viernes, 1 de febrero de 2013

Los científicos son personas objetivas


Daniel Closa i Autet

100 mitos de la ciencia
Lectio Ediciones, 2012

De nuevo los tópicos. Se supone que la ciencia es una actividad basada en datos objetivos, en interpretaciones objetivas y en valoraciones objetivas. En consecuencia, las personas que se dedican a esto no pueden ser menos que el paradigma de la objetividad. Por otro sorprende mucho cuando ocasionalmente aparecen en la prensa noticias sobre investigaciones fraudulentas, resultados falsos, valoraciones interesadas y ocultación de datos. Como si los científicos no fueran personas normales que pueden estar bajo presión para conseguir resultados, o pendientes de una subvención, o del progreso de su carrera más que de la ciencia.

Que un político mienta ya se da por hecho, como si fuera parte de su trabajo. No tendría que ser así, pero es lo que hay. Si el mentiroso es un banquero, tampoco sorprende mucho. La indignación, más que con el banquero, es con los mecanismos de control de la banca. Como si ya se diera por hecho que el dinero y el poder corrompen. Pero, ¿los científicos? ¿Por qué motivo tendrían que mentir, tergiversar o manipular?

Pues por los mismos motivos que todo el mundo, ambición, poder, dinero…

Hay que tener presente que es bastante complicado valorar el trabajo de los científicos. Es poco realista esperar que cada año hagan un descubrimiento genial. Muchas veces se hacen búsquedas prometedoras que al final no llevan a ninguna parte. Otras veces, son investigaciones poco prometedoras las que esconden la gran sorpresa. Y la manera como un científico presenta su trabajo es a través de las publicaciones especializadas. Para los no expertos son artículos en revistas terriblemente aburridas donde se describen los experimentos que se han hecho, el motivo para hacerlos, los resultados que han salido y la interpretación que se da a todo ello.

Pasados unos años, se valorará la calidad de la carrera de un científico según el número y la calidad de los trabajos que hay publicado. Y aquí el científico en cuestión se encuentra en un dilema: ¿vale la pena investigar temas de primera línea, punteros, difíciles y arriesgados? Si al final tiene éxito, la jugada es perfecta. Conseguirá buenas publicaciones y obtendrá el reconocimiento general. A partir de aquí le será más sencillo conseguir financiación para seguir investigando y para mantener un grupo de investigación, de manera que las cosas pintarán muy bien en el futuro.

Pero hablamos de investigaciones difíciles y arriesgadas. Puede ser que al final no salga nada. Que los experimentos no den resultados claros y que las publicaciones no salgan. Por definición, cuando investigas lo desconocido no se sabe lo que se encontrará. Por lo tanto, tal vez sea preferible investigar líneas más sencillas, menos arriesgadas, más conservadoras. Los resultados que se obtengan no serán nada del otro mundo, pero permitirán ir generando publicaciones. Quizás no de primerísima línea, pero si se maquillan un poco y se venden con gracia puede quedar un historial suficientemente arregladito. Lo que sucede es que esto se nota. Esta manera de hacer las cosas permite ir tirando durante un tiempo, pero alguien que sea realmente ambicioso, sabe que con esta estrategia nunca obtendrá el reconocimiento y el éxito al que aspira.

Por lo tanto, algunos deciden apostar fuerte. Y, claro está, no todos logran sus objetivos.

Es entonces cuando la tentación de arreglar unos datos, de eliminar los experimentos que no salen como se esperaba y de maquillar un poco las cosas es muy fuerte. Algunos ceden, por supuesto. Es un poco absurdo ya que pronto otros intentarán reproducir tu trabajo y verán que las cosas no salen. Pero la presión del momento puede empujar a la gente a hacer tonterías. Esto sucede en la ciencia igual que en todos los ámbitos de la vida.

Quienes se dedican a la gestión de la ciencia ya saben que las cosas no son fáciles y que vale la pena arriesgas en investigaciones que tal vez no llevarán a ninguna parte. Incluso existen programas de financiación para ideas extremadamente novedosas, arriesgadas o ingeniosas basadas en pocos datos previos. En resumen, para jugársela. Lo que se intenta es evitar que todo el mundo investigue aquello que ya se conoce, únicamente para asegurarse el pan. Como en todo, hay que encontrar un equilibrio, y no es nada fácil.

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