martes, 29 de abril de 2014

Enseñar a un niño a desobedecer la ley


28 de abril de 2014

Están aprendiendo a luchar. Como tienen que aprender los niños. Jugando y disfrutando. Les están enseñando a ser ciudadanos libres, a que hay que desobedecer cuando la injusticia se haga presente en su vida. Les enseñan a tomar los derechos que les pertenecen, a coger lo que es suyo. Les enseñan que la sociedad donde viven no tiene compasión con los de su clase, que premia a los que especulan con un bien de primera necesidad y permite que las familias sin recursos no puedan dormir bajo un techo. Qué gran enseñanza recibieron este fin de semana esos niños.

Los pequeños que se ven en la foto levantando el brazo sin saber muy bien qué significaba ese símbolo estaban aprendiendo a ser libres. A no pedir permiso y exigir sus derechos, a no aguardar una lista de espera en la que se escudan los que sólo piensan en no perturbar el sueño de los poderosos. Estaban viendo cómo sus familias desobedecían con total legitimidad unas leyes que oprimen a los de su condición.

La fotografía fue tomada durante una liberación de un inmueble en el barrio de Malasaña. El edificio pertenece a una constructora y llevaba 17 años desocupado. La Obra Social Leonas, así se llamaba la acción, está dentro de la campaña Obra Social Madrid, que busca liberar edificios desocupados pertenecientes a entidades bancarias y ponerlas a disposición de familias que no tienen acceso a una vivienda. En el comunicado de la Asamblea de Vivienda Centro, dejan claro que son las propias ocupantes las que han tomado la vivienda en un ejercicio de exigencia de sus propios derechos, nadie se lo ha dado, lo han tomado ellas.

«Las ocupantes de esta nueva Obra Social somos un grupo de mujeres, cinco madres (una de nosotras embarazada), dos abuelas y ocho menores, que luchamos por el bienestar de los nuestros. Por ello, no nos limitamos a denunciar la situación de precariedad en que se encuentra una buena parte de la población y somos nosotras mismas, sino que organizadas, hemos decidido ser nosotras quienes garantizamos a nuestras hijas, hijos y a nosotras mismas el derecho a disfrutar de una vivienda estable y habitable que las administraciones no nos ofrecen», aseguran.

Habrá quien considere que esos niños están viendo a sus madres y abuelas incumplir la ley, que les están enseñando a cometer una ilegalidad, como si la ley fuese el valor absoluto bajo el que subyugar la vida y la dignidad de tus seres queridos. La ley tiene que ser enfrentada y conculcada cuando no defiende los derechos humanos de los ciudadanos a los que pretende regir. La ley es sólo un instrumento de opresión cuando permite que unos pocos hagan negocio con la dignidad de la mayoría. La desobediencia civil es una obligación de la ciudadanía cuando constata que el imperio de la ley sólo sirve para proteger los intereses particulares de los poderosos. No es sólo su derecho violentar esas leyes injustas, es su obligación. Thomas Jefferson en el preámbulo de la Declaración de la Independencia de los EEUU detalló de manera incontestable que la insumisión social era la obligación de cualquier ciudadano que fuera consciente del abuso de sus gobernantes.

«Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios,el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad», explican en el comunicado.

«La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto, toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir, mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la abolición de las formas a las que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo objetivo, evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es el derecho de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad», concluye la nota informativa hecha pública por Vivienda Centro, escrita por las mujeres en primera persona.

Los niños que presenciaron cómo sus madres y abuelas han quebrantado una ley injusta para darles un techo han aprendido una lección de vida, de ciudadanía y de compromiso con la justicia social. Han aprendido que la ley es sólo una convención social que puede ser quebrantada cuando es claramente injusta. Rosa Parks le enseñó a todo el mundo en 1955 cuando se negó a cederle el sitio a un blanco y sentarse en el sitio reservado para los negros que desobedecer una ley es necesario y un acto de valentía y dignidad. Esos niños que levantan el brazo lo aprendieron ayer, y nos lo enseñaron a nosotros con su pequeño gran gesto.

Antonio Maestre

lunes, 28 de abril de 2014

El efecto Gamonal

26 abril 2014

(...) Tras la represión policial y la manipulación mediática se organizan en toda España manifestaciones espontáneas e improvisadas de gente solidaria con la lucha de los vecinos de Gamonal. Esto ocurre en grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao. Pero también en ciudades más pequeñas (donde la gente suele movilizarse muchos menos) como Zamora, Teruel, Huesca o Valladolid. En muchos sitios se hacen colectas de dinero para pagar la defensa de los detenidos en Gamonal y las multas. Además se empieza hablar en los canales de comunicación alternativos del «efecto Gamonal». En los medios internacionales se comienza a hablar de que España empieza a rebelarse contra esta crisis impuesta. Y todo ello preocupa a los poderes que se ven obligados en envainársela en Gamonal y ceder a las reivindicaciones populares.

Y lo más curioso del caso es que la chispa de la rebelión no salta en el País Vasco o Cataluña sino en la región con más fama de conservadora y obediente, Castilla y León, y en una ciudad de tradición militar y clerical. Y qué distinta ha sido la protesta de vecinal Gamonal de la cadena humana organizada en Cataluña por los partidos nacionalistas, puro espectáculo para distraer a las masas de una comunidad en la que, gracias a la maniobra de distracción del nacionalismo, es la primera en adoptar las medidas neoliberales que luego serán puestas en práctica en el resto de España. La aparición de la rebelión es impredecible.

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domingo, 27 de abril de 2014

Tallas especiales


 El arapaima es el mayor de todos los peces dulceacuícolas. Habita en los cursos lentos, en los remansos y en las zonas encharcadas por las crecidas estacionales de toda la cuenca amazónica, donde recibe diversos nombres vulgares, tales como «pirarucú» en Brasil, «paiche» en Perú y «pez rojo gigante». Su tono rojizo procede de la pigmentación que rodea a las escamas de la región caudal, más acentuada en los machos durante la época de celo. Debido a su enorme tamaño —alcanza los dos metros de longitud y los ciento cincuenta kilos de peso, valores medios que se ven ampliamente superados por algunas capturas excepcionales de hasta cinco metros de largo y los doscientos kilos*— los arapaimas adultos no tienen que temer a ningún enemigo natural. La conocida ley de que el pez grande se come al chico, pese a no ser completamente exacta, beneficia a la especie** que ostenta todas las marcas de corpulencia en las aguas dulces.

 No hay quien pueda

 Los seres vivos practican las estrategias más imaginativas para defenderse de sus agresores. Los que están capacitados para desarrollar una buena velocidad sostenida huyen, otros se quedan paralizados y confían en su aspecto equívoco, algunos desencadenan conductas imprevisibles que desconciertan al enemigo o recurren a maniobras de distracción, los hay que se cubren con una coraza erizada de púas y hasta quienes emiten sustancias pestilentes. A veces se escudan bajo la protección de alguien más poderoso en alguna forma de simbiosis o comensalismo. Eso es precisamente los que hacen los alevines de arapaima hasta que alcanzan un tamaño que los hace difícilmente asequibles. Forman con su progenitor una relación persistente, y para comer aprovechan las «migajas» que se les escapan a su protector. El macho ya se había encargado antes de la excavación de un nido en el fondo arenoso de cualquier remanso de la custodia de la puesta. Pero todo tiene un límite, y los hijos semiparásitos pronto alcanzan un tamaño que, si no es alarmante, sí es suficiente para que el propio progenitor empiece a considerarlos presas suculentas y fáciles de capturar. Empieza entonces una carrera contra el tiempo plagada de peligros, entre ellos los arapaimas ya crecidos, en la que los futuros gigantes tendrán que crecer rápido si quieren superar el tamaño que los convierte en presas ideales incluso para sus propios padres.

 Cuando el arapaima rebasa ese límite de seguridad y todos los enemigos se quedan pequeños, puede disfrutar de una vida tranquila en las templadas aguas amazónicas. Alcanzando la madurez a los cuatro o cinco años de edad y dispone de una longevidad potencial de otros doce o trece años más. Confortablemente protegidos por su gigantesco tamaño, los arapaimas se vuelven poco activos, y pasan la mayor parte del día pegados al fondo del río en una especie de somnolencia dinámica. Algo tendrán que esforzarse si quieren capturar los peces con que se alimentan, y en buen número, a juzgar por su tamaño.

 No es difícil contemplar la enorme masa hundida de los arapaimas cuando se sobrevuela la selva en avioneta. Como sombras casi inanimadas, destacan entre las turbias aguas de los ríos sudamericanos. Pocos peces pueden ufanarse de resultar tan evidentes o de llevar un ritmo de vida tan relajado y despreocupado. Pero lo que supone inmunidad frente a los enemigos naturales se trueca en desventaja frente al hombre. El arapaima, en efecto, es la especie más buscada por los pescadores amazónicos.

El reto de la vida.
Enciclopedia Salvat del comportamiento animal
Tomo 9: «Sobrevivir»


   * Si fuese cierto que alcanzase tales dimensiones, podría ser considerado el mayor de todos los peces de agua dulce, pero no hay pruebas. No hay duda de que pueda alcanzar los tres metros, igual que otras especies.

  ** Hasta el pasado año se clasificaba una única especie del género, ahora algunos expertos nominan varias.

Líder del Ku Klux Klan, en el asiento trasero de un coche con un travesti negro


26 abril 2014

Frazier Glenn Miller, ex «gran dragón» del Ku Klux Klan y orgulloso antisemita, acusado ​​de matar a tres personas en los centros judíos de Kansas a principios de este mes, no fue siempre tan estricto en cuanto a su discriminación, al menos en privado.

Antes de convertirse en un informante del FBI, Miller, que había fundado Partido Patriota Blanco de Carolina del Norte, fue atrapado en una situación comprometida —en el asiento trasero de un coche— con un hombre negro, haciendo cosas que llevaron a sentirse incómodo al fiscal federal cuando las escuchó en voz alta.

ABC News informa:

En el curso de su investigación, las autoridades descubrieron los impresionantes detalles de la detención de Miller de un año antes. Los agentes de policía de Raleigh le habían capturado en el asiento trasero de un vehículo, en medio del acto con un prostituto negro disfrazado de mujer. «Fue muy impactante», dijo el entonces fiscal federal J. Douglas McCullough, «a causa de las posturas personales que mantenía».

McCullough aseguró que había leído el informe policial del incidente, pero se negó a comentar los detalles. «Preferiría no entrar en los detalles», dijo. «Son más bien lascivos. Creo que los hechos hablan por sí mismos y la gente puede sacar sus propias conclusiones acerca de su incongruencia».

Miller escribió una vez: «Los hombres blancos, para no sentirse rechazados por las mujeres, se acuestan con las que son negras, acelerando aún más rápidamente su propia desaparición racial. La razón por la que uno no ve más a los hombres blancos y mujeres negras juntos en público es porque los blancos temen a los negros».

sábado, 26 de abril de 2014

Bakunin y los límites de la ciencia

 

Por RUDOLF ROCKER

Aunque la masa de escritos de Bakunin haya seguido siendo fragmentaria, los numerosos manuscritos que dejó y que se imprimieron sólo bastantes años después contienen muchas ideas originales y sagazmente desarrolladas sobre una gran variedad de problemas intelectuales, políticos y sociales. Y estas ideas mantienen en gran medida su importancia y pueden inspirar también a las generaciones futuras. Entre ellas están las observaciones profundas e ingeniosas sobre la naturaleza de la ciencia y su relación con la vida real y los cambios sociales de la historia. Deberíamos recordar que estas espléndidas disertaciones se escribieron cuando la vida intelectual solía estar bajo la influencia del resurgir de las ciencias naturales. En esa época se asignaban a la ciencia funciones y tareas que jamás podría cumplir, y muchos de sus representantes se veían llevados por ello a conclusiones que justificaban cualquier forma de reacción.

Los propugnadores del llamado darwinismo social hicieron de la supervivencia del más fuerte la ley básica de existencia para todos los organismos sociales, e increpaban a cualquiera que osase negar esta revelación científica definitiva. Económicamente burgueses e incluso socialistas, arrastrados por el ansia de proporcionar un fundamento científico a sus propios tratados, malentendieron tanto el valor del trabajo humano que lo consideraron equivalente a un bien intercambiable por cualquier otro. Y en sus intentos por reducir a fórmulas válidas el valor de uso y el valor de cambio olvidaron el factor más vital, el valor ético del trabajo humano, verdadero creador de toda vida cultural.

Bakunin fue uno de los primeros en percibir claramente que los fenómenos de la vida social no podían adaptarse a fórmulas de laboratorio, y que los esfuerzos en esa dirección conducirían inevitablemente a una tiranía odiosa. En modo alguno se equivocó en cuanto a la importancia de la ciencia, y jamás pretendió negarle su puesto; pero recomendó cautela antes de atribuir un papel excesivamente grande al conocimiento científico y a sus resultados prácticos. Estaba en contra de que la ciencia se convirtiese en el árbitro final de la vida personal y el destino social de la humanidad, pues era agudamente consciente de las desastrosas posibilidades de tal camino. Hasta qué punto estaba en lo cierto lo comprendemos ahora mejor que sus propios contemporáneos. Hoy en la era de la bomba atómica, se hace obvio hasta qué punto no hemos visto extraviados por el predominio de un pensamiento exclusivamente científico cuando no se ve influido por consideración humana alguna y sólo tiene en cuenta los resultados inmediatos prescindiendo de las consecuencias finales, aunque puedan llevar al exterminio de la vida humana.

Introducción a Escritos de filosofía política
1952

viernes, 25 de abril de 2014

La noche que Portugal revolucionó al mundo cumple 40 años

 

En apenas 24 horas, un grupo de jóvenes militares acabó con la dictadura más longeva de Europa y puso fin a 13 años de guerra colonial. La Revolución de los Claveles conmemora este 25 de abril su aniversario.


«Mis señores, como todos saben, hay diversas modalidades de Estado. Los sociales, los corporativos y el estado al que llegamos. Ahora, en esta noche solemne, vamos a acabar con el estado al que llegamos. De manera que quien quiera venir conmigo, vamos para Lisboa y acabamos con esto. Quien quiera ser voluntario, que salga y forme. Quien no quiera salir, que se quede aquí». Salieron todos.

Los 240 hombres que escucharon estas palabras del capitán Salgueiro Maia aquella madrugada, la del 24 al 25 de abril de 1974, le acompañaron hasta la capital para levantarse contra el régimen salazarista. La misión fue cumplida con éxito. La dictadura impuesta 48 años antes por un golpe militar era derrocada por otro, pero de signo contrario. El país vivía en una situación de tensión latente.

Aquellas 24 horas en las que Portugal revolucionó su historia y la del mundo entero llegan precedidas por momentos y causalidades clave. El 16 de marzo de ese mismo año, el fracasado golpe de Caldas tuvo dos lecturas. Triunfó la del joven capitán Otelo Saraiva de Carvalho, que reflexionó en clave optimista cuando todos parecían ver lo contario. «Entonces, ¿éstas son las fuerzas que el Gobierno dispone para oponerse al movimiento?», observó ante la escasa respuesta gubernamental. Saraiva fue el encargado de perfilar los últimos flecos para nueva intentona militar: la definitiva, la del 25 de abril.

«Los muchos norteños que en el fin de semana avanzaron hasta Lisboa soñando con la victoria acabaron por retirarse, desilusionados por la derrota. El adversario de la capital, mejor organizado y equipado (sobre todo bien informado de su estrategia), contando aún con una asistencia fiel, fue a abortar los intentos de los hombres del norte. Parafraseando lo que en tiempos dijera un astuto comandante, se perdió la batalla, pero no la guerra». Aquella crónica futbolista con la victoria del Sporting de Lisboa frente al visitante Oporto sirvió al periodista Eugénio Alves para comentar lo sucedido en Caldas. La censura pasó por alto el argot futbolístico de un artículo que entre líneas rebosaba de mensajes implícitos; «era optimista y estimulante», afirma Saraiva.

Estas lecturas cargadas de optimismo y segundos sentidos no resultaron tan obvias para el bando oficialista. «Le pido que no se preocupe, pues está todo sosegado y no hay ningún problema en ningún punto del país». Militares situados la madrugada del 24 al 25 de abril en el puesto de comando interceptaron esta conversación entre el ministro del Ejército y el de Defensa. El régimen lo ignoraba pero la revolución ya estaba en la calle. Y era imparable.

Apoyo popular

«La guerra fue una de las razones por las que se movilizaron los militares», confirma el periodista portugués Adelino Gomes. El conflicto colonial se alargaba desde hacía 13 años y Portugal estaba en un callejón sin salida. Naciones Unidas había emitido varias resoluciones, instando a conceder la independencia de las colonias y a acatar el derecho de autodeterminación de los pueblos.

«Teníamos contacto con los soldados, que para mí representaban el pueblo; eran chavales de 21 o 22 años que venían de las clases más desfavorecidas, cumplían el servicio militar obligatorio y eran enviados para misiones a ultramar», recuerda Saraiva en el salón de su casa. Y añade: «Se fue alimentando el sentimiento de que aquella guerra tenía que acabar. Sabíamos que no podía ser ganada militarmente y que el pueblo anónimo detestaba el poder, tenía miedo y no hablaba. Tenía que haber una solución política».

Todo fue muy rápido. Los acontecimientos desbordaron incluso las previsiones más optimistas. «Llamamos a la puerta y entramos», recuerda el capitán Santos Coelho, que tomó la radio desde donde se emitieron todos los comunicados del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), una organización clandestina dentro del Ejército formada en su gran mayoría por oficiales de baja graduación. «Nos habían cortado la energía pero dejaron con línea los teléfonos públicos, así que bajábamos a la cabina. La gente nos traía comida y bebida», resume así las 48 horas que un grupo de ocho militares estuvo encerrado en la emisora.


«La movilización civil provocó que el golpe de Estado se convirtiera en una revolución», recuerda Nuno Santa Clara Gomes, coronel de infantería jubilado y uno de los militares que se alzó contra la dictadura. El pueblo salió a la calle a pesar de las recomendaciones y las peticiones de los capitanes. La respuesta popular sorprendió al alrededor de 200 cargos medios implicados en el levantamiento y a los 5.000 soldados que les acompañaron, que nada sabían de los planes de sus superiores hasta el mismo día de la revolución.

«Ese mismo pueblo portugués que soportó durante casi medio siglo la más larga dictadura del continente —abatido, postrado hasta resignado— aprendió en meses, encontró en semanas y, en algunos momentos, descubrió en días aquello que décadas de salazarismo no le había permitido siquiera desconfiar: la dimensión de su fuerza», escribe el profesor de Historia Valerio Arcary en el libro Revolución o transición: Historia y memoria de la Revolución de los Claveles.

Aquella fue la noche más larga en la historia de Portugal. El día también fue intenso. Rozando ya el mediodía, el MFA informó de que la situación estaba dominada: «En breve llegará la hora de la liberación». Sólo faltaba la rendición del primer ministro, Marcelo Caetano, un profesor universitario que sustituyó a Salazar al mando del país cuando el dictador enfermó. Se había recluido en un cuartel del Largo do Carmo, una zona estrecha, rodeada de callejuelas que se convirtió en una jaula. Todavía hoy los sublevados se preguntan por qué decidió refugiarse en este lugar de Lisboa.


Poco después de las tres de la tarde, Salgueiro Maia solicita, megáfono en mano y en una atestada plaza, la rendición en diez minutos. Fueron las horas más complicadas de la Revolución de los Claveles. Negociaciones mediante, Caetano entregó el poder alrededor de las seis de la tarde. Los soldados formaron un cordón para que fuera posible la salida con seguridad del ya expresidente.

Un programa político truncado

«El Movimiento de las Fuerzas Armadas, que acaba de cumplir con éxito la más importante de sus misiones cívicas de los últimos años de nuestra historia, proclama a la nación su intención de llevar a cabo, hasta su completa realización, un programa de salvación del país y de la restitución al pueblo portugués de las libertades de las que había sido privado». El mensaje del MFA llegaba a las ocho de la tarde. La salida de los cuarteles era el primer paso de un largo proceso que tenía por objetivo entregar el poder a la sociedad civil. «Una revolución como ésta no tiene sólo éxito por lo militar sino también por lo político», recuerda Santa Clara.

Llegó el turno del PREC (Proceso Revolucionario en Curso), en el que se celebraron las primeras elecciones democráticas por sufragio universal masculino y femenino de la historia portuguesa, se negoció la independencia de las colonias y se formó el sistema de partidos. Todo ello, en medio de una gran participación popular. Se caminaba hacia una transición al socialismo, con nacionalizaciones y reformas agrarias. «Lo que nos preguntábamos todos los periodistas asombrados que visitábamos Portugal por aquellos días era cómo los militares de una dictadura infame habían llegado a comprender que todo cambio era imposible sin una integración real con el pueblo», escribió Gabriel García Márquez.

Pero pronto llegaron los problemas y las disensiones. El 25 de noviembre de 1975, un nuevo golpe militar de los sectores moderados del Ejército, que contaban con el apoyo de socialistas y socialdemócratas, inició una nueva etapa, la que desembocó en la vigente Constitución de 1976 y en la instauración de la tercera República. «El hecho es que los promotores y protagonistas mayores de aquella revolución casi poética fueron relegados, si no al olvido, al menos a la penumbra», escribió el Premio Nobel de Literatura.

La investigadora del Instituto de Historia Contemporánea de Universidad Nova de Lisboa Raquel Varela destaca de hecho dos rupturas entre 1974 y 1976: primero se pasó de un régimen fascista a un periodo revolucionario y, después, de éste a otro democrático liberal, que se comienza a formar a partir de noviembre de 1975. «Después del 76 son años de recuperación de los sectores más conservadores de las Fuerzas Armadas, que no habían hecho el 25 de abril e incluso se habían opuesto. Los mismos hombres que habían protagonizado la revolución acabaron siendo tragados por el reflujo antirrevolucionario», explica el historiador Manuel Loff.

Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ | J. MARCOS (LISBOA)

jueves, 24 de abril de 2014

Portugal repite los síntomas de la Revolución de los Claveles


REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES, 40 AÑOS

Cuando se cumplen 40 años del golpe de Estado militar que derrocó la dictadura salazarista, la situación del país luso guarda similitudes con la de 1974. La disparada deuda pública, el récord de emigración forzada o las cifras del desempleo hacen que muchos expertos comparen ambas etapas. Se vive en la austeridad de los recortes desde el rescate financiero ejecutado por la 'troika' en mayo de 2011.

22 abril 2014

Es temprano. Los turistas aún no colapsan la céntrica plaza del Comercio. Una decena de alumnos y sus profesoras se han citado en la estatua de José I, habitual punto de encuentro, con dos exmilitares portugueses. Recordar y explicar lo que pasó hace 40 años es el objetivo de la jornada. «Los jóvenes no saben lo que es la guerra, la falta de libertad, la censura, la policía política...», justifica Aniceto Afonso, coronel de artillería jubilado.

Portugal revive estos días el 40 aniversario de la Revolución de los Claveles, la que derrumbó la dictadura de Salazar, la que trajo la libertad, la democracia y la que puso fin al colonialismo y a las guerras en África. «Era un país muy triste y empobrecido. Todas las familias tenían a algún joven en la guerra», continúa el exintegrante del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), la organización protagonista de aquel golpe de Estado que finalizó con la entrega del poder a la sociedad civil.

Han pasado cuatro décadas desde que el punto neurálgico no sólo de Lisboa sino del país se convirtiera en el eje de la revolución que cambió la historia de Portugal. «Aquí estaban varios ministerios clave, como el del Ejército, el de la Marina, el de Finanzas..., además del Banco de Portugal y otros organismos del Gobierno», explica a los chavales Afonso, también investigador de Historia en la Universidad Nova de Lisboa. Aquella mañana, la del 25 de abril de 1974, la diáfana y concurrida plaza, conocida como Terreiro do Paço, se convirtió en la avanzadilla de la revolución: una unidad de diez carros blindados llegó al corazón del régimen desde el municipio de Santarém antes de las seis de la madrugada. A las pocas horas y sin apenas derramamiento de sangre (hubo cuatro muertes), el primer ministro Marcelo Caetano entregaba el poder. Había caído una de las dictaduras más largas de Europa.

Emigración forzada y desempleo

Los turistas van llegando poco a poco a este desenlace de calles abierto al río Tajo. En la ciudad de la luz el turismo aporta siempre un tono diferenciado, mientras maquilla la roja economía del país. Portugal vive en la austeridad de los recortes desde el rescate financiero ejecutado por la troika en mayo de 2011. «La sensación de regresión es tan evidente que está produciendo una exasperación que recuerda a la del 74», explica el historiador Manuel Loff.

Sin guerras como las coloniales de por medio, la situación del país tiene mucho en común con la de los últimos años de la dictadura. Y los recuerdos van y vienen. Los claveles, símbolo del cambio de régimen, son habituales en las constantes manifestaciones que salpican la geografía lusa. La canción Grândola, vila morena, cuya emisión en radio la noche del 24 de abril sirvió para confirmar a los integrantes que comenzaba la operación, es la banda sonora que acompaña toda reivindicación que se precie. «Hay memoria de lo que pasó, y más en estos momentos», apunta el coronel e investigador. Los expertos hablan incluso de dos dictaduras civiles: la nacionalista de Salazar y la «internacionalista y despersonalizada» actual, escribe el catedrático de Sociología de la Universidad de Coimbra Boaventura de Sousa Santos: «Ambas llevaron la pobreza al pueblo portugués, al que dejaron a la zaga de los pueblos europeos».

Los números consolidan los paralelismos. La deuda pública es hoy la herida abierta en la economía, alcanzando el 130 por ciento del PIB, mientras que hace cuatro décadas los gastos de la guerra, que duró trece años, desangraban el 40 por ciento del presupuesto nacional. Ambas situaciones dejaban y dejan escaso margen para las inversiones y el gasto social.

Y está el drama de la emigración forzada. Loff apunta que si entre 1968 y 1973 salieron de Portugal unas 120.000 personas, desde 2010 «se están batiendo récords de emigración» ya que se han marchado entre 150.000 y 200.000 personas. La mirada a la coyuntura internacional ilustra otras analogías: mientras la crisis del petróleo de 1973 también dejó su huella en el Portugal aislado de entonces, la crisis financiera que estalló en el verano de 2007, hoy profundizada y encallada, envuelve al país ibérico en un contexto complicado. Las altas cifras de desempleo y la caída de la Bolsa de Lisboa son también compartidas.

«Una nueva encrucijada histórica». Así tilda la Asociación 25 de Abril, a la que pertenecen muchos de los militares que tumbaron la dictadura, el momento actual que vive el país; «de captura del Estado por intereses particulares», apunta en el manifiesto del aniversario de este año, en el que también se pide una respuesta popular.


«El régimen que nos mantiene como el más pobre país europeo es el resultado de un largo proceso de reacción de las clases propietarias y sus aliados en las clases medias propietarias. La insurrección militar se agigantó como una revolución democrática, cuando las masas populares salieron a las calles, que enterró el salazarismo y fue victoriosa. Pero la revolución social que nació del vientre de la revolución política fue derrotada», escribe el profesor de Historia Valerio Arcary en el libro Revolución o transición: Historia y memoria de la Revolución de los Claveles.

Una Constitución socialista

La revolución trajo una ruptura en el más hondo significado de la palabra: nacionalizaciones de bancos, ocupaciones de latifundios agrícolas, asambleas ciudadanas frecuentes, ocupaciones de fábricas... y el final del imperio portugués (que incluía Angola, Mozambique, Guinea Bissau, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe, Timor y Macao y sumaba más de dos millones de kilómetros cuadrados). Fueron los primeros resultados visibles de un proceso que duró alrededor de dos años, en el que también hubo pasos para atrás y que estuvo marcado por las luchas entre la derecha y la izquierda militar. A pesar de la derrota de esta última, y de las siete reformas posteriores, la Constitución portuguesa de 1976 está muy marcada por ideas socialistas, pues incluso su Preámbulo habla de «abrir camino hacia una sociedad socialista».

«La democracia portuguesa sigue siendo a pesar de todo reflejo de la Revolución. Llevamos tres o cuatro años de fuerte contestación social debido al austeritarismo en el que vivimos. Es el ciclo más intenso de participación política y social desde la Revolución», considera Manuel Loff. «La democracia portuguesa, en aquello que tiene de esencial, es una democracia conquistada y no otorgada», añade el catedrático y presidente del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidad Nova de Lisboa, Fernando Rosas, en el libro Revolución o transición.

La memoria del mes abril, para muchos robada, es también un centro neurálgico de Portugal. Para bien y para mal. Para un lado y para otro. «La derecha se siente siempre muy incómoda con la memoria del 25 de abril», sostiene Loff. Al coraje de los militares que hicieron la Revolución de los Claveles apeló hace poco el primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, quien recalcó que la Historia se enfrenta «a un momento en que hay que tomar decisiones arriesgadas y difíciles».

«La situación que tenemos es muy semejante a la que teníamos antes del 25 de abril, en cuanto a la energía que respira el pueblo. Las personas por aquel entonces estaban sedientas de que sucediera alguna cosa, y ahora también falta ese clic. Estoy convencido de que si hubiera alguna cosa, las personas van a reaccionar fuerte y positivamente con un acto recuperador de los valores de abril para acabar con esta tristeza», reflexiona Vasco Lourenço, presidente de la Asociación 25 de Abril y uno de los tres dirigentes del MFA.

Primera hora de la tarde. Los turistas llenan las terrazas del Largo do Carmo, en el lisboeta barrio del Chiado. Llegan los estudiantes y los dos exmilitares para visitar el cuartel de la Guardia Nacional Republicana: «El más importante de nuestra historia», subraya Aniceto Afonso. Y es que, fue precisamente aquí donde hace cuatro décadas se decidió la Revolución. Aunque hayan desaparecido de la fachada las marcas de los pocos disparos de aquel día.

Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ | J. MARCOS (LISBOA)


miércoles, 23 de abril de 2014

Por primera vez en la historia, Turquía habló del genocidio armenio


El primer ministro Recep Tayyip Erdogan expresó sus condolencias por las masivas muertes durante la Primera Guerra Mundial, aunque no hizo ningún pedido de perdón.


El mandatario expresó oficialmente las condolencias de su país por los armenios que «perdieron sus vidas en el contexto de principios del siglo XX», en la primera declaración de este tipo que hacen las autoridades de Turquía, aunque cabe destacar, esta no ha incluido una petición de perdón.

Erdogan se dirigió en nombre del Estado turco a los «nietos» de quienes murieron y aseguró que «los incidentes de la Primera Guerra Mundial» son un «dolor compartido», aunque no se refirió a la responsabilidad del entonces Imperio Otomano en la muerte de miles de armenios.

El llamado genocidio armenio u holocausto armenio, hace referencia a la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.

Aunque la República de Turquía, sucesora del Imperio otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, argumentando que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado dispuesto por el Estado otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, las condolencias expresadas por Erdogan son un paso hacia adelante en este sentido, a casi 100 años de los hechos.

Fuente: AFP

martes, 22 de abril de 2014

«Para Francia éramos unos bandidos»

 

Este profesor de esperanto estuvo en un campo de refugiados en Argel

«Los jóvenes solo pensábamos en dejar el país», narra en su libro de memorias de juventud Antonio Marco Botella, de 93 años, retirado de la industria textil y antiguo profesor de esperanto. Paro, estraperlo y dictadura fue lo que encontró en la España de 1945 al volver tras seis años como refugiado político en Argelia. Este vecino de Zaragoza, nacido en la población alicantina de Callosa de Segura, es uno de los pocos supervivientes del pasaje del Stanbrook, el último carguero que permitió el exilio de cerca 3.000 republicanos hace 75 años.

De adolescente, con 17 años, conoció las trincheras a dos semanas del fin de la contienda civil. Antonio y cuatro compañeros del frente de Levante llegaron al puerto de Alicante cuatro días antes de acabar la guerra para embarcar con la documentación que prometía la libertad en México. Pero su suerte no fue el otro lado del Atlántico, sino el norte de África. Fondeado el barco en el puerto de Orán, reconoce que lo peor fue el hambre durante los 17 días sin poder bajar. «Un joven de Huesca no lo soportó y se tiró. La guardia senegalesa le tiroteó y estuvo tendido en el agua tres días. Los franceses nos tuvieron recluidos porque estaban preparando los campos de concentración», recuerda.

En tierra, Antonio fue destinado a Camp Morand en Boghari, cerca de Argel, el mayor de todos los campos de reclusión norteafricanos. «En el Parlamento francés se nos llamó bandidos. Para demostrar que no éramos criminales, sino que había intelectuales y profesores, se crearon cursos diarios de todo tipo de enseñanza», sostiene. Gracias a su dominio del esperanto, en boga como «idioma de la paz», impartió a una treintena de refugiados clases de aquella lengua internacional para evadir el drama de la reclusión.

«En Argelia se crearon campos para los buenos y para los malos. Tuve mucha suerte por el esperanto». Junto a los profesores de Morand, Antonio se encontró entre los 300 hombres trasladados a Cherchell, donde fue levantado un campo para intelectuales refugiados españoles, del que salió a finales de 1939, tras más de medio año de encierro, para trabajar de capataz y peluquero hasta volver a España. «El drama estuvo en los campos de castigo, pero al llegar los aliados, las denuncias y los juicios a los responsables le dieron un final oficial magnífico. En España las cosas han sido muy distintas», evoca.

En el distrito zaragozano de Las Fuentes, la cita es en su casa, entre los documentos y libros que pueblan su despacho, signo de su afición a la historia, la literatura y la poesía. Casado con Pilar, antigua alumna de sus clases de esperanto, con tres hijos y seis nietos, reconoce que a su regreso nunca habló de los pesares de su breve exilio ni a amigos ni familiares. «En lugar de eso, les di los libros en los que he narrado mi vida para que la leyeran», dice.

Con la necesidad de dejar testimonio, Marco dedica cinco horas diarias a escribir. Entre sus 13 obras publicadas y 200 biografías escritas de esperantistas españoles, su predilección son sus Perlas Líricas del Al Ándalus, con 129 poemas ilustres de los ocho siglos de poder musulmán, del que oyó hablar por primera vez en su exilio argelino. Editadas en 1995 en esperanto, sus perlas, fruto de una vida de diligente estudio, buscan editor para ver la luz en español.

lunes, 21 de abril de 2014

Gabo y la Revolución de los Claveles

[Ya que recientemente ha fallecido Gabriel García Márquez y para recordarlo, y como el próximo 25 de abril se celebra el XL Aniversario de la Revolución de los Claveles, que supuso el fin de la dictadura salazarista (entonces la más larga de Europa) en nuestro vecino, y hermano, país ibérico que es Portugal... En 1983 este mundialmente reconocido autor colombiano escribió un artículo periodístico sobre el país luso a nueve años de su revolución de 1974.]


 Portugal, nueve años después

Por GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Uno se pregunta qué fue de aquella pléyade de militares portugueses de alto rango que en abril de 1974 hicieron la jubilosa revolución de los claveles. La foto de una muchacha poniendo una flor en el cañón del fusil de un soldado amigo no sólo dio la vuelta al mundo por su belleza, sino que se impuso de inmediato como un símbolo de una vida nueva. Portugal era una fiesta. Nadie dormía, nadie tenía un horario de trabajo fijo, y el tiempo apenas si alcanzaba para celebrar la victoria sobre una de las dictaduras más antiguas y crueles del mundo, y para disfrutar, en plena calle y a voz en cuello, de la libertad recobrada. «Nadie puede entendernos mejor que ustedes», le dijo por aquellos tiempos un miembro del Consejo de la Revolución a un grupo de periodistas latinoamericanos. «Los europeos, aun los más comprensivos, tratan de interpretarnos con una óptica de país desarrollado y no encuentran cómo meternos a la fuerza dentro de sus esquemas». Por motivos históricos y geográficos, siendo uno de los países más pobres del mundo, pero con una posición estratégica esencial para las potencias occidentales, Portugal estaba obligada a sentarse a la mesa de los países más ricos de la Tierra, pero hablando un idioma nuevo que nadie entendía porque a nadie le convenía entenderlo, y con los fondillos remendados y los zapatos rotos, pero con la dignidad que le imponía el haber sido en otro tiempo el dueño casi absoluto de todos los mares.

La presión tremenda de ese drama se reflejaba en todos los aspectos de la vida portuguesa. Todo se había vuelto político. Desde la plaza del Rossio, en el corazón de Lisboa, hasta el rincón más remoto y olvidado de la provincia no había un centímetro de pared, ni un anuncio de carretera, ni el pedestal de una estatua que no tuviera pintado un letrero político. «Unidad sindical», pedían a brocha gorda los comunistas, mientras acusaban a los socialistas de querer dividir la clase obrera para dejarla a merced de la socialdemocracia europea. «Socialismo, sí; pero con libertades», decían sin más explicaciones los socialistas. «Fuera el ímperialismo capitalista y el socialimperialismo», decía un partido de extrema izquierda, cuyo radicalismo intransigente se confundía con la línea de candela de la provocación. «Viva Cristo Rey», gritaba la reacción católica. «El voto es el arma del pueblo», decían los liberales. Y los anarquistas, con su ingenio incansable, corregían en la pared de enfrente: «El arma es el voto del pueblo». De día, en medio del desorden alborozado, los militantes del Ejército de Salvación tocaban el trombón en la puerta de los grandes almacenes y fomentaban el pánico con sus diatribas pavorosas contra el alcohol y el sexo. Muy tarde en la noche, cuando el cansancio doblegaba por fin el activismo desaforado, la reacción hacía reventar bombas de alto poder y envenenaba al mundo con el rumor infame de que al hermoso e idílico Portugal de las canciones se lo había llevado el carajo.

En medio del estruendo ensordecedor, había una inteligencia distinta: el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), dirigido por una cosecha de oficiales jóvenes, y cuyo poder político, unido a su poder de fuego y a su popularidad inmensa, hacía de ellos mucho más que árbitros simples de la situación. Los pesimistas por la ruina de la economía nacional, decían con un gran desprecio: «Portugal no produce sino portugueses». Los dirigentes del MFA replicaban: «La mayor riqueza de un pueblo es su población». La mayoría de ellos eran antiguos universitarios reclutados por la dictadura como carne de cañón para las guerras coloníales. Trabajaban sin horarios, sin pausas, lo mismo en la Administración pública que en las campañas de politización de los campesinos. La democracia había empezado por los cuarteles: oficiales y soldados se tuteaban, dormían en el mismo cuarto y comían la misma comida en la misma mesa. Por primera vez en la historia de la humanidad las tropas tenían derecho a desobedecer una orden si sus oficiales no les decían para dónde iban y con qué propósito. La respuesta a todos los niveles era la misma: «Vamos para un socialismo inventado por nosotros mismos, de acuerdo con nuestras condiciones propias, independiente de todo centro internacional de poder y, al mismo tiempo, construido con imaginacíón y humanidad».

Lo que nos preguntábamos todos los periodistas asombrados que visitábamos Portugal por aquellos días era cómo los militares de una dictadura infame habían llegado a comprender que todo cambio era imposible sin una integración real con el pueblo, y cómo habían tomado conciencia de esa realidad. El proceso, en verdad, fue muy simple. Cuando la guerra se agudizó contra los movimientos de liberación de las colonias africanas —y en especial Angola y Mozambique—, los oficiales de la dictadura, que eran aristócratas de solemnidad, decidieron improvisar una oficialidad de clase media que sirviera de carne de cañón en los dominios sublevados. Para eso abrieron, en primer término, las puertas de la academia militar, donde se formaban los oficiales de carrera, y en segundo término, empezaron a reclutar universitarios para convertirlos en oficiales milicianos con el grado inmedíato de subtenientes. De modo que en el curso de pocos años cambió por completo la composición de la clase de los mandos medios. «Fue muy fácil», dijo un oficial a los periodistas, «que nuestra promoción, con una edad promedio de 28 años, sufriera una transformación ideológica en el sentido de las aspiraciones populares». Otro oficial decía: «Nuestra conciencia se formó en las largas noches de reflexión en los campamentos de África, conversando con los soldados, que en realidad eran universitarios unifórmados, y con los prisioneros que capturábamos entre las guerrillas y que nos estremecieron con el ejemplo de su decisión y su claridad». Los nombres de los militares que dirigían el cambio llegaron a ser legendarios: Vasco Gonçalves, Costa Gomes, Melo Antunes, Otelo de Carvalho, Vasco Lourenço, Correia Jesuino, Rosa Cutinho. Todos pertenecían al Consejo de la Revolución, que era el organismo rector del proceso, y ocupaban cargos claves en el Gobierno. Melo Antunes, un fumador nervioso y sonriente que pasaba casi sin darse cuenta de una conversación política a una discusión sobre literatura, era considerado por sus compañeros como uno de los ideólogos más antiguos y lúcidos del MFA. Sin embargo, tal vez fue Otelo de Carvalho el más carismático de todos y el que pareció más decidido a asumir la responsabilidad política del país para llevar el proceso de cambio hasta sus últimas consecuencias. Qué fue lo que se lo impidió y qué fue lo que se llevó a Portugal por un camino distinto es algo muy difícil y, sobre todo, muy largo de establecer. Pero el hecho es que los promotores y protagonistas mayores de aquella revolución casi poética fueron relegados, si no al olvido, al menos a la penumbra. De ahí que sea tan significativa una noticia a la cual no se le ha dado, ni siquiera en Portugal, la atención que merece. Me refiero a la creación de la Asociación 25 de Abril, integrada no sólo por todos los miembros del Consejo de la Revolución original, sino por más de 1.500 oficiales de las fuerzas armadas. Mil trescientos de ellos son todavía activos, o sea, la cuarta parte de la oficialidad actual. «Se trata de ampliar y profundizar el espíritu democrático de las fuerzas armadas», ha dicho en privado uno de sus fundadores. «No tenemos aspiraciones políticas inmediatas ni queremos intervenir en las condiciones actuales». Pero la mayoría de ellos están de acuerdo en que las fuerzas de la reacción son cada vez más activas e influyentes en Portugal y que la vigilancia insomne de los héroes en reposo del MFA puede impedir, llegado el caso, que Portugal regrese a su pasado sombrío. Ante las acusaciones de que se trata de una organización subversiva, sus promotores señalan que se ajusta del todo a la Constitución vigente y que es tan legal y pública como otras muchas de diverso carácter que existen en Portugal. Más aún: uno de sus miembros más distinguidos es el propio presidente de la República, el general Eanes. Lo cual demuestra, una vez más, lo que desde hace tantos siglos se sabe, y es que Portugal es un país muy raro. Por decir lo menos.

15-JUNIO-1983

domingo, 20 de abril de 2014

La destrucción natural vista por los iroqueses


La cultura occidental ha sido horriblemente explotadora y destructora del mundo natural. Más de un centenar de especies de aves y animales han sido totalmente exterminadas desde la llegada europea a las Américas, en su mayor parte porque a los ojos de los invasores eran inutilizables. Los bosques fueron talados, las aguas contaminadas, los pueblos nativos sometidos al genocidio. Las vastas manadas de herbívoros quedaron reducidas a meros puñados, el bisonte casi quedó extinguido. La tecnología occidental y la gente que la ha empleado han constituido las fuerzas pasmosamente más destructivas de la historia de humanidad. Ningún desastre natural ha destruido en tamaña magnitud. Ni siquiera la Edad del Hielo tuvo tantas victimas. Pero así como los bosques de maderas duras, los combustibles fósiles también son recursos finitos.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX los occidentales han empezado a buscar otras formas de energía para dar un nuevo empuje a su industria. Sus ojos se detuvieron en la energía atómica, una forma de producir energía cuyos subproductos son las sustancias más nocivas que el hombre haya conocido jamás.

La humanidad se halla hoy confrontada con la supervivencia de la propia especie. El modo de vida europeo y norteamericano se encuentra en un camino muerto y ni siquiera su propia cultura posee respuestas viables que aportar. Enfrentados con la realidad de su propia destrucción no pueden sino avanzar hacia una destrucción todavía más eficaz. La aparición del plutonio sobre este planeta es el signo más claro de que nuestra especie está en peligro. Es una señal que muchos de los occidentales han decidido ignorar.


    (Hau de no sau nee o «Mensaje de las Seis Naciones Iroquesas al Mundo Occidental». Conferencia Internacional de los Pueblos Indígenas de la ONU, Ginebra, septiembre de 1977.)

sábado, 19 de abril de 2014

Durísimas imágenes: Nazis ucranianos le cortan el cuello al ex jefe de la policía de Donetsk delante de su esposa



Los nazis ucranianos, conocido como Maidanitas por la plaza donde iniciaron el golpe de Estado, aparecen en un vídeo hecho público ayer donde, según informa la prensa rusa, cortan el cuello al ex jefe de la policía de Donetsk delante de su propia esposa, que grita impotente mientras asesinan a su marido en su presencia, todo ello acompañado por el himno de Ucrania.

Las durísimas imágenes contrastan radicalmente con la falsa apariencia que siguen ofreciendo los medios de comunicación de los países de la OTAN sobre el Gobierno ucraniano, y sobre quiénes son realmente los maidanitas.

En concreto, para los medios de masas españoles, fieles propagadores del discurso imperialista, el Gobierno fascista de Kiev es legítimo, y el enemigo a batir es el Gobierno ruso y Vladimir Putin, al que permanentemente demonizan en todos los grandes medios de comunicación sin excepción.

Sin embargo, pocos medios recogerán la barbarie de estos nazis ucranianos, ahora en el poder, gracias al amparo de EEUU, la UE y la OTAN.

Advertimos que las imágenes son extremadamente duras y contienen violencia explícita, por ello desde laRepublica.es hemos decidido no incrustar el vídeo en nuestra propia web para no herir sensibilidades, sin embargo si pese a todo quiere comprobar por sí mismo a los bárbaros a los que estados como el español califican como «demócratas», puede hacerlo en el siguiente enlace de la web de vídeo VK, siempre bajo su responsabilidad.

viernes, 18 de abril de 2014

La cofradía con simbología nazi


La Cofradía de la Virgen de las Angustias (Ciudad Real, España) sale este viernes de procesión por las calles de la ciudad castellano manchega, como todos los años. Y como siempre, sus cofrades portan un estandarte con el emblema de la División Azul, una partida de voluntarios —muchos no lo fueron, siendo fieles a la verdad— que lucharon en la Unión Soviética junto a la Wehrmacht de Adolf Hitler. A su vuelta, algunos divisionarios y excombatientes del bando franquista fundaron la cofradía en 1943 y el estandarte sale en procesión desde 1949, tal y como anuncia la propia web de la hermandad.

Junto al yugo y las flechas (símbolo de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando) en el estandarte se puede observar una cruz de hierro sobre la bandera española, distintivo que es exactamente igual al de la División 250 excepto por una única diferencia: la esvástica que no ha reflejado en su escudo la hermandad pero que ha sido sustituida por una cruz cristiana de fondo.

Asociaciones como el Foro por la Memoria en Castilla-La Mancha llevan varios años quejándose de la simbología fascista que recorre las calles de Ciudad Real, recordando además que 106 vecinos de la ciudad fueron asesinados en los campos de concentración nazis de Güsen y Mauthausen durante la II Guerra Mundial; los intentos han sido hasta hoy infructuosos y el estandarte con el emblema acompaña, como uno más, al resto de imágenes e iconos religiosos de la Semana Santa en Ciudad Real.

La Iglesia católica y los símbolos totalitarios, siempre cogidos de la mano.


Zelotes y primeros cristianos

 

La guerra judía (66-70)

Por KARLHEINZ DESCHNER

Los zelotes, un grupo nacionalista judío originariamente constituido, sin duda, por un sector del clero de Jerusalén hacia el año 6, instigaron esa guerra como reacción frente al poder del ocupante romano. Pese a la existencia de rasgos diferenciales notables entre zelotes y cristianos, se han observado también muchos puntos de contacto. No es casual que uno de los apóstoles de Jesús, un tal Simón, sea llamado en el Evangelio de Lucas «el zelote» y en el de Mateo «el cananeo», lo que representa una simple transcripción del arameo qanna'i, «el exaltado». Entre los zelotes, a quienes la investigación actual atribuye una influencia importante en la trayectoria de Jesucristo, abundaban los rumores apocalípticos, como el oráculo que decía que, por aquellos tiempos, «uno de los suyos sería el rey del mundo»; cuatro lustros antes del estallido de la guerra judía propiamente dicha, luchaban ya contra los romanos, pero más aún contra ciertos judíos antipatriotas. Sus enemigos les llamaban «sicarios», que quiere decir «los del cuchillo», porque iban armados con una especie de gumía, la «sica», con la que apuñalaban por la espalda a quienes no les caían bien, entre los que se contaban, ante todo, algunos judíos ricos que por motivos de interés pactaban con los romanos; se dice (por parte de Eusebio, historiador de la Iglesia) que una de sus primeras víctimas había sido «el sumo sacerdote Jonatás». «Cometían sus asesinatos a pleno día y en medio de la ciudad; aprovechaban sobre todo los días festivos para confundirse en las aglomeraciones, y apuñalaban a sus enemigos con dagas pequeñas que llevaban ocultas bajo las túnicas. Cuando la víctima caía, los asesinos se sumaban al revuelo y a las exclamaciones de consternación, y gracias a esta sangre fría no fueron descubiertos casi nunca.» Josefo, que en plena guerra cambió de bando y se puso a favor de los romanos, moteja a los zelotes de asesinos y bandoleros, pero no se le olvida mencionar que «tenían muchos partidarios, sobre todo entre la juventud».

En los círculos extremistas se azuzaba públicamente a la insurrección contra Roma. Leían con preferencia los dos libros de los Macabeos (cuya inclusión definitiva en las Sagradas Escrituras, recordémoslo de paso, data del Concilio de Trento, es decir, del siglo XVI), para exaltarse con aquellas «acciones heroicas» y esperaban poder reeditar frente a los romanos, con la ayuda del Señor, los triunfos conseguidos contra los griegos. De esta manera se produjo al fin la Bellum ludaicum (66-70 d. C.), una aventura sangrienta en la que incluso los romanos se vieron obligados a echar el resto, militarmente hablando.

Dicha obra tan agradable a los ojos del Señor, acaudillada primero por Eleazar ben Simón, hijo de un sacerdote, así como por Zacarías ben Falec, continuada luego por Juan de Giscala, comenzó en un momento bien escogido, un sábado, con el degüello de los escasos romanos de guardia en la torre Antonia de Jerusalén y en las poderosas fortificaciones del palacio real. Antes de rendir a la guarnición, prometieron que no matarían a nadie; luego, sólo perdonaron a un oficial que se avino a ser circuncidado. (Más tarde, los cristianos también perdonarían a los judíos que aceptaban la conversión.) En las ciudades griegas de la región, Damasco, Cesárea, Ascalón, Escitópolis, Hippos, Gadara, los helenos organizaron a cambio una matanza de judíos: 10.500 o 18.000 sólo en Damasco, según se cuenta. Al mismo tiempo, los judíos insurrectos, estimulados por el ardor de su fe y por los grandiosos recuerdos de las hazañas de los macabeos, iban limpiando de minorías toda Judea.

Los romanos empezaban a ponerse en marcha, primero a las órdenes del gobernador de Siria, Cayo Cestio Galo; luego Nerón envió a uno de sus mejores generales, el ex tratante de mulas Tito Flavio Vespasiano, cuyas primeras operaciones militares fueron sumamente cautelosas; además, después se encontró en una situación políticamente delicada, debido a la muerte de Nerón y la caída de Galba. Pero en el verano del año 68 controlaba ya casi toda Palestina; entre otras cosas, mandó quemar el eremitorio de Qumrán, a orillas del mar Muerto, cuya importante biblioteca, que poco antes los monjes habían ocultado en las cuevas de la montaña, no ha sido descubierta hasta mediados del siglo XX. También diezmó a los samaritanos, que habían tomado parte en la insurrección judía. Cerialo hizo con 11.600 de ellos una hecatombe en el monte Garizim. Mientras tanto, en Jerusalén, ciudad de «triste fama» según Tácito, a la que ya tenía puesto cerco Vespasiano, los hijos de Dios divididos en dos partidos se combatían mutuamente; incluso llegó a formarse una tercera facción que luchó contra las otras dos en el Templo. Éste, con sus aledaños, era una verdadera fortaleza, convertida en reducto de los zelotes..., ¡que siguieron celebrando los ritos incluso bajo el asedio! Mientras las masas, privadas de víveres, se morían de hambre, los judíos se apuñalaban mutuamente en peleas callejeras, o degollaban a los prisioneros en las mazmorras, pero sin dejar de hacer causa común contra los romanos. Estos, por su parte, también solían pasar los prisioneros a cuchillo o los crucificaban. Vespasiano tuvo que partir hacia Roma, ya que sus tropas le habían proclamado emperador. Pero dos años después, a comienzos de septiembre del año 70, su hijo Tito puso fin a la insurrección con un baño de sangre: previamente, estando en la Cesárea palestina, en Berytus (Beirut) y en otros lugares, había mandado arrojar miles de judíos prisioneros a las fieras del circo, o los obligaba a matarse mutuamente en duelos, o los quemaba vivos. Los escasos sobrevivientes de Jerusalén, reducida a un único montón de ruinas, fueron acuchillados o vendidos como esclavos. El Templo ardió hasta los fundamentos, con todos sus bienes atesorados durante seis siglos, en el aniversario de la destrucción del primero. La lucha continuó durante varios años más en varias fortalezas aisladas, como Herodión, Maquiros y Masada, hasta que los defensores se suicidaron junto con sus mujeres y sus hijos.

En el año 71, el vencedor entró triunfante en Roma, donde todavía hoy puede verse el arco de Tito en recuerdo de la hazaña... La masacre había costado cientos de miles de vidas. Jerusalén quedaba arrasada como antaño lo fueron Cartago y Corinto, y el país incorporado a los dominios del emperador. A los vencidos se les impusieron tributos abrumadores, hasta del quinto de las primeras cosechas, y para mayor calamidad, el país sufría la plaga de las partidas de bandoleros. La vida religiosa, en cambio, y como no podía ser de otro modo, florecía. Los judíos estaban gobernados por un consejo de 72 levitas, cuyo dirigente máximo ostentaba el título de «príncipe». Y la oración diaria de las 18 rogativas, la schemone esre, comparable al Padrenuestro de los cristianos, se enriqueció con una petición más, la que imploraba la maldición divina sobre los minnim, los cristianos, y solicitaba su exterminio. El caso es que ni en Palestina ni en lugar alguno se prohibió a los judíos la práctica de su religión: «Por prudencia se abstuvieron de declarar la guerra a la fe judía en tanto que tal» (Mommsen). Pero todavía les aguardaba una derrota mayor, pocos decenios más tarde, como consecuencia del segundo intento de una última «guerra de Dios».

Historia criminal del cristianismo (I)