[En una madrugada como la de hoy, pero, de hace tres años, nos dejaba un compañero muy cercano. Mejor que recordar esa nefasta fecha, es recordarle en vida. Para el veterano panfleto vallisoletano EL AULLIDO (haya por el año 1996) escribió este texto. Como homenaje a él os lo ponemos…]
Suponeos que cuando mostréis públicamente vuestro afecto hacia la persona amada, acariciándola y besándola en la calle, la gente os señale con el dedo, os insulte y se burle de vosotros. Suponeos que, entre vuestros familiares y amigos, el hecho de tener pareja sexual sea algo ridículo, unas veces, y vergonzoso, las otras. Suponeos que en la tele o en otro medio de formación de masas no salga ningún tipo de relación sexual o amorosa (me refiero a cosas tan simples como abrazarse, acariciarse o besarse, además del coito y la masturbación), y si lo sacan, en poquísimas ocasiones y de madrugada, y convertido en espectáculo. Os parecería horrible, sería insoportable. Pero, menos mal que esto no sucede; más aún, lo consideraríais propio de otros tiempos más oscurantistas, por no decir absurdo. Pues miles, por no decir millones, de seres humanos viven en esta situación tan penosa. Estas personas que tienen una orientación sexual y una preferencia afectiva hacia los de su mismo sexo, que son denominadas y clasificadas de una manera aséptica y aparentemente neutral como homosexuales, y de una forma más despectiva y brutal como maricas, tortilleras,... y otros términos homófobos. Lo padecen constantemente a estas alturas de finales del siglo XX.
Reprimidos, marginados y mal mirados por ciertos sectores de la sociedad; teniendo que esconderse en «guetos» para que nadie los agreda, aparentando ser lo que no son, aguantando chistes de mal gusto sobre su orientación sexual y verse obligados a soportar la intromisión en su intimidad por parte de la Iglesia, el Estado, el Ejército o el Capital.
Cuando el verdadero problema es el del rechazo y desprecio que deben aguantar por parte de reaccionarios intolerantes y homófobos. La homofobia ha de ser extirpada por antinatural, como el celibato y la obediencia ciega, entre otros males que nos aquejan y deben preocuparnos.
Si tú vas de radical, alternativo o insumiso, cuando veas a una pareja de gais y lesbianas no les señales con el dedo, ni murmures ni los mires como cosas raras. Apóyalos y únete a sus pretensiones de obtención de unos derechos cívicos; pero ante todo respétales y compréndeles, no hace falta ser homosexual para estar de su lado contra este sistema.
El Aullido
Nº 12 – Agosto 1996
Nº 12 – Agosto 1996
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