LO QUE COMPARTEN EL ASESINO SERIAL, EL CIRUJANO Y EL POLITICO
Rasgos de la personalidad psicopática —capacidad de persuasión, encanto superficial, egocentrismo, falta de empatía, intrepidez, falta de remordimientos y manipulación de los demás— se detectan en asesinos seriales, pero también en cirujanos, hombres de negocios, soldados de elite y dirigentes políticos, advierte el autor de este texto.
Por Kevin Dutton*
No me propongo en absoluto pintar de color de rosa los actos de los psicópatas; no, por lo menos, los de los psicópatas disfuncionales. Sería como pintar de color de rosa un melanoma cognitivo: las maquinaciones malignas del cáncer de la personalidad. Pero existen pruebas de que la psicopatía, al menos en pequeñas dosis, puede tener sorprendentes beneficios. Rasgos que son comunes en asesinos en serie con personalidad psicopática, como un sentido muy elevado de la propia valía, capacidad de persuasión, encanto superficial, intrepidez, falta de remordimientos y manipulación de los demás, también los tienen los políticos y líderes mundiales. Ese perfil permite a aquellos que lo tienen hacer lo que quieran y cuando quieran, sin inmutarse ante las consecuencias sociales, morales o legales de sus actos.
«No tema, doctor», soltó Sadam Husein en el patíbulo, momentos antes de su ejecución: «Esto es para hombres». Si se ha nacido bajo la estrella adecuada y se tiene poder sobre la mente humana, como la Luna lo tiene sobre el mar, se puede ordenar el genocidio de 100.000 kurdos y subir al patíbulo con una misteriosa obstinación. Un ser violento y astuto como Robert Maudsley, el «Hannibal Lecter» real (encerrado en régimen de aislamiento los últimos treinta años, en la prisión de Wakefield, Inglaterra), pudo atraer a un compañero de celda, romperle el cráneo con un martillo y probar sus sesos con una cuchara, con tanta tranquilidad como si comiera un huevo pasado por agua. Pero también uno de los neurocirujanos más importantes del Reino Unido, James Geraghty, dijo: «No siento compasión por aquellos a quienes opero. Es un lujo que no me puedo permitir. En el quirófano me transformo: soy como una máquina fría y sin corazón, me hago uno con el escalpelo, el taladro y la sierra. La emoción va muy mal para el negocio. A lo largo de los años he ido acallándola hasta extinguirla». Aunque sus palabras pueden dejarnos helados, también suenan perfectamente razonables.
El psicópata —desde su gueto en uno de los barrios más peligrosos del cerebro— es contemplado como un depredador aislado e implacable, una especie solitaria de un encanto fugaz y mortal. En cuanto oímos la palabra aparecen imágenes de asesinos en serie, violadores y terroristas locos y ocultos. Pero el pirómano que nos quema la casa podría ser también el héroe que se atreve a enfrentarse a las llamas de un edificio ardiendo para rescatar a nuestros seres queridos. O simplemente ese chico con un cuchillo en las sombras podría un día manejar un instrumento cortante muy distinto en un quirófano.
Un individuo puede ser frío como el hielo, desprovisto de empatía y, sin embargo, actuar de un modo que no es violento ni antisocial ni sin conciencia. Puede obtener puntuación alta en ciertos atributos psicopáticos y, sin embargo, no estar cerca en absoluto de la zona de peligro de quien puntúa alto en todos.
Además de la cirugía hay otras profesiones en las que los «talentos» de los psicópatas pueden resultar ventajosos. Los agentes de la ley, por ejemplo. En 2009, efectué un experimento con treinta estudiantes universitarios: la mitad de ellos había puntuado alto en la escala autoadministrada de psicopatía (PPI: Psychopathic Personality Inventory), y la otra mitad, bajo. Los estudiantes tenían que observar los movimientos de cinco colaboradores que entraban por una puerta, atravesaban un estrado y salían por otra, y tenían que deducir quién era «culpable»: cuál de los cinco ocultaba un pañuelo rojo. El colaborador «culpable» tenía algo que perder: había recibido 100 libras y, si la mayoría de los estudiantes lo identificaba, tenía que devolver el dinero. ¿Cuál de los estudiantes sería el mejor «oficial de aduanas»? ¿Resultaría fiable el olfato de los psicópatas para la vulnerabilidad? Los resultados fueron extraordinarios. Más del 70 por ciento de los que puntuaban muy alto en la escala de psicopatía detectaron correctamente al colega que escondía el pañuelo, comparados con el 30 por ciento de los que puntuaron bajo. Centrar la atención en la debilidad puede ser parte de las habilidades necesarias de un asesino en serie, pero también puede resultar muy útil en un aeropuerto.
En 2005, Belinda Board y Katarina Fritzon, de la Universidad de Surrey, llevaron a cabo una investigación para averiguar qué es lo que hace triunfar a los líderes de los negocios. Sus análisis revelaron que cierto número de los atributos psicopáticos eran aún más comunes en los líderes de los negocios que en los llamados criminales «perturbados»: atributos como encanto superficial, egocentrismo, capacidad de persuasión, falta de empatía, independencia y concentración: la principal diferencia entre ambos grupos se encontraba en los aspectos más «antisociales» del síndrome: los vinculados con ruptura de la ley, agresión física e impulsividad. Otros estudios parecen confirmar que la zona limítrofe entre la psicopatía funcional y la disfuncional no depende de la presencia de atributos psicopáticos per se, sino más bien de sus niveles y de la forma en que se combinan. Los patrones de disfunción cerebral (específicamente en el córtex orbitofrontal, la zona que regula el aporte de las emociones en la toma de decisiones) observados en ambos grupos de psicópatas, criminales y no criminales, muestran diferencias discretas. Esto significa que los dos grupos no deberían ser contemplados como poblaciones cualitativamente distintas, sino más bien ocupando distintas posiciones en el mismo continuo neuropsicológico.
«La capacidad intelectual sola es una forma elegante de quedar segundo», me dijo un ejecutivo de éxito. «El camino hacia la cima es duro, pero es más fácil trepar si te apoyas en otros. Y mucho más fácil si los demás piensan que son ellos los que están sacando algo.» El psicópata busca recompensas a cualquier coste, sin atender las consecuencias y dejando a un lado los riesgos. Cosa que podría explicar por qué Board y Fritzon encontraron preponderancia de rasgos psicopáticos entre ejecutivos como entre reclusos de una unidad penitenciaria de seguridad. Dinero, poder, estatus y control, todos ellos dominio del típico director de empresa y cada uno un bien muy buscado en sí mismo, juntos constituyen un atractivo irresistible para el psicópata orientado a los negocios, mientras va maniobrando y subiendo por los peldaños de la escalera corporativa. Recordemos la oscura y profética advertencia de Bob Hare: «Encontrarán a los psicópatas en cualquier organización donde la posición y el estatus otorga poder y control sobre los demás y la posibilidad de obtener ganancias materiales».
«Operación»
La mentalidad de un cirujano y la de un soldado de élite a punto de irrumpir en un edificio o un avión quizá sean similares. «¿Me pongo nervioso antes de una operación importante? No, yo diría que no, pero supongo que es como una actuación. Tienes que mentalizarte. Y tienes que estar muy concentrado en el trabajo que vas a realizar, no distraerte. Tienes que hacerlo bien», dijo uno de los mejores cirujanos del Reino Unido. En ambos casos al trabajo se le llama «operación». En ambos casos se necesita instrumental, y se usa mascarilla.
Y, en ambos casos, los años de práctica y aprendizaje no preparan del todo para ese elemento de incertidumbre mientras se hace la primera incisión. «¿Qué diferencia hay entre un margen de error de un milímetro en recibir un tiro en la cabeza, y un margen de un milímetro al abrirte camino entre dos vasos sanguíneos importantes? En ambos casos uno tiene la vida y la muerte en sus manos y debe tomar una decisión de muerte o gloria. En cirugía, literalmente, se está al filo de la navaja.» Este hombre puntuaba muy por encima de la media en el PPI. Y si eso les sorprende, viniendo de uno de los neurocirujanos más importantes del mundo, piensen un poco.
Yawei Cheng y colaboradores, de la Universidad Nacional Yang-Ming de Taiwan, tomaron un grupo de médicos con al menos dos años de experiencia en acupuntura y un grupo de voluntarios no médicos: mediante resonancia magnética, miraron en sus cerebros para ver qué ocurría cuando veían, en videos, agujas insertadas en bocas, manos y pies. Cuando los voluntarios de control contemplaban los videos, las zonas de su córtex somatosensorial correspondientes a las partes del cuerpo afectadas se iluminaban como árboles de Navidad, igual que otras zonas cerebrales como el periacueducto gris (coordinador de la respuesta del pánico) y el córtex cingulado anterior (que codifica el procesamiento del error, la anomalía y el dolor). En contraste, había apenas un parpadeo de actividad relacionada con el dolor en el cerebro de los expertos. Por el contrario, éstos exhibían una activación aumentada de los córtex medial y superior prefrontal, así como de la articulación temporoparietal: regiones del cerebro implicadas en la regulación de las emociones y la teoría de la mente. Más aún: los expertos valoraban las exhibiciones de acupuntura como significativamente menos desagradables que los controles, lo cual puede vincularse con numerosos resultados de laboratorio que mostraron, en psicópatas, respuestas fisiológicas atenuadas (latidos del corazón, respuesta galvánica de la piel, niveles de cortisol) al presentarles estímulos de temor, asco o eróticos, y frente a difíciles tests de estrés social. Lo que adquiere el experto a través de la experiencia, los psicópatas lo tienen ya desde el principio.
Tiene lógica que los rasgos psicopáticos estén distribuidos normalmente entre la población general. Pero la diferencia con los que están en la parte alta del espectro es que éstos no pueden desconectar la audacia en situaciones en las que no sería apropiada. Un ejecutivo puede ser adepto al riesgo en determinadas parcelas de negocio, pero quizá no le apetezca ir andando por un barrio peligroso por la noche. Un psicópata no es capaz de hacer semejante distinción. En los psicópatas se trata de todo o nada.
9 de agosto de 2014
* Textos extractados de La sabiduría del psicópata (ed. Ariel), de reciente aparición.
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