lunes, 22 de noviembre de 2010

La farsa de la «lectura en frío»

Por James Randi

Los populares «psíquicos» Sylvia Browne, James Van Praagh y John Edward que recibieron demasiado tiempo de TV en espacios como los shows de Montel Williams, Larry King y otros, utilizaban una técnica conocida como «lectura en frío». No le dicen al sujeto nada, sino que hacen puras adivinanzas, plantean sugerencias y hacen preguntas. Este es un arte muy engañoso y el observador no atento se queda con la creencia de que esa información desconocida ha sido obtenida por métodos milagrosos. Y no es así.

Ejemplos: «Percibo a un hombre mayor aquí», es una pregunta, una sugerencia y una adivinanza del «lector» que espera alguna reacción del sujeto y que usualmente la obtiene. Esa reacción puede ser un asentimiento con la cabeza, pronunciar el nombre de una persona, o una identificación (hermano, marido, abuelo), pero es suministrada POR EL SUJETO mismo, no por el lector. «Ellos dicen, "Bob" o "Robert". ¿Reconoces a esta persona?» es otra pregunta, sugestión y adivinanza. Si hay un Bob o un Robert, el sujeto aumentará la identificación. Pero si no hay un Bob o un Robert inmediatamente reconocido, el lector se lo saltará comentando que Bob está ahí involucrado pero que no está siendo reconocido en ese momento. Si cualquier Bob es recordado más tarde por el sujeto esto será incorporado por el lector a la perorata. Observando y escuchando un video de una lectura, un video de Van Praagh preparó para el programa de TV 48 Horas, una lectura que duró 60 minutos, encontramos que sólo hubo dos afirmaciones hechas entre 260 preguntas que se hicieron en ese lapso. Van Praagh buscaba el nombre del esposo finado de una mujer y llegó a él preguntando «Conoces a alguien llamado Jack» La mujer respondió «¡Sí. Jack, mi esposo!» Pero Van Praagh no identificó a «Jack» para nada. Pidió a la mujer que ELLA lo identificara. A esas alturas Van Praagh ya había intentado y fallado con 26 nombres de hombres. Pero la mujer —el sujeto, la víctima— se olvidó completamente de todos los errores anteriores, porque para ella no eran importantes. «Jack» era lo único relevante.

Los lectores en ocasiones guían al sujeto (la víctima) para que éste crea que sabían algo que ellos desconocían. Por ejemplo:

Vidente: «¿Tu esposo permaneció mucho tiempo en el hospital o murió rápidamente?»

Víctima: «¡Oh, murió casi de inmediato!»

Vidente: «Sí, porque es lo que me está diciendo: “No sufrí ni sentí ningún dolor”.»

Es extraño que el vidente (Van Praagh, en este caso) suela hacer esta pregunta.

Y recuerden que estos videntes a menudo entrevistan al público cuando están haciendo cola para entrar en los estudios de TV. Esa técnica fue la usada por la muy famosa médium Doris Stokes. Lo que hacía era retroalimentar con cualquier información que previamente había conseguido, como si estuviera refrescándose la memoria de lo que la habían dicho: «¿Es usted la señora que tenía una hermana fallecida, querida?» preguntaba y obtenía, obviamente, asentimiento de la víctima y un montón de «¡oohhs!» del resto del público. También ocurre que alguien del público se acerca al vidente antes del programa televisivo para preguntarle sobre su abuela muerta. Esta persona, durante el show es, pues, seleccionada entre todos los espectadores por el vidente, para decirle a su vez: «¿su pregunta es acerca de su abuela?» Lo que parece ser —para el resto del los asistentes— como un gran acierto adivinatorio. O, aún más sutilmente, personas que trabajan en el estudio, previamente han estado con el «psíquico» para una lectura privada, y son a los que se les pide que ocupen asientos entre el público con la excusa de «desarrollar mayor información» usando el «poder colectivo del público reunido». El lector, entonces, repite la información previamente obtenida, lo que parece milagroso para el resto del público como para los demás espectadores desde sus casas.

Hicimos una prueba a Sylvia Browne en 1989, en un programa en directo, y fracasó estrepitosamente. En esa ocasión, no se le permitió hablar con nadie de la audiencia, o que le preguntaran o dijeran cualquier cosa de antemano. A la audiencia se la instruyó para que respondieran solamente «SI» o «NO» cuando se les hiciese una pregunta directa. Lo que hizo que Sylvia fallara a lo grande; culpó de todo a las malas vibraciones... Por cierto, Van Praagh y Edward no han respondido a nuestra oferta para demostrarlo en el premio del millón de dólares.

Así que, usted lo que observa es una percepción de lo que realmente está ocurriendo, en lugar del proceso real en sí y el desconocimiento del método con el disimulo de otros indicios, es lo que nos induce a creer en estos pretendidos poderes «parapsicólogos».

Ahí va otro ejemplo de algo que hice cuando estaba haciendo un show como un mentalista en Toronto, mi lugar natal, a la edad de 18 (tengo que añadir que SIEMPRE he negado que posea cualquier tipo de poderes antes y después de cada espectáculo). Teníamos un enorme auditorio lleno de asientos previamente reservados con gente muy dispuesta. Era algún tipo de evento de beneficencia y los boletos eran caros. Después de pasar por los trucos de mover objetos sin tocarlos y de la duplicación con los ojos vendados de escritura (doblar cucharas en ese entonces no era un milagro muy popular), me detuve abruptamente y señalé a una dama sentada en la tercera fila. «Se me pide que le diga, "percibo" el nombre de Rose en usted», grité. Su boca abierta verificó que estaba yo en lo cierto. «Y ese nombre es más que significativo para usted». Se adelantó en su asiento. «¿Veo un reloj, un reloj muy viejo y en la carátula tres rosas?» Ella empezó a decir algo y le pedí silencio levantando mi mano. «Pero es un reloj muy extraño. No dice la hora». Para entonces la pobre mujer estaba temblando de excitación. «¿Por qué está desarmado? ¡Ahhh, ya lo veo! Ahí están las manecillas del reloj que se han caído de su lugar y yacen detrás del vidrio de la carátula. ¿Es esto correcto?». La mujer ya se había puesto de pie, estaba con la boca abierta y asentía vigorosamente. Clamorosos fueron los aplausos. ¿Cómo lo hice? ¿Adivinación afortunada? No. Ya estaba todo planificado.

T. K. Lawson, mi colega, había estado trabajando con la asociación de beneficencia que patrocinaba mi show. Él fue quien consiguió el contrato y quien también se puso a vender de puerta en puerta los boletos a los probables asistentes. Me contó que había vendido los boletos de los lugares CC-20 y CC-22 a una dama que lo invitó a pasar a su sala mientras llenaba un cheque para pagar los boletos. T. K. observó que la «rosa» era un tema recurrente en esa casa, tenía un bordado enmarcado en la puerta con su nombre y el reloj junto a la chimenea. Estos datos me los notificó y yo los usé para hacer mi show. Añado que T.K. y yo alcanzamos a la señora tan pronto como terminó el show y le explicamos como habíamos hecho el número. Ella se quedó satisfecha con nuestra explicación, y nos agradeció que nos hubiésemos tomado la molestia de decírselo.

De alguna forma no creo que Browne, Edward ni Van Praagh se tomen la molestia de hacer tal cosa. Pero recordemos que, después de todo, andan todavía por ahí diciendo que REALMENTE son capaces «de hablar con los muertos».

Estoy asombrado de cómo les puede afectar tanto la muerte a quienes pasan por el proceso. Realmente vuelve a uno estúpido y olvidadizo. Por ejemplo, en todas las ocasiones que he recurrido a un vidente o un médium para que contacte a mi abuela paterna parece que ella no recuerda cosas tan básicas como el nombre de su marido, o el nombre de la iglesia a la que asistía, ambos elementos importantes en su vida cuando estaba «aquí». Ahora que ella está en el «Más Allá», parece que ha perdido completamente su prodigiosa inteligencia.

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