miércoles, 13 de abril de 2016

Solífugos


En los desiertos cálidos viven unos pequeños pero impresionantes seres que alcanzan los 7 centímetros de longitud y son similares a una araña muy peluda; se trata de los solífugos. Por lo general se ocultan en madrigueras o pequeños orificios hasta que llega la noche y salen de caza. Son unos animales muy temidos, allí donde abundan, por las terribles mordeduras que propinan al que se interpone en su camino. Aunque no son venenosos, como mucha gente cree, lo peligroso de los solífugos es que los cortes que producen con las poderosas pinzas de sus quelíceros tienen difícil cicatrización y el miembro afectado puede llegar a gangrenarse.

Lo más llamativo de estos animales, nada más verles, son unos pesados y enormes quelíceros situados en la parte anterior del cuerpo y dirigidos hacia adelante, que aparecen divididos en dos piezas de bordes internos aserrados y articuladas verticalmente, una fija superior y otra móvil debajo, formando una pinza. Estos apéndices son tan robustos y tiene tanta fuerza que atraviesan incluso a seres peligrosos y combativos como el escorpión, al que pueden matar rápidamente sin darle tiempo a reaccionar ni defenderse con su temible aguijón. En un instante la presa se convierte en un amasijo por los desgarrones que le producen las pinzas al moverse en distintos sentidos. Después el arácnido chupa partes reblandecidas, aunque también puede ingerir, a diferencia de otros arácnidos, las porciones sólidas.

Los siguientes apéndices que poseen los solífugos son los pedipalpos, parecidos a patas, que acaban en un órgano adhesivo. Utilizan estas ventosas adherentes para beber y para cazar. En ocasiones usan los pedipalpos, dada su movilidad y la anchura de su penúltimo segmento, a modo de escudo para parar los golpes que les propinan otros animales.

Cambio de misión

Todos los apéndices locomotores están insertados en la región anterior del cuerpo. El primer par de patas, al estar reducido, tiene función táctil, mientras que los tres siguientes se utilizan para la marcha. Las patas, acabadas en uñas, son delgadas y largas y poseen un buen armamento de espinas. Además, todo el cuerpo, incluidas las patas, está cubierto de pelos.

Cuando salen de su escondite por la noche tienen un aspecto amenazador. De un color amarillo o leonado, corren a una extraordinaria velocidad sobre sus tres pares de patas posteriores, a la vez que mantienen erguida la cabeza con los pedipalpos en posición de combate y el primer de patas hacia arriba. El poder levantar la cabeza, formada por los tres primeros segmentos del cuerpo, es una característica única entre los arácnidos. Esto les proporciona una gran libertad de movimientos. También pueden mover la región anterior del cuerpo sobre el abdomen. Tengamos en cuenta que estos arácnidos, al contrario que sus parientes constructores de redes y trampas, practican una modalidad de caza muy activa. Consiste ésta en una batida del territorio dejando al azar las posibilidades de encontrarse con alguna presa. Pero como, una vez localizada ésta, no hay más recurso que perseguirla, retenerla y finalmente matarla, los solífugos han conseguido uno de los más altos grados de eficacia en lo que a su locomoción se refiere y, como decíamos, a la movilidad misma de sus segmentos corporales. Su velocidad punta, aunque muy difícil de cronometrar, se acerca a los 10 kilómetros por hora, una de las más altas entre los invertebrados.

Atraídos por la luz artificial, penetran con frecuencia en las viviendas humanas, donde trepan por las paredes gracias a las ventosas u órganos adhesivos de los pedipalpos. Allí cazan toda clase de insectos. Son tan voraces que incluso atacan y matan a pequeños reptiles, indefensos frente a estos poderosos guerreros que no dudan un momento en clavar sus quelíceros.

Pero éstos no se utilizan únicamente como arma. Durante el acoplamiento, el macho sujeta a la hembra con los pedipalpos. Después de expulsar el esperma, que cae al suelo, coge «amorosamente» esta masa espermática con los quelíceros y la introduce en la vulva de su compañera.

EL RETO DE LA VIDA
Enciclopedia Salvat del comportamiento animal

Tomo 8: «Moverse en el suelo».

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