[Se considera «leyenda urbana» toda historia o anécdota que se da por verdadera, pero que no ha sido contrastada porque es falsa. Hay muchas que corren por el mundo, y a través de los años, pero lo peor son aquellas que se dan por científicas y no lo son, como muchas falsas creencias sobre nuestra salud. Bruno Cardeñosa publicó un libro en el 2008 titulado Mentiras Populares. Leyendas urbanas y otros engaños, en el que recopila las historias y mitos relatados durante su estancia en el programa radiofónico de Onda Cero llamado «La Rosa de los Vientos». En el capítulo 10 titulado «Metaleyendas» en una sección pone estos párrafos sobre los mitos médicos.]
Al igual que en las leyendas urbanas más comunes, la creencia en que consumir ocho vasos de agua es bueno per se tiene una base real: los estudios científicos que concluyen que el ser humano requiere de unos dos litros de líquido [al día]. Y al igual que las mentiras populares que estoy narrando, quien empezó a adueñarse de la afirmación suprimió lo que todos los estudios señalaban: el aporte de líquido debe provenir de alimentos y otras bebidas, pero no sólo de agua. Alguien señaló que esa cantidad de líquido era equivalente a ocho vasos, convirtiendo esa afirmación en una recomendación para consumir esa cantidad de agua. Y después llegaron los envasadores de agua [mineral] para obtener beneficio económico que no se basa en ningún estudio científico.
No se trata del único mito científico de estas características. De hecho, he recogido en mis archivos ejemplos sobre más de una decena de creencias de estas características, que afectan incluso a quienes se les presupone una preparación adecuada. «Tras el estudio nos dimos cuenta de que en la comunidad médica circulan ideas que nunca han sido probadas», señalan los autores del estudio citado. «No debemos creer algo sólo porque lo hemos escuchado anteriormente», dicen los investigadores de Indiana, dirigiéndose a sus propios colegas.
Citaré algunos casos de creencias populares muy extendidas —entre ellos, los mencionados en el British Medical Journal— que podemos considerar auténticas leyendas urbanas:
● ¿Quién no ha oído decir que los humanos sólo utilizan el 10 % de nuestro cerebro? Es una afirmación universal. E incluso recuerdo algún trabajo en el cual se pone a Einstein como una excepción. Sin embargo, no existe ningún estudio científico que avale esta afirmación, que procede de ámbitos asociados a la autoayuda. Todos los estudios señalan que utilizamos todas las partes de nuestro cerebro.
● Es malo comer más de un huevo al día porque, entre otras cosas, se dice que puede provocar problemas estomacales o causar una subida de colesterol. «No existen gran cantidad de estudios que demuestren que uno o dos huevos por día podrían modificar los niveles de colesterol», indica Wendy Repovich, fisióloga de la Universidad Eastern Washinton.
● Seguramente, muchos compartiréis un recuerdo similar al mío cuando llegaba el verano e iba a la piscina o a la playa. Mi madre no me permitía bañarme si no habían pasado, al menos, dos horas después de comer. Era la forma de evitar un corte de digestión. Y aunque para mí era un trauma —y más porque las madres de mis amigos eran más permisivas, y les dejaban bañarse una hora y media después—, yo aceptaba de buen grado la medida, hasta asimilarla como una verdad irreductible. La norma la seguí cumpliendo de adulto, al igual que mis amigos, que la han inculcado a sus hijos. Hoy sé que aquello era una metaleyenda con todas las de la ley, más aún a sabiendas de que ningún niño o adulto ha muerto como consecuencia de un corte de digestión causado por haberse bañado antes de finalizar el proceso estomacal, que dura, por término medio, unas dos horas y media. El auténtico problema de bañarse tras comer es le cambio de temperatura al que se somete el cuerpo, razón por la cual es conveniente meterse en el agua poco a poco, y no someter al cuerpo a grandes esfuerzos, puesto que el riesgo de corte de digestión está en someterlo a un sobreesfuerzo.
● Los resfriados han generado multitud de falsas creencias, como lo es la posibilidad de curarlos gracias al uso de antibióticos, lo cual es imposible por definición, ya que los antibióticos son sólo activos contra las bacterias y no contra los virus; y son más de cien tipos de rinovirus los verdaderos causantes de los catarros. Por ello, también es relativamente falsa la creencia de que ir con el pelo mojado o estar sometido a una corriente de aire puede causar un resfriado. Lo único cierto es que el frío puede provocar un descenso en nuestras defensas, lo cual nos puede convertir en más vulnerables al ataque de un virus. Pero un enfriamiento no provoca un resfriado, sino que tal cosa sólo pasa por contagio.
● Cortar el pelo para fortalecerlo. Hacer tal cosa lo hemos hecho en más de una ocasión cuando descubrimos que se acelera la caída de cabello. Sin embargo, no sirve absolutamente de nada. Pase a que existen tratamientos para ralentizar la caída de cabello, todavía no existe un método eficaz para evitar la alopecia, que aparece al acelerarse los 25 ciclos de crecimiento del cabello que tenemos en nuestra vida. Lo único que puede fortalecer cortarse el cabello no es la raíz, sino la punta del cabello. Eso es lo que genera una falsa sensación de robustez, según demostró un estudio que se efectuó en 1928 cuando se investigó si afeitarse acelera el crecimiento de la barba. Se descubrió que no es así. Únicamente se demostró que el vello es más oscuro cuando empieza a crecer porque todavía no ha recibido rayos del Sol, lo cual clarea un poco el color generando esa falsa creencia.
● Del mismo modo, se dice que a una persona fallecida le pueden crecer el cabello o las uñas. También es una falsa sensación. Y es que al producirse el óbito, la muerte celular genera un retraimiento de la piel, que confundimos con un crecimiento del vello o de las uñas.
● Un buen remedio para evitar que alguien se atragante es darle una miga de pan. Pues tampoco es cierto. Es más, podría ser contraproducente. Según las recomendaciones internacionales, la mejor forma de solventar este problema es mediante la Maniobra de Heimlich, que consiste en «abrazar» por detrás a la persona que se atraganta y empujar hacia dentro, fuerte y repetidamente, y con los dos puños unidos, comprimiendo el abdomen justo por debajo del diafragma, a la altura de la punta del esternón.
● La saliva puede ayudar a cicatrizar y desinfectar una herida. En este caso, nuestro instinto animal nos lleva a imitar lo que a veces hacen nuestras mascotas, pero aunque seamos animales, nuestra saliva no cuenta con los elementos químicos —bactericidas— satisfactorios para este menester. En realidad, las propias características de nuestra saliva puede favorecer el transporte de gérmenes. Pese a ello, la saliva sí cumple otras funciones sanitarias, pero no es mercromina. Por ejemplo, dispone de una serie de sustancias que agreden a determinadas bacterias de los alimentos para protegernos de infecciones bucales y estomacales.
● Las vitaminas son necesarias. Y es bueno —así lo piensa mucha gente— tomar comprimidos que incrementan la aportación vitamínica al cuerpo. Aunque existe mucha discusión al respecto, lo cierto es que la poderosa maquinaria de marketing de las empresas fabricantes ha provocado que creamos en la bondad de esos comprimidos, pero el estudio realizado sobre los mitos referentes a la salud por la fisióloga Wendy Repovich, de la Eastern Washington University, ha derrumbado esta creencia:«Las personas que tengan una dieta equilibrada y tomen la cantidad necesaria de frutas, verduras, cereales y legumbres, y lácteos… no necesitan estos complejos, aunque por lo general no sabemos “comer bien”, y por eso una simple multivitamina es buena para la mayoría.» Por otra parte, también está muy extendida la creencia de que la vitamina C sirve para prevenir el catarro. Tampoco es cierto: «Sigue siendo un remedio muy popular porque mucha gente quiere creer que funciona, aunque se sepa que no», señala Wallace Sampson, profesor de la Universidad de Stanford. De igual modo, el 19 de julio de 2007 se dio a conocer en la revista The Cochrane Libray un estudio en el cual se desmitificaba el valor de la vitamina C, aunque se determinó que puede aliviar los síntomas y acelerar la curación unas cuatro horas en el caso de los adultos, y diez horas en el caso de los niños, si tomamos como referencia un resfriado que dure cuatro días. Como casi todas las leyendas, también ésta tiene una razón de ser: el propio descubridor de la vitamina C, el químico y premio Nobel Linus Pauling, que popularizó sus uso y escribió un libro al respecto, La vitamina C y el resfriado común (W. H. Freeman Ed., San Francisco, 1970), en el que postulaba una serie de consideraciones sobre la ingesta y los beneficios de esta vitamina que jamás han sido demostradas experimentalmente. También Henry Kissinger ganó un premio Nobel y, sin embargo, se dedicó a causar golpes de Estado y guerras por medio mundo.
Y beber agua en exceso puede ser hasta muy perjudicial: la potomanía.
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