Los responsables del gobierno regional o la Junta de Castilla y León confirman la drástica reducción de la población de los topillos, protagonistas de la gran plaga del año pasado, en un ochenta por ciento. Algo de lo que se vanaglorian por ser el resultado de su «esfuerzo». ¡Pero qué hipócritas e ineptos son!
El problema no es nuevo, viene de hace más de veinte años atrás. Y, por entonces, la Junta no actuó ni se preocupó por buscar soluciones consultando a expertos, hasta que el pasado mes de agosto se reunió con ingenieros agroforestales y biólogos, llegando a contratar al biólogo alemán Jens Jacob (en Alemania vienen estudiando y tratando el problema ochenta años) y otros expertos europeos. Ya en 1983 el biólogo Juan Delibes de Castro pedía subvenciones para tratarlo, y ni caso. En un artículo del año 1988 se habló del tema en un número de la revista Cambio 16.
De este roedor, la ratilla o topillo campesino (Microtus arvalis), se tiene constancia de su presencia en los pastizales de las faldas de los macizos montañosos que bordean la Submeseta Norte desde los años setenta del siglo pasado. El biólogo José Rey confirmaba su distribucción por la vertiente Sur de la Cordillera Cantábrica y por el Sistema Ibérico. Años después se expandían sus poblaciones por las tierras llanas aledañas. Consecuencia del incremento de los cultivos de regadio en la región. Añadamos el aumento de cunetas que limitan las infraestructuras posteriores y la concentración parcelaria, en la década de los ochenta ya se encontraba esta especie en el Valle del Duero y otros ríos en el interior de la Comunidad Autonómica.
El biólogo, ya mencionado, Juan Delibes, confirmaba en 1983 su presencia en las tierras ribereñas de la mayor parte de los ríos de la región. Y en 1988 se produce la primera de las grandes explosiones demográficas de esta especie zoológica, de las que se tiene constancia.
Las causas de este crecimiento poblacional desmesurado —que se produce irregularmente cada 3-6 años— no están del todo claras, a pesar del tiempo que se llevan estudiando, pero pueden ser una conjunción de factores ambientales con los de la naturaleza endógena de estos animalillos. Se conocen desde hace mucho tiempo en otros países europeos. En las enciclopedias sobre animales se comentan bastante, no son desconocidas por los naturalistas, pero los responsables de la Junta (los populares, desde 1987, y anteriormente los socialistas) no hicieron nada, ni se preocuparon en conocer algo sobre estos roedores.
Tras la espontánea explosión viene la contracción, y la mayor parte de la numerosa población de topillos campesinos desaparece naturalmente.
En 1994 hubo otra que llegó a afectar a la misma capital de Valladolid, unos terrenos rústicos (hoy no existentes) situados junto al Camino Viejo de Zaratán estaban completamente infestados, llegando los roedores hasta los cercanos barrios de Parquesol, Girón y Huerta del Rey. En 1999 y en el 2003 también las hubo en las tierras castellano-leonesas; y la mayor de todas, la del año pasado 2007.
Se ha llegado ha acusar a los ecologistas y guardas forestales de ser los culpables de la difusión de estos animales, pero no es real. La ampliación de su distribucción ha sido consecuencia de nuestro propio desarrollo (intensificación del cultivo de regadio y otras políticas agrarias, incremento del número de cunetas que bordean carreteras y caminos, ausencia de predadores naturales...) que ha propiciado su expansión. Y de la misma manera que surgen las plagas, desaparecen por igual, aunque los responsables de la Junta oportunamente «se pongan medallas» sin merecerlas, ¿qué medidas tomarán cuando venga la próxima? Pues podría haberla.
7 comentarios:
Sobre este tema, ya estuvieron muy acertados en la Editorial (que aquí reproduzco) de la revista Quercus del pasado mes de marzo(Cuaderno nº 265), bajo el título: CEREBROS DE TOPILLO.
«El hecho de caer una y otra vez en el mismo error se define en castellano con una sonora palabra: contumacia. Contumaces son los agricultores de Castilla y León, cuando reclaman más veneno en su batalla —perdida de antemano— contra los topillos, contumaces son los alcaldes que les siguen la corriente y contumaces son los políticos que no se atreven a desairarlos. Menos aún, con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina. Si los agricultores quieren veneno, se les da veneno, aunque no sirva de nada. Como, en efecto, no sirve de nada, ahora piden un veneno más fuerte y los políticos, mirando de reojillo a las urnas, se lo vuelven a dar, aunque tampoco sirva de nada. Ya se les dijo que era inútil entonces y volverá a ser inútil de nuevo. El problema del veneno no es ya sólo que sea inútil, sino que además es pernicioso para todo el ecosistema en su conjunto, que incluye el entorno en el que se desenvuelven los propios afectados. En su desesperación, llevan camino de convertir una simple plaga en una auténtica catástrofe. En esta disparatada situación cobran mayor sentido aquellas sabias palabras de Carlos M. Herrera en Quercus, cuando titulaba uno de sus artículos: “Cada problema complejo tiene siempre una solución sencilla, que generalmente es errónea”.
»En una de esas, la aplicación de alguna tanda de veneno, llámese Clorofacinona o Bromadiolona, vendrá a coincidir con un declive espontáneo de los topillos, algo perfectamente natural después de haber registrado un crecimiento explosivo, y se sacará la falsa conclusión de que por fin se ha acertado con la solución “sencilla” al problema “complejo”. Ya dijo Einstein que sólo había dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana (y de la primera no estaba muy seguro).»
Estos gobernantes regionales que tenemos además de ineptos son unos malditos hipócritas. En esta noticia dicen lo mismo que se ha dicho en esta entrada...
Se atribuyen lo que no se merecen: un hecho natural como la explosión demográfica temporal de estos roedores, seguido de una posterior recesión poblacional, y que se ha visto en todos estos años. Lo siguen ignorando las autoridades, fíel reflejo de que no sirven para nada.
Y como se ve en esta otra noticia de Público.es,
fueron causas naturales.
Y como ahora el mismo CSIC reconoce, que fue natural la extinción...
Es muy probable que para el próximo año tengamos otra explosión demográfica de estos roedores por la región, como ya se está viendo en algunos pueblos abulenses los primeros movimientos, aunque las autoridades lo nieguen. Otra vez que inculparan a los ecologistas o a los guardas forestales que los arrojan desde helicópteros para alimentar a las rapaces, lo estoy viendo...
Aunque el año pasado no hubo ninguna explosión demográfica de estos roedores, tal como creía que podría pasar, y no pasó. Pero ahora vuelven a hablar de ello:
http://www.finanzas.com/noticias/empresas/2011-08-04/535453_asaja-alerta-numero-anormal-topillos.html
Han pasado cuatro años desde la última plaga, y como suelen ocurrir cada tres a cinco años, tal vez, nos viene otra. Y vuelvo a preguntar lo mismo: ¿qué harán los ineptos de las autoridades caciquiles de esta región? Creo que nada, y actuarán tarde como siempre. Ya lo veremos.
Pues no ha habido ninguna otra plaga de roedores, como suponía entonces. Tal vez, estén haciendo las cosas bien... ¡Esperemos que dure!
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