Por STEFANO MANCUSO
La extrema especialización del conocimiento, por citar sólo uno, nos ha llevado a dejar de percibir la unidad de los seres vivos y de sus relaciones. Te pongo un ejemplo. Si hoy en día tuviera que presentarte a alguien que conozca las plantas, difícilmente te señalaría a una persona cuyo oficio consiste en investigar sobre las plantas. Uno de mis colegas, en pocas palabras. Se trata de una paradoja que se resuelve con facilidad si pensamos que quienes estudian el mundo vegetal ya no son el típico señor o señora obsesionados con su constante y apasionada investigación sobre las plantas en su ambiente natural. Qué va, esas personas están en vías de extinción. ¡Quedan tan pocas que deberían estar protegidas por alguna ley especial! La inmensa mayoría de quienes trabajan con organismos vegetales son biólogos moleculares. Son científicos que no estudian las plantas en su integridad, como seres vivos dotados de una vida articulada y compleja, sino que, por el contrario, indagan en aspectos concretos de las relaciones genéticas o de las interacciones moleculares, cosas que podrían estudiarse, y se estudian, en las levaduras, los humanos o las plantas. Se trata de estudios fundamentales y necesarios, pero que difícilmente influyen o arrojan luz nueva sobre la concepción misma que tenemos de los organismos vegetales y del lugar que ocupan en el mundo.
Hoy en día, si queremos comprender de verdad qué hace una planta, qué necesita, cuáles son sus relaciones con las otras plantas o con los animales, lo mejor es que nos dirijamos a alguien que las críe, que las cultive y que conviva con ellas, y no a un biólogo molecular, que, por definición, no estudia el conjunto, la unidad del organismo y de sus relaciones naturales.
Esta especialización extrema es consecuencia directa de los cánones introducidos por la modernidad. Por un lado, nos ha llevado a descubrimientos científicos de enorme calado que nos han permitido profundizar en nuestros conocimientos como nunca antes había sido posible; pero por el otro, nos ha desviado y alejado del estudio unitario de la vida. Paradójicamente, esto hace que seamos menos capaces que antes de teorizar, una actividad a la que sólo puede dedicarse quien tiene horizontes amplios. Así, la enorme masa de pequeños datos que hoy provienen de la investigación a menudo corre el peligro de quedar inutilizada, puesto que no sabemos enmarcarla en una perspectiva más general. Porque los seres vivos —debería ser superfluo repetirlo otra vez— no son la suma de las reacciones particulares que los componen, sino algo mucho más complejo.
Si extendemos este razonamiento del individuo a todo el ecosistema, nos daremos cuenta de que tenemos la urgente necesidad de reapropiarnos de un método más sistémico para comprender las cosas que estudiamos.
Biodiversos
(2015)
No puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminarSalud.