sábado, 24 de diciembre de 2016

Sobre la guerra civil siria

Ante la ignorancia autosatisfecha de algunos, que todavía se creen (y defienden) que la guerra civil siria es una guerra de buenos y malos, originada por una revuelta con un fondo popular y democrático, pues están muy equivocados. Un amiguete comunista me dijo al respecto que si le hacían elegir entre Rouco Varela y Rajoy, preferiría a éste último, algo parecido es lo que le ha pasado al pueblo sirio. Entre un régimen policial y laico contra insurrectos sectarios y fanatizados religiosamente que están destruyendo el ps, prefiere a un gobierno que, a pesar de las circunstancias, garantiza una estabilidad y pluralidad religosa. Un país, como otros más de la región, que están sufriendo una gran crisis en aras de los intereses de las potencias, a las cuales la situación de la gente les importa un bledo. Un país que sufre una invasión terrorista, financiada por las petromonarquías del Golfo, y que, lamentablemente, sería injusto poner a todos los contendientes en el mismo plano.

Al respecto el exdiplomático etíope y miembro del Partido del Trabajo de Bélgica (PTB) Mohamed Hassan nos lo explica bastante bien en el libro Yihad made in USA, del equipo de Investig'Action:

Las primeras manifestaciones [contra el régimen baazista] eran completamente legítimas. Siria era en efecto una dictadura represiva. Sin embargo, en comparación con otros países de la región, Siria había realizado importantes avances sociales. Pero al comienzo de los años 2000, el gobierno llevó a cabo un conjunto de reformas neoliberales. Esas reformas afectaron a las clases sociales más débiles e hicieron aumentar fuertemente la corrupción. Añade a eso la llegada de millones de refugiados iraquíes, que supusieron una presión enorme para la sociedad siria, y las repetidas sequías que tuvieron un impacto desastroso sobre los campesinos, y así tenemos todos los ingredientes para una revuelta popular.

Pero ese movimiento legítimo fue recuperado por los Estados Unidos, que aprovecharon la ocasión para cumplir un objetivo fijado hace largo tiempo: derrocar al gobierno sirio. Sin embargo, los medios pacíficos no fueron suficientes para llevar a cabo esa misión.

Ante la imposibilidad de enviar sus propias tropas sobre el terreno, los Estados Unidos han debido ponerse de acuerdo con otras fuerzas presentes en el campo de batalla. Pero en ese planteamiento, la oposición moderada tenía un papel menor. Como en Libia, donde la academia militar de Wets Point indicaba ya en 2007 que el Este del país era un santuario de terroristas. Eso no impidió a Washington jugar con fuego y a pesar de todo intentar derrocar a esos gobiernos que le son hostiles. De modo que, con la ayuda de sus aliados saudíes, qataríes y turcos, los Estados Unidos han abierto la caja de Pandora. Y diez años después del lanzamiento de la guerra contra el terrorismo por George W. Bush, Al Qaeda se ha hecho más fuerte que nunca en Oriente Medio.

Hoy hay una guerra en Siria que opone al gobierno y a fuerzas oscuras liberadas por la OTAN y sus aliados. Se puede, por supuesto, poner al mismo nivel a los dos beligerantes tomando una postura «ninista» y escoger apoyar solo a los movimientos progresistas. Es una posición cómoda en el plano ideológico. Pero en la práctica no resuelve nada, e incluso deja el campo libre a los agresores que se dedican a destruir Siria, puesto que, en la situación actual, esos movimientos progresistas no tienen ningún margen de maniobra. Tendrán que explicarme cómo se les puede apoyar concretamente para poner fin a la guerra y liberar Siria…

O entre los principales beneficiados de esta guerra... Para que Santiago Alba Rico o Bernard-Henri Levy lo tengan en cuenta cada vez que escriban algo o abran sus enormes bocazas en defensa de futuras intervenciones «humanitarias»:

Las primeras manifestaciones en Siria suscitaron muchas esperanzas. Por idealismo o mala fe, algunos se quedaron visiblemente aferrados a la imagen de una revolución democrática, sin ver que el movimiento popular había sido manipulado y que Siria había sido víctima de una guerra de agresión. De ahí la idea de que habría sido necesario salvar la 'primavera siria' apoyando más a la rebelión. Dos observaciones a este respecto:

En primer lugar, ¿con quién contaban estos «pacifistas» para armar mejor a los rebeldes? ¿Con Estados Unidos? ¿Habéis visto a los Estados Unidos apoyar a algún movimiento democrático en el mundo? Y si lo fuesen a hacer en Siria, ¿sería con la ayuda de dictaduras como Arabia Saudí y Qatar, que constituyen el núcleo de los «Amigos de Siria»? ¡Mientras que al mismo tiempo Washington permite la represión en Bahréin?

En segundo lugar, no se puede decir que la rebelión ha carecido de apoyos. El dinero y las armas han llegado a Siria desde el comienzo del levantamiento. Lo que los idealistas de la 'primavera siria' no quieren admitir, por el contrario, es que los supuestos yihadistas constituían la parte más significativa de esta rebelión... Algunos dirán que había que haber apoyado más a los moderados a los que apoyar. Los pocos grupos que tenían un perfil aceptable para los occidentales no pesaban gran cosa en la balanza. La mayor parte terminaron por unirse a las filas de Al Qaeda o huyeron entregando sus armas. Lo hemos visto aún recientemente. Los Estados Unidos habían puesto en marcha la División 30, supuestamente para combatir el Estado Islámico. Cuando ese grupo de combatientes se adentró en Siria el pasado mes de julio [2015], el Frente Al Nusra lo atacó, dejando solamente a cuatro o cinco soldados con capacidad operativa. En septiembre, supimos que otro grupo de rebeldes sirios entrenados por los Estados Unidos había finalmente entregado una buena parte de sus equipos militares al Frente Al Nusra. De modo que el Pentágono anunció oficialmente que ponía término a la formación de rebeldes moderados. El programa disponía sin embargo de un presupuesto de 500 millones de dólares. A eso ¿no se le llama ayuda?

Sobre estos programas de ayuda a la rebelión moderada, el reportero Patrick Cockburn es categórico: «Es una ceguera voluntaria, puesto que la rebelión siria está dominada por el Estado Islámico y Jahbat Al Nusra, el representante oficial de Al Qaeda, además de otros grupos yihadistas extremistas. En realidad no existe un muro de separación entre ellos y los rebeldes supuestamente moderados, aliados de los Estados Unidos.»

Y Cockburn añade el testimonio de un oficial de información de un país de Oriente Medio, que explica que los miembros de Daesh «son muy felices cuando se entregan armas sofisticadas a cualquier grupo anti-Assad, porque ellos siempre logran convencerlos de que les entreguen esas armas mediante amenazas, la fuerza o el dinero».

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