domingo, 16 de julio de 2017

La larga conquista del gato desde Oriente hasta nuestros hogares

Los gatos domésticos actuales descienden de la subespecie
de gato salvaje africano (Felis silvestris lybica),
procedente de Oriente Medio y África del Norte.

Estudios paleogenéticos aclaran aspectos clave de la domesticación del felino y su propagación por el Viejo Mundo.

07/07/2017

Mucho antes de que entrara en nuestros hogares, el gato tuvo varios encuentros con los humanos. Un equipo internacional liderado por investigadores del Instituto Jacques Monod, en París, ha estudiado la dispersión del gato doméstico por todo el mundo a lo largo del tiempo.

Solitarios, cazadores territoriales, sin una estructura social jerárquica... Las cinco subespecies de gatos salvajes (Felis silvestris) tenían pocas posibilidades de que llegaran a ser domesticados. De hecho, hoy en día los gatos domésticos todavía son muy independientes. Solo la subespecie procedente de Oriente Medio y África del Norte, el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica), fue domesticada. Así pues, los felinos de nuestros hogares no tienen por ancestro al gato montés europeo (Felis silvestris silvestris), sino a la subespecie oriental. ¿Cómo logró propagarse este último por todo el mundo?

Los autores obtuvieron muestras de ADN mitocondrial de 423 gatos antiguos y 28 actuales. El ADN mitocondrial se caracteriza por ser transmitido a través de la madre. Puesto que resulta fácil de secuenciar, permite reconstruir las líneas femeninas, con lo que es posible estudiar su dispersión mediante la comparación del grado de similitud entre los genomas.

El descubrimiento arqueológico en Chipre de un gato enterrado junto a un niño 7.500 años a.C. aporta una nueva pista sobre la domesticación del gato. Esos datos indicaban que esta se había producido durante el Neolítico en Oriente Medio y la región conocida como el Creciente Fértil, donde se originó el cultivo de los cereales. El inicio de la relación entre el gato salvaje africano y los humanos fue propiciado por la presencia temprana en esa región de reservas de granos y, por consiguiente, de roedores alrededor de ellas. La hipótesis defendida desde hace tiempo por los investigadores es que los humanos tolerarían que los gatos merodearan en su entorno porque impedían en parte que el grano fuera destruido por ratas y ratones.

Gracias a la información genética y los datos arqueológicos recopilados sobre un período de 10.000 años, los investigadores han identificado cómo se propagó el felino a partir de una segunda ola de la domesticación que comenzaría en Egipto en la antigüedad (aproximadamente, entre los años 700 a.C. y 300 d.C.). Durante este período, el gato egipcio se convirtió en un fenómeno de moda debido a que su comportamiento se volvió más familiar. De acuerdo con los autores, ese gato se extendió hacia Europa mientras seguía a los humanos durante sus intercambios comerciales por tierra y mar. Lo volvemos a encontrar primero en Grecia, más tarde en el Imperio Romano y después en toda Europa. Los arqueólogos han descubierto un representante de la línea egipcia incluso en el puerto vikingo de Ralswiek, que funcionó entre los siglos VII y XI.

El proceso de domesticación del gato no causó grandes cambios morfológicos, fisiológicos, conductuales o ecológicos en el gato salvaje africano, a excepción del pelaje. A diferencia de los gatos monteses, a menudo atigrados, los gatos domésticos con frecuencia son moteados. Se trata de un un rasgo seleccionado que es visible desde finales de la Edad Media, cuando el gen implicado Tab se volvió más común en la especie. El gato se distingue pues claramente de otras especies domesticadas, como el perro, que presenta numerosos caracteres diferentes respecto al lobo. Lo mismo se constata si se comparan los genomas actuales de las subespecies salvaje y doméstica: se observan pocas diferencias, probablemente porque se producen muchos cruces entre ambas. Al final, uno se pregunta si los gatos son realmente animales domesticados. Sobre todo porque, según los investigadores, no resulta infrecuente que los gatos domésticos se vuelvan otra vez salvajes.

Clément Dufrenne

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