domingo, 21 de julio de 2013

¿Sopa de aleta de tiburón? No, gracias

QUERCUS
Revista de Observación, Estudio y Defensa de la Naturaleza

Cuaderno 329/ Julio 2013


Otra vez China y sus tradiciones milenarias. ¡No se os ocurra pedir una sopa de aleta de tiburón en ningún restaurante chino! La perversa lógica actual, hijastra de la globalización, justifica cualquier actividad con tal de que sea rentable. Todas las demás consideraciones quedan al margen, incluidas las éticas y las ambientales.

En el pasado, cuando la pesca era artesanal, las capturas se aprovechaban al máximo. Si había descartes, iban a la perola del rancho. Todo se obtenía a fuerza de brazos y a bordo de pequeñas embarcaciones, a vela cuando no a remo. Un tiburón se consumía entero, aunque las partes más sabrosas —y caras— se reservaran para los sibaritas que podían costearse el capricho. Hoy en día, sin embargo, lo único que interesa son las aletas, mientras que el resto del tiburón ocupa espacio y no merece la pena llevarlo a puerto, de manera que se devuelve al mar una vez mutilado y, con frecuencia, aún vivo.

La lucha contra esta modalidad pesquera, derrochadora e inmoral, cosechó algunos frutos en el ámbito de la Unión Europea. De hecho, fue prohibida en el año 2003, aunque con unas cuantas excepciones que se han convertido en un coladero capaz de invalidar, en la práctica, cualquier avance. Mientras tanto, el mercado global demanda cada vez más aletas de tiburones, las flotas pesqueras explotan todo aquello que rinda beneficios y los mares sufren las consecuencias de nuestros caprichos culinarios. Por fin, el pasado mes de junio, el Consejo de Ministros de la Unión Europea aprobó una norma que obliga a desembarcar completo cualquier tiburón pescado por la flota comunitaria, lo cual no va a resolver totalmente el problema, pero es un paso muy importante en la buena dirección. ¿Adivináis quiénes se opusieron a esta juiciosa medida? ¡Bingo! España y Portugal, los dos países de la UE con más licencias para explotar industrialmente la pesquería y servirla a los insaciables mercados orientales.

Con sus 1.300 millones de consumidores potenciales, China amenaza con colapsar cualquier recurso que pretenda, más aún si está arraigado en sus hábitos culturales. A eso hay que sumar las múltiples derivaciones que se extienden después por todo el mundo, como queda meridianamente claro en el caso de las aletas de tiburón. Pero centrémonos en el mercado interno chino. Aquello es un sumidero de fauna silvestre y no se conforman con cualquier cosa: defensas de rinoceronte, gónadas de tigre y gorila, marfil de morsa y elefante, aparte de un sinfín de especies menos conocidas. La cocina y la farmacopea china lo engullen todo. Así que, la próxima vez que vayamos a un saludable y económico restaurante chino, más vale decidirse por la muy sorprendente sopa agripicante (¡probadla!), antes de contribuir a la muerte absurda de miles y miles de tiburones. 

1 comentario:

  1. A quienes habría que cortarles las aletas y arrancarles la dentadura es a los tiburones de Wall Street y Cia.

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