domingo, 17 de marzo de 2013

POETA EN GUERRA.


     Se ha incorporado.
     La misma sangre lo impulsa hacia el espejo.
     Se enfrenta a su rostro, esa suerte de superficie granulosa, bullente y rojiza que crece cubriéndole ya los ojos. Se mira las manos acribilladas de lunares supurantes; los brazos surcados por arterias que arden, los dedos crispados y redondos a punto de estallar. Y no vuelve a la cama. De un salto traspone la habitación, hospital, salón, pasillo, castillo, prisión, galera, celda, cueva o torre enrejada. En medio del estruendo de su sangre sale al patio, jardín o explanada, cerco, rastrillo o corral; se precipita y sigue saltando por sobre el estanque, pozo, fosa, garita, puente levadizo o fanguizal.
     Desgarrándose entre el escozor y las supuraciones continúa bajo el estruendo de la fiebre y del cielo.
     Salir bajo el descomunal aguacero mientras los monstruos desde las monumentales ventanas enrejadas me hacen señales recriminatorias y me gritan traidor, a la vez que dando la voz de alarma me lanzan improperios y recriminaciones morales.......Salir a la explanada surcada de árboles furiosos, correr entre el blanquizal del tiroteo y los relámpagos; retando al rayo (¡Traidor! ¡traidor! Dichosamente traidor), apresurarme bajo la tormenta, desafiando y revolviendo la hojarasca, hundiéndome en el limo y otra vez surgiendo, aferrándome a las ramas con las manos supurantes y enfangadas, azotando el aire con mi rostro que lanza humaredas de furia y embiste....Seguir corriendo, más rápido, más rápido, los monstruos apuntándome con todos sus artefactos, fusiles, hachas, catapultas, lanzallamas, cohetes, ballestas, flechas, bombas, bazucas, picas, macanas, arcabuces, cañones o lombardas.... Mientras el cielo continúa lanzando fuegos y vendavales, y la tierra, cual matrona ofendida, conmina a sus millones de alimañas para que me asesten el golpe final.... Seguir reptando, arrastrándome, incorporándome y otra vez precipitándome contra la corriente, abofeteando árboles y ciénagas, rayo y torrente. No podrán conmigo. No van a poder destruirme. Ya verán. Ya ven como los reto. Y al retarlos los burlo, los traiciono y derroto.

  
        Blanco de relámpagos
correr.
        Castañeteante, afiebrado, ennegrecido y emitiendo maldiciones
correr. 
        Contaminando de virus, bacterias, resoluciones, propaganda, cárceles, resentimientos, odios y pantanos
correr.
        Hirviente y supurante
correr.
        Flagelando con las uñas el horizonte,
cagándome en la madre de todos los dioses, mayores y
menores,
cagándome en todas las madres, menores y mayores,
pateando estatuas,
desenterrando esqueletos vanerables y pulverizándolos,
renunciando a todo perdón, reconciliación o consuelo
(incluyendo olvido, memoria, exhortación y crimen),
quemando todas las naves
(incluyendo nuestro propio corazón)
                                                                                                                               partir
y ostentando llagas y tumefacciones
no aspirar más que a un desangramiento sucesivo, prolongado
y frenético.

         Correr
entre el tiroteo y el azote del cielo,
burlando, traicionando, dejando atrás
la intransferible configuración de nuestros 111,111 kilómetros cuadrados
(cifra del ejército, naturalmente)
de leprosorio.  

                        (EXTRAIDO DE "INFERNO")                             REINALDO ARENAS.  


Reinaldo Arenas nació en Holguín (Cuba) en 1943, en una familia de campesinos. Estudio en la Universidad de La Habana y trabajó en la Biblioteca Nacional. Se unió a la Revolución de Fidel Castro poco antes de que triunfara y colaboró con ellos durante unos años. Sin embargo su desengaño le llevó a un alejamiento progresivo y finalmente a la prisión durante dos años. En 1980 logró salir de Cuba y se instaló en Nueva York, ciudad donde, enfermo de sida, se suicidó en 1990. 

"Inferno" recoge la obra poética completa del gran escritor cubano, su poesía es parte relevante de un todo de único y original aliento; parte que contribuye a ilustrar de forma descarnada las obsesiones fundamentales del autor: la patria (como territorio al que estamos condenados, que nos reconoce para reclamar el derecho a aniquilarnos), la nostalgia, el misterio de la madre, el esplendor y deterioro de la carne, la maldición asumida por el creador de un mundo hipócrita y mediocre incapaz de grandeza alguna, el desprecio por todo tipo de poder, su amor a la libertad. 

Su poesía posee un caracter furioso, lúdico, mordaz, macabro e hiriente que nos remite al barroco quevediano, a Arthur Rimbaud y a Francois Villon, a Beaudelaire y al Conde de Lautréamont. La poesía de Reinaldo Arenas confirma y enriquece los vectores fundamentales de su obra: la negación de cualquier tipo de autoridad, la furia ante la calamitosa condición humana, el reclamo de libertad absoluta a cualquier precio. 

   

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