http://www.abc.es/20111217/internacional/abcp-islamistas-libios-desplazan-siria-20111217.html
DANIEL IRIARTE / ENVIADO ESPECIAL A YEBEL ZAWI (SIRIA)
Día 17/12/2011
Combatientes del Ejército Sirio de Liberación enseñan sus viejos carnés
de la Seguridad Estatal para mostrar que no son «terroristas»
de la Seguridad Estatal para mostrar que no son «terroristas»
El miliciano Brahim está preocupado. «Hay un control del Ejército en la entrada de la carretera», dice la campesina, lo que significa que las rutas de salida de Yebel Zawi están cortadas. Nos temíamos algo así, por lo que los muy escasos reporteros extranjeros hemos decidido salir de Siria, ante el riesgo de quedarnos atrapados. Pero parece que llegamos tarde. Finalmente, cuando anochece, Brahim encuentra una solución. Moviliza tres coches que, conducidos a oscuras, tratan de hallar una ruta alternativa. Tras horas de espera, logran hacernos cruzar las líneas enemigas por otro punto. Brahim se ríe, satisfecho: «¡El Ejército Sirio Libre ha encontrado una salida!», dice.
El convoy nos lleva hasta una casa de campo donde nos espera otro grupo que va a ser evacuado con nosotros. Y entonces llega la sorpresa: se trata de tres libios que, en sus propias palabras, han venido no a combatir, sino «a evaluar las necesidades de los hermanos revolucionarios sirios». Los libios no intentan ocultar sus identidades. Se trata de hombres cercanos a Abdelhakim Belhadj, actual gobernador militar de Trípoli y antiguo yihadista, relacionado con Al-Qaeda en el pasado.
Uno de ellos resulta ser un viejo conocido de los reporteros que cubrieron la guerra de Libia: Mehdi al-Hatari, el antiguo comandante de la Brigada de Trípoli, que desempeñó un papel fundamental en la toma de la capital y la caída de Gadafi. El segundo, Adem Kikli, dice que trabaja para Belhadj, y lleva casi dos décadas exiliado en el Reino Unido. El tercero, Fuad, parece ser un guardaespaldas. «Estamos aquí por iniciativa propia y personal, no por orden de nadie», asegura Adem. Y subraya que Harati renunció públicamente a su puesto en Trípoli el pasado 11 de octubre. Adem, además, afirma que ha estado con otros libios, «unas cuantas decenas», que se han desplazado a Siria por su cuenta para ayudar a los insurgentes.
Harati, no hay duda, es un hombre de acción. El personaje saltó a la palestra tras su participación en la Flotilla de Gaza en la primavera de 2010. «Fui herido en el asalto al Mavi Marmara, y estuve nueve días en una cárcel de Tel Aviv», nos cuenta. En febrero, Harati, que vive en Dublín y tiene pasaporte irlandés, se despidió de su mujer y su hijo y, junto con otros libios exiliados en Irlanda, se dirigió a Libia. Allí creó la Brigada de Trípoli, un grupo de luchadores de élite, entrenado por asesores de Qatar, que combatió ferozmente en la batalla final por la capital.
ABC ha constatado, además, su reciente paso por lugares como Bahréin, Sudán y Ankara, con propósitos no aclarados. Hace poco, Harati se vio implicado en un extraño episodio, cuando, según su propio relato, una banda de ladrones asaltó su casa, llevándose abundante joyería y 200.000 libras esterlinas (unos 238.000 euros). Harati le dijo a la Policía que una gran cantidad de dinero le había sido entregado por un agente de la CIA para financiar la lucha de su grupo contra Gadafi. El combatiente dejó esas 200.000 libras a su mujer, por si le ocurría algo, y se llevó el resto a Libia.
Mientras huimos hacia la frontera, los libios nos van dando algunas claves sobre su presencia en Siria. «Si por nosotros fuese, les enviaríamos las armas a los sirios mañana. Nosotros ya no las necesitamos», explica Harati. «Pero tendrían que entrar por Turquía, y los turcos no pueden autorizarlo porque no hay consenso dentro de la OTAN», asegura. Ya en la frontera, los tres libios dicen que vuelven a su patria. Así nos lo aseguran.
El convoy nos lleva hasta una casa de campo donde nos espera otro grupo que va a ser evacuado con nosotros. Y entonces llega la sorpresa: se trata de tres libios que, en sus propias palabras, han venido no a combatir, sino «a evaluar las necesidades de los hermanos revolucionarios sirios». Los libios no intentan ocultar sus identidades. Se trata de hombres cercanos a Abdelhakim Belhadj, actual gobernador militar de Trípoli y antiguo yihadista, relacionado con Al-Qaeda en el pasado.
Uno de ellos resulta ser un viejo conocido de los reporteros que cubrieron la guerra de Libia: Mehdi al-Hatari, el antiguo comandante de la Brigada de Trípoli, que desempeñó un papel fundamental en la toma de la capital y la caída de Gadafi. El segundo, Adem Kikli, dice que trabaja para Belhadj, y lleva casi dos décadas exiliado en el Reino Unido. El tercero, Fuad, parece ser un guardaespaldas. «Estamos aquí por iniciativa propia y personal, no por orden de nadie», asegura Adem. Y subraya que Harati renunció públicamente a su puesto en Trípoli el pasado 11 de octubre. Adem, además, afirma que ha estado con otros libios, «unas cuantas decenas», que se han desplazado a Siria por su cuenta para ayudar a los insurgentes.
Harati, no hay duda, es un hombre de acción. El personaje saltó a la palestra tras su participación en la Flotilla de Gaza en la primavera de 2010. «Fui herido en el asalto al Mavi Marmara, y estuve nueve días en una cárcel de Tel Aviv», nos cuenta. En febrero, Harati, que vive en Dublín y tiene pasaporte irlandés, se despidió de su mujer y su hijo y, junto con otros libios exiliados en Irlanda, se dirigió a Libia. Allí creó la Brigada de Trípoli, un grupo de luchadores de élite, entrenado por asesores de Qatar, que combatió ferozmente en la batalla final por la capital.
ABC ha constatado, además, su reciente paso por lugares como Bahréin, Sudán y Ankara, con propósitos no aclarados. Hace poco, Harati se vio implicado en un extraño episodio, cuando, según su propio relato, una banda de ladrones asaltó su casa, llevándose abundante joyería y 200.000 libras esterlinas (unos 238.000 euros). Harati le dijo a la Policía que una gran cantidad de dinero le había sido entregado por un agente de la CIA para financiar la lucha de su grupo contra Gadafi. El combatiente dejó esas 200.000 libras a su mujer, por si le ocurría algo, y se llevó el resto a Libia.
Mientras huimos hacia la frontera, los libios nos van dando algunas claves sobre su presencia en Siria. «Si por nosotros fuese, les enviaríamos las armas a los sirios mañana. Nosotros ya no las necesitamos», explica Harati. «Pero tendrían que entrar por Turquía, y los turcos no pueden autorizarlo porque no hay consenso dentro de la OTAN», asegura. Ya en la frontera, los tres libios dicen que vuelven a su patria. Así nos lo aseguran.
Seguro que irán en aviones de la OTAN.
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