Guerra en Ucrania, ecología… Reducir los acontecimientos que sacuden al mundo a un enfrentamiento entre el Bien y el Mal —con sus ángeles y sus demonios— impide comprender la complejidad de la realidad.
Por CHARLES ROJZMAN
La guerra en Ucrania, acompañada de destrucción, muertes y heridos, mujeres y niños que huyen de los combates, solicita con razón nuestra compasión y nuestra ira contra el invasor Vladimir Putin, el primer responsable de una tragedia que puede convertirse en una tragedia para Europa. Nuestros medios de comunicación nos llaman incansablemente a acudir en ayuda de esta denegación de la justicia. La culpa de Putin es obvia. Pero como dicen algunos, las responsabilidades son múltiples y habrá que examinarlas algún día para evitar que se repitan tales hechos, antes de que la trágica mano del destino intervenga rápidamente para desencadenar un apocalipsis nuclear.
Pero junto a estas crueles realidades se desarrolla otro drama, o más bien una comedia en la que somos, a pesar de nosotros mismos, los protagonistas, pasivos o activos. Este asunto de Ucrania reproduce movimientos colectivos inconscientes de nuestro tiempo. Como escribió Freud: «Los filósofos y conocedores de hombres nos han dicho durante mucho tiempo que estamos equivocados al considerar nuestra inteligencia como una fuerza independiente, al ignorar su subordinación a la vida afectiva.»
Greta Thunberg y Volodimir Zelenski, por citar estos ejemplos que marcan nuestro tiempo, son ambos ese niño débil y desarmado que pide ayuda a los poderosos para defenderlo de otros poderosos que son ilegítimos a sus ojos y que los hacen sentir culpables por hacer nada: «¡Qué vergüenza!» nos dicen. «Serán responsables de los grandes desastres que se avecinan si se quedan de brazos cruzados y ven triunfar al Mal». Ambos se retratan en la pobreza crística, dispuestos a sacrificar todo su ser para salvar a la humanidad de los peligros que la amenazan.
A estos héroes se les perdona todo: la mentira, la enfermedad. De lo contrario, representan nuestra irrisoria y miserable humanidad transfigurada por esta lucha contra el Mal: una niña autista, un payaso representan la inocencia del niño frente a la perversidad y maldad del mundo adulto. Nos vengan de nuestra impotencia y llevan nuestra rabia, nuestra ira.
El niño que llevamos dentro puede a través de ellos reclamar reparación. Como en otras luchas míticas también objetos de idealización narcisista, Black Lives Matter, #MeToo, Palestina, y como en otros tiempos la revuelta adolescente de Mayo del 68, el proletariado santificado por el sufrimiento causado por el capitalismo, asistimos a la venganza de David contra Goliat, de los débiles contra los fuertes, de los pobres contra los ricos. El niño se convierte en el héroe de la historia y, como en los cuentos de hadas, Pulgarcito triunfa sobre el ogro, Caperucita Roja sobre el lobo. Barba Azul es asesinado a puñaladas por los hermanos llamados al rescate de la hermana de Anita.
Entonces la esperanza es que un día todo vuelva al orden de la justicia divina que castigará a los malvados. Es sobre estas fantasías que se basa la propaganda, que niega la complejidad de la realidad y todo el equilibrio de poder a favor de una obra en la que se reparten los papeles de malos y buenos. Las poblaciones bajo las bombas son víctimas de un terrible juego de ajedrez.
FRONT POPULAIRE
10 marzo 2022
Este articulo de Charles Rojzman no deja de aportar realidad a lo que sucede en Ucrania. Pero también son interesantes los comentarios que al respecto hacen en Front populaire.
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