miércoles, 16 de noviembre de 2011

Donde más duele

 
Los tricomictéridos componen una familia de pequeños peces gato distribuida por las cuencas fluviales de América del Sur. Se caracterizan por carecer de aguijones y por tener la superficie corporal cubierta de dentículos cutáneos, aunque su rasgo más distintivo lo constituyen las diminutas espinas eréctiles que ribetean los dos opérculos. Algunas especies de tricomictéridos son de vida libre, mientras que otras, como las encuadradas en los géneros Stegophilus, Branchioica y sus afines, son parásitas hematófagas que penetran en las cámaras branquiales de otros peces gato, sobre todo en los pimelódidos, donde se alimentan de las laminillas que cubren el interior de las branquias y de la sangre de sus hospedadores. Una vez instalados son prácticamente imposibles de desalojar y provocan pequeñas hemorragias, tanto con los dientes como con las espinas de los opérculos, gracias a las cuales se anclan con firmeza en los tejidos de su víctima, y permanecen prendidos a esta fuente permanente de alimento como si fueran sanguijuelas.

Los tricomictéridos parásitos se sienten atraídos por la carne fresca y en putrefacción y son, por lo tanto, parcialmente carroñeros. Cuando el río arrastra algún cadáver se apresuran a invadirlo introduciéndose por cualquier orificio que presente, natural o provocado, hasta instalarse en un lugar que puedan explotar sin competencia. Ni siquiera el hombre se libra de la voracidad y la persistencia de los tricomictéridos, algunas de cuyas especies están consideradas como los únicos parásitos vertebrados del ser humano.

Como una sonda

Cuando un forastero llega a una región habitada por estos peces parásitos, se le advierte sobre la asombrosa facilidad con que los tricomictéridos penetran en sus víctimas a través de las vías urogenitales. Naturalmente, el recién llegado sospecha que se trata de una novatada, que no puede existir ningún pez tan maléfico y que los naturales del país quieren pasarse un rato divertido a costa de su ignorancia. Los nativos suelen mantener un tono ambiguo en sus explicaciones para que el viajero dude entre hacerse el héroe o hacer el ridículo. Sin embargo, haría bien en atender a sus razones.

Los géneros Vandellia y Hemicetopsis pueden introducirse por la uretra, la vagina o el ano y provocar fuertes dolores con sus dientecillos y espinas operculares. Los indígenas de las selvas sudamericanas designan a estos demonios fluviales con el nombre de candirú, canero o caneto, según la zona, y toman sus precauciones cuando deciden bañarse o tienen que atravesar un río. Normalmente se protegen los genitales con unos faldellines especiales que están tejidos con fibras vegetales. Es posible que Vandellia cirrhosa, el pez candirú mejor conocido, confunda la micción subacuática con la corriente de agua que pasa a través de las branquias de sus víctimas tradicionales. El caso es que penetra por la uretra con rapidísimos movimientos oscilatorios, ayudado para ello por la viscosidad de su piel y por la forma de cerilla de su cuerpo, y se afianza con tenacidad en su hospedador por medio de los anclajes habituales. Es un camino sin retorno, ya que el pez no puede nadar hacia atrás ni darse la vuelta. El único misterio es cómo logran sobrevivir fuera del agua, adaptándose a un medio tan distinto.

Los indígenas que, pese a todas las previsiones, padecen la invasión de un candirú, recurren a una serie de remedios tradicionales que no suelen tener demasiada eficacia: beben agua de tabaco o infusiones vegetales de huito, Genipa americana, una rubiácea de múltiples usos medicinales, que al eliminarse debe provocar alguna desazón en el parásito. En cualquier caso, su presencia es dolorosísima, no sólo por el efecto lacerante de las espinas, sino porque el candirú se alimenta como si se encontrara entre los filamentos branquiales de cualquier pez. En la mayoría de los casos la única forma eficaz de librarse de un candirú es mediante la cirugía.


EL RETO DE LA VIDA.
Enciclopedia Salvat del comportamiento animal.
Tomo 13: «Parásitos y carroñeros» (1987).

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