viernes, 7 de abril de 2017

El 'superárbol' Pando


Por CARLOS DE CASTRO CARRANZA*

La teoría Gaia orgánica dice que existe una suma o integración de sistemas complejos y orgánicos desde la bacteria hasta la misma Gaia y de esta forma hay una jerarquía de niveles en la que en cada nivel, y a partir de un cierto nivel, nos encontramos con un organismo. Los niveles superiores estarían compuestos por organismos que combinados y coordinados, en general bajo simbiosis, forman un todo mayor. Cuando este todo se va constituyendo en un superorganismo la autonomía y los objetivos que poseían los organismos primitivos se va transfiriendo al nuevo superorganismo. Es lo que ya hemos dicho: las células eucariotas, las que componen tu cuerpo, son el resultado de la combinación y coordinación simbiótica de células procariotas (bacterias). Tus células coordinadas en una maravillosa simbiosis forman tus órganos que juntos te forman a ti. Simbiosis dentro de simbiosis que no paran en ti, sino que siguen ascendiendo hasta llegar a Gaia.

En este nuevo paradigma las explicaciones de lo que se observa en sistemas mayores que un organismo como tú cambian radicalmente respecto a la visión de la teoría de la selección natural.

Por ejemplo, imagínate que entras en un pequeño bosque de álamos; si vas con los ojos del neodarwinismo tu foco de atención para tratar de explicar lo que ves podría ser cada uno de los árboles y verías competencia por los recursos escasos de luz, agua y nutrientes. Si una tormenta derribara un árbol dejando un claro y vieras a varios retoños de álamo en ese claro, dirías que están compitiendo por la luz y que la selección natural hará que el más rápido en crecer ocupará el nicho abierto, será el mejor adaptado, madurará y se reproducirá, dejando sus genes más aptos a su descendencia.

En cambio, bajo la teoría Gaia orgánica, tratarías de mirar el bosque entero como un conjunto dentro de un organismo mayor, Gaia. A su vez, verías cada árbol como parte del bosque. La interpretación de lo que observas se transforma y ya no se habla de competencia, sino de coordinación: el bosque coordina sus elementos para reducir rápidamente el gradiente energético (cumplir la segunda ley de la termodinámica, y quizás, la cuarta), se coordina para atrapar eficientemente los recursos, para reciclarlos y trasladarlos a otras partes de Gaia, para formar suelos, oxígeno, etc. El claro y los retoños que hay en él los verías como la reparación de la «cicatriz» dejada por la tormenta, y el árbol caído, como una célula muerta en proceso de reciclado.

¿Cuál es más pertinente o mejor de las dos visiones? En principio depende de la escala. La teoría Gaia orgánica supera a la selección natural para explicar hechos a gran escala. Incluso puede explicar los hechos de pequeña escala. Por ejemplo, si observas una herida en tu piel y el proceso de cicatrización posterior, la explicación que se da en fisiología humana es totalmente análoga a la teoría Gaia orgánica y carece de sentido decir por ejemplo que las plaquetas que cierran la herida compiten y que solo sobreviven las más aptas.

El bosque de álamos puede ser de hecho un organismo en el sentido neodarwinista del término, como es el caso de Pando (un bosquecillo de Populus tremuloides en el estado de Utah, en Estados Unidos), puesto que es un único individuo compuesto por 47.000 troncos unidos por sus raíces (genéticamente un macho que ha crecido vegetativamente). Como en cualquier organismo, en Pando no es aplicable la teoría de la selección natural para describir la interacción entre sus ramas, hojas o troncos. A (casi) nadie se le ocurre, cuando ve un tejo, decir que las células de sus hojas compiten entre sí por los nutrientes y la luz, y que en esa lucha por la existencia, muchas mueren, las menos aptas, y que se reproducen las más aptas, que son las que transmiten sus genes a la descendencia. Por tanto para Pando debe ser lo mismo, ya que es como un tejo, solo que más grande, un 'superárbol'.


Si el ecosistema formado por Pando no tiene un comportamiento diferente al de cualquier otro bosque, las explicaciones del darwinismo para describir las interacciones entre «organismos» se ponen en duda con este contra-ejemplo (falseamos la teoría, la negamos). Esto no significa que haya que tirarla al cubo de la basura, de igual forma que no tiramos a la basura la idea de que el Sol ocupa el centro del universo (teoría de Copérnico). Para escalas del sistema solar nos puede seguir valiendo pensar así casi siempre, pero como sabemos, no es verdad.

La diferencia entre Copérnico y Darwin es que la visión del segundo ha servido y sigue sirviendo para explicar y justificar así comportamientos humanos (sociobiología), políticas extremas (eugenismo) y economía (el capitalismo más liberal). En este sentido, sería interesante superarla con una teoría como la que se propone aquí. Incluso, pensar en deshacerse de ella cuanto antes y compararla no con Copérnico, sino con la idea de que la Tierra es plana e infinita, de nuevo una idea bastante válida a escala de los centímetros, pero claramente errónea.

(2011)


* Profesor de Física Aplicada y de Ecología y Desarrollo en la Universidad de Valladolid.

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