JULIO REYERO GONZÁLEZ
Tengo una memoria frágil pero conservo algunos recuerdos de mi acercamiento a las ideas anarquistas. No era el único que buscaba entre las letras de grupos musicales conceptos que aclarasen la forma de salir del agujero que han dado en llamar vida los constructores de esta pesadilla social. Tengo que reconocer que aquellas bandas pusieron en marcha mi curiosidad, pero hubo gente concreta que puso en mis manos herramientas para disipar la niebla. Una de aquellas herramientas se llamaba El Aullido y uno de sus autores se llamaba Jesús. Era una modesta octavilla, pero era capaz de llamar a las cosas por su nombre, algo que se ha vuelto cada vez más difícil.
Con un carácter introvertido, a Jesús no lo conocía mucha gente, pero nadie olvida un cartel de las Juventudes Libertarias de Valladolid, a las que pertenecía a mediados de los 90, en el que figuraba la palabra «racismo» sobre una señal de Stop. Pronto circularía ampliamente esta idea al retomar el diseño otras organizaciones anti-racistas, aunque los compañeros saben bien que salió de la cabeza de Jesús.
El pasado mes de mayo no aguantó más. Jesús saltó por la ventana estrellando su inteligencia y su vida en el asfalto frío. Todo el mundo tiene situaciones difíciles de las que se suele salir con la voluntad, el cariño y la solidaridad del entorno más cercano. Nunca falta quien te tienda una mano, pero hay ocasiones en las que no es suficiente. Muchas cosas jugaban en su contra y la desesperación ganó la cruel partida.
Hay que reconocer el esfuerzo de los militares que sacudieron la adolescencia de Jesús, como de tantos otros compañeros, con condenas por ser insumiso. Hay que reconocer el esfuerzo de los policías que intentaron golpear sus espaldas (y alcanzaron entre otras las de su hermano), en aquellos años y en los que vinieron, en la protesta por cualquier tropelía del poder. Y por fin, hay que reconocer el esfuerzo de los dueños de la empresa para la que Jesús trabajaba, a la hora de empujarle al vacío.
Jesús cumplió con su trabajo, pero ellos no cumplieron su parte del contrato. Le debían todavía salarios del año pasado y tuvieron la indecencia de reírse en su cara la última vez que se encontraron en el acto de conciliación. Ni siquiera serán conscientes de la ayuda inestimable que han brindado a la desaparición de este «problema social» llamado Jesús. El resto de los «problemas», que somos sus compañeros, sí somos conscientes, y su muerte sólo servirá de acicate para nuestra lucha contra quienes nos regulan, nos explotan y nos matan.
Lo que hiciste no fue en vano. Que la tierra te sea leve, compañero.
(Julio-2013)
Jesús GC
(13-abril-1968/26-mayo-2013)
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