaciones sistemáticas, contra los controles y los crímenes policiales. Finalmente, se trata de producir una nueva perspectiva común, que ponga en cuestión las elecciones económicas actuales y la política internacional francesa. Sin todo esto, las rebeldías legítimas seguirán siendo pervertidas».

¿Choque de civilizaciones o lucha de clases?

El domingo 11 de enero en Paris, la marcha republicana en homenaje a las víctimas de los atentados reunió a millón y medio de personas. La libertad de expresión era un tema predominante, a pesar de la presencia de Netanyahu a la cabeza del cortejo. En 2014, Gaza ha sido el segundo lugar del mundo donde más periodistas han caído. En el mes de agosto, durante el conflicto desatado contra la pequeña franja de tierra palestina, los reporteros que pretendían entrar en Gaza tenían que firmar un exculpatorio para impedir cualquier denuncia contra el ejército israelí en caso de resultar heridos o muertos. En materia de libertad de expresión, hemos visto cosas mejores.

Los hipócritas desfilan al frente de la manifestación...

El atentado contra Charlie Hebdo no puede, por lo tanto, ser reducido a esta única dimensión. Sus raíces, la imposición de un islamismo reaccionario en Oriente Medio y la marginación de los jóvenes descendientes de la inmigración, sobrepasan largamente el cuadro de la libertad de expresión. Gran parte de la clase política, de los medios y de los intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, reducen los acontecimientos a este único aspecto de la lucha. De esta forma imponen, a pesar de las alertas contra la confusión, un punto de vista calcado del choque de civilizaciones. Sitúan la contradicción entre yihadistas fanáticos, de un lado, y ciudadanos republicanos, del otro. Los primeros no serían más que unos locos de Dios. Nosotros, acabamos de ver que, detrás de ese fanatismo, hay una enorme frustración que, a falta de una alternativa política constructiva, ha sido canalizada hacia el callejón yihadista. Por otro lado, los ciudadanos, reunidos en un gran frente republicano, son invitados a defender ferozmente los valores democráticos amenazados por el oscurantismo religioso.

El debate, planteado en estos términos, no permitirá sacar la cabeza del agua. Al contrario. Podemos esperar una división más acentuada de la sociedad, una escalada de la extrema derecha, medidas liberticidas en nombre de la seguridad, la instauración de un clima de psicosis y de persecución y la radicalización de una minoría de jóvenes. ¿Hay alguna solución constructiva? ¿A quién beneficia, entonces, este punto de vista? A aquellos que combatieron el nacionalismo árabe con el fin de saquear el petróleo de Oriente Medio. A los que hacen la guerra mediante yihadistas interpuestos, para que sus multinacionales consigan siempre mayores beneficios. A los que, incapaces de aportar soluciones a la marginalización de los jóvenes descendientes de la inmigración, han jugado al juego de la extrema derecha. A los que se empeñan en aplicar la austeridad mientras que las familias más ricas continúan enriqueciéndose a pesar de la crisis. A los que son incapaces de interrogarse y asumir su responsabilidad en el atentado del 7 de enero. Estos mismos que abonan el terreno para el fanatismo, no son capaces más que de proponer un frente republicano por la libertad de expresión. Contribuyen así, como explica Said Boumama, a unir a aquellos que deberían estar divididos y a dividir a los que deberían estar unidos.

Antes que hacer desfilar a los oprimidos detrás de los criminales de guerra en París, conviene sustituir el choque de civilizaciones por la lucha de clases. ¿Un concepto pasado de moda? No, si creemos al millonario Warren Buffet: «Hay una guerra de clases. Es mi clase, la de los ricos, quien ha declarado esta guerra, y quien la está ganando». Ya es el momento de lanzar una contra-ofensiva frente a las guerras económicas, las desigualdades y los falsos debates.

El ataque contra Charlie Hebdo ha atentado contra nuestros valores democráticos. Y es necesario, para que haya más democracia, dar respuesta al drama. Sin equivocarse. No es democrático bombardear países, ni siquiera contra una dictadura. No es democrático estigmatizar a ciudadanos, y menos en nombre de los valores republicanos. La verdadera democracia apela a una lucha colectiva contra el oscurantismo y contra el terreno en el que éste ha germinado. Por tanto, una lucha en múltiples frentes, que requiere una toma de conciencia y solidaridad.
14 enero 2015


NOTAS:
[1] Suburvios, en francés (N. Del T.)
[2] Algunos de los dibujantes, muy populares en Francia, muertos en el ataque. (N. Del T.)
[3] Se trata de la misma política que realiza, hoy en día, en España, el gobierno del PP. Negando las ayudas estatales a los más desfavorecidos por su política neoliberal, los lanza a los brazos de organizaciones religiosas como Cáritas, convirtiéndolos en rehenes de la Iglesia católica, financiada, por el propio Estado. (N. Del T.)
[4] Ejército Libre Sirio. (N. Del T.)
[5] Una versión española de la revista, con el mismo nombre: Hara-Kiri. Humor bestia y sangriento vió la luz en España allá por los años 70. (N. Del T.)
[6] Publicación inglesa. (N. Del T.)
[7] Publicación francesa de actualidad política y económica.(N. Del T.)
[8] Dibujante que formó parte de la plantilla de Charlie Hebdo. (N. Del T.)
[9] Populares escritores franceses.

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