¿No es eso, que Ellos mismos autodenominan "Cuarto Poder", lo que quizás esté acechando ahora en cada uno de nuestros lugares preferidos de evasión -porque Ellos siempre saben que necesitamos la evasión, y la sonrisa vacía del idiota, para volver siempre al ensimismamiento angustioso- con sus cámaras de fotos, sus grabadoras y sus cámaras de televisión. Porque no hay un Primer, Segundo, Tercer o Cuarto Poder con su habilidad para generar la ilusión de un orden frío en paraisos desapasionados con cadenas casí invisibles.
Llamemoslo pues, PODER, con mayúsculas, y sin distinciones en un orden numérico, poder acechando los sucesos -y cada cosa que hacemos es un suceso- para después, utilizando una metodología que siempre obedece a un plan previo, hacer copular nuestras neuronas con sus mensajes de mierda multicolor, con sus berridos polisémicos, masturbando su "hiperdemocracia" y su seguridad ciudadana, tan necesaria para evitar que esos niños maleducados que juegan en las plazas, aplasten su balón en la cara de esas adorables ancianitas que pasean tan tranquilas rezando el rosario para sus adentros. Y como la vida es dura y hay que ser previsor, nos animan con esos gafitas de cara y sonrisa jilipollas, apaleado y aborregado, dudando, el pobrecito, cúal será el banco que le ofrece los mejores intereses para su jubilación.
El Poder con mayúsculas, del que dicen esos psicoanalistas sociales, que sólo es una diana abstracta en la que nosotros, eternos radicales de izquierdas con complejos de Edipo, descargamos nuestras frustaciones e impotencias.
Es posible que alguna frustración si haya, pero yo os propongo que cuando veaís a un periodista -por ejemplo, de televisión, por no hablar de los otros- lo observéis con mucha atención; si os concentraís un poquito, en seguida veréis unos hilos que salen de sus brazos, de sus lenguas, hilos que se pierden por allí arriba, y no lo digo metafóricamente, sino literalmente. Pues bien, digo yo que esos hilos han de venir de algún lado.
Y yo pregunto: ¿vendrán de ese Poder con mayúsculas, al que nosotros los anarquistas nos negamos a conceder el adjetivo de "abstracto", del que proceden esos hilos alevosos y premeditados y que dan a nuestros adiestradores televisivos (y a los otros) ese aire de cerdo axfisiado en su propia corbata, pero que resulta ser absolutamente necesario axfisiarse así por el bien de la comunidad, de la democracia, del Estado de Derecho, y demás etcéteras y gruñidos de esos ojerosos comedores de bellotas?
No soy yo o los libertarios, ácratas o anarquistas, más o menos militantes, los que tenemos que responder a esta pregunta, al menos no es esa la principal intención de este escrito, más bien es de vosotros o vosotras de quienes esperamos respuestas o palabras, que habléis entre vosotros y vosotras o con monólogo interior si lo preferís, y que habléis con eso que para diferenciar de la razón cobarde, podriamos llamar corazón, vuestro corazón, y que se supone anda por ahí, escondido por debajo de las ideas que son las de vuestros televisores.
Sabemos, yo y tú, que cuesta trabajo dejar que eso que anda por debajo hable, pero nada más urgente que intentar dejarle hablar. Es la primera forma de acción y de lucha que se os ofrece, que vosotros vaís a ofrecerme, a ofrecernos.
A partir de ahí, para hacer lo que nos da la gana sólo hay un paso, pero bajo el sol cada uno de nuestros pasos puede ser un cataclismo.
Llamemoslo pues, PODER, con mayúsculas, y sin distinciones en un orden numérico, poder acechando los sucesos -y cada cosa que hacemos es un suceso- para después, utilizando una metodología que siempre obedece a un plan previo, hacer copular nuestras neuronas con sus mensajes de mierda multicolor, con sus berridos polisémicos, masturbando su "hiperdemocracia" y su seguridad ciudadana, tan necesaria para evitar que esos niños maleducados que juegan en las plazas, aplasten su balón en la cara de esas adorables ancianitas que pasean tan tranquilas rezando el rosario para sus adentros. Y como la vida es dura y hay que ser previsor, nos animan con esos gafitas de cara y sonrisa jilipollas, apaleado y aborregado, dudando, el pobrecito, cúal será el banco que le ofrece los mejores intereses para su jubilación.
El Poder con mayúsculas, del que dicen esos psicoanalistas sociales, que sólo es una diana abstracta en la que nosotros, eternos radicales de izquierdas con complejos de Edipo, descargamos nuestras frustaciones e impotencias.
Es posible que alguna frustración si haya, pero yo os propongo que cuando veaís a un periodista -por ejemplo, de televisión, por no hablar de los otros- lo observéis con mucha atención; si os concentraís un poquito, en seguida veréis unos hilos que salen de sus brazos, de sus lenguas, hilos que se pierden por allí arriba, y no lo digo metafóricamente, sino literalmente. Pues bien, digo yo que esos hilos han de venir de algún lado.
Y yo pregunto: ¿vendrán de ese Poder con mayúsculas, al que nosotros los anarquistas nos negamos a conceder el adjetivo de "abstracto", del que proceden esos hilos alevosos y premeditados y que dan a nuestros adiestradores televisivos (y a los otros) ese aire de cerdo axfisiado en su propia corbata, pero que resulta ser absolutamente necesario axfisiarse así por el bien de la comunidad, de la democracia, del Estado de Derecho, y demás etcéteras y gruñidos de esos ojerosos comedores de bellotas?
No soy yo o los libertarios, ácratas o anarquistas, más o menos militantes, los que tenemos que responder a esta pregunta, al menos no es esa la principal intención de este escrito, más bien es de vosotros o vosotras de quienes esperamos respuestas o palabras, que habléis entre vosotros y vosotras o con monólogo interior si lo preferís, y que habléis con eso que para diferenciar de la razón cobarde, podriamos llamar corazón, vuestro corazón, y que se supone anda por ahí, escondido por debajo de las ideas que son las de vuestros televisores.
Sabemos, yo y tú, que cuesta trabajo dejar que eso que anda por debajo hable, pero nada más urgente que intentar dejarle hablar. Es la primera forma de acción y de lucha que se os ofrece, que vosotros vaís a ofrecerme, a ofrecernos.
A partir de ahí, para hacer lo que nos da la gana sólo hay un paso, pero bajo el sol cada uno de nuestros pasos puede ser un cataclismo.