Supuesto océano subterráneo en la zona de transición entre los mantos superior e inferior. |
04/07/2014
En 1879, un asteroide cayó al oeste del estado australiano de Queensland. Sus fragmentos, conocidos como meteoritos Tenham (del nombre de la localidad en los que fueron hallados), muestran deformaciones que indican una fuerza externa caracterizada por altas presiones. Para los geólogos, esta característica representa un testimonio indirecto de lo que podría esconderse debajo de la corteza terrestre, a centenares de kilómetros bajo nuestros pies.
En efecto, tras el análisis de los restos de dicho cuerpo celeste, aproximadamente un siglo más tarde de aquel hallazgo, en 1969, se identificó un mineral desconocido hasta entonces: la ringwoodita. Sus cristales, de color azul intenso como el zafiro, podrían encontrarse en grandes cantidades en el manto de la Tierra, según especularon los responsables del estudio.
El misterio fue desvelado hace tan solo unos días por un equipo de investigadores dirigido por Steve Jacobsen, de la Universidad Noroccidental, en un artículo publicado en la revista Science, en el que anunciaban el descubrimiento de otro pequeño fragmento de ringwoodite en Brasil. Pero en esta ocasión su lugar de origen no era el espacio, sino el corazón de nuestro planeta, puesto que llegó a la superficie a través de una erupción volcánica.
Además, tras los primeros exámenes de laboratorio, los responsables del estudio avanzaron hipótesis sobre la presencia de agua en las grandes profundidades del planeta. Al parecer, detectaron radicales hidroxilo (OH) atrapados en los cristales del mineral como consecuencia de la separación experimentada por las moléculas de agua a causa de las altas presiones y temperaturas (del orden del millar de grados) presentes en la «zona de transición», la región fronteriza entre el manto superior y el inferior ubicada a unos 400 y 600 kilómetros de profundidad.
La posterior comparación de esos datos con los obtenidos de una simulación en condiciones ambientales similares y con un estudio sobre las ondas sísmicas procedentes del interior de la Tierra, Jacobsen y sus colaboradores llegaron a la conclusión de que el agua estaría presente debajo de la superficie terrestre. Con todo, no sería líquida, ni sólida o gaseosa, sino que se hallaría en una cuarto estado, al estar atrapada por la estructura molecular de la roca del manto que contiene la ringwoodite.
Finalmente, también estimaron la cantidad de esa forma acuosa, que resultaría tres veces superior a la de todos los océanos de la superficie terrestre, por lo que representaría la mayor reserva de agua de nuestro planeta.
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