domingo, 6 de noviembre de 2011

Los cazadores acusan a las cigüeñas de dejarles sin caza

Por CÉSAR-JAVIER PALACIOS

La noticia la ha lanzado El Norte de Castilla como una gran exclusiva: La superpoblación de cigüeñas reduce la caza en la provincia de Valladolid. De acuerdo con los cazadores vallisoletanos, las piezas de caza han mermado allí donde las cigüeñas han incrementado su número. Y esto es así porque, según estos supuestos expertos en el medio ambiente, desde hace un tiempo relativamente corto [la cigüeña] echa mano de polladas de especies cinegéticas como la perdiz, la codorniz y de gazapos de liebre y conejo para poder subsistir.

Así se lo explica a la periodista un anónimo miembro del coto de Ceínos de Campos:

«Puede que estemos ahora mismo ante el mayor depredador de todos. Estás cosechando y te encuentras con cuarenta cigüeñas detrás de la máquina y según saltan las polladas no dejan ni una».

Sigo leyendo El Norte de Castilla. La Federación de Caza de Valladolid, presidida por Jesús Hernández, «es consciente de la situación». Su responsable lo califica como un «depredador oportunista» que en los últimos años ha proliferado de manera importante. «Hay cigüeñas en cualquier parte de la provincia y son animales que tienen que comer, y ahora depredan sobre la perdiz, el conejo y la liebre», dice Hernández.

¿Será verdad? ¿Son las cigüeñas tan malas como los zorros, los lobos, los topillos y los ecologistas?

Me temo que una vez más los cazadores están dando muestras de su escasos conocimientos en fauna y de su desmedida afición a buscar chivos expiatorios contra los que descargar sus escopetas de ira. Un ornitólogo murciano se hacía hoy esta reflexión en Avesforum:

«Las 668 parejas de cigüeñas que crían en Valladolid son 1.336 individuos, que a repartir entre 394 cotos salen a unas 3,4 cigüeñas por coto. ¿Pueden 3,4 cigüenas por coto hacer semejante daño a la caza? No lo entiendo. Debe ser que yo no soy tan sabio como ellos».

Otro naturalista comparaba el impacto de esta población con la de los más de 20.000 cazadores vallisoletanos con licencia. A quienes preguntaba si antes de acusar a las zancudas habían tenido en cuenta la general desaparición de lindes y barbechos en el campo, la quema de rastrojos, el uso de miles y miles de toneladas de pesticidas, herbicidas y abonos químicos, las enfermedades o la sobreexplotación cinegética.

Por cierto, que en el citado coto de Ceinos se produjo el año pasado uno de los peores episodios de envenenamiento en la provincia, provocado seguramente por algún cazador para eliminar depredadores y que provocó la muerte de un número importante de especies protegidas. ¿Lucha biológica?

Y es que como dijo Albert Einstein,

«hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana… y de lo primero no estoy seguro».

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