domingo, 21 de enero de 2018

Un poquito más de humildad nos salvaría


Por LYNN MARGULIS

Gaia, en toda su gloria simbiogenética, es inherentemente expansiva, sutil, estética y exquisitamente resistente. Ninguna colisión planetaria o explosión nuclear ha amenazado nunca a Gaia como un todo. Hasta ahora la única manera en la que los humanos estamos probando nuestra dominación es mediante la expansión. Seguimos siendo descarados, burdos y recientes, incluso aunque nos hagamos más numerosos. Nuestra dureza es una ilusión. ¿Tenemos la inteligencia y la disciplina necesarias para resistir a nuestra tendencia a crecer sin límite? El planeta no permitirá que nuestra población se siga expandiendo. Las poblaciones descontroladas de bacterias, langostas, cucarachas, ratones y hierbas siempre sufren un colapso. Sus propios desperdicios les repugnan a medida que prosigue el abarrotamiento y la escasez grave. Las enfermedades, que acechan tras las poblaciones en expansión oportunista de los «otros», vienen después, poniéndose a la cola del comportamiento destructivo y la desintegración social. Incluso los herbívoros, si están desesperados, se convierten en depredadores malignos y caníbales. Las vacas cazarán ratones o se comerán a sus terneros y muchos mamíferos se disputarán la carne de sus compañeros de camada más pequeños. El sobrecrecimiento de la población conduce al estrés y el estrés hace disminuir el sobrecrecimiento de la población; un ejemplo de ciclo regulado gaiano.

Nosotros, las personas, somos iguales que nuestros compañeros de planeta. No podemos acabar con la naturaleza; sólo representamos una amenaza para nosotros mismos. La idea de que podemos destruir toda la vida, incluyendo a las bacterias que progresan en los tanques de agua de las centrales nucleares o en las fumarolas hirvientes, es ridícula. Escucho a nuestros hermanos no humanos riéndose por lo bajo: «salimos adelante sin vosotros antes de conoceros y ahora vamos a seguir adelante sin vosotros», cantan en armonía. La mayoría de ellos, los microbios, las ballenas, los insectos, las plantas con semilla y los pájaros todavía lo siguen haciendo. Los árboles de la selva tropical canturrean para sí mismos, esperando a que terminemos nuestra arrogante tala y puedan volver a su trabajo de crecer como solían hacerlo. Sus cacofonías y armonías continuarán mucho después de que nosotros nos hayamos ido.

Planeta simbiótico
(2002)

2 comentarios:

  1. Muy probablemente las cucarachas se extinguirían junto los humanos, sobrevirían otros muchos más insectos que para nada precisan de nosotros.

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