Este artículo señala
las dimensiones desapercibidas u ocultadas por los medios de mayor difusión
españoles de la biografía del fundador del movimiento ambientalista mundial, el
Sr. Barry Commoner. Tal investigador analizó científicamente la realidad que le
rodeaba, a fin de cambiarla, combinando el rigor de sus investigaciones con un
compromiso político ignorado en las notas biográficas escritas a raíz de su
muerte. Fue también crítico de algunos movimientos y partidos verdes en EEUU y
en Europa por tener escasa vocación transformadora, al centrarse más en temas
de consumo que en las relaciones de producción que configuran el poder en
nuestras sociedades.
Ha muerto Barry Commoner, que entre las muchas
contribuciones que hizo al bienestar de la población mundial, está la fundación
del movimiento ecologista. Sus trabajos, como científico, tuvieron un enorme
impacto en concienciar a millones de personas (tanto en EEUU, como en el mundo)
de la importancia que el ser humano tenía en configurar el ambiente. Es por
ello que se le considera, con razón, como el fundador del movimiento ambientalista
en el mundo. Su muerte ha sido una enorme pérdida, y para mí ha supuesto la
pérdida de un gran amigo. Barry era un hombre extraordinario.
Las notas necrológicas aparecidas en los mayores medios de
información españoles detallaron las distintas contribuciones que Barry
Commoner hizo y que afectaron positivamente a millones y millones de personas.
Pero como suele ocurrir en estas notas, se resaltan sus contribuciones
científicas sin tocar, o tocar muy por encima, su compromiso político. Está ocurriendo
con Barry Commoner, por cierto, lo mismo que ocurrió con Albert Einstein, otro
gran científico del que constantemente se ignoró su compromiso político. Estas
necrológicas me recuerdan a los análisis artísticos del cuadro Guernica, de
Picasso, que en sus análisis pictóricos nunca citan el contexto político que
explica tal cuadro. Los dos –Barry Commoner y Albert Einstein- fueron figuras
imponentes en el conocimiento científico. Ahora bien, los dos intentaban
conocer el mundo para cambiarlo. Los dos estaban fuertemente comprometidos con
el principio de que el objetivo del conocimiento científico era mejorar la vida
de la población, participando en la aplicación de su conocimiento en cambiar la
sociedad.
Conocí a Barry muy bien, pues nos unió una gran amistad. Y
sé que no le hubiera gustado que en su necrológica comentara sólo su
impresionante trabajo científico, pues se consideraba como un científico
comprometido, activamente involucrado en el proceso de transformación de EEUU.
Fue un hombre de izquierdas, lo que le llevó a enfrentarse con la estructura de
poder económico y político estadounidense, apoyando y participando (y en muchas
ocasiones, liderando) los movimientos de protesta.
Entre ellos hay varios especialmente relevantes para
España. Apoyó activamente a las fuerzas democráticas republicanas españolas que
lucharon contra el fascismo en España y en Europa dando, no sólo su firma, sino
su persona a esta causa. Profundamente antifascista, apoyó muy activamente la
resistencia contra la dictadura en España, habiendo sido uno de los
intelectuales de EEUU más activos en este apoyo. La historia del apoyo de las
fuerzas democráticas estadounidenses a la resistencia antifascista española
todavía no se ha escrito, pero cuando se escriba, Barry Commoner tendrá un
lugar prominente en ella.
Barry amaba a España y a Cataluña. Siempre que podía, él y
su esposa venían a pasar unos días con nosotros (mi esposa y yo) en la Costa Brava. Y
aplaudía que, por fin, había democracia en nuestro país, aunque era plenamente
consciente de sus enormes limitaciones. Las derechas en España –decía él-
continúan siendo las mismas de siempre, y enormemente poderosas. Lamento que ni
el gobierno de España ni la
Generalitat de Cataluña nunca le dieran gracias en nombre de
la democracia española y catalana a las que él ayudó tanto. Supongo que le
consideraban demasiado de izquierdas.
Barry Commoner fundó un movimiento que inmediatamente fue
definido como radical y peligroso por la estructura de poder en EEUU. Los
análisis científicos de su trabajo llevaban claramente a la conclusión de que
las raíces de los problemas ambientales eran las relaciones de pode arraigadas
en el mundo de la producción. Según Barry, la raíz del problema ambiental
estaba ahí. Ello le llevó a movilizar a millones de personas que cuestionaron
las estructuras dominantes en EEUU.
Predeciblemente, estas estructuras respondieron intentando
desviar la atención de tal movimiento. Para este fin, promovieron movimientos
ecológicos alternativos. Uno fue el movimiento maltusiano, que atribuía el
deterioro del ambiente al crecimiento de la población. Según tal teoría, a más
población, mayor deterioro del ambiente. Un derivado de este movimiento fue el
movimiento anticrecimiento económico, que consideraba que el crecimiento
económico en sí era dañino para el ambiente. Commoner mostró el error de los
argumentos anticrecimiento, señalando que el problema no era el crecimiento,
sino el tipo de crecimiento. Las necesidades del ser humano eran tan grandes
que ello requería un crecimiento de la actividad económica, crecimiento, sin
embargo, que debería ser distinto al actual, pero sería crecimiento. Sus
trabajos científicos mostraban el error de las tesis anticrecimiento.
Otro movimiento que el establishment
estadounidense promovió como alternativa a las posturas que consideraba
amenazantes de Barry Commoner, fue el movimiento que consideraba el deterioro
del ambiente resultado del deseo consumista de la población, responsabilizando
a la propia población del deterioro del ambiente. Este movimiento enfatizaba y
continúa enfatizando el cambio en los comportamientos individuales del tipo de
consumo como la solución al deterioro ambiental. Barry mostró también en sus
escritos el error de este tipo de argumentación que consideraba a las víctimas
como las causantes de su desgracia (lo que en EEUU se llama “victims blaming”).
Barry mostraba que en las sociedades capitalistas no es el consumo el que
determina la producción (como los ideólogos del mercado asumen), sino que es la
producción la que determina el consumo. Los que controlan el mundo de la
producción controlan el tipo de consumo. De ahí que Barry Commoner se
considerara más un rojo que un verde. Y le preocupaba mucho la deriva de los
movimientos verdes en EEUU y en Europa. Apoyó a todos los movimientos verdes
pero le preocupaba su fácil coaptación debido a que se estaban alejando de la
solución que él creía que exigía cambios más sustanciales de los que los
movimientos verdes estaban ahora considerando. La crisis actual está mostrando
que mi amigo Barry llevaba razón.
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